CDMX

La Central de Abasto, una gran bodega de la delincuencia organizada

Las 327 hectáreas que abarca la Central de Abasto reciben cada día medio millón de personas que acuden a surtirse de mercancía. Este mercado es también utilizado para almacenar drogas y armas e incluso para lavar dinero, producto del comercio ilegal que genera la delincuencia organizada.
jueves, 17 de noviembre de 2022 · 06:30

Las 327 hectáreas que abarca la Central de Abasto reciben cada día medio millón de personas que acuden a surtirse de mercancía. Este mercado -el más grande de América Latina- es también utilizado para almacenar drogas y armas e incluso para lavar dinero, producto del comercio ilegal que genera la delincuencia organizada, dicen informes oficiales consultados por Proceso, los cuales señalan que ahí operan cárteles del narcotráfico y bandas trasnacionales que se dedican también al robo y a la extorsión; entre ellas Los Boqueteros, Los Oaxacos, Los Limoneros, Los Tanzanios, Los Colchos...

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Caminar por los pasillos de la Central de Abasto (Ceda) de la Ciudad de México equivale a recorrer todo el país en poco más de 300 hectáreas. A este centro neurálgico del comercio lo caracterizan corredores repletos de frutas, flores, legumbres, hierbas, carnes y abarrotes producidos en distintos estados; juntos forman un abanico de colores, olores y sabores en el vaivén de casi 500 mil personas que visitan el lugar diariamente.

La propia área de seguridad de la Ceda considera que se trata de un mundo aparte, de una ciudad en sí misma: tiene bancos, una agencia del Ministerio Público, equipos de Protección Civil, un cuerpo de paramédicos y toda una red de más de 5 mil cámaras de vigilancia que –al menos en teoría– observan todo lo que sucede en los pasillos, las bodegas, los locales, las zonas de carga para los tráileres que entran y salen a toda hora, la interacción de los comerciantes y empleados y la seguridad de la ola de gente que acude al lugar.

Y aun cuando podría ser una ciudad en sí misma, la Central de Abasto no es una isla. Al igual que el resto de la capital, padece dos tipos de delincuencia. La primera es la más común: la venta de drogas al menudeo, los homicidios y robos tanto a bodegueros como a visitantes; mientras que la segunda es menos conocida, porque las autoridades siguen intentando aparentar que no existe.

Se trata de la presencia de cárteles trasnacionales que, entre otras cosas, se dedican a la extorsión. Con amenazas y violencia intimidan a los dueños de las bodegas y comerciantes de la Ceda con hacerles daño a ellos y a sus familiares, e incluso asesinarlos, si no desembolsan el dinero en efectivo que se les exige.

La delincuencia organizada ha ganado tanto poder en ese espacio que en la última década nunca se ha llevado a cabo un cateo en ese lugar. Los tráileres que supuestamente llevan y traen frutas y legumbres son usados para el trasiego de droga de manera disfrazada. Los delincuentes aprovechan que ese tipo de transporte no pasa por revisiones minuciosas en las carreteras ni al ingresar al centro.

El mercado más grande de América Latina es también utilizado como bodega para el almacenamiento de drogas, armas e incluso para lavado de dinero producto de todo el comercio ilegal que genera la delincuencia organizada, según revela el informe “Detenciones y aseguramientos en la CDMX de integrantes de grupos delictivos de los estados de Sonora y Sinaloa”, que data del pasado 18 de julio, según la copia del documento consultada por Proceso.

Férreo control

“El problema no son los malandritos que abundan en los pasillos, los que roban a los clientes o los que atracan a los empleados cuando los mandamos a depositar el dinero dentro de la misma Ceda: esos no nos preocupan tanto porque hay policías, a cada rato los detienen, y que, así como los agarran, los sueltan… (pero) no es el tema. El verdadero problema es cuando te hablan de La Familia, del Cártel de Jalisco o de Sinaloa y te dicen que hay que pagar para que no te hagan nada.

O que si no quieres que tus hijos mueran, en tus camiones y en tus bodegas van a meter drogas, armas o lo que ellos quieran: ahí es donde está el verdadero problema, porque en ese caso no hay a quién pedir ayuda; esos cabrones saben todo, conocen las rutas de los tráileres y si quieren llegan y si no quieren no llega nada”, comenta al reportero un empresario que cuenta con varias bodegas en el Ceda.

