Documental

Anaïs Taracena: Periodismo y represión militar en Guatemala

La lucha del periodista y poeta Elías Barahona, un agente de la guerrilla infiltrado en el Ministerio de Interior de uno de los gobiernos militares más sanguinarios en la historia de Guatemala, llega a salas mexicanas. Se trata de El silencio del topo, documental multipremiado contra el olvido.
domingo, 19 de marzo de 2023 · 16:33

La lucha del periodista y poeta Elías Barahona, un agente de la guerrilla infiltrado en el Ministerio de Interior de uno de los gobiernos militares más sanguinarios en la historia de Guatemala, llega a salas mexicanas. Se trata de El silencio del topo, documental multipremiado contra el olvido, donde la cineasta ofrece un relato único en torno a una figura que su país reivindica hoy por su solidaridad y valentía para denunciar la represión castrense.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– El periodista, poeta y profesor guatemalteco Elías Barahona y Barahona, quien falleció en octubre del 2014, fue conocido como El topo porque de 1978 a 1982 se infiltró desde la guerrilla en el gobierno del general Fernando Romeo Lucas García y ayudó así a salvar a decenas de disidentes, cuando les avisó que su vida peligraba.

Para ello puso en riesgo a su familia y a sí mismo, y muchos amigos y parientes se alejaron de él.

La existencia de Elías El topo Barahona es abordada por la joven guatemalteca Anaïs Taracena (1984) en su primer largometraje documental, El silencio del topo, que ha alcanzado 23 premios internacionales en festivales como: Mejor Documental en la categoría Nuestra América, de DocsMX 2021; el Audience Award en el Festival Majordocs, de España; y Mejor Película Iberoamericana en los Premios Macondo que otorga la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Colombia, entre otros. (ver tráiler en https://youtu.be/19WukpTYHb4)

En total, Taracena ha presentado su película en más de 60 festivales.

Para la realizadora, toda vez que El silencio del topo ya se halla en la cartelera mexicana, no puede haber mayor alegría. En entrevista vía Zoom, exalta:

“Para Elías Barahona fue un sacrificio llevar ese rol de topo infiltrado. Tuvo que salir exiliado dieciocho años. Su historia es muy original, única en Guatemala. Sorprende mucho que un periodista haya podido efectuar eso en un momento muy difícil para mi país”.

La también gestora cultural y politóloga abunda:

“Existen bastantes historias de esa época que también habían sido visibilizadas. Muchas otras personas de alguna forma u otra resistieron en un contexto de represión, aunque no necesariamente tuvieron que tomar las armas, lo hicieron como pudieron desde sus propias condiciones. Y creo que eso es lo que inspira a las personas cuando ven esta película histórica”.

Barahona fue encargado de Prensa del entonces ministro de Gobernación de Guatemala, Donaldo Álvarez Ruiz, acusado de su responsabilidad por crímenes de lesa humanidad y al cual se le giró una orden de captura internacional el 11 de diciembre de 2004. Pero a la fecha sigue prófugo.

Encuentro con la cineasta

La película comienza con imágenes del juicio filmado el 2 de octubre del 2014 cuando, en silla de ruedas y frágil de salud, pero sonriente, El topo Barahona rinde testimonio por la quema de la embajada de España en Guatemala, el 31 enero de 1980.

Y es que Barahona había sido testigo de cómo su jefe (Donaldo Álvarez Ruiz) ordenó al entonces director de Policía, Pedro García Arredondo, que echaran del lugar a los campesinos y estudiantes quienes protestaban dentro de la sede diplomática, denunciando la represión a las comunidades de Quiché y en búsqueda de apoyos internacionales. De pronto, una explosión propagó el fuego y en ese incendio murieron 37 personas, entre ellas el padre de la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, el activista Vicente Menchú Pérez.

El comandante de la Policía Nacional guatemalteca, Pedro García Arredondo, sería condenado a 90 años de cárcel.

Anaïs Taracena rememora cómo aconteció su encuentro con Barahona:

“Previo al juicio del 2014, Elías y yo ya nos conocíamos desde hacía un poco más de dos años, pues la primera vez que filmé un cortometraje grabé a su hermano, David Barahona, quien salió de Guatemala como refugiado político. Él hacia teatro y me habló de Elías, deseaba que yo lo conociera. De hecho, me regaló unas memorias que Elías había escrito”.

A raíz de eso lo contactó y cuenta que anhelaba filmarlo “no necesariamente para un documental, sino para registrar su testimonio porque yo sabía que él tenía muchas ganas de que su historia se conociera más, porque realmente en Guatemala había quedado en el olvido” y, sobre todo, “porque Elías deseaba que nuevas generaciones la conocieran al ser parte del pasado de Guatemala”.

--Barahona le pide que lo grabe con cámara durante el juicio, ¿verdad?

