El rescate de migrantes naufraga en el Mediterráneo

sábado, 1 de septiembre de 2018 · 11:38
El barco Aquarius se va quedando solo en sus tareas de búsqueda y rescate de migrantes que deambulan en las aguas del Mediterráneo. La tripulación realiza su labor en medio de un ambiente de rechazo de parte de varios países europeos y, a veces, enfrenta una franca hostilidad. El nuevo gobierno italiano, por ejemplo, bloqueó su acceso a puertos de su país y como “escarmiento” lo obligó a quedar varado en alta mar con 141 refugiados a bordo. Ante el temor de sufrir represalias similares, naves mercantes se niegan a ayudar a indocumentados que viajan en frágiles embarcaciones. PARÍS (Proceso).- Filippo Grandi, alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), denunció el martes 14 vía Twitter: “Es indebido, peligroso e inmoral mantener a los barcos de rescate vagando por el Mediterráneo mientras los gobiernos compiten para descargarse de sus responsabilidades”. Asegura que la situación nunca debió llegar a tal extremo y exigió a los Estados europeos ponerse de acuerdo, “de una vez por todas”, sobre un mecanismo equitativo y estable para desembarcar a los migrantes y a los refugiados que han sido auxiliados en el mar. Razones de sobra tiene Grandi para indignarse. El viernes 10, por segunda vez en dos meses, Matteo Salvini, el ultraderechista ministro del Interior de Italia, y Joseph Muscat, primer ministro laborista de Malta, fieles a su política de no acoger a más migrantes rescatados en el Mediterráneo, negaron al barco humanitario Aquarius acceso a sus puertos, forzándolo a quedar inmóvil en alta mar entre Malta y la isla de Lampedusa con 141 náufragos a bordo en estado de choque. No fue sino hasta el martes 14 que Muscat cedió y abrió el puerto de La Valeta. Lo hizo después de arrancarle a los gobiernos de Francia, Alemania, Luxemburgo, España y Portugal la promesa de repartirse y llevarse no sólo a los 141 migrantes auxiliados por el barco humanitario, sino también a otros 114 salvados por guardacostas malteses en días anteriores. Búsqueda y rescate Sophie Beau, cofundadora y directora general de SOS Mediterranée, organización no gubernamental que junto con Médicos sin Fronteras fleta el Aquarius, cuenta a esta corresponsal los pormenores de esa segunda triste epopeya. “El pasado 10 de agosto el Aquarius detectó dos embarcaciones perdidas en aguas internacionales frente a las costas libias. Tal como lo exige la Organización Marítima Internacional (OMI), contactamos de inmediato a las autoridades marítimas libias y al Centro de Búsqueda y Rescate de Trípoli (SAR) para coordinarnos con ellos. –¿Son las autoridades de referencia en la zona donde se encontraba el Aquarius? –Sí. Creado en junio de 2017, el SAR libio se integró plenamente al Plan Global de Búsqueda y Rescate de la OMI en el Mediterráneo central a finales de junio último. Desde entonces denunciamos esa decisión tomada bajo presión de Italia y acatada por la Unión Europea, que hace caso omiso del caos político que impera en ese país y del hecho de que Libia no es signataria de la Convención de Ginebra de 1951 sobre el estatuto de refugiados. “Sobran pruebas y testimonios sobre el infierno que viven inmigrantes y refugiados en esa nación. Y lo que acaba de experimentar el Aquarius en los últimos días confirma nuestras denuncias. –¿Qué pasó con los guardacostas libios? –El SAR libio no respondió a nuestro llamado. Iniciamos, entonces, el rescate de la primera embarcación –de madera y muy pequeña– en la que se encontraban 25 personas en muy mal estado. Fue tiempo después, cuando nos aprestábamos a lanzar el segundo operativo, que se pudo establecer el contacto con el Centro de Rescate de Trípoli. “Nos coordinamos con él. En realidad, esa coordinación consistió en mantenerlo informado de lo que hacíamos. Salvamos a 116 personas que también viajaban a bordo de un barco de madera sumamente precario”. Según los convenios de la OMI sobre protección de migrantes y refugiados auxiliados en el mar, es el SAR más cercano al operativo de salvamento el que debe de indicar al capitán del barco un puerto seguro para desembarcar a las personas rescatadas. “Pedimos a las autoridades libias que nos asignaran un puerto seguro. ‘Diríjanse a otro SAR’, nos contestaron, reconociendo así claramente que los puertos de su país no son seguros”. –¿Tienen registrada esa respuesta? –Por supuesto. Trabajamos con total transparencia y tenemos registros de todas nuestras comunicaciones con todas las autoridades marítimas con las que nos coordinamos. –¿Qué pasó entonces? –El Aquarius zarpó hacia el norte y el capitán contactó a los Centros de Búsqueda y Rescate de Italia y Malta, pidiéndoles que le asignaran un puerto seguro. Se negaron a recibir al