Miguel Barbosa

La administración de Barbosa en Puebla, marcada por su precaria salud

Una severa diabetes dañó su vista y una sepsis derivó en la amputación de su pie derecho. No podía leer documentos ni diarios, ya no distinguía a las personas y le costaba trabajo movilizarse. Por ello gobernó Puebla siendo un cautivo de su círculo más cercano.
lunes, 19 de diciembre de 2022 · 06:28

Una severa diabetes dañó su vista y una sepsis derivó en la amputación de su pie derecho. No podía leer documentos ni diarios, ya no distinguía a las personas y le costaba trabajo movilizarse. Por ello –dicen excolaboradores y allegados– Miguel Barbosa gobernó Puebla siendo un cautivo de su círculo más cercano. Su estado de salud influía en sus reacciones, pues tomaba decisiones precipitadas, tenía exabruptos y se confrontó con muchos actores. De hecho, se peleó con casi todos los que una vez lo apoyaron. David Méndez, quien fue su secretario de Gobernación, sintetiza: Barbosa “no conformó un grupo político, sino una alianza de intereses”.

PUEBLA, Pue. (Proceso).– Con una diabetes severa que mermó en gran parte su vista y limitaciones para movilizarse, el deteriorado estado de salud del gobernador Miguel Barbosa Huerta no sólo lo llevó a la muerte este 13 de diciembre, sino que también marcó el devenir de su gobierno.

Excolaboradores, periodistas y allegados a Barbosa entrevistados por Proceso señalan que, aunque el talante de Barbosa siempre fue de un gobernante autoritario, sus limitaciones físicas lo llevaron realmente a estar cautivo de su círculo más cercano.

Mucho de lo que ocurrió durante los tres años y cuatro meses que duró su administración fue marcado en gran medida por su estado de salud, coinciden.

Desde el arranque de su gobierno, el mandatario, quien tenía 63 años al fallecer –por un infarto según el reporte oficial– ya no podía leer documentos, periódicos, ni ver presentaciones, por lo cual desde un inicio dependió su gente más cercana, especialmente de su esposa, Rosario Orozco Caballero, y de su jefa de comunicación, Verónica Vélez Macuil, para informarse y tomar decisiones. Cuando debía firmar algún oficio, alguien le debía colocar su mano en el espacio que correspondía.

Los testimonios refieren que el gobernador no distinguía a las personas que se le acercaban y eran su asistente, José Luis Nájera, o su esposa quienes estaban a su costado para decirle al oído los nombres.

En 2014, a causa de una sepsis, le amputaron el pie derecho. Esto también le complicaba movilizarse. En los actos, era público que su asistente lo tenía que tomar de la mano para moverlo y, en espacios más largos, como las recientes marchas a favor de la 4T del 27 de noviembre y el 4 de diciembre, tenía que usar silla de ruedas.

De acuerdo con quienes participaron en su primera campaña por la gubernatura en 2018, el esfuerzo físico que le exigió esa contienda –en la cual se enfrentó al morenovallismo, fue constantemente atacado en medios y encabezó la lucha por un supuesto fraude– fue lo que agravó su salud.

“Desde la campaña de 2019 tuvimos conocimiento que Barbosa ya sólo veía sombras, pero él siempre buscaba disimular y negar esta condición porque estaba seguro de que aun así era capaz de gobernar por su experiencia que tenía como político”, relata uno de sus excolaboradores, quien pidió ser entrevistado a condición de anonimato.

En febrero de ese año, el entonces diputado local por Morena, Héctor Alonso Granados, dio una rueda de prensa junto con un grupo de alcaldes que apoyaban al senador Alejandro Armenta, para advertir que la candidatura de Barbosa era un riesgo para Puebla por su condición física.

“Puebla no se merece otros funerales de Estado”, dijo, en referencia a la abrupta muerte de la gobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo y de su esposo el senador Rafael Moreno Valle, al desplomarse el helicóptero en el que viajaban.

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