Cárcel, la amenaza que pende sobre las feministas turcas
Turquía es el único país del mundo que ha reprimido la manifestación feminista contra la violencia de género. La réplica del himno y la coreografía de “Un violador en tu camino” en calles de Ankara fue sofocada por la policía antimotines. Sin embargo, el reclamo de justicia tuvo eco en el Parlamento turco, donde algunas legisladoras de oposición, ante el ministro del Interior turco, entonaron el cántico que creó el grupo chileno de Las Tesis. En entrevista con Proceso, activistas y legisladoras hablan del desafío que enfrentan ante un gobierno de mano dura e indolente ante los feminicidios.
ESTAMBUL (Proceso).- El himno contra la violencia de género “Un violador en tu camino”, del colectivo chileno Las Tesis, prendió en Turquía. Su coreografía, que también se popularizó en todo el mundo, fue bailada por mujeres en las manifestaciones realizadas en las principales ciudades de este país, así como en el Parlamento, donde lo hicieron ante el ministro del Interior… Un choque frontal contra la autoridad.
Habitual en cualquier manifestación pública en Turquía, decenas de policías antidisturbios estuvieron al acecho del medio millar de mujeres que el domingo 8 se congregó en el paseo marítimo de Kadiköy de esta ciudad para protestar contra el creciente número de feminicidios en el país.
Uno de los agentes tomó uno de los panfletos que repartían las organizadoras con la traducción al turco de la letra de Las Tesis y confirmó lo que estaba escuchando: “El violador eres tú. Los jueces. El Estado. El presidente…”. Entonces, el policía le gritó a una de las organizadoras: “¡No puedes cantar esto!”…
Las manifestantes ya habían bailado una vez la coreografía de Las Tesis. Iban por la segunda y después tenían previsto hacerlo una tercera vez, pero cantando la letra original en español.
En Turquía la gente ha sido juzgada o encarcelada por menos que lo hecho por las manifestantes, como lanzar un tuit, darle like a una publicación en Facebook o por arrancar un póster con la imagen del mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan.
Como las mujeres mantuvieron su protesta pese a que uno de los policías antidisturbios le quitó el megáfono a una chica que cantaba el himno, los agentes arremetieron contra la manifestación.
“Precisamente, los policías cargaron en el momento en que cantábamos el verso ‘nuestro castigo es la violencia que no ves’”, denuncia a Proceso la secretaria general de la organización Paremos los Feminicidios, Fidan Ataselim.
Seis mujeres, incluyendo Ataselim, fueron arrestadas mediante el uso excesivo de la fuerza policial que “viola sus derechos”, asegura Ezgi Koç, una de las abogadas que se ha hecho cargo de la defensa de las detenidas. Todas ya fueron liberadas, pero con medidas cautelares: tienen que acudir cada semana a la comisaría a firmar.
Ahora, la fiscalía prepara una acusación en la que valora imputarlas por “violación a la Ley de Manifestaciones” y “ofensas al presidente y a las instituciones del Estado”.
Son acusaciones “absurdas”, añade Koç. “No se sustentan, puesto que la Constitución permite las manifestaciones sin previo aviso, y las leyes turcas y los tratados internacionales firmados por Turquía amparan la libertad de expresión”.
Si el juicio contra las manifestantes procede, podrían enfrentar penas de hasta cinco años de cárcel. En cambio, un condenado por matar a una mujer recibe como máximo 24 años de prisión, pero puede salir al cabo de dos tercios de la condena.
Sin embargo, lo que más enfurece al movimiento feminista en Turquía es que en diversas ocasiones los jueces aplican reducciones a la condena del reo por cuestiones de “honor” –es decir, se justifica el asesinato cuando la mujer lo deshonró–, por “buen comportamiento durante el juicio” o, incluso, porque la mujer atacada o asesinada “estaba en un lugar que no debía estar”, “vestía provocativamente” o “había bebido”.
Si la versión chilena dice a la letra “La culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía”, la turca añade: “Ni lo que bebía…”. El añadido turco se debe a que los tribunales locales han justificado las agresiones contra las mujeres, como el abuso sexual, alegando el consumo de alcohol de la víctima.
Uno de esos casos ocurrió durante la pasada primavera, cuando una estudiante española de 20 años fue violada en Ankara luego de que sus agresores le pusieron droga en la bebida. La fiscal encargada del caso trató de rechazar las acusaciones del abogado de la víctima con el siguiente argumento: “¿Por qué va una chica tan joven a un bar? ¿Por qué bebe alcohol?”. Si vas a un bar a esas horas de la noche, es normal que te ocurra cualquier cosa”…
Impunidad
Fidan Ataselim se defiende de la acusación de haber participado en una manifestación ilegal: “Nosotras no hemos cometido ningún delito; los que cometen delitos son quienes no condenan ni persiguen a los que matan a las mujeres, o los que no protegen a las mujeres pese a las constantes denuncias”.
