FCE
El regreso a las calles, la esperanza del FCE
Paco Ignacio Taibo II, su director, piensa que “el tiempo y la reflexión postpandémica no ha llegado, pero sí la acumulación de experiencia para un relanzamiento”, al describir la línea descendente en los números de ventas de acuerdo a los dos primeros años.Paco Ignacio Taibo II, su director, piensa que “el tiempo y la reflexión postpandémica no ha llegado, pero sí la acumulación de experiencia para un relanzamiento”, al describir la línea descendente en los números de ventas de acuerdo a los dos primeros años. En entrevista, aborda múltiples temas: enfrenta las críticas por la fusión del Fondo con Educal, explica sus colecciones populares, niega que haya restringido las publicaciones especializadas, y asume que la pandemia modificó sus planes iniciales, por lo cual el proyecto para levantar las librerías se hace sobre sí mismo.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– En el tercer año de gestión de la 4T, luego de un año pandémico que ha mermado al sector cultural como uno de los más golpeados, y de manera más específica al de los libros, el director general del Fondo de Cultura Económica (FCE), Paco Ignacio Taibo II, realizó un balance abordando varios puntos:
La labor de la editorial estatal en medio de la pandemia, el recorte presupuestal, la caída de las ventas, las críticas, el uso de la virtualidad y el futuro de la editorial, que a decir suyo finca su esperanza en el regreso a las calles, en una “normalidad” que aún está distante.
Tras una primera entrevista (Proceso, 2210, “¡Hay una revolución en este país, hombre! Ya que se enteren”) –antes de iniciar su gestión como “Gerente Editorial Encargado de Despacho del Fondo”–; a casi tres años de distancia y tras un seguimiento por parte de este semanario del comportamiento del sector del libro durante la pandemia (Proceso, 2205, 2212, 2289, 2309 y 2310), éstos son los números del Fondo:
Tiene ya abiertas 103 librerías (FCE-Educal) de un total de 135 (ocho filiales en el extranjero), y un semáforo epidemiológico en el país que se inclina cada vez más al “verde” (la sede de la CDMX se debate entre el verde y el amarillo hasta el cierre de esta nota), permitiendo aforos de 50% y horarios de apertura que empiezan a extenderse.
De acuerdo a sus propias cifras, la casa editorial publicó en 2020, 346 títulos para un total de 2 millones 335 mil 526 ejemplares; de ellos, 131 corresponde a novedades, con un tiraje de 1 millón 107 mil 105, y 215 reimpresiones con un tiraje de 1 millón 28 mil 421 (ver recuadro proporcionado por el FCE).
Pero el regreso de los lectores a la calle también es lento, según constató Proceso durante un recorrido por algunas de sus librerías: En la Juan José Arreola (Eje Central esquina Venustiano Carranza, colonia Centro), por ejemplo, hay más personal de vigilancia al interior que público; en las mesas de novedades, las colecciones Vientos del Pueblo y Breviarios son las más vistosas en comparación con los estantes que dan hacia las ventanas, polvosos y con algunos libros con portadas descoloridas por el sol.
La Guillermo Tovar de Teresa (exterior del Museo de la Ciudad de México, en el Centro Histórico), abierta hace unas semanas, fue cerrada de nuevo, según el vigilante “hasta nuevo aviso”, aunque el FCE informó que ello se debe a que “está en un espacio del gobierno de la CDMX y no se permite todavía actividad presencial”.
La Rosario Castellanos de la colonia Condesa, quizá su sede más importante por su carácter de centro cultural integral, se muestra en una especie de burbuja de tiempo, salvo el pasillo de entrada con mesas de novedades donde resaltan las colecciones Vientos del Pueblo, Breviarios y Ciencia Ficción; el resto del inmueble parece haberse detenido en un momento previo a la pandemia: el área de discos, series y películas se encuentra semivacío, y la cafetería funcionando a la mitad de su capacidad.
Al interior, tras subirse unos pocos escalones hacia el entrepiso, la disposición permanece intacta con sus estantes llenos y mesas de exhibición en distintos puntos a manera de miscelánea, algunas con ejemplares a precios de remate. Su galería, sin público, sostiene Luz y letras. Miradas a la literatura, compuesta por retratos de escritores tomados por la lente de Rogelio Cuellar acompañada de vitrinas con primeras ediciones del FCE.
