'Me llaman príncipe”: Nostalgia por el Reich

viernes, 24 de abril de 2020 · 18:33
Niegan la legitimidad de las autoridades federales alemanas y su sistema judicial, no acatan decisiones de los tribunales y se niegan a pagar impuestos y multas. Son los Ciudadanos del Imperio, su líder se hace llamar “príncipe” y quieren vivir en un país que dejó de existir a principios del siglo pasado. Pero estos “ciudadanos” no son los únicos ultraderechistas que pretenden revivir el Reich... y el gobierno ya los vigila, pues los considera peligrosos. BERLÍN (Proceso).- “Todos mis amigos y conocidos me llaman simplemente príncipe Norbert, como corresponde a mi rango. Tal fue el caso del káiser Guillermo o el príncipe Bismark”, dice convencido, mirando de frente a la cámara, el jubilado alemán Norbert Schittke. El aparentemente inofensivo septuagenario de barba blanca no es cualquier “abuelo”. Es, según él mismo, el legítimo canciller imperial alemán, y desde su casa –en la pequeña comunidad de Diekholzen, en Baja Sajonia– dirige el denominado “Gobierno en Exilio del Imperio Alemán”. Sí, del imperio alemán. Ese surgido en 1871, que durante 47 años fue una de las economías más poderosas del mundo, que se extinguió con su derrota en la Primera Guerra Mundial pero que en el imaginario de Schittke todavía existe. Lo que parecería una broma e incluso­ tribulaciones de un loco simpático no lo son en absoluto. El autodenominado canciller imperial alemán forma parte de un grupo que el gobierno alemán calcula en 19 mil personas que formalmente niegan la existencia de la República Federal Alemana y pretenden vivir al margen del Estado alemán. Son los denominados “ciudadanos del Reich”, quienes apoyados en historias conspirativas e invocando al antiguo imperio alemán, niegan también la legitimidad de las autoridades y su sistema judicial. Se trata pues de gente que está en constante conflicto y confrontación con el Estado y sus autoridades porque, al desconocerlas, tampoco reconocen leyes ni obligaciones ciudadanas y tampoco acatan decisiones de los tribunales. Pero no sólo eso. Además de ser un verdadero dolor de cabeza para la autoridad (se niegan a pagar impuestos, tasas municipales y multas, entre otras cosas), también representan un peligro real para el país, según lo ha reconocido el Ministerio del Interior alemán, porque en su permanente y creciente radicalización están dispuestos a ejercer cualquier tipo de violencia con tal de defender sus ideas. Pero el Gobierno en Exilio del Imperio Alemán es sólo uno de los muchos grupos dentro del movimiento de los ciudadanos del Reich. En 2017 el autodenominado príncipe y canciller imperial Norbert Schittke concedió “audiencia” a un equipo de la televisión pública alemana y abrió las puertas de su casa-cancillería para hablar de su visión del mundo. En una disertación por momentos ridícula, Schittke expuso la esencia ideológica de este grupo: de entrada defiende la existencia del imperio alemán con todas las fronteras correspondientes a 1871 y dice que fue la República Democrática Alemana (RDA), cumpliendo el encargo de poderes oscuros, la que se apoderó de toda Alemania hasta nuestros días. “La RDA fue programada para seguir dirigiendo y gobernando a través de una persona con una educación adecuada y una edad apropiada para ello. Escogieron a Angela Merkel como hija de Hennoch Kohn (el nombre que da al excanciller Helmut Kohl, de quien dice que era judío). La adiestraron totalmente, como a un niño, Honecker (Erich, expresidente de la RDA) y compañía. Fue entrenada por la Stasi (inteligencia estatal de la RDA), donde tuvo que aprender muchas cosas malas, como torturar gente, destruir familias, presionar a la gente. Y fue ella, sin duda, la que además dio la orden de disparar en el Muro (de Berlín)”, asegura en la entrevista. Más aún, con un discurso claramente antisemita afirma que los judíos se colaron e incrustaron históricamente en el sistema bancario alemán para tener el control económico del país y que incluso fueron ellos los que declararon la guerra a Alemania. El politólogo Jan Rathje ha investigado a profundidad este movimiento desde hace un lustro. En su más reciente trabajo para la Fundación Amadeu Antonio –Ciudadanos del Reich, autogobernados y soberanos, la locura del alemán amenazado–, sintetiza la esencia del movimiento: “Es gente que cree que la República Federal Alemana no existe y que es un poder extranjero el que gobierna sobre los alemanes. Además, una parte de esta gente está convencida de que el imperio alemán sigue existiendo y sus fronteras son aquellas que corresponden o bien a las de 1871 o a las de 1937. Están convencidos de que la ley fundamental es un instrumento de las potencias vencedoras y no una constitución. Además de que, para ellos, la Alemania de la posguerra no es un Estado, sino una empresa”. Rathje distingue dentro del movimiento a dos grupos: los tradicionales ciudadanos del imperio, quienes fantasean con la idea de la existencia de éste, y los autogobernados, que además de no sentirse cercanos a un pasado glorioso alemán prefieren regirse bajo un gobierno autónomo –también inexistente– e incluso proclaman su propio Estado y se declaran hombres libres. En la ideología de ambos grupos Rahtje distingue claros elementos extremistas y antisemitas. Con esta subdivisión coincide el propio gobierno alemán y agrega: “Ambos grupos apenas se distinguen. Ambos utilizan argumentaciones casi idénticas: mientras que los Ciudadanos del Reich se centran en la existencia