Las reducciones de las penas en los casos de violencia machista, expone Ataselim, les dan valor a otros hombres para cometer crímenes similares en un contexto de escasez de medidas de protección a las mujeres maltratadas.
Un ejemplo de lo anterior es el caso de Zeliha Erdemir, quien lleva tres años de juicios en busca de liberarse de su marido; solicitó su divorcio tras ser víctima de malos tratos. Pese a las órdenes de alejamiento solicitadas, el esposo la acosa a fin de hacerse con la tutela del hijo de ambos. Es tal la impunidad, que el marido la amenazó públicamente en Facebook.
“He puesto 46 quejas en los tribunales, pero no han servido de nada. Escuchen mi voz antes de que muera. No quiero morir. Pero me he cansado de arrastrarme por los corredores de la justicia. Lo único que quiero es trabajar y poder cuidar de mi hijo”, denunció recientemente al diario local Cumhuriyet.
El temor de las asociaciones de mujeres es que se repitan casos como el de Ayse Tuba Arslan, asesinada este año por su exmarido aun cuando ella había interpuesto 23 quejas por amenazas y la fiscalía había dictado órdenes de alejamiento, pero sin medidas para garantizarlas, como la imposición de pulseras electrónicas, la detención del agresor o la protección de la víctima.
Luego de la primera representación del himno “Un violador en tu camino”, en Estambul, se cantó en las calles de la capital, Ankara, donde los agentes antimotines dispersaron la manifestación.
El fin de semana último, las organizaciones feministas realizaron nuevas protestas en Estambul y en Esmirna, la tercera mayor ciudad del país. Esta vez la policía se mantuvo al margen y las organizadoras pensaron que por fin los dirigentes del gobierno habían entendido el sentido de la manifestación. No ocurrió así.
El lunes 16, 25 mujeres que asistieron a la marcha de Esmirna fueron llamadas a declarar ante la policía por “ofensas contra las instituciones del Estado”.
Antes, el sábado 14, poco después de que concluyera el multitudinario performance en Esmirna, estaba prevista una comparecencia rutinaria de Süleyman Soylu, ministro del Interior turco, ante el Parlamento.
La intervención del titular del gobierno se alargó y a la medianoche tocó el turno de la oposición para cuestionar al funcionario. Entonces, la diputada encargada de las preguntas, Sera Kadigil, del partido socialdemócrata CHP, tomó el micrófono y dijo:
“Hay una coreografía que empezó en Chile y se ha extendido por todo el mundo para llamar la atención sobre la violencia contra las mujeres. Gracias a usted, Turquía es el único país del mundo donde esta protesta ha sido atacada y donde es necesario tener inmunidad parlamentaria para cantar el himno de las Las Tesis. Así que tenemos un par de cosas que decirle, señor ministro…”
Ese par de cosas fue, nada más y nada menos, la canción de Las Tesis y los retratos de las mujeres asesinadas en los últimos meses, sostenidos por los compañeros de su bancada. Las parlamentarias del CHP comenzaron a golpear en las mesas y a cantar ante la mirada incrédula del ministro y sus correligionarios. El funcionario no se lo tomó bien.
“El problema es que el ministro cree que nos referimos a él, a un juez en concreto o a un político en concreto cuando decimos ‘el violador eres tú’. No entiende que está ante una protesta global, una rebelión de las mujeres contra la mentalidad patriarcal que impregna el sistema”, explica Kadigil a Proceso.
“La acusación que hacemos es a esa mentalidad patriarcal de muchos hombres que hay en las instituciones y que contribuye a la violencia contra las mujeres. Un ejemplo es el caso de la señora que denunció 23 veces a su exmarido avisando ‘este señor me va a matar’, y, efectivamente, la mató. En este caso, ¿quién es el culpable? ¿El asesino o también las instituciones que no la protegieron?”
La razón de entonar esta canción durante la comparecencia de Soylu, añade la diputada, era clara: “Él es el responsable de la Policía Nacional y, por tanto, responsable de que haya sido violentamente reprimida una protesta contra la violencia hacia las mujeres”.
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Sin embargo, no todas las diputadas respondieron positivamente a la acción de las congresistas socialdemócratas. “Hay ciertas cuestiones que no se pueden tratar sonriendo ni se deben politizar. La cuestión de la mujer está por encima de la política. Me ha dolido mucho ver estas imágenes”, tuiteó Betül Sayan Kaya, del grupo oficialista AKP (islamista).
