Rescate tardío, pero al fin: Cerro del Teúl en Zacatecas
La apertura de una tercera zona arqueológica en Zacatecas es abordada por sus responsables, Peter Jiménez Betts y Laura Solar Valverde. Además de situar la importancia del rescate en una zona vital para la interacción de Mesoamérica con lo que hoy es el territorio norteamericano, apuntan a la necesidad de reforzar el presupuesto del Instituto Nacional de Antropología e Historia para la defensa del patrimonio histórico.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Con la apertura del sitio arqueológico Cerro del Teúl, en Zacatecas, se hizo justicia a una zona olvidada, pues además de tener iconografía que da origen al escudo nacional, se rescata una zona ceremonial fundamental en la interacción y comercio prehispánico que iba del suroeste norteamericano, con cobertura parcial del occidente de México hasta Centroamérica, en una especie de antecedente del Tratado de Libre Comercio.
Tras 10 años de investigación y trabajos, el sitio fue inaugurado oficialmente el pasado 5 de octubre, y de ello hablaron a Proceso el arqueólogo Peter Jiménez Betts (Rochester, Minessota, Estados Unidos, 1957), codirector del proyecto junto a sus colega Laura Solar Valverde y Luis Martínez Méndez.
El sitio se ubica a hora y media de la capital zacatecana, cercano al pueblo Teúl de González Ortega, y de ahí unos 20 minutos hacia el cerro.
Se trata de 36.4 hectáreas que comprenden la poligonal del Cerro del Teúl (ubicado en el municipio homónimo a sur de Zacatecas), desde donde se aprecia el valle abierto hacia la Sierra Madre Occidental.
“La subida valdrá la pena”, dice Jiménez Betts, pues al ascender se encuentra el centro ceremonial que se distribuye en la ladera nororiental del cerro, y que incluye la Plaza Principal, el Patio Hundido y el Juego de Pelota.
Con Teúl, Zacatecas suma la tercera zona arqueológica abierta, tras Alta Vista Chalchihuites (abierta en 2007) y La Quemada (abierta en 1995); éstas datan de hace unos cinco siglos, mientras la historia de Teúl se remonta de 10 a 15 siglos de historia.
–¿Por qué conociendo la antigüedad del Teúl respecto a Alta Vista y La Quemada, se trabajó después? –se le pregunta a Jiménez Betts, quien intervino en estos sitios desde 1984, y posteriormente en el Teúl.
–Porque Alta Vista y La Quemada estaban casi cayéndose, y se tomó la decisión de que antes de excavar, habría que ascender a los sitios que ya estaban abiertos, y esos eran La Quemada y Alta Vista. Esta última se conocía desde principios de siglo XX a partir de los trabajos que realizó Manuel Gamio en 1908.
En algún momento Alta Vista, La Quemada y Cerro del Teúl convergieron, lo cual se aprecia en la cerámica tipo pseudo-cloisonné y la iconografía. Entrevistado por Proceso (número 1080) hace 21 años, Jiménez Betts reveló en ese momento que el antecedente más temprano del escudo nacional (el águila devorando a la serpiente) se encontró en una copa ceremonial que data de 650 al 850 d. C. –casi mil años antes que la fundación de la Gran Tenochtitlán.
A decir del arqueólogo:
“El Centro INAH Zacatecas dedicó veinte años de trabajo a Alta Vista. La Quemada sigue en curso su trabajo de restauración, de hecho tuvo una época gloriosa de investigación entre 1992 y 1993, cuando llegó a tener una intervención casi faraónica con cerca de quinientas personas trabajando. Y ahora en el Teúl los trabajos también continuarán, es un sitio vivo.”
Tan vivo que mientras se labora en un museo de sitio en Teúl de González Ortega, los asistentes pueden descargar la aplicación móvil “Explora Cerro del Teúl”, y acceder a información detallada mediante cédulas colocadas por toda la zona arqueológica. Incluso se puede realizar un ascenso virtual en el Centro de Atención a Visitantes.
Lugar sagrado
El arqueólogo explica que parte de la importancia de este sitio es que nunca fue abandonado al 100%, y si bien se desconoce cómo se nombraban a sí mismos los antiguos habitantes del Cerro del Teúl, se sabe que sus descendientes fueron conocidos como “caxcanes”, y estos utilizaron el cerro como lugar de culto en los siglos XV y XVI.
Sin embargo, en el marco de las rebeliones indígenas de la Guerra del Mixtón (durante la cual se ocupa el sur de zacatecas y parte de “los altos” de Jalisco), los tlaxcaltecas, aliados de los españoles, quemaron el sitio en respuesta a la resistencia caxcana.
“La obra fantástica de esta zona es la construcción de canales que hacían un zigzag de víboras para llevar agua del manantial al recinto ceremonial. Sabemos por fuentes históricas que hasta aquí llegaba gente de la costa del Pacífico a dejar ofrendas, usaban manantiales para jalar agua que corría por los canales deslizándose en un zigzag similar a las víboras.”
Laura Solar agrega sobre esto:
“La propia elección de aquel lugar para fundar el principal centro ceremonial de la región se debió a la valoración simbólica del agua (una noción que predominaba entre las sociedades del México Antiguo), y desde luego también a su importancia para la subsistencia.