A condición de que se respete su anonimato, prosigue: “Ellos controlan todo y no hay quien te pueda ayudar; ellos rentan algunas de nuestras bodegas y de eso nadie habla. Las autoridades no quieren saberlo y nosotros no queremos meternos en problemas; trabajamos, los dejamos trabajar y que todo siga igual”.

El empresario se dedica al comercio de melón, sandía, durazno, manzana, nuez y otras semillas que trae a la capital del país. Tras años en este negocio considera que la administración de la Ceda desconoce el enorme problema de los productores y agricultores, que en su mayoría son los dueños de las bodegas de ese lugar, pues supera sus competencias; los comerciantes tampoco consideran que puedan ser de mucha ayuda.

“Hay una administración –dice–, pero el personal tiene otras tareas. Ellos se encargan de que todo funcione bien, que las instalaciones estén aceptables, que haya agua y luz; en fin, cosas meramente administrativas. Pero del verdadero problema desconocen o no quieren saber; es un poco lo que pasa en Michoacán con el aguacate o el limón, o la reciente denuncia de la Concamin (Confederación de Cámaras Industriales), que levantó la voz por tanto robo de tráileres: ese es el verdadero negocio del narco”.

Esa problemática no es desconocida por las autoridades federales. Un informe de la Secretaría de la Defensa, compartido con las autoridades locales y publicado por El Universal en julio pasado, revela que una célula del Cártel de Sinaloa, encabezada por Sandra Barrios López, La Tía –detenida el 3 de noviembre de 2021–, era la encargada de importar droga de Centroamérica y llevarla a Estados Unidos. En el trayecto solía repartir grandes cantidades de dinero.

Según el documento “Detenciones y aseguramientos en la CDMX de integrantes de grupos delictivos de los estados de Sonora y Sinaloa”, esa célula utilizaba la Ceda como “centro de almacenamiento y bodegas”. La droga la traían de Chiapas y Guatemala para ingresarla a la ciudad y a la Central de Abasto oculta en cargamentos de plátanos, papa, aguacate o diversas frutas tropicales. La compañía se hacía llamar Chiquitas Brands International y, de acuerdo con las autoridades, por años utilizó esa ruta para distribuir droga en Tijuana y llegar hasta Washington o Chicago.

Como sello distintivo, los cuadros de cocaína que manejan llevan grabadas o impresas las imágenes de un ‘sol’ o las siglas ‘H24’. Estas últimas letras hacen alusión a uno de los componentes de la fórmula de la cocaína”, indica en el documento consultado por Proceso.

Sólo capturan peces pequeños

La actual administración de la Ceda asegura que se combaten los delitos cometidos en los pasillos de la Central de Abasto, y que se ha detenido y desarticulado a seis bandas, incluyendo la de un colombiano que manejaba los préstamos exprés conocidos como “gota a gota”; un grupo que se dedicaba a la “rapidita”, una especie de rifa de dinero y favores sexuales; otro llamado Boqueteros, que robaba los sótanos de las bodegas; uno más que asaltaba a comerciantes en el mercado de flores y hortalizas; al igual que se han contenido los robos a comerciantes y cuentahabientes en la zona de bancos. Pero de golpes a grandes estructuras criminales no se habla.

En entrevista con Proceso, la coordinadora general de la Ceda, Marcela Villegas Silva, destaca los trabajos realizados en ese lugar para combatir a la delincuencia común, así como la coordinación de las corporaciones policiacas que ahí convergen en poco más 327 hectáreas, y cuya capacidad de almacenamiento asciende a 120 mil toneladas.

La Secretaría de Economía estima que en este gran mercado se hacen transacciones por más de 9 mil millones de dólares al año (unos 180 mil millones de pesos).

“Yo creo que hay que hablar primero de toda una estrategia de seguridad. O sea, la Central de Abasto tiene 327 hectáreas, trabajan 90 mil trabajadores, entran aproximadamente medio millón de personas diarias: es una gran ciudad. Independientemente de eso, hemos logrado mantener los delitos a la baja, porque a partir de 2019 tenemos el Centro de Vigilancia C2 que se conecta con el C5, tenemos un trabajo de coordinación con la Secretaría de Seguridad Ciudadana, con la Fiscalía General de la República, con la Fiscalía de la Ciudad de México, y todo eso nos ha permitido prevenir en muchas formas el delito.

