Diego Rivera

Hacia el rescate del mural "Gloriosa Victoria", de Rivera

Historiadora del arte y maestra en promoción y desarrollo cultural, la autora de este testimonio, entregado ahora a Proceso, fue durante varios años directora del museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo al sur de la Ciudad de México.
domingo, 15 de enero de 2023 · 14:55

Historiadora del arte y maestra en promoción y desarrollo cultural, la autora de este testimonio, entregado ahora a Proceso, fue durante varios años directora del museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo al sur de la Ciudad de México. Aquí narra la búsqueda que se propuso realizar en busca de dos obras del muralista, Gloriosa victoria y Pesadilla de guerra y sueño de paz, y un cuadro de Frida, La mesa herida, en el museo Pushkin de Moscú, Rusia, en el año 2000. Encontró sólo la primera, que todavía está ahí; el otro mural y el cuadro siguen desaparecidos.

COLIMA, Col. (Proceso).- Recorriendo la senda muralística de Diego Rivera (1886-1957), esta fue polémica desde la primera de sus obras hasta la última, Gloriosa victoria, pintada en 1954 en su estudio de San Ángel, espacio convertido desde el 16 de diciembre de 1986 en el museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. Me tocó la fortuna de rescatar su pasado y marcar su vocación al ser la primera directora e integrarlo a la red museística del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Mi objetivo era armar una ruta que me llevara a Moscú. Hace 22 años, el 16 de mayo del año 2000, arribé a la capital de Rusia. Era verano, cuando los días se hacen eternos y las noches prácticamente son una ilusión. Lo único que se nota hacia la medianoche es un ligero oscurecimiento del cielo, lo que se conoce como “noches blancas”. Mi propósito se lograba después de 14 años de hacer intentos por localizar ese último mural de Diego, sobre el cual sólo estaban presentes unos carteles en offset a color que me dieron idea de lo que buscaba.

Desde principios de enero de 1987, solicite al INBA lanzar en la prensa nacional un aviso, que se publicó durante un mes cada tercer día: “Se buscan dos murales de Diego Rivera. Pesadilla de guerra y sueño de paz (1952) y Gloriosa victoria (1954). Se agradece información en el museo Casa Estudio Diego Rivera”.

Como sucede en estos casos, llegó mucha información falsa y otras en verdades a medias. Rescato así los testimonios de muchos artistas y personajes de la cultura y la política, que me fueron orientando. El más valioso fue el de la pintora guatemalteca Rina Lazo, quien había sido su ayudante en ese lienzo. Me mostró en su casa estudio de Coyoacán una copia más pequeña que ella había realizado. Narró toda la historia de la United Fruit Company (Ufco), aquella compañía estadunidense que se dedicaba a la producción y venta de banano en Centroamérica. Era conocida como la Frutera, el Pulpo o la “Yunai”.

En aquella entrevista (febrero, 1987), Rina comentó:

“El golpe de Estado a Guatemala había comenzado en la noche del 18 de junio de 1954, soldados al mando del coronel Carlos Castillo Armas habían cruzado la frontera desde Honduras con un único objetivo: poner fin al gobierno de Jacobo Árbenz. La Ufco buscó expandirse hacia América Latina porque era un territorio débil políticamente, pero con condiciones climáticas envidiables.”

Después de examinar la relación entre ideas y hechos, Rivera reflejaba así su adhesión a la causa de lucha con el pueblo guatemalteco. Recién había fallecido Frida (1907-1954), y para él la creación de esta obra representaba una oportunidad más para superar el dolor moral. Pintó a Rina con una blusa roja y portando un rifle en defensa de su pueblo; al fondo ondea la bandera de México, pues la embajada mexicana fue aliada. Pintó en el muro de la cárcel un corazón con el nombre de Rina. La firma de ambos aparece en la parte inferior del mural, al lado de la de la otra asistente de Rivera, Ana Teresa (Ordiales).

Rivera puso aún más el dedo en la llaga al parafrasear de manera sarcástica lo dicho por el secretario de Estado estadunidense para celebrar el golpe de Estado, “esta fue una gloriosa victoria”. Y es que Diego, de hecho, siempre reafirmó en todos sus murales su condición de artista comprometido políticamente.

En 1991 surgió la descomposición de la Unión Soviética, que supuso el colapso de los sistemas político, económico, de seguridad y defensa, y del Estado como entidad política. En mis visitas a la embajada rusa en México viví la oportunidad histórica por la que pasaba ese país de construir un Estado-nación, emprender un proceso de transición a la democracia e integrar Rusia gradualmente a las instituciones internacionales.

En México fui siempre apoyada con interés por el encargado de cultura de la embajada rusa Yuri Páparov. No fue fácil la investigación. Cuando llegué a Moscú fui asistida por el embajador de México Luciano Loublanc Montaño y por Atanacio Campos Miramontes, segundo secretario encargado de asuntos culturales, quienes ya habían apoyado con solicitudes los permisos para poder revisar bodegas y localizar Gloriosa victoria.

