El lunes 14 Washington abrió su embajada en Jerusalén. Israel y Estados Unidos habían imaginado un día histórico y lleno de júbilo. Pero la fiesta fue eclipsada por la muerte de 60 palestinos en Gaza a manos del ejército israelí. El argumento de la defensa propia esgrimido por Tel Aviv no convence al mundo, pero sí a buena parte de la sociedad israelí, que vive ajena a estas desgracias y sigue apoyando al gobierno de Benjamín Netanyahu.
JERUSALÉN (Proceso).- El lunes 14 unos 80 kilómetros separaban la sonrisa triunfalista de Benjamín Netanyahu de las balas disparadas por el ejército israelí contra decenas de manifestantes de Gaza.
Los mismos 80 kilómetros que había entre los aplausos y vítores a Donald Trump en la inauguración de la embajada estadunidense en esta ciudad y el humo de los gases lacrimógenos arrojados en la frontera entre Gaza e Israel, donde miles de personas pedían el fin del bloqueo, que los aísla del mundo y los empobrece cada día más, y el retorno de los refugiados a las tierras que ocupaban en 1948, año de la creación del Estado de Israel. Un retorno a una tierra sin Estado, Palestina. Un sueño que los acontecimientos de los últimos días parecen alejar todavía más.
El contraste entre las dos imágenes tan antagónicas y reveladoras sorprendió a buena parte del mundo. La fiesta y la muerte. El júbilo y la desolación.
“¿Qué tipo de hombre es éste?, se preguntaba el analista Bradley Burston en una columna publicada el miércoles 16 en el diario israelí Haaretz. “¿Qué tipo de hombre sonríe como un niño entrando en una tienda de golosinas sabiendo que en Gaza el número de muertes está aumentando sin parar? ¿Qué tipo de hombre comienza su discurso diciendo ‘Qué día glorioso’ en un momento así?”, continuaba.
Ni en sus mejores sueños el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, hubiera podido imaginar que un presidente estadunidense comprendería el anhelo más querido de los judíos y declararía toda Jerusalén capital de Israel y que pocos meses después la embajada estadunidense abriría sus puertas en la ciudad santa.
La relación con Estados Unidos nunca ha sido tan estrecha y cómplice y el sueño de Netanyahu se cumplió esta semana. Era sin duda uno de los días más importantes en su trayectoria política.
“Es un día grande para Israel y para Estados Unidos. Gracias, presidente Trump, por tener la valentía de cumplir sus promesas. También creo que es un gran día para la paz, una paz que debe basarse en la verdad, y la verdad es que Jerusalén ha sido y siempre será la capital del pueblo judío, la capital eterna e indivisible del Estado judío”, se felicitó en su discurso un eufórico Netanyahu.
Era primera hora de la tarde del lunes 14 de mayo y el balance de muertos en Gaza aumentaba en un lento e imparable goteo: 20, 25, 30, 50… Era imposible ignorarlo.
“Estamos en Jerusalén para quedarnos. Estamos aquí protegidos por los valientes soldados del ejército de Israel (…) que en este momento están defendiendo las fronteras de Israel”, dijo Netanyahu en un momento de su discurso.
Guerra de imágenes
Sin duda, el jefe de gobierno israelí había imaginado durante semanas el impacto mundial que tendría la apertura de la embajada, las primeras páginas de la prensa, los mensajes de felicitaciones ante este día histórico que colma las aspiraciones de tantos israelíes.
Numerosas embajadas se instalaron en la parte oeste israelí de Jerusalén tras la creación del Estado de Israel en 1948, pero todas se fueron después de que en 1980 el Parlamento decidió la anexión de Jerusalén-Este, ocupada por Israel desde 1967, y la ONU aprobó una resolución en la que instaba a los países a retirar sus embajadas de la ciudad.
Jerusalén se vació de embajadas, que se trasladaron a Tel Aviv, y la apertura de la de Estados Unidos podría marcar, según Israel, el retorno de las sedes diplomáticas a la ciudad santa. Por ahora sólo Guatemala ha imitado a Estados Unidos y abrió su representación diplomática en Jerusalén el miércoles 16.
Lo que Netanyahu no esperaba era compartir las primeras planas de la prensa con las imágenes de palestinos muertos en Gaza, de jóvenes huyendo despavoridos de las balas disparadas por los francotiradores israelíes desde el otro lado de la barrera de separación, de los funerales de adolescentes, de los hospitales de Gaza colapsados y de pacientes con piernas destrozadas esperando una operación.