Aquarius. El capitán contactó a las autoridades marítimas de Francia, España y Grecia y todos tuvimos la terrible sensación de volver a vivir la situación que enfrentamos el pasado mes de junio, cuando el barco pasó nueve días vagando por el mar con 630 náufragos a bordo antes de ser acogido en Valencia. Beau analiza con prudencia el desenlace de esa segunda hazaña del Aquarius. Al igual que el ACNUR y el conjunto de las ONG internacionales presentes en el Mediterráneo, exige que la Unión Europa ponga cuanto antes en marcha mecanismos fijos, claros, duraderos y efectivos para el desembarco de los migrantes rescatados en el mar. “De lo contrario, se van a presentar situaciones graves –advierte la directora general de SOS Mediterranée–. Recogimos testimonios concordantes e inquietantes de personas rescatadas el viernes 10. Entrevistados por separado, migrantes de ambos barcos que no se conocían entre sí aseguraron que un navío de comercio no hizo caso a sus señales de socorro, en violación de todas las reglas marítimas, éticas y jurídicas vigentes”. Según Beau, estos casos pueden multiplicarse si los capitanes de los barcos que navegan en el Mediterráneo no cuentan con la posibilidad de trasladar a otro barco a los náufragos auxiliados o de desembarcarlos en puertos seguros. Viacrucis en el mar Muy pronto un nuevo incidente tan grave como asombroso confirmó los temores de la directiva de SOS Mediterranée. Durante la noche del miércoles 15 al jueves 16, algunas horas después de que el Aquarius desembarcara a sus 141 “pasajeros” en La Valeta, el barco militar Diciotti de la guardia costera italiana rescató a 190 migrantes extraviados en aguas internacionales entre Malta y Lampedusa, aparentemente en la zona de búsqueda y rescate que le compete a Malta. Después de autorizar el desembarco en Lampedusa de 13 migrantes que requerían atención médica urgente, Salvini exigió que los 177 refugiados restantes desembarcaran en Malta, mientras Muscat aseguraba que debían desembarcar en Lampedusa. El enfrentamiento ítalo-maltés cada vez más acalorado duró cinco días durante los cuales Salvini dio al Diciotti el trato que había reservado en días anteriores al Aquarius. Por muy irracional que eso parezca, el ministro del Interior de Italia prohibió a un barco de su fuerza naval que atracara en un puerto italiano y lo mantuvo varado en alta mar durante varios días. El martes 21 Salvini tomó otra decisión fuera de lo común: autorizó que el Diciotti atracara en el puerto siciliano de Catane, pero prohibió el desembarco de los migrantes. El jueves 23, presionado por tres fiscales sicilianos de Catane, Agrigento y Palermo –quienes iniciaron una investigación judicial sobre “el caso del Diciotti” por el delito de secuestro de personas–, el ministro del Interior se vio obligado a permitir que 29 migrantes menores de edad dejaran el barco, pero siguió intransigente con los 148 refugiados adultos restantes que, junto con la tripulación, siguen a bordo del buque militar bajo estricta vigilancia policiaca. Mientras tanto Luigi di Maio, vicepresidente del Consejo Italiano, lanzó un ultimátum a la Unión Europea dándole 24 horas para hacerse cargo de los 148 pasajeros del Diciotti. Sin respuesta de Bruselas, Italia amenaza con suspender el pago de 20 mil millones de euros de su participación en el presupuesto anual de la UE. “O Europa comienza a defender seriamente sus fronteras y a reubicar a los inmigrantes o empezaremos a llevarlos de vuelta a los puertos de donde partieron”, amenazó el ministro del Interior italiano. No sólo Muscat y la Comisión Europea están en la mira de Salvini, también lo está el muy distinguido almirante Giovanni Pettorino, inspector en jefe y comandante general de la Guardia Costera. Fue el propio presidente italiano, Sergio Mattarella, quien le confió estas altas responsabilidades el pasado 10 de febrero. Haga lo que haga y diga lo que diga Salvini, el almirante no está dispuesto a renunciar a las misiones de rescate que corresponden a la Guardia Costera. El 19 de junio último, bajo sus órdenes, el Diciotti salvó del naufragio a 522 migrantes que desembarcaron en el puerto siciliano de Pozzallo, pese a la oposición de Salvini. Una semana más tarde, sin preocuparse de las presiones del ministro del Interior, Pettorino pidió al barco mercante danés Alexander Maersk que se desviara de su ruta para rescatar a 108 refugiados que estaban a la deriva y autorizó su desembarco en el mismo puerto de Pozzallo. El deber de un marinero Militar discreto con un altísimo sentido del honor y sumamente escueto en sus declaraciones a la prensa, el almirante no busca polemizar con las autoridades políticas de su país, sólo se limita a recordar que “más allá de lo que dictaminan las leyes y convenios marítimos