Estrecho de Ormuz, territorio de riesgosas bravatas
Si bien hace un par de semanas Donald Trump alardeó de pacifista por haber evitado una guerra con Irán, la proximidad de una escalada bélica no lo inquieta, y sí en cambio atiza el fuego, incluyendo en sus provocaciones a uno de sus aliados: Gran Bretaña, país que aún no acaba de acomodarse a la naciente administración de Boris Johnson. Por un lado, Washington obligó a Londres a capturar un buque iraní cerca de las costas españolas; por otro, un petrolero británico fue detenido por Irán en aguas del Estrecho de Ormuz. La tensión sube...
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso9.- Donald Trump se muestra tranquilo respecto a la crisis que desató con Irán, que muchos temen que pueda desembocar en una guerra. “Me parece bien si va para un lado o para el otro”, respondió el lunes 22 a pregunta de la prensa.
Pero la región y buena parte del mundo están incómodos. Si en Irán el sector favorable al diálogo, que todavía gobierna, está contra las cuerdas ante la ofensiva de los conservadores, en Europa los aliados de Washington se ven atrapados entre opciones desagradables e incluso confrontados entre sí.
El tráfico mundial de buques petroleros está siendo utilizado como rehén en el juego de vencidas de los rivales, en tanto que Trump no parece reconocer que Irán no es un bocado menor entre otros que puede tragar.
El Millennium Challenge –los “juegos de guerra” realizados en 2002 y que tuvieron un resultado desfavorable para el Pentágono– ha vuelto a los análisis de los observadores como muestra de que las cosas siempre pueden salir mal o peor.
Aunque en el gabinete de Trump no faltan los halcones que piden no parar hasta lograr el cambio de régimen en Teherán, el presidente hizo su campaña electoral con la promesa de sacar a su país de guerras lejanas que no otorgan ganancias, para dejar de ser “policía del mundo” y compartir las tareas de seguridad con otra potencias, y se asume que su objetivo de “máxima presión” es doblarle el brazo al adversario, no irse a la guerra con él.
El problema es que la estrategia no funciona como él pensaba, pues en lugar de eso está llevando a los iraníes a comportarse como fiera acorralada; y estos están dispuestos a resistir hasta las últimas consecuencias.
Al romper el pacto nuclear firmado por su antecesor, la Casa Blanca reactivó las sanciones comerciales y las ha llevado a niveles desusados, al cancelar las “dispensas” por las que permitía que ciertos países y compañías pudieran adquirir petróleo iraní. Se trata de estrangular la economía de su enemigo.
Las tensiones empezaron a expresarse en una escalada de incidentes en el Golfo Pérsico: varios buques tanque sufrieron daños menores por la explosión de minas en sus cascos, lo que Estados Unidos atribuyó a Irán, mientras que éste los denunció como montajes; después los Guardianes de la Revolución derribaron un dron estadunidense, lo que estuvo a punto de ser respondido con un bombardeo que hubiera desatado la guerra, y que Trump aseguró haber detenido 10 minutos antes por consideraciones humanitarias; y últimamente el Pentágono aseguró haber destruido un dron, lo que Irán dice que no ha ocurrido.
El “Grace 1”
Todo eso ya es suficiente para afectar el paso por el Estrecho de Ormuz, por donde pasa todo el tráfico petrolero del Golfo Pérsico, que representa 45% del movimiento marítimo mundial de hidrocarburos.
De cualquier forma Washington escaló las cosas el jueves 4, cuando le pidió a la Marina británica que detuviera en el Mediterráneo, frente a Gibraltar, al petrolero iraní Grace 1, al que acusó de llevar combustible a Siria, con lo cual estaría tratando de violar sanciones internacionales.
Y Londres tuvo que recurrir a una maniobra extraña. Para enfrentar las denuncias de que había sobrepasado su autoridad, le pidió un estudio a Michelle Linderman, del grupo de comercio internacional Crowell & Moring’s, que concluyó que el acto había sido legal bajo unas regulaciones de Gibraltar… aprobadas 24 horas antes.
Esto, además, sólo era posible si el navío se hallaba en aguas territoriales de Gibraltar.
Gibraltar es un territorio que España reclama como suyo, y según Madrid, esas aguas territoriales no son de Gibraltar sino españolas.
