violencia vicaria
Mexicanas en Europa: La agresión vicaria
En casos de parejas binacionales, cuando concluye la relación amorosa pero existen hijos, la ley coloca por encima de cualquier cosa el derecho de los menores de permanecer en los países en los que nacieron.BERLÍN/BRUSELAS (Proceso).–La relación entre “Sol” y “Jan” –por temas de seguridad se omiten sus verdaderos nombres–, el papá de su hija, fue rápida e intensa. Aunque se conocían desde años atrás en el ámbito profesional –ambos son músicos–, comenzaron a tratarse a otro nivel en 2020 en la capital belga, donde ambos viven. Apenas habían pasado tres meses de haber comenzado el romance, Sol se percató de su embarazo.
Por su cabeza pasó el no tener al bebé, porque en ese breve periodo él ya había dado muestras de ser un hombre que la humillaba constantemente, en público y privado, además de que buscaba controlar sus actos. Pero él la convenció de no abortar. También la forzó a intentar tener un parto natural sin anestesia y logró hacerla sentir culpable por no haberlo logrado.
Cuando la hija de ambos nació, él se volvió peor. La criticaba por estar cansada y por haber subido de peso. Además comenzó a cuestionar la manera en que Sol cuidaba de la bebé, acusándola de no estimularla adecuadamente. Aunado a eso, el control sobre ella era casi total, a pesar de que nunca llegaron a vivir juntos.
Resultado del parto tan traumático que sufrió (con horas de dolor extremo sin que él le permitiera solicitar la epidural, además de la culpa por “haberlo defraudado”), Sol pidió al día siguiente del nacimiento de su hija ser tratada por un psicólogo. De ahí se agarró Jan para comenzar a hacerle la vida imposible.
El hombre se entrometía indebidamente y, a sus espaldas, hablaba con los psicólogos y con el personal de la primera guardería que visitó la bebé tratando de desacreditar siempre la autoridad y buen juicio de ella. Al quedarse sin empleo, justo por la época en la que nació la niña, concursó por ayudas sociales y en toda la papelería burocrática asentó que la menor vivía con él y que él era el responsable de ella, pese a que era claro entre ellos que viviría con Sol.
No sólo eso, Jan impuso siempre el uso del neerlandés como idioma para los trámites que tenían que ver con la niña y que compartía con Sol, pese a que ella no lo habla ni entiende, desestimando las peticiones de hacerlo en francés, el otro idioma oficial en Bruselas.
Tras la separación de ellos como pareja en julio de 2021, Sol ha tenido que soportar el acoso del padre de su hija que exigía verla en el tiempo y forma de su conveniencia, utilizando todo tipo de recursos en los que con frecuencia pretende hacer creer a la autoridad que la madre no es capaz de atender a la menor de forma adecuada… en muchas ocasiones, incluso apoyado por organismos oficiales y por el tribunal familiar, quienes tampoco mostraban interés en escuchar la versión y argumentos de una madre mexicana que sólo habla francés y no neerlandés.
Gracias a su abogado, al cierre de esta investigación, Sol ha logrado que el juicio para definir con quién vivirá la menor y cuáles serán los tiempos que comparta con su padre sea en francés. Pero tiene claro que aún queda un largo camino que puede durar incluso años para llegar a resolver todos los puntos del conflicto.
El de Sol es un caso típico de lo que muchas mujeres mexicanas violentadas por sus parejas pueden pasar una vez que deciden separarse. En muchos casos no se trata sólo de liberarse de una relación tóxica, llena de abusos, sino que a la par –cuando se han tenido hijos con el agresor– comienza una batalla, quizás más dolorosa, por no perderlos.
Y es que una de las agresiones más recurrentes que constató esta investigación es la violencia psicológica que muchos hombres ejercen sobre sus víctimas: la amenaza permanente de quitarles a los hijos y ser expulsadas del país por no ser capaces de mantenerse ni ellas ni a sus niños.
Marta Matkowska es abogada de derecho de familia y tiene larga experiencia defendiendo a mujeres latinas en Alemania y España para obtener la patria potestad de sus hijos. Reconoce la alta vulnerabilidad en la que muchas se encuentran, porque de un momento al otro (cuando llega la separación) tienen que asumir responsabilidades económicas para poder mantener consigo a sus hijos, pero deja en claro que cada una, independientemente de que trabajen o no, tienen derechos que impiden una deportación y la pérdida de sus hijos, especialmente en los casos donde se puede demostrar la violencia.
La clave, asegura, es que las mujeres conozcan sus derechos y, sobre todo, se preparen cuando tienen planes de casarse con un extranjero y emigrar al país de éste.
“Es importante que antes de dejar sus países sepan lo que les espera (en cuestión de idioma, idiosincrasia de la nueva cultura, posibilidades de trabajo y todos los factores que implican una integración exitosa). Los hombres no son tontos y normalmente saben que las mujeres tienen derechos, pero ellas mismas lo desconocen. No se trata sólo de enamorarte, casarte y venir a vivir una decepción amorosa, porque cuando tienes hijos eso significa anclarte al país hasta que ellos sean mayores de edad”, dice.
En casos de parejas binacionales, cuando concluye la relación amorosa pero existen hijos, la ley coloca por encima de cualquier cosa el derecho de los menores de permanecer en los países en los que nacieron (argumentando su bienestar), haciendo prácticamente imposible que una madre pueda volver a su país de origen con sus hijos, a menos de contar con el permiso del padre o de un juez.