Las aguas de la muerte del río Santiago en Jalisco
Las denuncias por la proliferación de enfermedades cancerígenas, gástricas y oculares provocadas por los residuos tóxicos que arrastran las aguas del río Santiago, en el corredor industrial Ocotlán-El Salto, datan de años, por lo que a principios de febrero la CIDH emitió unas medidas cautelares en las que le pide al gobierno de Enrique Alfaro Ramírez atender el problema. Y aunque el mandatario respondió, el organismo internacional no se da por satisfecho.
GUADALAJARA, Jal. (Proceso)- “Nos están matando, nos están dañando al no parar la contaminación ni sanear el río Santiago ni en el corredor industrial de El Salto y los corredores aledaños”, sostiene Jonathan Ruvalcaba Elizondo, vecino de Juanacatlán.
Su casa está en la calle Martha Hernández Loza, en el cruce con Juárez, a tres cuadras del río Santiago –cauce que recibe todas las descargas tóxicas del corredor industrial Ocotlán-El Salto y uno de los ejes industriales más importantes del país–, el principal del estado.
Postrado en su cama desde hace más de tres meses a causa de la insuficiencia renal e infecciones en los ojos provocadas por las letales aguas de ese afluente, el pasado 5 de febrero Jonathan recibió la noticia de que es uno de los beneficiarios de las medidas cautelares que emitió la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que el Estado –en sus tres niveles de gobierno– proteja los derechos a la vida, integridad personal y salud de las personas, a raíz de la contaminación ambiental en el río Santiago y el lago de Chapala.
La protección también es extensiva a los habitantes de El Salto y cuatro poblaciones del municipio de Poncitlán, afectado por los desechos químicos que arrastran esas aguas.
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https://www.proceso.com.mx/616895/hersheys-nestle-y-honda-entre-las-29-empresas-que-contaminan-el-rio-santiago Jonathan insiste en que la autoridad debe actuar ya, pues el 28 de febrero venció el plazo para que el gobierno atendiera las medidas cautelares de la CIDH y con ello mitigar el número muertes, enfermedades y contaminación en ese entorno. Hasta ahora, el gobernador Enrique Alfaro no ha respondido al organismo regional. El cauce del Santiago es el más contaminado en el país y el segundo en importancia de la vertiente del Pacífico. Dentro del corredor Ocotlán-El Salto se contabilizan al menos 300 industrias, con diversos giros como metalurgia, química y farmacéutica, metalmecánica, electrónica, automotriz, alimentos y bebidas. Estudios y documentos oficiales y académicos revelan que la mayoría descargan aguas residuales que incumplen los parámetros que marca la norma.Estadísticas mortales
Jonathan Ruvalcaba se sumó a la estadística de los cientos de ribereños afectados por la contaminación del río Santiago. El 16 de noviembre pasado comenzó con vómito que nadie ha podido curar. “Me quemo”, grita cuando siente los ardores en la boca del estómago. Jonathan era asesor de servicio a clientes en una compañía aérea. Tuvo que renunciar cuando comenzó a sentirse mal. Pensó que su malestar era provocado por el estrés. Su familia ha gastado alrededor de 100 mil pesos en análisis clínicos, pago a especialistas y compra de medicamentos y ahora se encuentra endeudada, desesperada, porque Jonathan no se cura. [caption id="attachment_620427" align="aligncenter" width="1015"] Los García Gómez. Familia destrozada Foto: Gloria Reza[/caption] Al principio le dijeron que se trataba de una infección; después, que era gastritis. Una biopsia dio positivo a la bacteria helicobacter, por lo que se sometió a tres tratamientos de 14 días cada uno. Le informaron que ya estaba eliminada… pero los vómitos continuaron. Miguel Ángel Baltazar González, vecino de la calle Benito Juárez, a una cuadra de la plaza municipal y a tres del cauce del río, tuvo una sintomatología similar a la de Jonathan. Le dijeron que se debía al estrés laboral. Hace 10 años le diagnosticaron hipoplasia renal. Cuando el especialista le preguntó a qué clínica pertenecía, Miguel Ángel –hoy de 30 años– respondió: “a la de El Salto, la número 5 del IMSS”. El médico le comentó: “están viniendo muchos pacientes con el mismo problema. Es donde está el río Santiago, ¿verdad? No eres el único, ya son varios los pacientes”. Miguel Ángel acaba de someterse a una hemodiálisis cuando recibe a la reportera. Confiesa que creía que la insuficiencia renal se curaba con pastillas o inyecciones.“Pensé que en 15 días iba a estar bien, pero al darme cuenta de cómo es, se me vino el mundo encima”.Durante la entrevista se percibe un olor fétido. Miguel Ángel y su familia comentan que así sucede todas las mañanas y todas las noches. “Quizá ya nos acostumbramos”. Sentado en un sillón viejo, con voz pausada, Miguel Ángel relata que empezó a sentir mareos, dolor de cabeza, calambres muy fuertes en los pies y mucho vómito.
