Futbol

Johan Vásquez, el insólito viaje de la tierra beisbolera al futbol italiano

Entrenado en su municipio natal por su padre Zito Vásquez, el defensa central ha conseguido brillantes oportunidades que debe a su trabajo físico, a la visión futbolística que ha desarrollado desde su niñez y sobre todo a que no se rindió ante los descalabros con los equipos que lo rechazaron.
domingo, 5 de septiembre de 2021 · 14:03

Entrenado en su municipio natal por su padre Zito Vásquez, el defensa central Johan Vásquez ha conseguido brillantes oportunidades que debe a su trabajo físico, a la visión futbolística que ha desarrollado desde su niñez y sobre todo a que no se rindió ante los descalabros con los equipos que lo rechazaron o lo dejaron ir. En entrevista, Zito Vásquez relata cómo su hijo superó los obstáculos y, con una cuota de dolor familiar, se dedicó al deporte que lo llevó al futbol profesional, a la Primera División, a los Juegos Olímpicos de Tokio y ahora al Genoa FC de la Serie A italiana.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– En Navojoa nadie creyó que un futbolista nacido en ese municipio sonorense llegaría a la Primera División, mucho menos que también sería medallista olímpico ni que jugaría en la Serie A de Italia. El defensa central navojoense Johan Vásquez, el más reciente fichaje del Genoa FC, encarna el sueño que ni siquiera tuvo su padre, el afamado entrenador Rigoberto Zito Vásquez, quien se aferró a que el futbol germinara en la tierra más beisbolera de México.

Este deporte en Navojoa ya no se entiende sin la familia Vásquez Ibarra. Zito quedó prendido del futbol desde que siendo un plebito tocó por primera vez un balón. Supo que sería el amor de su vida, aunque él no fuera una estrella en este deporte. Por eso no dudó cuando un amigo lo animó a dirigir las selecciones infantiles del municipio.

En 1996 fundó la escuela Zito’s Boys para que niños y jóvenes de esa región aprendieran algo más que beisbol. Tomó todos los cursos que pudo, leyó tanto sobre futbol que terminó por reconocer que haber sido jugador no iba a ser suficiente para destacar como director técnico profesional, sobre todo en la Tercera División, donde Navojoa ya pintaba para tener un equipo.

Ya casado con Esmeralda Ibarra y con sus dos niños chiquitos, Zito Vásquez se inscribió en 2001 en la Escuela Nacional de Directores Técnicos para obtener la certificación que expide la Federación Mexicana de Futbol. Johan tenía tres años y Rigoberto, su hermano, ocho. El principal sustento de la familia Vásquez provenía de una carreta en la que vendían mariscos.

Al ser su propio patrón, Zito le encargó el negocio a su esposa y durante dos años viajó todos los lunes entre Navojoa y Culiacán, adonde asistía a la escuela. El certificado de director técnico le abrió las puertas al futbol profesional. Tras haber dirigido a equipos de Hermosillo y Huatabampo en la Tercera División Profesional, actualmente es auxiliar técnico en el Club Deportivo Etchojoa, en la misma categoría.

“Desde chiquito –narra– Johan se subía a mi camioneta y vámonos a entrenar. Él entrenaba con los equipos que yo dirigía en la secundaria y la prepa del Tecnológico de Monterrey en Navojoa. Yo ya estaba en el proyecto de Tercera División y andaba ­desentendido de Zito’s Boys, ya no tenía equipos infantiles, puros juveniles. Johan ya no jugó ahí; jugaba con equipitos de mis amigos, pero al principio no le interesaba, estaba chico y se emocionaba más con los tazos que con el futbol.”

El camino de Zito Vásquez en el futbol marcó la vida de sus hijos. A fuerza de verlo tanto y de andar con su papá, los dos quisieron ser futbolistas profesionales. Como en su casa se tropezaban con los balones que estaban por todos lados, agarraban el espacio de la sala comedor como cancha y se ponían a pelotear. Rompieron focos y todo lo de vidrio a punta de balonazos.