La salida por el área de cobro muestra un estante con algunas sugerencias de venta de revistas, como El Chamuco, Alebrije y calendarios del año. El diario La Jornada en el mostrador de cobro. Las medidas sanitarias se cumplen a cabalidad, y los trabajadores y personal de vigilancia usan máscara y cubrebocas en todo momento.
En el caso del Centro Cultural Elena Garro, de Educal, ubicado en el barrio de La Conchita en Coyoacán, también impera la soledad, y las jardineras verticales de pared, tanto a la entrada como junto a la cafetería, en abandono con plantas marchitas. Cabe destacar que Proceso (1810, 1863, 1873 y 1881) dio seguimiento a la conformación de este espacio que durante un par de años (2011-2012) fue impugnado por la comunidad cultural y vecinos de la zona que se opusieron a su construcción, ante abundantes espacios de cultura y librerías en la zona. Simplemente a tres cuadras de ahí se ubica, dentro del Museo de Culturas Populares, otra librería Educal.
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Cuestionado vía telefónica previo al semáforo verde, tras una etapa en la que aún está pendiente la fusión oficial FCE-Dirección General de Publicaciones (DGP) Educal y luego de un recorte presupuestal, Paco Ignacio Taibo II relató que en lo administrativo el personal lleva más de un año trabajando –en su mayoría– desde lo virtual, después de crear un sistema de conexión interno basado en lo digital, que les ha permitido la comunicación y toma de decisiones importantes, según refirió:
“Tuvimos que abandonar trabajos importantes que para ese momento eran enorme: ferias de libro locales, los Tendidos de Libros, el Librobus (camión expandible de 6.5 toneladas que se transforma en una librería con acervo de hasta 4 mil ejemplares) y toda la labor de Fomento a la Lectura con salas-club de lectura. Reactivar esto en pandemia fue francamente complicado, puedes hacer magia pero la magia también tiene un límite.”
Informó que “el mes más cruel” en cuanto a la venta, siguiendo los números del Fondo, ocurrió entre marzo y abril de 2020, con la caída de 10%; y si bien los programas virtuales implementados han tenido audiencias de hasta 20-25 mil personas, el ritmo de producción descendió de 6 mil 500 libros al año, en promedio, a 3 mil 500 (ver recuadro).
Tras el semáforo naranja al que se pasó en enero de este año, el amarillo a principios de mayo, y el verde en este mes (si bien acaba de retroceder), la apertura de espacios fue necesaria, pero ello no ha significado un retorno completo del público.
–¿Qué pasa con librerías que a su vez son centros culturales, como la Rosario Castellanos?, ¿cómo levantarlas?, ¿qué proyectos tienen?
–El proyecto se está elaborando sobre sí mismo, pienso que librerías como la Rosario, la Elena Garro o la José Luis Martínez (en Guadalajara) tenían de cinco a seis actividades a la semana, exposiciones, presentaciones, debates, y de repente: zacatracas, en cero, tuvimos que sustituirlo virtualmente, y funcionó, los números no son malos, hay una recuperación lenta de la venta de libros… porque hay otro mito que había que ajustar, el mito de “la era del libro digital”, porque el libro en papel no ha perdido vigencia, la gente se conecta a internet para buscar alguna reseña de un libro, pero no para leer una novela.
“Necesitamos mantener el libro físico, en papel, y esto significa rehacer la distribución, por eso inventamos cosas como Pasión por la Lectura, donde en el fin del año pasado y en los primeros de enero de este año vendimos 140 mil libros en papel.”
–¿Pero qué van a hacer para levantar el regreso a estos centros?
–Es que hay que pensar que el conglomerado FCE-Educal-DGP es una empresa, con todos los requerimientos de autogestión que le permitan ser rentable, pero también es proyecto social, y es fundamental pensar en el destinatario no como cliente, sino como lector. Por eso salió la Colección Popular, para llegar a este sector que el Fondo no estaba tocando.
