Islas Marías: Del mar al desierto ¿De qué color es el diablo?
Los viejos reos de las Islas Marías que en marzo último fueron trasladados a un desértico penal federal de Ramos Arizpe, Coahuila, fueron torturados por los internos del lugar, quienes los mantuvieron aislados durante dos semanas, sostienen integrantes de la pastoral penitenciaria del obispado de Saltillo que encabeza el sacerdote neoyorquino Robert Coogan. Los familiares de los presos, dice el religioso, estudian la posibilidad de presentar una queja ante la CNDH.
SALTILLO, Coah. (Proceso).- La mayoría de los 584 presos que en marzo pasado fueron trasladados de las Islas Marías al Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) 18 fueron recibidos a golpes por los reclusos de ese lugar, ubicado en la localidad de Mesillas, municipio de Ramos Arizpe, en pleno desierto de Coahuila.
“¿De qué color es el diablo? –nos preguntaban–. Y nosotros teníamos que responder: azul o negro, que son los colores de sus uniformes... Siempre te están grite, grite y grite. Te golpean, te maltratan, te quieren meter miedo”, comentó uno de los afectados al sacerdote neoyorquino Robert Coogan, quien dirige la pastoral penitenciaria del obispado de Saltillo.
Los familiares de los recién llegados preparan una denuncia por tortura ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), informa a Proceso un vocero de la pastoral, mientras que Coogan habla del brutal recibimiento a los reos procedentes de las Islas Marías, quienes, dice, estuvieron incomunicados durante dos semanas.
Coogan, quien durante su juventud trabajó en el equipo de diseño de Andy Warhol, dice que la pastoral recibió información de que el día del traslado la temperatura en la cárcel era de 16 grados centígrados, y así se mantuvo al menos durante una semana, lo que afectó a los recién llegados, quienes venían de un clima tropical.
El nuevo infierno
Uno de los reos de las Islas Marías que compurgó su condena en el Cefereso 18 y recuperó su libertad hace varias semanas le comentó a Coogan que cuando él y sus compañeros llegaron un guardia les recitó: “Vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza”, una letanía que hace recordar la advertencia del tercer canto de La divina comedia de Dante, cuando los condenados entran al infierno.
“Es un rollo que se saben de memoria: ‘Estás entrando a un penal de alta seguridad, bla, bla, bla’”, comenta Coogan.
Además, les cortaron el pelo y durante los primeros 15 días los bañaron con agua helada, fue hasta la tercera semana que pusieron agua tibia, dice el religioso, con base en la información que le dio el exprisionero, cuyo nombre se reserva para proteger su identidad.
También le comentó que en el Cefereso a los internos no les falta el agua, aunque es insuficiente, por lo que su dotación es de 20 litros por día, el equivalente a dos cubetas. Y, a diferencia de las Islas, en el penal federal de Mesillas no están concentrados en celdas sino en estancias, unos cuartos de 16 metros cuadrados que incluyen una mesita, dos literas, dos bancas, un espejo con marco de acero, lavabo y excusado.
Según el exconvicto a cada interno le entregan un kit para estar en su estancia que incluye un colchón, dos uniformes color caqui, un par de zapatos con suela gruesa sin agujetas –“para que no te ahorques”–, así como tenis con velcro (cinta adherente).
Los módulos son largos, rectangulares, con dos pisos, cada uno de los cuales cuenta con cinco estancias de cada lado. En medio hay un patio, flanqueado por las altas paredes grises de los módulos que impiden ver hacia el exterior. Y, sólo cuando los custodios los dejan, pueden observar el cielo azul del desierto, pues cuando salen de sus estancias deben caminar con la barbilla pegada al pecho, mirando hacia abajo.
Las visitas son los sábados, día en que los trabajadores sociales del Cefereso 18 distribuyen los horarios: uno por la mañana y otro por la tarde, según lo soliciten los propios internos.
“Todo el tiempo nos maltrataban; siempre estaban gritándonos e insultándonos. Nos trataban como animalitos. Los golpes no deben de ser; somos seres humanos”, relató el exprisionero a Coogan. También le contó que los custodios decían que había que “bajarles lo alzadito” a los “colonos” de las Islas Marías.
