Abrir o no las puertas: A 80 años del exilio español

sábado, 22 de junio de 2019 · 11:35
A iniciativa de México, los enormes archivos documentales de la Secretaría de Relaciones Exteriores sobre el exilio español se integrarán a los de toda Iberoamérica. La conservación de esa memoria, a decir de la directora general del Acervo Histórico Diplomático de la dependencia, es “servir de vínculo no sólo en cuestiones históricas sino en las actuales, que suceden en todo el mundo, pensando en estas grandes migraciones a las que nos enfrentamos”. Es el caso del reto de México ante la llegada de grandes cantidades de ciudadanos centroamericanos. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Puesto contra la pared para frenar la llegada en caravana de migrantes centroamericanos por el gobierno estadunidense de Donald Trump, México conmemora el arribo, hace ochenta años –13 de junio de 1939–, del barco Sinaia a Veracruz, en el cual llegaron exiliados españoles de la derrocada Segunda República. La recepción en el puerto de aquel buque –que junto con otros como Mexique e Ipanema fue el medio en que viajaron intelectuales, algunos de ellos jóvenes que a la postre serían también reconocidos, además de muchos trabajadores y familias–, simbolizó una esperanza para los perseguidos del régimen falangista de Francisco Franco. Lo cierto es que la política de asilo mexicana no fue de apertura total, ni siquiera en ese momento glorioso en el cual el gobierno de Lázaro Cárdenas y diplomáticos como Gilberto Bosques pasaron a la historia por su sentido de la humanidad, la solidaridad y la hospitalidad. La historia, y sobre todo los acervos documentales que el exilio español legaron tanto en México como en otros países latinoamericanos y en la misma España, tienen aún mucho que contar sobre el tema. Así lo señala en entrevista con Proceso la doctora en historia moderna y contemporánea Laura Beatriz Moreno Rodríguez, directora general del Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), al hablar de algunos proyectos, entre ellos el programa de integrarlo en unos meses a todos los similares de los países de Iberoamérica. Desde 1998, relata, se creó la Red de Archivos Diplomáticos Iberoamericanos (RADI) que trabaja por medio de la Cumbre Iberoamericana. El acervo de la Cancillería –de más de 4 mil 100 metros lineales de documentos y que posee el Archivo Histórico Genaro Estrada– forma parte del programa. Al llegar al cargo, la historiadora propuso a los países miembros hacer una colección digital en el marco de la conmemoración, que incluya también temas relativos al franquismo, la República Española y la Guerra Civil, entre otros. Presentó la idea en mayo y considera que fue bien recibida, si bien “no todos los archivos tienen las mismas facilidades de cooperación”: Cuba, España, El Salvador, Francia y Uruguay han comenzado a intercambiar información para, en su momento, hacer una reunión hacia septiembre u octubre y ver los avances para la creación de una plataforma. De igual manera, el archivo de la SRE colabora con otros fondos documentales, como el propio Archivo General de la Nación o Nacional Agrario. En ese contexto inició con el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la Universidad Nacional Autónoma de México, un proyecto para conmemorar los 80 años del exilio español. En dicho centro tienen un programa para recuperar la memoria de los exilios en Latinoamérica desde nuevos temas, escenarios y perspectivas, a cargo del doctor José Francisco Mejía, quien encabezó la investigación El exilio republicano español en América Latina: México, República Dominicana, Chile, Cuba y Guatemala (1939-1946). “Le propusimos una publicación y lo innovador no es el tema en sí, sino retomar el acervo y ver otros procesos... No demerito, pero creo que ya tenemos que salir de los testimonios. Los niños de Morelia son temas muy recurrentes y era lo más simbólico, pero hoy en día interesa también cómo impacta este exilio en la política externa, la dinámica interna y cuáles son sus legados, y ahí hay diferentes gamas.” A través de un convenio de colaboración, trabajan asimismo con la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México, dirigida por Eduardo Villegas, y encabezada por la esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, para hacer una colección sobre el tema, “porque aquí es donde tenemos, digamos, el derecho de compartir información”. Orgullo y vergüenza Su propósito es rescatar no sólo documentación sino personajes que la historia ha relegado. Habla entonces del caso de Bosques Saldívar (el llamado “ Schindler mexicano” por la cantidad de republicanos y judíos que