“Las fotos eran devastadoras y seguro que algunos líderes israelíes se vieron frustrados por la cobertura internacional conjunta de ambos eventos: Gaza y la embajada. Pero la mentalidad israelí es que Estados Unidos está con nosotros, que gobiernos de derecha en Europa y en otras partes del mundo nos apoyan y que incluso una parte del mundo árabe está de nuestra parte debido a que tenemos el mismo enemigo: Irán. En este contexto, las muertes en Gaza no importan”, opina el jefe de la sección internacional del diario Haaretz, Asaf Ronel.
En una intervención ante la comunidad judía estadunidense, el portavoz del ejército israelí, Jonathan Conricus, admitió que la “fotografía ganadora” fueron las imágenes de Gaza.
“No hemos sido capaces de hacer llegar nuestro mensaje sobre lo que pasaba en la frontera. Los palestinos han ganado por nocaut, de forma abrumadora, desgraciadamente. El alto número de víctimas ha jugado contra nosotros y nos ha resultado muy difícil contar nuestra historia”, admitió.
Pero según el activista israelí Sergio Yahni, las muertes en Gaza no aguaron la fiesta a Netanyahu. “Creo que lo que le pudo amargar fue la reacción internacional, la condena prácticamente unánime, no los muertos. Los muertos en Gaza no le importan. Lo que le importa es el pensamiento de los demás, la opinión del mundo”, explica.
Pero la opinión del mundo tampoco era favorable a la apertura de esta embajada antes de que se produjeran las muertes en Gaza. La inmensa mayoría de la comunidad internacional no reconoce la soberanía de Israel sobre la parte oriental o palestina de Jerusalén y la considera zona ocupada. En los borradores de paz entre israelíes y palestinos de los últimos 25 años, se confía en que Jerusalén podrá de alguna manera dividirse un día y ser la capital de dos Estados, uno israelí y otro palestino.
Por esta razón, la presencia de diplomáticos internacionales en la apertura de la embajada estadunidense en Jerusalén y en la gala organizada por Israel fue pequeña. De los 86 países invitados, sólo 22 estuvieron presentes. De América Latina sólo acudieron Guatemala, Paraguay, Honduras y República Dominicana. En la Unión Europea sólo se desmarcaron de la línea diplomática comunitaria Austria, Hungría, la República Checa y Rumania.
“Nos llegó una invitación para la gala, que obviamente declinamos de manera clara, y no recibimos invitación para la ceremonia de inauguración”, explica un diplomático europeo.
Una sociedad anestesiada
El mundo ha condenado de forma unánime las muertes en Gaza y considera que Israel ha hecho un uso excesivo de la fuerza. Especialmente claro fue el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, que estimó que cualquier palestino, sólo por el hecho de estar presente en las manifestaciones de Gaza, era blanco de las fuerzas israelíes, representara una amenaza o no. “Cualquiera puede morir”, resumió el portavoz del organismo, Rupert Colville.
Sin embargo, en Israel la sociedad parece aletargada, anestesiada o simplemente convencida por el discurso de sus dirigentes. La vida normal continúa, independientemente de las atrocidades que puedan estar sucediendo a pocos kilómetros.
Por la noche del lunes 14, más de 10 mil personas se congregaron en Tel Aviv para cantar al ritmo de Netta Barzilai, cantante israelí que había ganado días antes el festival de la canción de Eurovisión. Veinticuatro horas después, el martes 15 por la noche, sólo algunos centenares de israelíes salieron a las calles de Tel Aviv para criticar la actuación del ejército en Gaza.
“Creo que una parte de la sociedad israelí no estaba especialmente interesada en la apertura de la embajada y siente una total indiferencia ante las muertes de palestinos en Gaza. Pero estaba pletórica ante la victoria israelí en Eurovisión”, estima Ronel.
“Hay una relación entre la ceremonia mesiánica que se organizó en Jerusalén, en la embajada estadunidense, en la que vimos a líderes israelíes abrazando a predicadores fanáticos cristianos sólo porque apoyan a Israel, y a la gente que fue a bailar a Tel Aviv para celebrar la victoria en Eurovisión mientras la gente moría en Gaza. Son dos reacciones idénticas ante un sentimiento de incertidumbre que nos acecha, que nos lleva a convertir cualquier ejemplo de apoyo internacional en una gran victoria”.
Esa incertidumbre, según este periodista, tendría su origen en la falta de una visión real en Israel sobre “lo que realmente cuenta”: la resolución del conflicto israelí-palestino, que choca con la imagen positiva y determinada que Israel intenta dar en el mundo entero.
Para Sergio Yahni, la sociedad israelí lleva años “viviendo sobre la sangre palestina”.
“Los israelíes no quieren saber, viven en la autojustificación: O ellos o nosotros. En Israel se dice que más valen 10 madres palestinas llorando por sus hijos terroristas que un israelí muerto”, recuerda.
