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La realidad es que negocios e instituciones como éstas se han adaptado bien a los requisitos actuales de seguridad, la asistencia en el circuito de la Cineteca aumenta, la salas comerciales se llenan, las palomitas se venden; la vida sigue.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Pese a la pandemia, el cine, el del ritual que implica trasladarse, comprar boleto, entrar a la sala de cine y permanecer a oscuras frente a la gran pantalla con la electrizante sensación de proyectarse a otra realidad, se recupera lentamente; algo ha cambiado, sin embargo, de manera irreversible, pues plataformas como Netflix o HBO, por mencionar algunas, ofrecen estrenos importantes de películas que antes sólo eran accesibles en salas de cine.
Un par de ejemplos: El poder del perro de Jane Campion y la mexicana Noche de fuego de Tatiana Huezo, en camino a los Oscar, de culturas muy distantes pero que atacan de frente el problema del machismo y el abuso.
Claro, desde el punto de vista del cinéfilo o cinéfila que se resiste a la seducción de navegar cómodamente entre series para televisión y películas notables sin salir de casa, existe el riesgo de que la gente acuda cada vez menos a salas, comerciales o de arte (hay que recuperar el término) como la Cineteca.
La realidad es que negocios e instituciones como éstas se han adaptado bien a los requisitos actuales de seguridad, la asistencia en el circuito de la Cineteca aumenta, la salas comerciales se llenan, las palomitas se venden; la vida sigue.
Con el tiempo se verá que si bien la pandemia habría influido o precipitado cambios en la producción y distribución cinematográfica o en maneras de ver cine, la transformación es más profunda y viene de más lejos.
La aparición de un nuevo medio de comunicación no implica necesariamente la desaparición de otro; pese a Marshall McLuhan, el ahora llamado profeta del internet, el libro sigue.
Si se mira con la perspectiva adecuada, en el cine ha permeado el flujo de pantallas, y no lo contrario; pantallas de casa, de lugares públicos, computadoras, aparatos celulares y tabletas, todo éstos son nuevos espacios que permiten ver películas, en cualquier momento.
El fenómeno es de apertura, no de extinción. Es la mala política, la falta de apoyos e incentivos lo que en verdad daña la producción y distribución cinematográfica.
En tanto estrenos de producciones mexicanas, el balance es bueno en año pandemia (dos de los normales), trabajos impresionantes como el mencionado arriba de Tatiana Huezo, Camino del sol (Claudia Sainte-Luce), La sombra del desierto (Juan Manuel Sepúlveda), que innovan en la manera de abordar la situación política y cultural del México real; en el renglón intimista destaca Blanco de verano (Ruiz Patterson), o una cinta que condensa todas las categorías como la estupenda Una película de policías de Alonso Ruizpalacios.
La lista, afortunadamente, es larga, nada despreciable; esto, a pesar del apocalipsis.
Este nuevo año promete más, la rutina será revisar candidaturas a premios como los Oscar, Globos de Oro, Baftas, promociones ahora importantes para reforzar el glamour de la novedad y calidad; ejemplos, Titane, Duna o La crónica francesa de Wes Anderson (La isla de los perros), estrenadas ya en la Cineteca pero próximas a una distribución comercial más amplia, incluyendo, cómo no, Netflix y demás plataformas.