Alexeï Vassiliev: Diálogo entre Rulfo y Dostoievski
La exposición del fotógrafo ruso radicado en Francia Rulfo invita a Dostoievski / Por eso vine a Comala, se presenta en el Hospicio Cabañas de la ciudad de Guadalajara.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Sin alarde museográfico ni grandes marcos de encuadre, el medio centenar de imágenes agrupadas de pared a pared a lo largo de la sala rectangular del Hospicio Cabañas, alberga dos mundos en diálogo silencioso.
Son los de Juan Rulfo y Fiodor Dostoievski.
Ambos escritores también se relacionan frontalmente en sendos retratos mayúsculos, pero en las cabeceras del salón.
Se integran asimismo dos videos, uno narrado en ruso cuyo tema es los hermanos Karamazov, y otro con la voz del jalisciense.
Es la exposición Rulfo invita a Dostoievski/Por eso vine a Comala, del fotógrafo ruso-francés Alexeï Vassiliev, curada por el pintor Juan Pablo Rulfo.
Desde octubre en el emblemático edificio tapatío que fuera albergue infantil, y hasta el 15 de enero próximo, está ahí el homenaje visual para la conmemoración de los 100 años del nacimiento del creador de Pedro Páramo.
Pero la búsqueda de Vassiliev (Moscú, 1930) comenzó en 2002 con los rostros de desconocidos tomados en lugares públicos de París –donde radica hace cerca de 25 años–, con los cuales conformó la serie Las Apariciones.
De ahí siguió con el hallazgo de Fiodor Pavlovich Karamazov y sus tres hijos legítimos: Dmitri, Iván, Alexeï, junto con el de Pavel Fiodorovich Smerdiakov –el hijo bastardo maléfico–, mujeres como Gruchenka, Katerina Ivanova y Lisaveta, y el ambicioso Rakitin, entre otros personajes de la novela Los hermanos Karamazov, de Dostoievski, e incluso de la figura de este mismo, a quien encontró súbita, inesperadamente.
“Por muy extraño que eso pueda parecer, estaba convencido de que, al igual que Fiodor Mijailovich, sus personajes se escondían entre la multitud de fotos que tomé en los últimos diez años. Fue una búsqueda larga, tan extenuante como ardua”, dijo en entrevista a Proceso en febrero de 2013, a raíz del resultado de ese trabajo: la exhibición Victor Hugo invita a Fiodor Dostoievski, montada en el Museo-Casa del escritor francés en la antigua Place de Vosgues, la más antigua y la más armoniosa de la Ciudad Luz,
Los doce personajes capturados por Vassiliev, más dos retratos de grupo, se mostrarían también en el departamento de Dostoievski en San Petesburgo, Rusia, en noviembre de ese año.
Asimismo, el artista encontró en el célebre pintor flamenco Jerónimo, El Bosco, a 500 años de su fallecimiento, material para una serie que montó en concordancia con los alucinantes murales de Vlady en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada de la Ciudad de México, en octubre del año pasado.
Ahí, él y Juan Pablo Rulfo acordaron otra relación: Rulfo-Dostoievski.
Hospicio, albergue, casa
Juan Pablo se refirió hoy para este semanario en su casa del Carmen en Coyoacán a la muestra del Hospicio Cabañas:
“Esta exposición se enmarca dentro de los festejos del centenario de nacimiento de mi padre y encaja perfectamente dentro del sentido literario de la obra ligado al trabajo de Alexeï, muy sencillo y profundo, que previamente había trabajado en relación a Dostoievski.
“Me pareció una idea muy adecuada por cómo los grandes autores se van relacionando a través de sus obras y tiempos, y cómo la literatura tiene una vigencia que sobrepasa a los autores y a una época… y cuando una literatura es vigente, es sustancial, viaja a través del tiempo y sus personajes a través de ese espacio temporal y se va actualizando.
“Entonces consideré muy importante que Dostoievski, siendo un autor fundamental, viniera y conviviera en un espacio simbólico como el Hospicio Cabañas. Simbólico porque ahí vivieron en algún momento los huérfanos de Jalisco, y mi padre fue huérfano. De manera que hay ahí una especie de resonancia en esas almas infantiles y juveniles, no se puede desprender esa sensación del espacio, se siente el rumor, los recuerdos, las voces, los movimientos, ahí sigue, así que la exposición está dedicada a ellos y él los está convocando.”
Pero para esa reunión de escritores fue necesario que Juan Pablo solicitara a Vassiliev, como en el caso del escritor ruso, un retrato sobre su padre. Le envió un ejemplar de Pedro Páramo, fotografías del escritor y otras tomadas por éste, así como audios con su voz.
Luego de meses de trabajo, Alexeï consiguió capturar 60 imágenes, de las cuales el pintor, como curador, seleccionó 40, pero colgó 30 más tres retratos de Juan Rulfo en blanco y negro (1 x 1.30 mts.), además del más grande (1.60 x 2.25 mts.), el que llama “columna vertebral” de la muestra, del otro lado del salón, frente al de Dostoievski en talla real. Del lado ruso, los 16 fotos de la serie Karamazov.
“Cuando Alexeï escuchó esa voz –traduce Juan Pablo, sentado al lado del fotógrafo–, entró en una especie de espiral, en un remolino que hizo que su voz lo acompañara… Dice que se dio cuenta de que era una gran obra y pudo entrar en ese nivel de intensidad.”
Vassiliev completa:
“Es importante hablar de silencios en las imágenes, pero son imágenes que surgen después de haber escuchado la voz, uno puede pensar que lo que quedan son esas resonancias…”
De ahí que Juan Pablo redondee con su opinión, con su ojo agudo:
“No hay un solo espacio, un tiempo, y en esta expo está esa visión multidimensional que te desconcierta, te saca del confort. Más que imágenes, las obras de Alexeï son casi pictóricas, no sé si Alexeï me permita decir que son imágenes de luz. Te cuestionan, te confrontan, entre tu sensibilidad y la del sujeto retratado, se da de una manera notable.
“La mayor parte del material es de viajes, hay también en la obra literaria, que prácticamente así empieza: un viaje y un arriero. Esas imágenes también fueron como un viaje, eso representó para Alexeï, un viaje emocional, y de repente un traslado físico de las imágenes que sintió que lo llevaron a Comala.”
De ahí el título de Vassiliev: Por eso vine a Comala.
“Llegó la obra y tomó su lugar –asienta Juan Pablo–. Se siente, está la sensación de que tenía que estar ahí.”
Y Alexeï sobre Juan Rulfo:
“Poco a poco he conocido el país y he encontrado en su obra una manera de comprenderlo. Estaba angustiado por cómo iba a presentarle la serie sobre Rulfo a los mexicanos, y mi inquietud era lograr un resultado efectivo, y espero que haya sido así, porque es un asunto muy íntimo. Antes amaba a México, pero ahora puedo decir que sé cómo lo amo gracias a Juan Rulfo.”
Este texto se publicó el 31 de diciembre de 2017 en la edición 2148 de la revista Proceso.