de un imperio alemán para rechazar a la República Alemana, los autogobernados no se reconocen como parte del Estado e incluso se declaran independientes y explícitamente declaran su deserción de la República Federal. Para ello, con frecuencia se refieren a una resolución de la ONU que supuestamente permite declararse autogobernado”. A ambos grupos los distingue la heterogeneidad de sus miembros, pues en sus filas hay personajes de todos los estratos sociales y profesiones diversas. El antiguo presidente de la Oficina Federal de Protección de la Constitución, Hans-Georg Maassen, lo resume así: “El de los Ciudadanos del Reich es un movimiento marcadamente heterogéneo. Hay extremistas, sectarios, locos y usureros negociantes que buscan hacer dinero fácil emitiendo pasaportes del Reich”. Es común que muchos de los Ciudadanos del Reich renuncien a sus identificaciones oficiales y en cambio porten, como documentos de identidad, pasaportes y credenciales del Imperio Alemán, obviamente falsas. Hay incluso quienes manejan dinero e intentan realizar transacciones con moneda del imperio. El dossier especial que el Ministerio del Interior ha elaborado en torno a los Ciudadanos del Reich brinda más detalles sobre la forma en que opera este grupo en la cotidianidad: sus propiedades las marcan normalmente al ras del suelo con líneas amarillas que indican la supuesta frontera entre la República Federal Alemana y sus territorios, ya sea el supuesto imperio alemán u otros Estados creados por ellos mismos. A menudo colocan también señales e incluso escudos de armas u otros signos que dejan claro que se trata de un hogar integrante del movimiento. Quien se atreve a cruzar esas fronteras puede arriesgarse a ser atacado no sólo verbalmente, sino con violencia física. Peligrosidad Si bien los Ciudadanos del Reich no es un movimiento nuevo ni desconocido para la autoridad alemana, durante mucho tiempo se les consideró como locos inofensivos. No fue sino hasta 2016 cuando la Oficina de Protección a la Constitución los comenzó a tener bajo vigilancia permanente por considerarlos, ahora sí, una amenaza a la seguridad del Estado. Y es que el 19 de octubre de 2016, durante un operativo en la localidad bávara de Georgesmünd, el ciudadano del Reich Wolfgang P. disparó contra integrantes del comando especial de la policía que pretendían decomisar armas dentro de su vivienda. El resultado: un oficial muerto y tres más heridos. El ciudadano “rebelde” tenía en su garaje un pequeño arsenal de 30 armas. Un año después de los hechos, un tribunal lo condenó a cadena perpetua. “El Ministerio del Interior federal se toma muy en serio la amenaza que representan estas personas porque su potencial de violencia es muy alto. Desde noviembre de 2016 las autoridades de seguridad han estado vigilando a los Ciudadanos del Reich y a los autogobernados con mayor intensidad que antes. Desde entonces han aumentado las medidas ejecutivas para la posesión legal o ilegal de armas, y detectar la falsificación de documentos o estafas”, señala la autoridad alemana. Las cifras oficiales más recientes, las de junio de 2019, señalan que el gobierno tiene ubicadas a 19 mil personas como miembros del movimiento. En 2017 eran 16 mil 500, lo que indica que van al alza. De ese universo, la autoridad considera que alrededor de 950 son de extrema derecha. A otras 790 se les han retirado los permisos para poseer armas y todavía existen al rededor de 530 que las poseen legalmente. La peligrosidad y capacidad de delinquir de esta gente queda clara cuando se ven las estadísticas: en 2018 se cometieron 776 delitos con motivación política extremista, 160 de los cuales fueron con violencia y constaron fundamentalmente de coacción y amenazas. La autoridad también clasificó como antisemitas 35 de los delitos, que fundamentalmente fueron por incitación al odio, sin uso de violencia. [caption id="attachment_627278" align="aligncenter" width="1024"] La caída del muro de Berlín en 1989. Foto: https://www.edmontonjournal.com/[/caption] En la mira de la autoridad Y aunque en comparación con otros grupos que también ponen en riesgo la seguridad nacional –como los neonazis– poco se escucha en medios y círculos políticos sobre los Ciudadanos del Reich, apenas el pasado 18 de marzo el Ministerio del Interior realizó uno de los operativos más grandes en contra del movimiento. Resultado de una redada sin precedente, que se realizó simultáneamente en 10 estados federados, con 400 elementos y el registro de 21 casas, el ministro del Interior, Horst Seehofer, prohibió y disolvió por primera vez en su historia a una asociación ligada a los Ciudadanos del Reich: los llamados Pueblos y Tribus Alemanes Unidos. “Estamos –explicó Seehofer al fundamentar la prohibición y disolución del grupo– frente a una asociación que distribuye escritos racistas y antisemitas y, por lo tanto, envenena sistemáticamente nuestra sociedad liberal. También la militancia verbal y las amenazas masivas contra los funcionarios públicos y sus familias prueban la actitud anticonstitucional de esta asociación. Seguimos luchando sin descanso contra el extremismo de derecha, incluso en tiempos de crisis. No hay ni una pulgada de espacio para el racismo y el antisemitismo en nuestra sociedad.” Y es que, por muy absurdo e incluso pueril que parezca el mundo de los Ciudadanos del Reich, al gobierno alemán parece ya no quedarle duda sobre lo peligroso que puede volverse si lo deja crecer.

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