“Se me doblaban los pies, y me desmayaba por el dolor. Por eso decidí ir al médico”, asegura.Su única esperanza es un trasplante de riñón. Tiene varios amigos y vecinos con insuficiencia renal. Unos siguen luchando por recuperar su salud; otros se quedaron en el camino. La mamá de Miguel Ángel comenta que en dos cuadras a la redonda han detectado 15 enfermos renales.
Las víctimas
Hace 10 años, durante la gestión del panista Emilio González Márquez, el entonces director de la Comisión Estatal del Agua (CEA), César Coll, encargó un estudio a la Universidad Autónoma de San Luis Potosí para conocer las condiciones de salud de un grupo de 330 niños que vivían cerca del cauce del río Santiago. El estudio arrojó que 94 por ciento de la población infantil de Juanacatlán tiene plomo por encima de lo recomendable; en El Salto, 98% está expuesto al cadmio; en Puente Grande, 60% presenta mercurio; en La Cofradía, 45% tiene arsénico, y en la colonia Jalisco, 48% flúor por arriba de lo normal. Los resultados nunca fueron entregados a los padres de familia, pese al compromiso de Coll. La entonces presidenta de la mesa de padres de familia de la Primaria Urbana 627, Verónica Gómez Gutiérrez, quien tiene dos hijos que formaron parte de ese estudio, reclama que no les entregaron esa valiosa información que podría haber ayudado a conocer el porqué de sus padecimientos. [caption id="attachment_620424" align="aligncenter" width="1015"] Miguel Ángel Baltazar. Otra víctima Foto: Gloria Reza[/caption] Toda su familia siempre ha vivido en Puente Grande, Tonalá. Su hijo, Noé García Gómez, de 22 años, sufre alergias de forma frecuente.“No puede respirar, sus ojos se ponen rojos, se llena de ronchas”.El médico le recomendó retirar al joven de la fuente de contaminación. La señora pide que saneen el río o lo entuben; también solicita apoyo económico para solventar los gastos médicos de toda su familia. Dice que a ella le detectaron una “bola, del tamaño de un frijol, en la cabeza” que le provoca cefaleas y la pérdida gradual de la vista. Su hija Wendy, de 16 años, presenta un tumor en el ojo izquierdo, del cual ya ha sido operada en dos ocasiones. A su esposo le detectaron insuficiencia renal hace cinco años. Su mamá y una de sus hermanas están a la espera de conocer si tienen cáncer, mientras que su padre murió a causa de esa enfermedad. Candy Virginia Padilla tenía nueve años cuando le hicieron el estudio en la Primaria Urbana 627. Vive a tres cuadras del río Santiago, en Puente Grande. A los 15 años le detectaron linfoma de Hodgkin y se le desataron muchas enfermedades, entre ellas la neumonía. Tras dos años y medio de tratamiento ya está curada, pero debe estar bajo revisión constante. Aunque no achaca su cáncer al río, sí lo culpa de sus constantes neumonías. Esmeralda García Reynoso, de 19 años, quien vive en la calle Nicolás Bravo, es otra de las alumnas incluidas en el estudio de la CEA. Durante algún tiempo padeció alergias y asma. En tiempo de lluvias, relata, las calles de su colonia se inundan con las aguas negras provenientes del río. Hasta ahora ninguna autoridad les ayuda a limpiarlas: mucho menos les paga los daños a su menaje. La reportera visitó El Salto, donde encontró a muchos jóvenes con enfermedades renales. Algunos de ellos estudiaron en la Primaria Urbana 59 Pedro Ogazón, junto al río Santiago. Juan Carlos Díaz, de 30 años, recuerda que “la espuma” que venía en el caudal del río llegaba al patio del plantel donde estudiaba. Sin saber que era tóxica, él y sus compañeros jugaban con ella. Dice que cuando tenía 20 años le detectaron insuficiencia renal crónica. Su padre le donó un riñón hace seis años. Pide a la autoridad el saneamiento del río, así como apoyo económico para todos los nefrópatas de la región. Entre ellos están Mayra Valladolid, de 28 años, y Diego Armando, de 26. Ambos reciben hemodiálisis, en espera de un trasplante.