“Cuando tenía como seis años ya pateaba con la gente grande, él agarraba su pelota y a pegarle a la pared, a pegarle al cerco; de repente se iba a correr con los de Tercera. Me lo llevaba a los campeonatos estatales y se fue empapando de eso. Llegó un momento en que me dijo: ‘Apá, yo quiero ser futbolista’. ‘Ta bueno, mi’jo’. Se le veían cualidades, pateaba el balón muy fuerte para su edad.”

Zito Vásquez aclara que ni él ni ningún entrenador le enseñó el futbol a Johan. Dice que solito aprendió a tocar la pelota, que nadie le dijo pégale con el empeine y que sus cualidades físicas y técnicas natas lo guiaron. Recuerda que era un niño de piernas y carácter muy fuertes.

“Yo le empecé a ver el futbol cuando le decía: ‘Mi’jo, tenías todo para haberte ido y anotar’. Y él me decía: ‘No, apá, es que aquel estaba solo’. Cuando era chico jugaba de medio y delantero. Y yo decía: ‘Este chamaco es más inteligente que uno, vio a aquel (al jugador desmarcado) y yo no lo vi’. Yo obviamente quería que metiera goles.

“Cuando salía a otras ciudades a jugar, el pánico escénico cambiaba a mis jugadores. Cuando se acababa el primer tiempo los regañaba. Johan me decía: ‘Apá, ¿por qué sienten miedo ellos? Si es jugar futbol como si nada’. Tiene 22 años y juega como si tuviera 30 o mucha experiencia. Siempre fue de sangre fría, con temple de hierro. Fue aguerrido desde chiquito, se barría en todas las jugadas. Yo le preguntaba: ‘Mi’jo, ¿por qué no quieres ser delantero?’. ‘Me enfado, apá. Me gusta más andar correteando la pelota’. Por eso cuando le dijeron en Pumas que iba a ser defensa no se enojó, era lo que le gustaba.”

En busca de oportunidades

El primer visor que detectó a Johan Vásquez cuando apenas tenía 10 años fue Ángel Coca González, el mismo que descubrió a ­Cuauhtémoc Blanco, al Chucky Lozano y a Edson Álvarez. Se lo llevó con el Pachuca, donde se quedó durante año y medio “hasta que le dio la mamitis” y se regresó. Ya con 14 años, en Navojoa se apersonaron unos visores de los Pumas y se lo volvieron a llevar. “Estuvo un año y el proceso se le cortó porque Pumas no tenía para pagar cantera y a todos los que eran de fuera les dieron las gracias”.

Así comenzó el periplo del navojoense entercado en ser futbolista profesional. Se rehusó a regresar a su casa y fue al Cruz Azul a pedir una oportunidad. Hizo las pruebas físicas y médicas y se quedó esperando a que lo llamaran. Su hermano Rigoberto sí fue aceptado y luego le contó a la familia que Johan no se quedó porque sus exámenes médicos no salieron bien.

“Después se fue a Tigres a la Sub 17 y a los seis meses regresó: ‘Apá, me corrieron’. ‘¿Y eso?’ ‘Pues no sé’, me dice. Ahí fue cuando dijo: ‘Ya estuvo, esto ya no; en el futbol hay mucha mafia. Ahí en Tigres yo la hacía mejor que otros’, decía él. Ya no quería seguir en el futbol.”

Zito Vásquez cuenta que él y su esposa sufrían por ver a Johan agüitado porque no cuajaba su carrera como futbolista. Lo recuerda triste, decepcionado, pero jamás llorando. Se salía al patio a endulzarse la vida con las yoyomos (ciruelas amarillas) que cortaba de los árboles y se ponía a regar las matas. También criaba gallos y pasaba horas con ellos acariciándolos. A Johan Vásquez siempre le ha gustado ser de rancho y ayudar en el negocio de mariscos de sus padres.

“Así estuvo seis meses hasta que lo convencimos o él solito se convenció de irse a jugar en la Tercera División con el equipo de los Cimarrones de Sonora, que dirigía Enrique Ferreira, un viejo conocido mío. Ahí despuntó todo.”