“Uno de los problemas fundamentales con los que nos enfrentamos aquí es que la gente no denuncia por miedo o porque se le hace mucho trabajo ir a Iztapalapa al Ministerio Público, y hemos estado trabajando con el Consejo Ciudadano, que también ya está aquí en la Central, para que la gente empiece a denunciar, empiece a ver que no es un problema, más bien es una solución.

La extorsión es un delito que ha bajado mucho en la Central de Abasto, normalmente la mayoría de las extorsiones son telefónicas, pero no usando el nombre de algún grupo delictivo o que (digan) ‘págame tanto y te llevo una mercancía’, y aunque ustedes no lo crean la gente cae”, señala la funcionaria desde sus oficinas en el corazón de la Ceda.

Análisis e informes de la Secretaría de Seguidad Ciudadana de la Ciudad de México y de la Fiscalía General de Justicia de la capital detallan que se tienen registros de que desde 2017 al menos 23 bandas delincuenciales operan en las inmediaciones de la Ceda. El último informe, del año pasado, revela que esa cifra se redujo a tres grupos criminales, los cuales están asociados directamente con la extorsión a locatarios, así como a la distribución de drogas en los pasillos del enorme mercado.

“Yo les puedo asegurar que si ustedes me dicen que los grupos delictivos vienen y cobran derecho de piso aquí por teléfono, no es cierto; no es así. No ha habido ese tipo de denuncias por lo menos en el área de seguridad y en lo que nos corresponde a nosotros como Central de Abasto. Tenemos algunos números que vienen de la Fiscalía”, sostiene Villegas Silva.

Y añade: “En los casos de extorsión, en 2019 teníamos cinco denuncias, en 2020 teníamos dos, en 2021 sólo cuatro. Actualmente tenemos una, y tentativas de extorsión tenemos seis este año y en el año pasado teníamos 14. Ese tipo de cosas han bajado. La gente ya está muy acostumbrada a decir ‘ah, es que me llamaron para cobrarme no sé qué cosa’, entonces automáticamente nos dan el teléfono y lo pasamos al área de extorsiones para el caso de que alguien caiga, pero más bien es como cuando te llaman a tu casa y te dicen ‘te voy a cobrar tanto dinero por estafa’”.

Villegas Silva

Contrario a lo que sostiene la administración de la Ceda, cifras de la Fiscalía capitalina detallan que hasta principios de agosto de 2020 se había detenido a 80 personas por la comisión de delitos de alto impacto, extorsiones y asaltos, y 10 más por delitos contra la salud, es decir, por narcotráfico.

Informes de los expedientes FIZP/IZP-6/T3/2554/15-2020, FIZP/IZP-6/T32/3762/15-12, FED/CDMX/IZTP/3224/10-2020, así como el documento “Combate a delitos en la Central de Abastos” (actualizado apenas en 2020), muestran que en este centro neurálgico del comercio operaban Los Oaxacos y rivalizaban con Los Limoneros. Igualmente, los estudios identificaron al grupo de Los Tanzanios como los encargados de extorsionar a los bodegueros, de suministrar droga a los empleados, desde estibadores hasta choferes de los tráileres que llegan, e incluso, según el mismo informe, se encargan de la trata de personas en la Ceda.

En el mismo lugar la Fiscalía capitalina detectó e identificó la presencia de un grupo de colombianos conocido como Los Colchos, quienes hacían rifas con boletos de entre 100 y 500 pesos que los locatarios compraban bajo amenaza. Los colombianos habrían operado en la zona de flores y hortalizas, correspondiente a la sección 1.

En julio del año pasado la administración de la Ceda reportó 260 denuncias diarias por robo, extorsión a comerciantes y transeúntes y asaltos a bodegas. Aunado a ello, existe una cifra negra que no es consignada ante las autoridades, pues las víctimas, principalmente bodegueros y empresarios, temen represalias. 

Este texto es un reportaje publicado en el número 2402 de la edición impresa de Proceso, en circulación desde el 13 de noviembre de 2022, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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