–¿En qué medida se puede decir que se ha modificado su proyecto tanto en restricciones o quizá en nuevas líneas de acción?
–Mire, el tiempo y la reflexión postpandémica no ha llegado, pero sí la acumulación de experiencia para un relanzamiento, tenemos bodegas saneadas que tienen menos libros muertos que cuando llegamos y más libros posiblemente activos que nos permitirán, en el momento que podamos salir a la calle, tener una fuerza en términos de material de lectura.
“Ha habido grandes éxitos en Fomento a la Lectura, no disminuyeron las salas de Lectura y Club de Lectura, se mantuvieron pese a rudimentarias estructuras virtuales; dimos capacitación a promotores de lectura, abrimos líneas de distribución, como en CCH (Colegios de Ciencias y Humanidades de la UNAM), las escuelas de ciencias del mar, las tecnológicas. La reflexión sobre la pandemia no sólo es negativa, sino también positiva. Colecciones como Vientos del Pueblo, que tienen 40 mil ejemplares destinados a públicos muy populares, funcionaron, así que ellos crearon, sin querer, un fondo de reserva para el relanzamiento postpandémico.
–A casi tres años de distancia –la mitad de su gestión–, ¿qué tanto de las expectativas de su proyecto cree que se están cumpliendo?
–Es imposible porque la pandemia alteró todo, entonces la línea que llevábamos en febrero del año pasado se interrumpió drásticamente. Aprendizaje había habido, teníamos números maravillosos en enero y febrero de 2020, pero la pandemia alteró todo y había que actuar en la lógica de trabajar con lo que tienes y con lo que puedes, ello confirmó las líneas fundamentales de las ideas con las que arrancamos.
Y enlistó:
“Defender el precio de los libros como factor fundamental para ampliar el margen de los lectores, llevar la promoción directamente a sectores sociales que no habían sido atraídos por el libro y mejorar la calidad de promoción y difusión de los libros del Fondo.”
–Se cuestionó que en aras de dar prioridad a la colección Vientos del Pueblo se restringieran publicaciones especializadas, aquellas que en su momento han dado sentido al fondo, como Lenguas y Estudios Literarios…
–No es cierto –advierte tajante–, es un cuestionamiento sobre el clóset, se restringió porque disminuyó la capacidad de distribución, pero seguimos publicando y reeditando con fervor los libros que se van agotando. El problema es que queremos una editorial con mayor equilibrio y menos encerrada en el pasado. Por ejemplo, ¿por qué no hay más novela policiaca, de ciencia ficción, histórica o fantasía en el fondo?, ¿cuáles eran los argumentos?
“No vimos ninguno, y queríamos darle a la colección popular una revisada en términos de literatura y género, que son tan importantes como cualquier otra. El hecho de que hayamos inyectado a la popular colecciones de literatura de género, tampoco alteró de manera brutal la producción del Fondo, estamos cubriendo todos los espacios, había otros que no se estaban cubriendo, nos parecían importantes y entramos a cubrirlos.”
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Respecto al PEF 2021 (Presupuesto de Egresos de la Federación), la red de librerías Educal obtuvo 36.8 millones de pesos (cuando en 2020 se le otorgaron 53 millones 202 mil 54 pesos), es decir, con una disminución de 16 millones 402 mil 54 pesos respecto al año pasado. Mientras que al FCE se le proporcionaron 120 millones 800 mil pesos (mientras que en 2020 obtuvo 135 millones 316 mil 236 pesos), un recorte de 14 millones 516 mil 236 pesos.
Y a pregunta expresa de si es posible sostener toda la infraestructura del Fondo: sus oficinas, trabajadores, librerías, Taibo respondió:
“Lo fue el año pasado, necesitamos una nueva revisión del presupuesto, y en la medida que el proceso de fusión del FCE-Educal-DGP es un hecho a corto plazo, necesitamos represupuestarlo, lo presupuestado este año no es suficiente para este aparato de fusión, estamos en conversaciones con Hacienda.