La idea de Zito Vásquez era que su hijo jugara seis meses en Cimarrones, luego lo iba a mandar a hacer otra visoría en las instalaciones del Cruz Azul. Cuando transcurrió ese tiempo, lo llamó el director deportivo del equipo, Alan Rivera, y le pidió que no se lo llevara. Le prometió subirlo a la Liga Premier (Segunda División) y que entrenara con el equipo en la Liga de Ascenso a ver si se podía quedar ahí. Le dijo que en ese equipo tendría todas las oportunidades y, sobre todo, minutos en cancha.

Johan tenía apenas 16 años, pero tomó la decisión de quedarse porque ahí lo habían tratado bien. Tras un año en la Liga Premier, el hoy entrenador del Atlante, Mario García, lo debutó en 2017 en la Liga de Ascenso. Rayados de Monterrey empezó a seguirlo y se interesó en él a principios de 2018.

De Cimarrones, el equipo regiomontano ya había adquirido al central César Montes, hoy un infaltable en la selección nacional de Gerardo Martino. Al final Vásquez salió a préstamo con Rayados por 400 mil dólares y después se concretó una promesa de compra por 2 millones de dólares.

Cuando Monterrey fichó a su hijo, Zito Vásquez por primera vez acarició la idea de que Johan se convertiría en el primer navojoense en debutar en la Primera División. El uruguayo Diego Alonso fue el artífice de eso. En un partido de la Copa MX contra Cruz Azul, César Montes se lesionó. De buenas a primeras Alonso llamó a Johan, que ya estaba calentando, y le dijo que entrara. Como no se lo esperaba, ni tiempo tuvo de avisarle a nadie. Por estar trabajando Zito se perdió el debut de su hijo en el Estadio Azteca ante uno de los equipos que lo rechazó.

El despegue

Con Rayados, Johan Vásquez fue campeón de la Liga MX en el Apertura 2019 y de la Liga de Campeones de la Concacaf ese mismo año, fue convocado con la Sub 23 para los Juegos Panamericanos, donde la selección ganó medalla de bronce y cayó parado para convertirse en uno de los convocados por Jaime Lozano rumbo a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Pero no todo en Monterrey fue maravilloso. No había minutos para un jugador tan joven. Le pidió al presidente deportivo, Duilio Davino, que lo dejara ir si no lo iban a alinear. El directivo le explicó que lo estaban llevando de a poco, estaban esperando a que creciera. La ansiedad por jugar lo ­desesperaba, no quería tener 25 años para que lo pusieran a jugar. En 2020 llegó otro golpe de timón y Vásquez lo inició vistiendo los colores del club Universidad Nacional:

“No sé cómo Duilio se convenció de venderlo a Pumas, que se interesó. Las cosas del destino: Pumas lo rechazó cuando lo tenía en fuerzas básicas desde un inicio y años después regresó más caro. El sueño olímpico tampoco lo tuvimos. Nosotros decíamos: ‘Ojalá que lo llamen para el Torneo Esperanzas de Toulon’, pero cuando fue a los Panamericanos, porque no todos los equipos prestaron a sus jugadores, mi hijo apareció en el radar de Jimmy Lozano y estando en Pumas se ganó ir a los Juegos Olímpicos”.

Zito Vásquez aclara que como padre nunca le impuso a su hijo que jugara futbol. Temió que si lo obligaba o lo regañaba, iba a terminar alejándolo de este deporte. Lo dejó volar solo, pero siempre que sus dos hijos le pidieron que los llevara a visorías o los apoyara, ahí estuvo él presente y poniendo el dinero que se necesitara.

Rigoberto hijo renunció al futbol tras haber intentado convertirse en profesional con Santos y Cruz Azul. Prefirió estudiar y desde hace cinco años retomó la escuela de futbol que su papá se vio obligado a cerrar en 2004, cuando el futbol profesional le robó todo su tiempo: Zito’s Boys.