En un reportaje titulado “El día que EEUU ninguneó a España en el Estrecho”, el diario El País revela que el Grace 1 estaba siendo vigilado desde abril, en espera del momento de capturarlo, y que la Armada española supo de su inminente paso del Atlántico al Mediterráneo 48 horas antes. Pero no se le pidió actuar.
Los buques iraníes suelen hacer este tramo por aguas internacionales sin ser molestados, pero a medianoche del miércoles 3, el Grace 1 entró a lo que según Gibraltar son sus aguas territoriales, donde fue abordado. Una patrullera de la Guardia Civil española quiso intervenir, pero fue bloqueada por la Royal Navy.
No se sabe cómo lograron atraer al Grace 1 a ese sitio. Pero lo que más irrita en Madrid es que España hubiera estado dispuesta a detener el buque, dice el periódico, y con base en leyes vigentes, sin necesidad de aprobar una al vapor.
En este “tablero de guerra de nervios”, concluye El País, el Grace 1 es sólo un peón.
El “Stena Impero”
Pero si Madrid descubrió de esta forma que no tiene asiento en la mesa, en Londres reclaman que no se sabe qué juego les toca jugar.
Aunque las represalias iraníes, en forma de la captura del petrolero británico Stena Impero el viernes 19, estaban anunciadas, no fueron previstas y neutralizadas por una clase política paralizada: la crisis eterna del Brexit, que provocó la caída del gobierno de Theresa May y una lucha por el puesto de primer ministro, ocupó todas las energías del gobernante Partido Conservador y sus dirigentes estaban distraídos, señaló Alan West, exjefe del Estado Mayor Naval, en un artículo publicado en The Observer.
Por su lado, el opositor Partido Laborista advirtió del riesgo de quedar atrapados en el juego de Trump, a la manera de Tony Blair cuando siguió a George W. Bush a la desastrosa guerra de Irak.
En sus últimas horas como secretario del Exterior, antes de entregarle el puesto al nuevo gabinete de Boris Johnson, Jeremy Hunt hizo lo que pudo para quitarse el doble fardo del inmovilismo y del sometimiento a Washington: el lunes 22 declinó unirse a una fuerza de seguridad marítima liderada por Estados Unidos (en la llamada Operación Centinela) y les dijo a los miembros del Parlamento que quería formar otra, exclusivamente europea.
Pero si el Pentágono está encontrando difícil sumar aliados a su proyecto (ese mismo día el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, fue a Tokio sin conseguir reclutar a Japón), Hunt admitió que ni siquiera había empezado a llamar a sus socios europeos para consultarles la propuesta.
En Irán, además, rechazaron la idea sin ambages. En 1953, la CIA operó desde la embajada británica en Teherán el golpe contra el presidente Mossadegh que abrió los 26 años de dictadura del sha Mohamed Reza Pahlevi, y nadie cree que ahora Londres podría actuar como policía neutral, imparcial hacia Washington.
“No hace falta formar esta coalición (propuesta por Hunt) porque esta clase de coaliciones y la presencia de extranjeros por sí misma crea inseguridad”, sostuvo Eshaq Yahanguirí, vicepresidente iraní. “Y además de incrementar la inseguridad, no conseguirá nada”.
El primer comunicado del Ministerio de Defensa británico, mientras Ben Wallace, reemplazo de Hunt, todavía revisaba las oficinas a ocupar, el jueves 25, fue para anunciar que la Royal Navy escoltará cada buque con bandera de su país en el Golfo Pérsico. Esto, a pesar de que su predecesor ya había advertido que carecen de navíos suficientes para lograrlo.
Retorno a Arabia
Mientras tanto se siguen añadiendo elementos de tensión. Uno que arriesga tener un impacto de largo plazo es que, después de 16 años, tropas estadunidenses volverán a pisar territorio saudita, asentándose de nuevo en la base aérea Príncipe Sultán. Por ahora 500 hombres, se anunció el sábado 20.
La ocupación de tierra musulmana por “cruzados” es uno de los agravios más citados por los terroristas islámicos. Franklin D. Roosevelt ordenó construir la primera base estadunidense en Arabia Saudita en la Segunda Guerra Mundial. John F. Kennedy desplegó aviación de combate para disuadir ataques egipcios durante la guerra civil yemenita de los sesenta. En la primera ofensiva contra Sadam Husein en 1990, George Bush envió medio millón de tropas. En 1996, combatientes chiitas mataron a 19 soldados estadunidenses en una sola operación. En 2003, la victoria sobre el Irak de Husein favoreció la retirada sin que pareciera huida.