“El Fondo trabaja con dos presupuestos, el que recibe por sus ventas y el que aporta la federación. La mayor parte del gasto se iba a operaciones de fomento a la lectura, de marca social. En bodega teníamos 1 millón de libros de Tierra Adentro que no se distribuían, se editaron para embodegarse, los pusimos a 10 pesos y los sacamos y, sorpresa, resulta que esos libros que no se vendían los llevamos a la Universidad de Querétaro y vendimos 15 mil libros… bajar el precio de los libros fue muy importante pese a la crítica desatada.”
–Es una pregunta a la distancia, porque se cuestionó mucho esa fusión (FCE-Educal-DGP) de la que me habla.
–¿Y por qué se cuestionó? Se hablaba de dos vocaciones, pero el Fondo tiene una misión sustantiva ahí, de manera que fusionarlo significaba establecer una sola línea de fomento. Así funcionó, hemos sumado esfuerzos, hemos crecido en fomento a la lectura, las críticas eran ‘busca algo para criticar y luego da la lata’. ¿Deberíamos no fusionar el Educal y Fondo? ¿Entonces para qué querías dos distribuidoras? ¿Para qué dos editoriales? Había duplicidad de funciones por todos lados, y desde el principio en Educal el financiamiento estaba por debajo de la nómina, no podía pagar mes con mes a sus trabajadores porque el financiamiento estatal no daba, y las ventas de libro mensual no daba para pagar.
“Los gerentes se quedaron sin automóviles, ¡pues a fuerzas!, nosotros somos austeros, los gastos de viaje y promoción se fueron a ceros. Se racionalizó el sector y se hizo más efectivo. Las críticas tenían doble sentido, criticar a la 4T fuera por donde fuera, ‘pero es que se abarata el costo del libro al venderlo a bajo precio’… pues se abaratará, pero el ciudadano común y corriente lo agradece.”
–Hablando de la lectura dirigida al ciudadano común, también se ha cuestionado que el Fondo tenía un sentido al publicar temas más especializados quizá, pero necesarios.
–Y seguimos produciendo los grandes libros del Fondo, los Breviarios, que fueron un enorme hallazgo del Fondo, seguimos produciéndolo al ritmo que podemos y más barato que lo que eran. Son una universidad en tu casa y la posibilidad de abastecer a la enseñanza media y superior…
De pronto se interrumpe:
“Había que quitarle al Fondo no sus enormes virtudes cosechadas durante tantos años, sino su tono aristocratizante, sus prejuicios.
“He visto cada locura cuando revisé las existencias de bodega, como ediciones de compromiso que llenaron las bodegas de libros, como el de las reformas priistas, y no hay manera de librarse de ellos. En un acto de locura lo pusimos a un peso, y ni así salen.”
–¿Cómo entender el programa del Fondo este 2021?
–En cuanto recuperemos la calle lo podré decir, en cuanto se alteren condiciones esenciales de la pandemia, porque no basta ofrecer el libro, hay que ponerlo cerca en términos de librerías, ferias, tendidos y Librobus, que nos funcionó muy bien. Cuando llegamos teníamos una docena de estos Librobuses, 10 descompuestos y ocho condenados a chatarra como negocio turbio, y los reparamos.
“Creo que saldremos con suerte, tuvimos una caída de ingresos de 30% menos respecto a años anteriores, será un año positivo si los números de fin de año empiezan a repuntar, ya sea por venta en librerías como por promoción”.
–¿Qué aprendizaje han encontrado en la pandemia?
–El aprendizaje es el uso y estructura de difusión, divulgación y relación virtual con los lectores, y vamos a sostenerlas sin duda, pero hay que empezar a combinarlas con la vivencia.
“Hemos tenido crítica chata, plana y dolosa, bienvenida porque hemos respondido, no nos hemos callado… por otro lado hemos tenido una crítica positiva que viene de abajo hacia arriba a través de programas, como Desde el Fondo, República de Lectores, Pasión por la Lectura, y esa ha sido útil porque ha guiado para qué publicar y por dónde publicar.
Remató:
“Hay que prepararse para volver a la calle y a los lectores, porque vamos a volver ante una sociedad económicamente muy golpeada, y hay que ser empáticos, y no me refiero sólo a clases medias o estudiantes, sino al sector popular que quiere leer… estaremos en la lógica de la reconstrucción.”