“Si algo anhelé es que un jugador de Navojoa saliera futbolista profesional. Deseaba que uno de mis jugadores llegara a la Primera División… Tanto busqué que un jugador lo lograra, que la vida me premió con que mi hijo llegara a Primera División. Cuando debutó mi plebe dije: ‘Pues ya al menos estuvo en un partido’.”

–¿Usted nunca creyó que sus hijos llegarían a Primera División?

–No me lo imaginaba, soñaba con que debutaran mis plebes porque venían visores y me decían: “Pinshe tronco ese, está refuerte y alto” (Rigoberto), él es un poquito más alto que Johan. “No sabemos por qué no debutó”, me dicen los visores sobre Rigo. Y a Johan siempre lo miraban y decían: “Este pinshe shamaco tiene algo diferente”.

“Johan es el primer navojoense que debuta en Primera División, el primero que gana una medalla olímpica. Muchos me dicen: ‘Oye, cabrón, no sabes lo que tu chamaco ha hecho’. No, pues sí sé. Uno como padre se emociona, pero trato de no gritarlo a los cuatro vientos. Tratamos de ser mesurados, así como es él; es muy sobrio, no le gustan los aspavientos.

–Navojoa es un lugar muy pequeño, y desde ahí se va al calcio. Era impensable…

–Aquí en Navojoa es un boom, todo mundo que me ve me saluda, gente que ni me conoce me pregunta que si soy el papá de Johan. La gente me comenta: “Nomás con oír que es de Navojoa me siento orgulloso” o: “Nunca pensé ver una persona de Navojoa que triunfara en el futbol, pensé que me iba a morir sin verlo”. Así que ahora ya no soy Zito, soy el papá de Johan…

“Realmente no te imaginas que se iba a ir a Italia y a la Serie A. Eso sí que nos agarró desprevenidos. Los ojos del futbol mexicano están sobre él porque es el único del equipo olímpico que se fue a Europa. Esperaban que salieran otros y Johan salió, pero como él dice: ‘Con calma, que esto apenas va empezando’. El calcio le va a caer como anillo al dedo porque aquí en el futbol mexicano metes la pierna fuerte y viene la tarjeta; ahí va a estar en su mero mole.”

–Tiene mucho mérito lo que ha logrado porque Johan no es hijo de un famoso, no ha sido consentido de algún directivo y su talento lo puso donde está…

–Sin hablar mucho, él sufrió por no ser eso que usted dice. En Tigres había hijos de capitostes, igual en Pumas, donde desgraciadamente la cantera tiene años muy mal, la verdad, y lo corrieron. Él se lo ha ganado a pulso, no fue nada por suerte, estuvo a punto de tirar el futbol. Nosotros le decíamos: “Si es tu sueño, síguelo”. Y lo hizo hasta que él se convenció.

–¿No fue difícil como familia separarse de su hijo desde los 10 años?

–Hasta la fecha mi esposa no se perdona eso. De repente llora y me dice: “Me siento arrepentida porque lo solté tan chiquito”. Cuando ella fue a Pachuca a verlo le tomó video y cuando lo vemos me dice: “No puede ser, mira lo que hice”. Y yo le digo: “Pues era el destino”. Nunca lo hicimos como un mal. Era que él hiciera lo que le gustaba, que era el futbol. No se fue porque lo mandamos, él se quiso ir. Y cuando quiso regresar, la mamá fue por él. Le dijo: “Mami, ya me quiero regresar”. Le habló hoy y mañana ella estaba tomando un avión y se lo trajo. “No tienes por qué arrepentirte”, le digo.

“Ahora estuvimos en México para despedirlo. Hacía mucho que no miraba llorar a Johan y ahí lloró. Ya iba para el aeropuerto y dijo: “Mami, lo logramos”, porque él le prometió ya como futbolista que iba a jugar en Europa. Ella siempre ha sentido culpa. La historia de muchos futbolistas se escribe así, con mucho sufrimiento. Es parte de este show.”  

Reportaje publicado el 29 de agosto en la edición 2339 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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