Según él, es probable que las vejaciones se incrementen con la llegada de otros convictos pertenecientes a Los Zetas y el Cártel del Golfo que purgaban condena en presidios de Nuevo León.
La madrugada del 27 de marzo, le dijo a Coogan, 461 reos llegaron al penal de Mesillas procedentes de cárceles de Cadereyta, Apodaca y Topo Chico. Entre ellos iban varios de Los Zetas que lideraban los autogobiernos en Topo Chico.
La labor de Coogan
El pasado 24 de febrero, el diario local Vanguardia publicó una entrevista con Coogan, quien, según el reportero Christian Martínez, lleva 14 años asesorando a los reos en prisiones estatales y federales: “En pleno apogeo del narcotráfico en México –escribió–, Coogan presenció la tortura y el dominio del Cártel de Los Zetas dentro de las cárceles de Coahuila”.
Varios integrantes de la pastoral que encabeza Coogan han sido amenazados, sobre todo por las autoridades carcelarias. Y él lo atribuye, entre otros factores, a que los custodios no fueron capacitados para trabajar en una cárcel federal, pues fueron reclutados en la región.
Reveló a Vanguardia que algunos custodios que trabajaban en las Islas Marías fueron trasladados al penal de Mesillas: “Todo el personal, la mayoría de los custodios y los empleados duermen adentro; ahí viven todo el tiempo. Tienen dormitorios especiales”.
Dice que debido al aislamiento del Cefereso 18, los empleados –y por ende los presos– carecen incluso de servicios de salud básicos.
Eso, le comentó al reportero del diario local, no es nuevo para los internos que llegaron de las Islas Marías. Allá los médicos sólo atendían enfermedades menores; en casos graves los presos eran trasladados en barco a hospitales de Mazatlán, donde eran atendidos.
Y remató: “Están en medio del desierto y no tienen acceso a una Coca Cola. Una verdadera tragedia”.
Hasta septiembre de 2018 el Cefereso 18 estuvo prácticamente deshabitado y ahora lo pueblan internos que fueron trasladados de las cárceles estatales de Coahuila.
Y los antiguos presos de las Islas Marías –los llamados “colonos”–, quienes purgaban sus condenas acompañados por sus familias y deambulaban libremente en la zona tropical, cultivaban la tierra y diseñaban objetos artesanales y ropa, ahora viven hacinados en un penal enclavado en pleno desierto, a 80 kilómetros de la capital de la entidad.
Para llegar al Cefereso 18 desde Saltillo se deben recorrer 35 kilómetros de la carretera a Monterrey hasta la bifurcación que conduce a Monclova; de ahí se deben cubrir otros 27 kilómetros de desierto rodeado de cerros con tonos ocres y cafés y algunas cactáceas, magueyes y huizaches; la tierra de la zona está erosionada por la falta de lluvia. En tramo final es una sinuosa carretera de 17 kilómetros que se construyó expresamente para llegar al penal federal de Mesillas.
Quienes no tienen vehículo, como sucede con los familiares de los presos procedente de las Islas Marías, deben recurrir a un camión que sale de Saltillo por la mañana hacia el Cefereso 18 y cobra 400 pesos por un viaje de ida y vuelta y regresa por la tarde.
Jacqueline Jackie Campbell Dávila, vocera de la pastoral de la Diócesis de Saltillo comenta que el infortunio persigue a esos presos. Cuando estaban en las Islas, sus familias viajaban primero a Mazatlán para abordar el barco que cada semana zarpaba de ese puerto hacia las Islas. Quienes tenían dinero suficiente para pagar el viaje arribaban a penal, donde podían quedarse al menos una semana completa, hasta que regresara el barco por ellos.
La pastoral penitenciaria que asesora a las familias de los internos del penal federal de Mesillas comenta que familiares de varios presos procedentes de las Islas Marías ya preparan las denuncias por tortura ante la CNDH.
Por su parte, Francisco Garduño Yáñez, comisionado del Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social (OADPRS), informó el 22 de marzo pasado que los 584 internos de las Islas Marías fueron concentrados originalmente en el Cefereso 18, pero luego fueron distribuidos en reclusorios federales y locales en sus entidades de origen o en los que ellos mismos escogieron.
Este reportaje se publicó el 5 de mayo de 2019 en la edición 2218 de la revista Proceso