internacionales, responder a un SOS es el deber moral de todo marinero”. El 18 de julio pasado, Pettorino celebró el 153 aniversario de la creación de la Guardia Costera con un discurso que distó del aprecio de Salvini. Como si nada, el almirante rindió homenaje a Salvatore Todaro, tripulante de un submarino de guerra que en 1940 arriesgó su vida para ayudar a los sobrevivientes del buque enemigo que su submarino acababa de torpedear. El almirante nazi, Karl Dönitz –Alemania e Italia eran aliados en la Segunda Guerra Mundial–, condenó el gesto de Todaro diciendo: “En tiempos de guerra no se deben hacer estas cosas”. En clara alusión a la situación actual, Pettorino comento al final de su elogio a Todaro: “Somos marineros. Somos marineros italianos. Tenemos dos mil años de civilización detrás de nosotros y estas cosas sí las hacemos. El rescate en mar es un baluarte distintivo de la civilización”. La respuesta de Salvini a Pettorino fue drástica. El Diciotti sufrió el mismo aislamiento que el Aquarius. Pero el almirante dista de darse por vencido. Beau teme más enfrentamientos de este calibre con barcos que navegan en el Mediterráneo, pero no es la única amenaza que pesa sobre el Aquarius. El lunes 13, mientras el barco humanitario se encontraba varado entre Lampedusa y La Valeta en plena crisis con Italia y Malta, SOS Mediterranée y Médicos sin Fronteras se enteraron por la prensa de que la Autoridad Marítima de Gibraltar le prohibió seguir navegando con su bandera. “Ni siquiera dicha autoridad avisó directamente a Klaus Vogel, naviero alemán del barco”, denuncia Beau. “El Aquarius navega con bandera de Gibraltar desde el inicio de sus operativos de rescate en febrero de 2016. Nunca tuvimos el mínimo problema hasta los acontecimientos del pasado junio y nuestra obligación de atracar en Valencia. “Fue a partir de ese momento que la Autoridad Marítima de Gibraltar empezó a cuestionar nuestra legitimidad con argumentos incoherentes que Vogel refutó sistemáticamente. Estaba en plena discusión con dicha autoridad cuando de repente se enteró por los medios de comunicación que se pretendía quitarnos la bandera de Gibraltar”. –¿Qué se argumenta en su contra? –¡De repente se asegura que el Aquarius es un barco de búsqueda y no de rescate! Es absolutamente falso. La misma Autoridad Marítima de Gibraltar lo registró como barco de rescate ante la Organización Marítima Internacional. En los dos últimos años y medio realizamos más de 200 operativos de salvamento que nos permitieron rescatar a casi 30 mil personas y siempre actuamos en estrecha colaboración con las autoridades marítimas de los países mediterráneos involucrados y en total transparencia con las de Gibraltar. “Ninguna de estas instancias puso en tela de juicio nuestra legitimidad. Además, durante estos dos años y medio cumplimos cabalmente con todas las exigencias reglamentarias que implica la obtención de la bandera de Gibraltar y con todos los controles técnicos y de seguridad requeridos. Jamás se detectó la mínima falla”. –¿Aun si el Aquarius fuera simplemente un barco de búsqueda, no tendría la obligación de salvar a náufragos? –Por supuesto que sí. Es absurdo hacer semejante distinción. En el mar todos los barcos, ya sean comerciales, de turismo, petroleros, cargueros … tienen el mismo deber de asistir a personas que se encuentren extraviadas. –¿Qué va a pasar ahora con Gibraltar? –Vogel va a apelar porque jurídica y técnicamente somos irreprochables. Pero es obvio que el problema es político. Desde hace meses un número creciente de gobiernos hace lo imposible para interrumpir los operativos de rescate en el Mediterráneo. Las campañas de criminalización lanzada contra los barcos humanitarios acusados de ser cómplices de los traficantes de migrantes son cada vez más violentas. Hoy sólo quedan dos barcos civiles con capacidad para seguir salvando vidas: el Open Arms de la ONG catalana Proactiva y el Aquarius. Al igual que la organización catalana, SOS Mediterranée y Médicos sin Fronteras insisten en su doble misión: rescatar a migrantes extraviados a la deriva y fungir como centinelas. “Creamos SOS Mediterranée, financiado en 97% por simples ciudadanos y patrocinadores privados, porque nos indignó la pasividad de los Estados europeos ante la inmensa catástrofe humanitaria en el Mediterráneo. “Nuestra presencia en esa zona marítima sumamente peligrosa, que cobró alrededor de 46 mil vidas en los últimos años, es vital porque impide que el Mediterráneo vuelva a ser el agujero negro que fue antes de la llegada de los barcos humanitarios. Somos centinelas. Somos testigos. Molestamos”. Este reportaje se publicó el 26 de agosto de 2018 en la edición 2182 de la revista Proceso.

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