salvó, y sobre quien la realizadora Lillian Liberman hizo el documental Visa al paraíso), pues considera que la historia se ha centrado mucho en él, cuando hubo otros personajes como Narciso Bassols y Luis Ignacio Rodríguez Taboada. Evoca un acto muy simbólico protagonizado por Rodríguez como representante de México en Francia: Le piden que trate de incluir al presidente de la Segunda República, Manuel Azaña, entre los exiliados, pero él ya estaba muy enfermo y falleció en el país galo. Al momento de su entierro el gobierno español se niega a darle honores de Estado, y los franceses tampoco acceden: “Lo que hace Luis Rodríguez es poner la bandera mexicana en el ataúd de Azaña y decir que era un orgullo para México, y para Francia una vergüenza. Esos son pequeños episodios que se van perdiendo en la historia por los años y están aquí en el acervo, en la parte del exilio.” Detalla que hay dos fondos “muy importantes”, los relativos a las embajadas de México en Francia (donde hay documentación de dichos personajes) y el de Portugal. En ambos se resguarda información sobre el exilio. Informa entonces que entre 2014 y 2015 se hizo un convenio con la Fundación Pablo Iglesias, con sede en Alcalá de Henares, España, a través del Ateneo Español en México, pues la fundación no tiene personalidad jurídica. Ellos “muy gentilmente” catalogaron, clasificaron y digitalizaron la información, y eso “le vino bien al acervo porque se generan recursos y conocimiento propio para nosotros”. Ahora cada uno, la SRE, la fundación y el Ateneo tienen sendas copias de la información y se puede consultar digitalmente vía internet. Para dar idea de la dimensión de los acervos, Moreno refiere una temporalidad de cuando menos 36 años: de 1939, cuando llega el primer barco, hasta 1975, cuando muere Francisco Franco. Se identifica el exilio con los años treinta, y en los cuarenta y cincuenta se le vincula también con la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. La investigación se ha centrado en la llegada de los intelectuales, artistas, cineastas, pero en su caso –agrega como historiadora– ha estudiado la incorporación de exiliados hispanos a la Legión del Caribe, donde se sumaron a movimientos de liberación nacional como el Frente Sandinista contra Anastasio Somoza, en Nicaragua. Hace notar también que, aunque otros países como Argentina, durante la época de Perón, Uruguay, Cuba, recibieron exiliados, y conservan bien sus archivos, la punta de lanza es “evidentemente México”. Recuerda que el dictador Rafael Trujillo, de República Dominicana, lanzó una convocatoria para aceptar republicanos, pero “fue en el contexto de la Guerra Fría y el discurso los obligaba a parecer más democráticos, no fue porque le simpatizaran”. Incluso recuerda una historia vinculada al exilio: la del republicano José Almoina, quien se refugió en Dominicana y llegó a ser secretario particular de Trujillo. Escribió una biografía donde denuncia todas sus atrocidades y sale de la isla con el propósito de buscar asilo en Estados Unidos desde México, pero “el brazo de Trujillo lo alcanza y lo asesina”. Muere en la Ciudad de México el 5 de mayo de 1960. Reconocimiento –¿Qué tanto de acervos tiene España y cómo los conserva? ¿No fueron negados en el franquismo? –Es interesante. Este es el primer año que el gobierno español reconoce oficialmente que hubo exilio, estando el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) ahora en el gobierno… El PSOE apoya a la Fundación Pablo Iglesias, ellos tienen un importantísimo fondo documental sobre los trabajadores que tiene que ver con los republicanos. Tienen resguardada una memoria impresionante y muy bien cuidada. Agrega que hay otra parte importante de los acervos en la cancillería y la embajada españolas, que incluso son miembros de la RADI de España, y se pudo resguardar buena parte de la información. Lo importante, en su opinión, es que se está reconstruyendo la memoria y el discurso por parte de los republicanos que regresaron a su patria y otros que volvieron pero al mismo tiempo son parte de México. “Sí, a pesar de todas las adversidades, lograron conservar muy buena parte de la memoria de los republicanos. Gracias a estas iniciativas se puede conocer qué tienen de sus propios países o de sus procesos, es el valor de lo que hace ahora el acervo histórico mexicano: incentivar, tratar de que esa memoria se conserve para servir de vínculo no sólo en cuestiones históricas sino en las actuales, que suceden en todo el mundo, pensando en estas grandes migraciones a las que nos enfrentamos.” Se le pregunta, justo al pensar en el rechazo que despiertan tanto las caravanas centroamericanas