En un video subido a las redes sociales que tiene más de medio millón de visualizaciones y miles de likes, Feyza Öznur, simpatizante del presidente Erdogan, se ha burlado descarnadamente de esa manera de protestar.
Desde las organizaciones de defensa de las mujeres se insiste en la manifestación feminista. “Esta canción chilena es muy poderosa porque, aunque en cada país haya condiciones específicas, representa muy bien lo que sentimos y a lo que nos enfrentamos muchas mujeres en el mundo”, opina en entrevista Feride Eral, otra integrante del movimiento feminista turco.
“Lo de protestar con una coreografía en Turquía es parte del movimiento. Todas nuestras protestas son activas, alegres; no son las típicas marchas de los partidos con sus eslóganes de siempre y sus banderas.
“Hay bailes, gente maquillada, pelucas, pancartas ingeniosas y también risas. Aquí hubo un ministro que dijo que la mujer no debía reírse en público: ¡Pues riámonos si eso les fastidia, aunque nos enfrentamos a cosas que nos enfadan y nos entristecen! Yo misma podría ser Ceren Özdemir –otra joven asesinada a principios de diciembre cuando regresaba a su casa–. Así que estas maneras de protesta te dan más fuerza y te reafirman en tu intención de seguir viva y luchar porque no mueran más mujeres”, agrega.
400 feminicidios al año
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cerca de 40 % de las mujeres turcas sufre o ha sufrido violencia de parte de sus parejas.
El año pasado, 440 mujeres fueron asesinadas en Turquía y en 2019 van otras 305, según las organizaciones que luchan contra los feminicidios. En cambio, el gobierno dejó de registrar los datos hace una década.
Varios casos han conmocionado al país euroasiático durante los últimos meses, como el de Emine Bulut, cuyo asesinato a manos de su exmarido fue grabado y las imágenes le dieron la vuelta al mundo. La víctima se desangraba mientras su hija le decía: “Mamá, no te mueras, por favor”.
Otro homicidio que impactó a la sociedad turca es el de Sule Çet, una joven violada por un compañero de trabajo y que luego fue arrojada desde un rascacielos. De no haber sido por la presión de la familia y de las asociaciones feministas, el caso habría quedado cerrado bajo la presunción de “suicidio”.
Las organizaciones contra los feminicidios y la oposición denuncian que el número de mujeres asesinadas se ha incrementado notablemente desde que los islamistas dirigen Turquía. “Las políticas y los discursos del gobierno tratan a la mujer no como un individuo, con los mismos derechos que un hombre, sino como una parte indivisible de la familia.
“Afirman que nuestro principal cometido, nuestra única carrera posible, debe ser la maternidad y que esa labor de madres es algo sagrado”, reflexiona Eral.
También destaca que a los hombres se les bombardea continuamente con la idea de que la mujer no es igual a ellos porque es más débil y hay que protegerla, y que no se le debe permitir salir de esa zona de normas conservadoras: casarse, cuidar de la familia, no divorciarse... “Esto es algo que favorece la violencia contra las mujeres”.
Eral añade un componente común en todos los países: “En todo el mundo hay una rebelión de las mujeres que exige respeto a sus derechos y libertades. Exigen no tener que casarse obligatoriamente o poder divorciarse si quieren, así como trabajar en lo que realmente quieren. Pero el patriarcado reacciona así, con la violencia, como si sintiese que la situación se le escapa de las manos.
“Hay muchas mujeres jóvenes que están siendo asesinadas. Chicas que a lo mejor han flirteado con un chico o, incluso, han mantenido una relación sexual y el hombre es incapaz de digerir que luego la chica los rechace. Siguen pensando que, si le ha dicho una vez que sí, le pertenece hasta la muerte.”
En el taller en el que participa esta activista, situada en un avejentado edificio del centro de Estambul, se ensayan nuevas coreografías para nuevas protestas. Se le pregunta si no tiene miedo de que le ocurra lo mismo que a las detenidas en las otras manifestaciones.
“En Turquía –responde– cualquier manifestación es atacada por la policía. Hasta ahora parecía que a las mujeres nos dejaban tranquilas, pero el año pasado reprimieron la marcha del Día para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres del 25 de noviembre, este año también e igual la del 8 de marzo”, explica.
Eral asume el riesgo: “A nadie le gusta ir a la cárcel, pero sé que seré infeliz si me callo ante esta opresión”. Este reportaje se publicó el 22 de diciembre de 2019 en la edición 2251 de la revista Proceso