Según este activista, la sociedad israelí se ha tornado extremadamente violenta y el campo favorable a la paz está silenciado. Como ejemplo, las declaraciones del líder del partido laborista israelí, Avi Gabbay, en teoría oposición a Netanyahu, sobre las muertes de palestinos en Gaza: “Lo que ocurre es preocupante y perturbador, pero no tenemos alternativa. En esta ocasión, la prioridad es ganar”, dijo Gabbay.
Según muchos israelíes esta frase podría haber sido pronunciada perfectamente por cualquier miembro del Likud, el partido del primer ministro.
Paralelamente, la mano dura de Netanyahu ante cualquier amenaza para la seguridad israelí –sea Irán y su programa nuclear o los palestinos de Gaza, que, según el ejército, sólo quieren infiltrarse en territorio israelí y hacer daño– fortalece al primer ministro internamente. El último sondeo de opinión, publicado el viernes 11, después de un intercambio de ataques con Irán en territorio sirio, mostraba que el partido de Netanyahu ganaría al menos cinco escaños en el Parlamento si hubiera elecciones ese momento.
Morir en balde
Nafez Abu Garad no se acercó a la línea de frontera en Gaza el pasado lunes 14. Aunque no le faltan razones: hace meses que no recibe su jubilación de policía retirado, sus peticiones para salir de la franja son sistemáticamente rechazadas por el ejército israelí pese a que tiene nacionalidad española. Tampoco dejó que fueran sus hijos.
“No tengo ganas de que me maten, que nos maten por nada. ¿Tú crees que Israel va a permitir algún día que los palestinos volvamos a las tierras de nuestros padres y abuelos, del otro lado? Jamás”, opina este gazatí de 65 años.
Abu Garad se refiere al principal reclamo durante las protestas en Gaza: el retorno de los refugiados palestinos a las tierras de las que salieron tras la creación del Estado de Israel. De los 2 millones de habitantes de Gaza, 1.3 millones son refugiados, según cifras de la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos.
“La gente de Gaza decidió que tenía el derecho de manifestarse por una vida más digna y decidió hacerlo de manera pacífica. En ningún momento un soldado israelí se vio amenazado en varias semanas consecutivas de manifestaciones, pero incluso así Israel siguió colocando sus francotiradores. Esto ha sido un crimen de guerra que espero no quede impune”, considera Raji Sourani, director del Centro Palestino para los Derechos Humanos en Gaza.
Según cifras del Ministerio de Salud palestino, las protestas en Gaza que comenzaron el 31 de marzo han dejado 111 muertos y más de 12 mil 700 heridos, 3 mil 560 de ellos por bala.
Según el portavoz militar israelí, “Hamas quería esas muertes, quería las fotos de los heridos y de los hospitales llenos. Y no supuso ningún problema para ellos enviar seres humanos a la barrera de separación con Israel para lograrlas”.
Pero el pasado lunes 14 en la frontera entre Gaza e Israel las más de 45 mil personas que se manifestaban sólo llevaban banderas palestinas y la inmensa mayoría iba desarmada, algo que el ejército israelí ni siquiera rebate. El movimiento de protesta en Gaza es mayoritariamente apolítico y supera a Hamas, movimiento islamista que gobierna la franja desde hace más de una década, según Sourani.
La gran manifestación palestina por el retorno de los refugiados estaba prevista el martes 15, cuando los palestinos recuerdan la Nakba; es decir, la salida forzada de más de 750 mil palestinos de sus casas, tras la creación del Estado de Israel en 1948, pero finalmente se adelantó al lunes 14 para protestar también por la apertura de la embajada estadunidense.
“Nunca los palestinos seremos buenas víctimas, como Israel quiere. Nunca cederemos, nunca aceptaremos esta ocupación criminal ni que nos roben Jerusalén. Somos gente con dignidad y necesidad de libertad. Sabemos que costará tiempo y esfuerzo, y la gente está pagando un alto precio por ello”, reitera Sourani.
Gaza desaparece poco a poco de las portadas de la prensa internacional, pero la miseria, la falta de libertad y el aislamiento de sus habitantes se mantienen y avivarán pronto o tarde una nueva protesta.
“Si 60 perros hubieran sido acribillados por soldados israelíes habría habido una ola de indignación nacional. (…) Pero cuando se acribilla a palestinos, Israel celebra que tenemos una embajada y un triunfo en Eurovisión. Difícil imaginar un eclipse moral más atroz. Nada detendrá a Israel. Es el fin de la conciencia. Docenas de años de lavado de cerebro y de demonización y deshumanización del palestino han dado frutos”, concluía Gideon Levy, en una columna publicada el pasado jueves 17 en Haaretz.
Este reportaje se publicó el 20 de mayo de 2018 en la edición 2168 de la revista Proceso.