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Carlos Herrejón, ante la polémica: Hidalgo, el verdadero fundador

El teólogo e historiador Carlos Herrejón Peredo no ha puesto punto final a la exhaustiva biografía de Miguel Hidalgo y Costilla que inició hace más de una década, y relanza ahora con ediciones Debate.
sábado, 10 de septiembre de 2022 · 10:00

La historia, que destaca los momentos cruciales, consigna también los pequeños con igual validez. Todo importa para el biógrafo. De ahí que el historiador Carlos Herrejón vaya de lo particular a lo general para reafirmar su idea, ante la discusión sobre la grandeza del párroco de Dolores, de la prevalencia como el auténtico artífice de la gesta insurgente. A 10 años de haber publicado su investigación, relanza el libro con nuevos aportes, y enfrenta la tesis de Guadalupe Jiménez Codinach de la paternidad de la Independencia a Ignacio Allende.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Incansable en la investigación en torno a la vida y hechos de Miguel Hidalgo y Costilla, el teólogo e historiador Carlos Herrejón Peredo (Morelia, 1942) no ha puesto punto final a la exhaustiva biografía del prócer guanajuatense, que inició hace más de una década, y relanza ahora con ediciones Debate.

¿Qué más puede añadirse a la obra que con el título Hidalgo. Maestro, párroco e insurgente publicó por primera vez en 2011, con Fomento Cultural Banamex y Editorial Clío?

Con bonhomía y el desparpajo de quien conversa en una sobremesa o tomando café entre amigos, sin pretensiones de impartir cátedra u ostentar todo el conocimiento que ha sumado en estos años como especialista también en el movimiento insurgente y la biografía de José María Morelos, el investigador de El Colegio de Michoacán responde en entrevista con Proceso:

“Mire usted, son varias cositas, desde luego la puntualización de la ruta de Hidalgo en el norte.”

Detalla que cuando Hidalgo fue aprehendido en Acatita de Baján, lo llevaron preso a Monclova y ahí estuvo con otros prisioneros. Luego iniciaron la caminata hacia Chihuahua, donde finalmente fue juzgado. Según sus cálculos, el grupo no pasó por un lugar llamado Viesca. Pero después tuvo oportunidad de hablar con cronistas del lugar, quienes le mostraron documentos en los cuales un jefe realista consigna su paso.

Podría parecer que Viesca es un lugar pequeño, dice el doctor en historia por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, pero cada dato, cada hecho, cada historia o anécdota relacionada con el insurgente es muy importante. Máxime que en su opinión “mantiene su fuerza como héroe fundador del México independiente”, aunque han transcurrido más de 200 años de su hazaña. Su colega Enrique Krauze destaca en la introducción al libro:

“No hay mexicano que se sustraiga ni quiera sustraerse del respeto por el padre de la patria: es y será el héroe tutelar en el panteón nacional, ‘el mexicano supremo de la historia’, como lo escribió Justo Sierra”.

Su paso por Viesca, continúa Herrejón, “es un detalle, pero significativo para la historia local. En la historia de muchos lugares es trascendente si pasó por ahí Benito Juárez, en este caso Hidalgo. Y es una rectificación importante, sobre todo porque es la zona donde actualmente se encuentra Torreón, que tuvo un desarrollo espectacular, no en la época colonial sino a finales del XIX y principios del XX. Eso ha hecho que muchos lugarcitos se borren”.

Igualmente tuvo acceso al informe que a petición del gobierno, ya de México, hizo un párroco de la zona de Acatita de Baján, una vez consumada la Independencia, el cual “hace un relato muy puntual”. Al historiador le llama la atención ese relato en el cual Hidalgo se da cuenta de que los insurgentes prisioneros que lo habían seguido en la insurrección eran perdonados cuando se decían partidarios del rey Fernando Séptimo y no eran ejecutados:

“Entonces Hidalgo, al saber esto, a pesar de que quería la independencia absoluta (es algo que he subrayado desde las primeras ediciones y más en ésta), les dijo: ‘Hijos, griten ¡viva Fernando Séptimo!, para que salven su vida’.”

