CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Las “conversaciones en el tiempo” entre Picasso y Rivera, que da título a la exposición abierta en el Palacio de Bellas Artes, duraron en los hechos un breve lapso de tiempo, en el cual ambos coincidieron en el barrio parisino de Montparnasse en medio de la vanguardia artística que originó, entre otros movimientos, al cubismo.
El rompimiento entre los dos artistas, ocurrido en 1916, está vinculado al Paisaje zapatista, de Rivera, del cual tomó Picasso la idea para pintar el follaje. La versión más difundida sobre el hecho es de la entonces esposa de Rivera, la pintora rusa Angelina Beloff, en unos apuntes hechos al final de su vida (Proceso, 495):
“Diego se enojó con Picasso por el siguiente incidente: Diego pintaba en ese momento paisajes cubistas e interpretaba los árboles con un procedimiento que él inventó. Poco tiempo después fue a ver a Picasso y observando las telas recargadas contra la pared, vio un paisaje pintado con el mismo procedimiento que el suyo. Picasso le dijo que esa tela era una tela vieja que él había pintado hacía mucho tiempo. Diego entonces maliciosamente pasó su dedo sobre la pintura y ésta se embarró en el dedo y le dijo: Esta es pintura fresca. Picasso se enfureció y ahí terminó la amistad.”
En el catálogo Diego Rivera, los años cubistas, publicado por el Instituto Nacional de Bellas Artes para la exposición homónima (1984-1985) el investigador Ramón Favela amplía la versión:
“Los problemas relativos a la procedencia de las innovaciones artísticas que provocaron tensión entre Rivera y Picasso en aquella época, nacieron de una problemática relación entre el Paisaje zapatista y una pintura de Picasso, Hombre apoyado en una mesa. Cuando (Martín Luis) Guzmán visito a Rivera en agosto de 1915, y éste lo llevó al estudio del pintor español, Guzmán habló del Hombre apoyado en una mesa como de una obra aún no terminada que hace poco vi en el estudio de este pintor, Picasso.”
Cocurador de la exposición Picasso y Rivera: Conversaciones a través del tiempo, Juan Coronel Rivera relata frente al Paisaje zapatista:
“En ese entonces se usaba mucho que se visitaran y se enseñaran qué estaban produciendo, era en general no exclusivo entre Diego y Picasso, era como una atención, estaban todos ahí y estaba bullendo todo. Había como seis o siete movimientos en Montparnasse, no nada más el cubismo, eran muchos, entonces se dio mucho la cuestión de qué estás haciendo, qué estoy haciendo.”
En la exhibición se muestra una fotografía de Rivera en su estudio con su cuadro y se ven sus avances:
“Lo interesante es que Diego inventa ese follaje. Logra que se vea volumen, aunque sea plano y se ve movimiento en la planta. Es su invento y está muy orgulloso de eso. Le enseña a Picasso ese follaje y la estructura, en ese momento, antes de terminarlo. Picasso se va a su estudio toma una tela del mismo tamaño y hace exactamente la misma figura y mete el follaje.”
Luego invita a Rivera y su esposa Angelina a su casa. Llegan al estudio y se encuentran todos los cuadros volteados contra la pared. Diego pregunta por qué, Picasso evade diciendo que no hay nada interesante:
“Empezaron a tomar, Diego se envalentonó, giró el cuadro más grande y se da cuenta de que Picasso acababa de copiar su cuadro. Había más personas, entonces Picasso se pone a la defensiva. Le dice: No, no, no, eso lo hice mucho antes, en 1912. Es cuando Diego le pasa el dedo y está fresco. Ahí se acabó. Picasso le echó a la crítica encima y Diego sale de Europa.”
Lo mejor, agrega Coronel, es que Picasso es tan consciente de lo que hizo que tapa el cuadro, cambia su estructura y termina plasmando algo distinto. Cuenta que además de la versión de Beloff, está la del propio Diego, publicada en Palabras ilustres.
–¿Hubo una reconciliación o nunca rompieron del todo?
–¡No! Ahí viene un problema ¡problema! Un rompimiento. Y Picasso, que ya era muy poderoso, hace efectivamente que ataquen a Diego y que le cierren las galerías. Yo creo que es a partir del movimiento antifascista de los tardíos años veinte que vuelven a tener contacto a través de amistades, porque Diego empieza a decir ‘Picasso me mandó un recado’ y ese tipo de cosas. Pienso que es con la lucha antifascista porque eso jamás lo dejaron ninguno de los dos, hasta que cada uno muere.
Renuente a considerar que Picasso bloqueó a Rivera, Diana Magaloni, curadora junto con Coronel Rivera, afirma que Paisaje zapatista puede considerarse “uno de los momentos más gloriosos del cubismo universal y quien lo entiende, porque la crítica no lo recibe así, es Picasso. Y él hace un cuadro muy parecido, que se llama Hombre sedente sobre arbustos”.
Entrevistada por Proceso, la investigadora señala que a Diego le significó mucho que Picasso no lo reconociera y a éste que Diego lo pusiera en evidencia.
En el catálogo de Favela también se recoge la versión de la pintora rusa Marevna, amante de Rivera, quien consigna que éste le señaló:
“Estoy harto de Pablo. Si me plagia, la gente de todos modos se volverá loca con ¡Picasso, Picasso!, y va a decir que yo lo copié. Uno de estos días o lo corro o me largo a México.”
A punto estuvieron, dice ella, de liarse a golpes. Rivera le contó que lo amenazó con su bastón mexicano. Finalmente volvió a México, donde lo aguardaba la gloria de ser uno de los iniciadores del muralismo, que a decir de Coronel Rivera ha sido más trascendente que el cubismo.
Este reportaje se publicó en la edición 2119 de la revista Proceso del 11 de junio de 2017.