Ariel de Oro: Héctor Bonilla, un actor nacido para luchar
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Héctor Bonilla ha sido ganador del Ariel como Mejor Actor en dos ocasiones: por Meridiano 100, de Alfredo Joskowicz, en 1975, y en 1991 por Rojo amanecer, de Jorge Fons, además del de productor por este último filme.
A sus 80 años, más de 50 dedicados a su carrera, se le otorgará el Ariel de Oro: “Evidentemente este es el grandote. ¡Es una culminación!”, enfatiza Bonilla en entrevista con Proceso:
“Me apasiona trabajar en el cine, el teatro y la televisión, siempre que exista una buena factura, una buena intención de lo que se realiza y haya calidad en el producto. Esa ha sido la pelea de toda mi vida. Claro, es más fácil que se dio en el teatro, porque de algún modo puedes adquirir los derechos escogiendo lo mejor de la dramaturgia mundial y te puedes medir con cualquier actor del mundo, en tu capacidad interpretativa a nivel de la categoría que tú quieras.”
El miércoles 19 se le rindió un homenaje en la Cineteca Nacional durante la presentación remasterizada de Mar?a de mi corazón (1979), de Jaime Humberto Hermosillo, con guion de Gabriel García Márquez. Bonilla confiesa que no le gustan los homenajes, “pero desde luego lo agradezco profundamente, porque hay una buena intención detrás”.
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“Correspondo porque es una muestra de afecto, de alguna manera.”
Para él, María de mi corazón (1979) es “el mejor largometraje de Hermosillo y esté prácticamente inédito, es muy importante que se proyecte”.
Nacido en la Ciudad de México en marzo de 1939, Héctor Bonilla estudió actuación en la Escuela Nacional de Arte Teatral. Ha sido intérprete en casi medio centenar de largometrajes y varios cortos. Sus papeles han destacado en películas emblemáticas, a menudo con una fuerte carga política, al cuestionar las convenciones de la sociedad mexicana y denunciar las arbitrariedades del sistema político que gobernó al país durante la segunda mitad del siglo XX.
Es el protagonista de los que quizá sean los dos filmes de ficción más representativos del movimiento de 1968: El cambio (1971), de Joskowicz, el primer intento de denunciar en la pantalla la violencia contra los jóvenes de Tlatelolco, y Rojo amanecer, que abordó aquellos sucesos del 2 de octubre hace medio siglo.
También ha sido guionista y director de cine, y se le ha visto en películas como Patsy mi amor (1969), de Manuel Michel; El cumpleaños del perro (1975) y Matineé (1977), de Hermosillo; Los hijos de Sánchez (1978), de Hall Bartlett; El bulto (1992), de Gabriel Retes, y 7:19 (2016), de Jorge Michel. Y muchas más...
La 4T, “enorme oportunidad”
–Este 2019 se cumplirán los 500 años de la llegada de Hernán Cortés a la Ciudad de México y también cien de la muerte de Emiliano Zapata. Con todo lo que pasa en nuestro país, ¿hay algo que le preocupa?
–Que la “Cuarta T” se convierta en: “¡Te cuarteo…!”
“Debemos luchar desde el presidente hasta todos nosotros, cada quien desde su trabajo, por lograr este proceso democrático, el cual es una enorme oportunidad.
“No soy tonto. Me doy cuenta de que la forma de vivir durante tantos años y con excepción de Lázaro Cárdenas, de Plutarco El?as Calles para aca es: ‘Te doy para que me des’. Y así se efectúan los negocios, la política y todo lo demás. Entonces esta nueva cultura no es fácil, pero ese es el reto.”
–¿Qué opina de los migrantes de Centroamérica que pasan por México para llegar a Estados Unidos?
–Es un problema mundial. Vemos este dolorosísimo caso de los africanos que les cobran miles de dólares. Es un problema que está surgiendo de lo que fue la expansión de las grandes naciones europeas conquistando y que les está dando por resultado este fenómeno.
–Ahora hay preocupación por la situación del cine y el teatro nacional, ya que con el recorte a cultura se cree que se reduzcan las producciones…
–Así es, por eso digo que desde el presidente hasta cada uno de nosotros debe centrarse en lo que está sucediendo. Es evidente fijarnos qué dice el Fondo Monetario Internacional, el cual manipula a México, al mundo, y que para ellos la forma de integrarse mundialmente es ceñirse a lo que dicten, y hay que entender que así es para salir adelante. Yo estoy totalmente de acuerdo con el emblema de Andrés Manuel López Obrador: “Por el bien de todos, primero los pobres”, sí; pero no sólo eso. Es decir, primero los pobres para que tengan una vida digna y que compren para que estén bien los ricos.
“Con esta herencia de desnudar todos los chanchullos que han hecho, están en una permanente campaña tratando de dinamitar y de desprestigiar. Insisto, desde el presidente hasta cada uno de nosotros debemos dar una enorme batalla para lograr el éxito de lo que se denomina la Cuarta Transformación.”
–La Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), que entrega el Ariel este lunes 24 de junio, no recibió presupuesto. ¿Qué dice al respecto?
–De cuántas cosas nos estamos enterando; que se les ha quitado presupuesto... ¡Claro!, porque recuperar el petróleo no es una broma; después de todo lo que hicieron terminamos importando petróleo. Es imprescindible volver sobre nuestros propios pasos. Ver qué tanto avanzamos y en qué estamos fallando.
Bonilla padece cáncer en el riñón derecho; se está atendiendo y no ha dejado de trabajar.
–¿Cmo está su salud?
–Afortunadamente bien. Me hacen una revisión periódica, y de acuerdo a las expectativas de los doctores de lo que debe suceder en esa revisión, están contentos de que estoy respondiendo a las expectativas que tenían, lo cual no quiere decir que me he curado, ni mucho menos. Estoy en un proceso.
Cuenta que participa en la filmación de la película Más que mil palabras, de Gerardo Gatica, y empezará una gira con la obra teatral Los mosqueteros del rey, escrita y dirigida por Manuel González Gil, donde también actúa con Alejandro Camacho, Pato Castillo y Pablo Valentín.
“Tengo muchos planes por delante”, finaliza contento Bonilla, quien recibirá el Ariel de Oro con la guionista Paz Alicia Garciadiego y el diseñador sonoro argentino Nerio Barberis (Buenos Aires, 1944).
Este texto se publicó el 23 de junio de 2019 en la edición 2225 de la revista Proceso