Y un punto en el cual le parece fundamental insistir porque pareciera no suficientemente aclarado, pues hay quienes insisten “con algo de morbo”, es sobre los “muchos” hijos del cura. Afirma vía Zoom que el historiador y genealogista de la UNAM Javier Sanchiz ya puntualizó que la mayor parte de los hijos que le atribuyen no fueron de él, que fue gente que tenía el mismo apellido y encontró con ello la manera de obtener una pensión como descendiente y hasta falsificaron documentos:

“Lo que él no precisó y yo encontré, conforme a una tradición oral y algunos rastros escritos, pero no suficientes, es que Hidalgo tuvo dos hijas, una murió chiquita y la otra sobrevivió, fue Josefa Quintana, pero curiosamente ella nunca pidió pensión al gobierno.”

Más importante le parece al investigador hacer hincapié en los antecedentes del llamado Grito de Dolores y las circunstancias sociales que influyeron en Hidalgo en aquellos momentos. Recuerda, por ejemplo, que en el poblado vivía Mariano Abasolo con su madre Micaela. Ella, con otras personas, tuvo la iniciativa de fundar un convento para niñas otomíes de la región.

La señora se encargó de recabar fondos para su construcción y sostenimiento, comprometiendo a algunos hacendados de la región. La idea gustó no sólo en Dolores, sino en sitios distantes como San Luis de la Paz y hasta de San Luis Potosí. Micaela le contó al párroco sus proyectos y él apoyó con los trámites a la sede del obispado en Valladolid y con el virrey.

La sorpresa fue que el gobierno respondió: “¿Cómo que andan fundando un convento de indias allá? El dinero lo necesitamos para mandarlo a España para la lucha contra los franceses… Fue una decepción tremenda para los dolorenses, para los indios y para el mismo Hidalgo, porque se le cerraban las puertas para una acción piadosa. Es algo que no se ha tomado en cuenta, pero sin duda fue uno de los mil agravios contra los criollos y especialmente para Hidalgo, para promover un levantamiento”.

Lucha en la cúpula

Ya desde 1808, cuando en la Ciudad de México los criollos comienzan a demandar autonomía, “no la independencia completa, pero sí una participación”, y se da el golpe de Estado contra el virrey Iturrigaray, en Dolores se sentía también una efervescencia, porque además las reformas borbónicas fueron para los indígenas como una segunda conquista. Consigna el libro que el subdelegado de Dolores, Nicolás Fernández del Rincón, pide:

“Desvanecer a los indios y vulgo ignorante del concepto que empezaban a formar de que estamos sin rey, y evitar las nocivas consecuencias que semejante juicio podría acarrear, dando lugar a que los indios, principalmente, degenerasen en desobediencias y tumultos a que propenden fácilmente.”

Enfatiza Herrejón:

“Estaba a punto la situación, esto nos ayuda a entender mejor por qué el levantamiento de Hidalgo, que aparentemente fue sorpresivo a raíz del descubrimiento de la Conspiración de Querétaro, sin embargo ya había estos antecedentes muy claros.”

Cuando se le pregunta por qué la figura del insurgente ha sido tan controvertida, e incluso pareciera que hay una imagen para las escuelas básicas y otra para “adultos” con sus andanzas de mujeres, los supuestos hijos, el “asesino” y la llamada “Francia chiquita” (donde había música y bailes, y se representaba a Molière), responde así: que se conoce al cura en buena parte por las críticas, a veces no tan certeras, del historiador del siglo XIX Lucas Alamán, porque partieron del prejuicio de que la guerra de Independencia fue destructiva, y en cambio José María Luis Mora admitió que fue destructiva, pero “necesaria”.

Al final, Herrejón considera que el héroe se impuso y llegó a “una especie de mitificación”. Ya en enero de 1811, el periódico El Despertador Americano lo llama en su último número Hidalgo padre de la patria.

Precisa entonces que también la Iglesia católica lo reivindica, no la peninsular, sino la mexicana. No murió excomulgado, se confesó antes de morir, y sus restos entraron solemnemente a la Catedral Metropolitana en 1823. Ahora se encuentran en la Columna de la Independencia.