en México y Estados Unidos como la migración africana hacia Europa, si hubo movimientos en contra del exilio español en su momento. “¡Sí, claro!”, dice al explicar que uno de los principales oponentes a la llegada de republicanos fue la colonia española tradicional que tenía décadas asentada en el país, “capaz de cuestionar incluso la determinación del gobierno cardenista, cuyo espíritu nacionalista y amparándose en el concepto de no intervención trató de minimizar la oposición. Además, el exilio no fue un grupo unificado; aun dentro había confrontaciones, porque venían anarquistas, comunistas, republicanos. Recuerda que la investigadora de origen catalán Dolores Pla dio cuenta en su libro Els exiliats catalans. Un estudio de la emigración republicana española en México (1999) de esos conflictos e incluso contabilizó cuántos llegaron y de qué filiación política eran. Se da luego la situación paradójica de que, mientras el cardenismo sigue apoyando al gobierno republicano e incluso lo reconoce oficialmente en una ceremonia en la Sala de los Cabildos en el Palacio del Ayuntamiento de la Ciudad de México, comienza a tener enlaces comerciales con Franco y acepta un representante español en el país, si bien oficialmente las relaciones diplomáticas se restablecen hasta la muerte del dictador. Reitera entonces que hay muchos ángulos aún no abordados o poco estudiados, como el de los diplomáticos olvidados. Se han encontrado documentos que muestran lo difícil que fue enfrentar al gobierno francés de Vichy, aliado al nazismo, y lo hizo Luis Rodríguez. Hay imágenes de Leobardo Ruiz Camarillo ayudando durante la Guerra Civil, visitando los frentes de la Alcarria. Otro aspecto poco estudiado es que México no tuvo una política de puertas abiertas. No entró ni vino el que quiso. Ya el historiador Carlos Martínez Assad ha señalado que Lázaro Cárdenas no dio la misma acogida a los judíos perseguidos por el nazismo. Moreno menciona a la historiadora Daniela Gleizer, autora de El exilio incómodo. México y los refugiados judíos (1933-1945), que también analiza hasta dónde México aceptaba y a quiénes. Refiere que en los mismos años del exilio la respuesta hacia los centroamericanos no fue igual. Si el embajador de México en Nicaragua, por ejemplo, pedía ayuda para sacar ciudadanos perseguidos por el dictador Anastasio Somoza, la respuesta de la SRE o de la Secretaría de Gobernación podía ser no o elegir a quienes pudieran ser afines al gobierno mexicano: “En el caso del exilio nicaragüense de 1937 a 1947, llegaron los líderes políticos, el partido conservador y el liberal, y los pocos que sobrevivieron al asesinato de Sandino… esos eran los perfiles. Llegaron dueños de haciendas, de comercios, y a los trabajadores se les decía: ‘están en la lista, pero si no tienen para el transporte, qué pena, pero el gobierno no puede apoyar’. “A algunos embajadores los dieron de baja porque mandaron a la gente y luego preguntaron. Eso era desobediencia, porque tomaban la decisión de asilar o no a la gente, de darles el salvoconducto.” Para evitar negativas terciaban, si querían sacar gente de Costa Rica, los pasaban por Guatemala o El Salvador y de ahí a México. Al final, el asilo quedaba a discreción del representante mexicano; en cambio, con la República Española Lázaro Cárdenas tuvo una abierta afinidad. Se le pregunta qué pasará ahora, cuando el gobierno de Trump le exige a México detener la migración centroamericana: “Ahí hay un asunto que sale propiamente del tema de la migración. Tiene que ver con un proceso de desarrollo regional que Centroamérica no ha tenido.” Estamos en 2019 y esos países no han logrado la estabilidad política y este es el resultado, dice, y no porque la migración sea un fenómeno nuevo, lo nuevo es viajar en caravana: “El problema se va agudizando por las pocas posibilidades que ofrecen estos países para sus conciudadanos, y resulta complejo para México abrir o cerrar las puertas. No se trata de decir somos buenos o malos, hacemos bien o mal. Y además el reto ya está encima, no se puede planear una respuesta. “La gran pregunta es cómo resuelves un problema de migración si no estás atacando el problema de origen… México tiene que asumirlo y lo asumirá, por eso ahora se proyecta ese plan regional que está impulsando el gobierno en esos países del triángulo del norte, para generar espacios allá y evitar, en la medida de las posibilidades, que la migración vaya creciendo, porque no solamente son migrantes de Centroamérica, también son del Caribe”. Este texto se publicó el 16 de junio de 2019 en la edición 2224 de la revista Proceso

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