“Además de responder a fines ceremoniales y de consumo, el manejo hidráulico en el Cerro del Teúl se planeó también para evitar daños a la arquitectura. En ese sentido, la existencia de una red de canales no constituye el aspecto más relevante del sitio, sino que forma parte de distintas estrategias de aprovechamiento y control del agua por parte de los antiguos proyectistas y habitantes de la ciudad.”
De hecho el INAH dio a conocer que hay un pasaje que conecta a la Plaza Principal con el Patio Hundido, con medidas de 45 por 45 metros, delimitado por muros altos. Y que ahí debieron recibirse peregrinaciones, pues incluso se han localizado entierros con ofrendas de vasijas y objetos de cobre, y restos de individuos con modificaciones culturales, como limado dental y deformación craneal.
Se piensa que fue justo la presencia de manantiales en la meseta media del Cerro del Teúl un factor decisivo en la elección del lugar para fundar el centro ceremonial, pues constituía la materialización de un altépetl o “montaña de agua”. De ahí que en la época virreinal el pueblo fuera nombrado San Juan Bautista del Teúl.
“Antecedente” del TLC
Entre los hallazgos de interés están dos esculturas talladas en cantera, así como un “yugo” (piedra tallada que se colocaba en la cadera), todas encontradas cerca del Juego de Pelora. A decir de Jiménez Betts, se trata de la primera vez que se encuentra este objeto en el occidente del país, sólo común en el Golfo de México.
“Este hallazgo nos demuestra que en un momento dado, por el año 950 hasta el 1200 de nuestra era, el Teúl estaba conectado a esta gran red de interacción, Red Aztatlán (desarrollada en las tierras bajas costeras del norte de Nayarit y Sinaloa que data del 580 al 1350, d. C.), de comercio e intercambio de comida y cerámica que iba del suroeste norteamericano, pasando por el occidente, atravesando el centro de México hasta llegar a Chichen-Itzá, en Yucatán, y de ahí hacia abajo, hasta Honduras.
“Es decir, Teúl estuvo conectado durante el gran auge de Mesoamérica. Estamos englobando Norteamérica hasta Centroamérica; si hablamos de tratados de libre comercio, ese fue el gran antecedente.”
–Se suele pensar que las culturas prehispánicas sólo se delimitaban a la zona donde las vemos. ¿Qué tanto podría decir que se llegó a cubrir del país entre todos estos pueblos?
–La pregunta creo que sería: ¿Cuántos metros cuadrados no se cubrían del país? Antes lo que no era un centro ceremonial se utilizaba para vivienda o agricultura, gran parte del territorio; por ejemplo, el centro meridional del país siempre estuvo ocupado, muestra de ello es que cuando se viaja al norte de México, al pasar por Zacatecas se ve en la sierra madre occidental estribos en los que hay vestigios prehispánicos agrícolas.
“Si hay algo que Teúl nos demuestra es que mientras más tiempo pasemos los investigadores en el campo, más se rescata. Tenemos una zona arqueológica delimitada, pero seguimos haciendo obras de restauración, por ahora estamos concentrados en el parque oriente del cerro.”
–¿Cuánto se ha descubierto en Teúl, cuanto falta por rescatar?
–Tendremos excavado un cinco por ciento, pero no es algo propio de Teúl. No es para asombrarse, porque es así en la mayoría de las zonas arqueológicas. De las ciento noventa y uno que existen en el país, salvo las de interés constante como Teotihuacán y Chichen, donde quizá haya algo cercano al diez por cierto, el resto tendrá un cinco por ciento.
“Hay mucho por hacer, pero para eso fue creado el INAH, para escudriñar en campo, no para mantener el césped corto de las zonas. Hay mucho potencial y no se ocupa por falta de presupuesto, lo comparo a tener un cirujano en un consultorio curando raspones en lugar de operar. Se requiere más presupuesto, a más presupuesto más se descubre.”
–¿Considera que el cambio del INAH de la Secretaría de Educación Pública a la Secretaría de Cultura es favorable?
–Yo podría decir que no, y no sólo por mí, hay una gran parte de los investigadores que no lo consideran favorable. Cultura no tiene un presupuesto suficiente, y considero que el INAH al tener un fin educativo nunca debió abandonar la SEP.
En pregunta expresa a Laura Solar Valverde sobre la importancia del rescate del patrimonio tras los dos sismos de 2017, responde:
“La necesidad de atender situaciones de emergencia como la que desencadenó el sismo, desde luego obliga a concentrar atención, esfuerzos y recursos institucionales en la recuperación del patrimonio edificado que sufrió afectaciones, sin embargo esto no tiene por qué derivar en una desatención de las tareas sustantivas permanentes del INAH. La apertura al público de esta zona arqueológica y el programa de mantenimiento y manejo que deriva de ello forman parte de esas tareas sustantivas que se deben atender de manera permanente.
“El rescate de cualquier manifestación patrimonial, del carácter que sea (urgente o planeado), refuerza el sentido de identidad de los mexicanos y pone en relieve la importancia que la historia de nuestro país tiene para la construcción de su presente.
“A diferencia de lo que comúnmente se piensa, los recursos destinados a proyectos de recuperación patrimonial de larga duración, como el impulsado en el Teúl de González Ortega, no representan para la sociedad, ni para las instancias de gobierno, un gasto sino una inversión por su capacidad para reforzar el tejido social e impulsar el crecimiento de economías locales, más allá de la promoción turística.”
Este reportaje se publicó el 14 de octubre de 2018 en la edición 2189 de la revista Proceso.