A decir suyo, Hidalgo es polifacético, y así como los niños tienen una imagen de sus padres –al ser mayores los conocen mejor, “ya no los tienen como semidioses”–, debe ocurrir con los próceres porque no dejan de ser gente admirable, que puso su vida para hacernos independientes, libres:

“Tuvieron muchos claroscuros, como todo mundo, no fueron perfectos. Y sí, hay que tener la madurez para desmitificarlos, pero no quiere decir tampoco que incurramos en el extremo de condenarlos o de burlarnos de ellos, ¡no!, porque ellos dieron su vida.”

–Para la doctora Guadalupe Jiménez Codinach, Ignacio Allende es el iniciador de la Independencia y quien invita a Hidalgo a la conspiración. Dice que mucho de lo atribuido al cura entre la noche del 15 y madrugada del 16 ocurrió en realidad con Allende.

Ríe antes de responder:

--Sí y no. Lo que sucede es que una cosa es la conspiración –la organización ya para iniciar la lucha– y otra cosa la persuasión sobre la Independencia, en el sentido de su conveniencia y necesidad. Hidalgo es anterior a Allende porque tenemos los testimonios en el mismo proceso del párroco que ya desde el siglo XVIII decía que la Independencia era conveniente o necesaria para la nación, desde entonces.

“Además tenía las razones para un levantamiento lícito. Porque él lo veía no tanto desde el punto de vista de la legitimidad política, sino de la licitud moral, porque era sacerdote y se apoyaba en las tesis del famoso Francisco Suárez, un filósofo historiador de España del siglo de oro, quien en determinadas circunstancias justifica moralmente una insurrección.”

Lo que Hidalgo no tenía claro, explica, era cómo hacerle, y ahí sí Allende le dio camino y lo invitó, porque eran amigos en tanto que a ambos les gustaba la tauromaquia. Él le dice que cuentan con apoyos en sitios como el Cantón de Jalapa, donde se reunían criollos que estaban de acuerdo con el alzamiento, pero el párroco considera que son insuficientes y se resiste a encabezarlo, aun si fuera sólo desde el punto de vista intelectual, que fue lo que inicialmente le propuso el miliciano: Ser director político e intelectual, pues él se haría cargo de la parte militar:

“Pero cuando descubren la conspiración y van a dar la noticia al curato en la noche, ¿sabe usted qué quieren hacer Allende y Aldama? ¡Escapar a Estados Unidos! Hay un documento, y como que le falta leerlo bien a Lupita. Se querían ir a Estados Unidos, y es cuando Hidalgo encabeza y dice: ‘No hay otra salida más que ir a aprehender gachupines y vamos a levantarnos’.

“La flaqueza de Allende y de Aldama fue lo que propició que Hidalgo tomara las riendas del movimiento, y comienza a dar una serie de providencias. Claro, quienes le ayudan a formalizar los grupos del montón de gente que se reunía en pelotón, fueron Allende y Aldama porque sabían de cuestión de milicias ¿verdad? Pero habría que hacer esta precisión y, mire, el hecho es que después, como no se habían puesto plenamente de acuerdo ni en los fines ni en los medios, hubo una terrible escisión entre los insurgentes.”

Y es que Allende no estaba de acuerdo con un levantamiento de masas, quería una guerra de guerrillas, y reprobó también que se abrieran las cárceles, como había hecho Hidalgo. Llegó la confrontación por el poder y el joven militar, junto con otros, pensaron en envenenar a Hidalgo. Lo despojaron de todo tras la derrota en el Puente de Calderón.

Fue el hecho de haber abierto indiscriminadamente las cárceles lo que perdió en parte a Hidalgo. Dice Herrejón que cuando autorizó los asesinatos de cientos de civiles españoles, a quienes sacaban de sus casas para degollarlos, y luego le preguntaron en su causa por qué, respondió: “Me dejé arrastrar por la canalla y el frenesí de la revolución, la locura de la revolución”.

La canalla eran los presos. Muchos de ellos nunca debieron salir, remarca el historiador, había presos por deudas pero también había “asesinos de profesión, sedientos de sangre… eso sucede en casi todas las guerras, una vez que se desata la vorágine de la violencia, es imparable. Y a Hidalgo lo rebasaron las masas”. 

Reportaje publicado el 4 de septiembre en la edición 2392 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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