Así se eliminó el motivo de ofensa religiosa, pero ahora las tensiones con Irán han servido para reactivarlo.
Igualmente añadieron elementos de conflicto con China, que rechaza toda injerencia de Washington sobre sus operaciones comerciales y es una gran importadora de petróleo iraní. El lunes 22 el secretario de Estado, Mike Pompeo, anunció sanciones contra una de sus empresas públicas, Zhuhai Zhenrong Corp, por violar su boicot.
“China se opone firmemente a la imposición por EU de sanciones unilaterales y de su así llamada ‘jurisdicción de brazo largo’ sobre China y otros países, invocando sus leyes domésticas”, respondió mediante su embajada.
Y en Siria, Israel apresura los ataques contra posiciones iraníes y de la milicia libanesa Hezbolá cerca de su frontera. El líder de esta última, Hasan Nasralá, declaró en junio que el Estado judío sufrirá las consecuencias si Estados Unidos ataca Irán.
El antecedente de la guerra de Irak de 2003 es utilizado para alentar la escalada estadunidense, por la relativa rapidez con la que fue derrotado el ejército de Husein, pero también para lo contrario: tropas de Estados Unidos llevan 16 años estancadas ahí, en un contexto político local que favorece a Teherán; y sobre todo: Irán es mucho mayor en población y geografía, su régimen está más cohesionado y menos aislado internacionalmente que el de Husein (habiéndose impuesto en Siria y con milicias aliadas en Irak, Líbano y Yemen) y se estima que su determinación y capacidad de resistencia será igualmente más grande.
Y las habilidades de su ejército para explotar las debilidades del estadunidense también son de consideración. Aunque tuvo lugar en 2002, el ejercicio militar Millennium Challenge (MC02, en clave) sigue preocupando a los analistas occidentales, que ahora lo han devuelto a los paneles de debate.
El objetivo del MC02 era exhibir la aplastante superioridad tecnológica de Estados Unidos (Equipo Azul) frente al de Irán (Equipo Rojo), pero el responsable de este último, el general Paul K. Van Riper, les dio una lección de guerra asimétrica.
Ante un ultimátum de rendición de los azules, el Equipo Rojo superó su desventaja utilizando escuadrones de botes pequeños, como los de los Guardianes de la Revolución iraníes, para descubrir la posición de la flota enemiga sin que los detectaran, y abrumó sus sensores con andanadas de misiles crucero que “hundieron” varios buques. Las lanchas usaron una combinación de tácticas convencionales y suicidas sin que fueran ubicadas. Las señales de luces y los mensajes enviados por motocicleta, que no pudieron ser interceptados, sirvieron para coordinar despegues y aterrizajes de aviones ligeros.
Muy pronto, las pérdidas del Equipo Azul ya ascendían a 16 buques hundidos, incluido un portaviones, y 20 mil bajas humanas. Entonces los mandos apretaron el botón de “stop” y luego el de “reset”, para “revivir” todas sus piezas y reiniciar con nuevas reglas que sometían al Equipo Rojo a exigencias como revelar sus posiciones y las de su armamento, y la obligación de retirarse para permitir el desembarco enemigo. Van Riper después denunció que el ejercicio había sido un “desperdicio de 250 millones de dólares”, del que “nada se aprendió”.
Aprovechar las lecciones no es algo que distinga a Trump. En junio, cuando dijo haber detenido el ataque aéreo contra Irán “10 minutos antes”, aseguró que lo había hecho porque no quería que murieran 150 personas.
Aunque recibió críticas por su falso humanitarismo, y sin dejar de agitar el reloj de la guerra contra Teherán, volvió a utilizar la fórmula, radicalizada: el gobierno de Afganistán –limítrofe con territorio iraní– reclamó el martes 22 por las declaraciones hechas un día antes por el presidente estadunidense:
“Si quisiéramos tener una guerra en Afganistán, yo la podría ganar en una semana”, pues “sería borrado de la faz de la tierra”, dijo Trump, sentado al lado del primer ministro pakistaní, Imran Khan. “Sólo que no quiero matar a 10 millones de personas”.
Este reportaje se publicó el 28 de julio de 2019 en la edición 2230 de la revista Proceso.