En el museo Puskin, donde yo presumía estarían los murales, la directora Irina Aleksandrovna Antonovna negaba la presencia de la obra. Cuando mostré la documentación lograda en 14 años, aceptó que hablara con la directora del departamento de pintura Elena Borisovna Sharnova y agregó que aún no localizaba la obra, pero que en bodega por lo pronto me podía mostrar tres obras del acervo. Ahí me encontré frente a dos obras de Rivera desconocidas: una puntillista, de 109.8 x 90 cm., el retrato de S:I: Makar Batkina (1929) y un Paisaje de 1911 que tenía al reverso mancha preparatoria para otra obra. Y una sorpresa más fue un retrato tardío de Lenin de 1970 hecho por David Alfaro Siqueiros.

Como muestra de buena voluntad, le compartí el catálogo de la exposición Pasión por Frida que había curado y realizado en 1992, en el que se muestra la obra La mesa herida (1949) de Frida, también desaparecida. En ese libro se reproducían documentos y catálogos.

Enseñé a Elena Borisovna los resultados de mi investigación. Los dos murales de Rivera y la obra de Frida viajaron con la idea de que participaran en una exposición que el Frente Nacional de Artes Plásticas mexicano organizó para exhibir obras de sus miembros en los países socialistas de Europa del Este. Esta información me fue proporcionada por los comisarios en turno: Ignacio Márquez Rodiles en Cholula, adonde fui acompañada por el maestro Alberto Híjar; Ignacio Aguirre, a quien le hice visita en su departamento en Villalongín, frente al parque Sullivan de la Ciudad de México; y Antonio Rodríguez, quien se desplazó hasta el museo-estudio en Altavista, San Ángel. Mostraron documentos y catálogos donde están registradas las obras de mi interés.

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Comentario de gran importancia fueron las largas entrevistas que tuve desde 1987 a 1990 con el maestro pintor y museógrafo Fernando Gamboa en su oficina en la calle de Madero, en Fomento Cultural Banamex. Decir Fernando Gamboa era enfrentarse con un gran “jefe”, toda una autoridad en el discurso museográfico. Después de mostrarle los grandes expedientes que había armado para reconstruir la historia de los murales extraviados de Rivera y comentarle que en el acervo del museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo había localizado una cinta de 8 mm, muy casera, donde se distinguía un gran rollo en el que se desplegaba el mural Pesadilla de guerra y sueño de paz en el museo Frida Kahlo de Coyoacán. Solicitaba su ayuda para desentrañar el misterio y que sólo me faltaba su testimonio. Gamboa, convencido de los avances de la investigación, me proporciona fotocopias de documentos, pero me advirtió: “Aún no es tiempo para hablar, todavía está viva mucha gente a la que puedes afectar o te pueden lastimar”. Prometió visitarme en el museo.

Un martes 3 de mayo de 1990, día de la Santa Cruz, lo hizo. Al finalizar el recorrido se despidió de mí y me citó en su oficina para el 9, para darme documentos que desvelaran el misterio de Pesadilla de guerra y sueño de paz. Me dijo: “Creo que ya tienes muy lograda la ruta del mural, puedes armar la exposición, pero con cautela. Ya platicaremos”.

Pero Fernando Gamboa concluyó su paso terrenal el sábado 7 de mayo de 1990, por un accidente en su auto rumbo a Pachuca, Hidalgo. Ya no obtuve ese documento comprobatorio del destino final del mural polémico, Pesadilla de guerra y sueño de Paz.

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Elena Borisovna quedó convencida de que mi trabajo de investigación era similar al de ella en el museo Pushkin, tenía que consultar con su equipo dada la situación política en que estaba su país, y se convenció de que no se iba a expropiar la obra; realmente era una situación embarazosa, inédita para la nueva Rusia. Al fin confesó que estaba en bodega, pero no era accesible. Le solicité me permitiera fotografiar el lugar donde se encontraba, y finalmente el lunes 22 de mayo los trabajadores aparecieron portando un gran rollo que poco a poco fueron desplegando.

(Para ello, como era un lunes y el museo estaba cerrado al público, me solicitaron que, en vez de pagar horas extras a los trabajadores, les retribuyéramos con sus alimentos, mismos que, ante la falta de presupuesto, tuve que pagar de mi bolsa. Me sugirieron que se compraran 20 “combos” de la recién instalada cadena de hamburguesas McDonald’s.)

Grande fue mi sorpresa al descubrir, al pie del lienzo, por el reverso, que se encontraba un primer boceto inconcluso, donde Rivera repitió la temática del anverso, la obra buscada. Actualmente Gloriosa victoria, el mural transportable, se encuentra debidamente enrollado en los sótanos del museo estatal de Artes Plásticas Pushkin de Moscú.

Mi regreso a México contó con informes a Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Conaculta, y Gerardo Estrada, titular del INBA. Sigo buscando ese documento y las obras de Pesadilla de guerra y sueño de paz y La mesa herida. ¿Será que las palabras proféticas de Fernando Gamboa siguen teniendo efecto?: “Aún no es tiempo para hablar…”.

Reportaje publicado el 8 de enero en la edición 2410 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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