--Sí. Cuando lo fui a filmar en el juicio existía ya confianza entre ambos, pero yo no sabía que iba a fallecer tan pronto. A unos días del juicio. Sabía que estaba enfermo, pero tenía esperanza de que se iba a recuperar. Yo creo que Elías tal vez sabía que no y por eso fue muy claro en ir a dar su testimonio aunque estuviera bastante enfermo, saliendo de una operación.

A raíz de la muerte de Barahona, Taracena pensó en realizar el documental:

“Empecé a investigar. Entonces ya sabía que quería empezar con la escena del juicio. No era una idea tan estratégica, pero para mí era un punto de partida muy importante”.

Testigo clave

--¿Cómo fue que le pidió que lo filmara? ¿Qué quería él mostrar?

--Elías sabía que yo contaba con una cámara y que me gustaba el audiovisual. Conocía que quería firmarlo para registrarlo. Cuando lo invitan a ese juicio, él inmediatamente me llamó. Además, porque ese juicio era histórico, era un momento muy importante. Él llevaba mucho tiempo esperando que lo contactaran para ser testigo. Es un caso que primero se armó en España y después se abrió la puerta en Guatemala para llevar los juicios. Creo que él creía que su testimonio era un acto de lucha contra el olvido y una reivindicación hasta el final de su postura, de lo que había visto y vivido. Al mismo tiempo era como reafirmar su lucha contra las injusticias durante la dictadura”.

En El silencio del topo hay varios videos inéditos, y Anaïs Taracena comenta al respecto:

“Fue una investigación muy larga, en total seis años y medio de trabajo. Desde el principio sabía que quería usar imágenes de archivo, pero ¿dónde buscaba imágenes de los años setenta y principios de los años ochenta? ¿Y cómo podría encontrar quién me hablara de la situación del Guatemala?”.

Primero pensó en hallar videos de telenoticieros, pero tales archivos de dicha época nefasta ya no existen, informa:

“No contamos con una ley que preserve el patrimonio audiovisual de mi país. Los archivos fueron vendidos, otros fueron tirados a la basura o saqueados, incluso se habla de algún incendio en alguno de los archivos”.

Uno de los pocos lugares para indagar, comenta, fue la Cinemateca Nacional de Guatemala, “la cual se ha ido preservando a partir de donaciones, y como rescató archivos que iban a ser llevados a la basura, su labor se ha hecho con muy escasos recursos”. Ahí existen videos de la cineasta estadunidense Pamela Yetes, quien grabó a principios de los ochenta, añade:

“Hay una entrevista a Elías que filmó un cineasta italiano. Hubo periodistas que lograron captar imágenes en ese tiempo a manifestaciones o represiones del ejército, ya que por el hecho de ser extranjeros les permitían filmar o investigar con más facilidad, y todo se lo llevaban fuera del país, entonces esos videos se salvaron. Por un lado, aquello quedó en el largometraje, y por el otro incluí testimonios de personas que conocieron al periodista y poeta”.

Sin investigación, su documental se habría malogrado, manifiesta:

“El tema del silencio aún es muy fuerte. Sigue ahí. Los silencios familiares continúan y no es solamente confrontarlos; también es una cuestión de entenderlos, porque muchas veces son fruto del miedo o la protección, de salvar la vida, en fin”.

Al calor de la charla con Anaïs Taracena, se conecta al Zoom el productor del documental, Rafael González, quien subraya que El silencio del topo es un relato fílmico “narrado desde la memoria de otros personajes que vivieron ese momento”. Anexa:

“Creo que el reto principal es generar confianza en la gente para que te cuente las historias. Y el otro desafío era construir una cinta a partir de archivos, pero igual de darle vida a esas metáforas que el documental mismo fue presentando a la hora de que se iba construyendo”.

Taracena define a Barahona --hilo conductor de la trama-- así:

“Algo que siempre me llamó la atención de Elías era su lado humano y traté de respetar eso en el filme. Esa decisión que tomó de infiltrase, mucha gente la cuestionó. Mucha gente no le tenía confianza; pero él toda la vida laboró como periodista y era muy brillante… Esos contextos extremos, radicales, me gustaron. Elías era militante desde lo civil, desde el periodismo, no fue el típico que se fue a la montaña a tomar las armas. Durante cuatro años estuvo infiltrado y la gente no logró entenderlo. Y todo eso lo vivió en silencio”.

El productor emite un comentario final:

“Yo hace muchos años ya había leído un artículo en torno a Elías. Siempre me pareció un hombre impresionante, porque fue un ser humano que tomó una decisión de enormes riesgos. Es una historia que hasta la fecha cuando vuelvo a ver el documental me conmueve mucho por esa parte de cómo lo describe la gente. Él fue de esos seres humanos que pocas veces volvemos a encontrarnos en la vida. Asumió la responsabilidad de no quedarse callado y encontró su forma de denunciar lo que estaba pasando”.  

Reportaje publicado el 12 de marzo en la edición 2419 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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