La extradición de "El Grande", entre mentiras y delaciones

martes, 5 de junio de 2012 · 19:20
El narcotraficante Sergio Villarreal Barragán, El Grande, fue extraditado a Estados Unidos. El capo agotó todos los recursos legales y hasta los ilegales para impedirlo. En diciembre de 2010 se prestó para difamar a Proceso y al reportero Ricardo Ravelo, pues aseguró que pagó 50 mil dólares para evitar que se le mencionara en el semanario. La calumnia no pudo sostenerse y al final sus patrocinadores decidieron quitarle el apoyo y entregarlo a la DEA para que responda por sus delitos. Antes de su partida hizo revelaciones acerca de los altos mandos militares recientemente detenidos. MÉXICO, D.F. (apro).- Pieza clave de la célula criminal encabezada por los hermanos Beltrán Leyva, Sergio Villarreal Barragán, El Grande, fue extraditado a Estados Unidos el 23 de mayo para enfrentar cargos por asociación delictuosa, delitos contra la salud y lavado de dinero. Su expediente está radicado en una corte de Texas, donde le espera un largo juicio y posiblemente lo sentencien a cadena perpetua. De nada le sirvió acogerse al programa de testigos protegidos de la Procuraduría General de la República (PGR) –con el nombre clave de Mateo– y denunciar a altos funcionarios de esa institución ligados al cártel de los Beltrán Leyva, pues no pudo impedir su extradición. El capo tiene un largo historial en el narcotráfico. Comenzó su carrera criminal como robacoches en Coahuila y más tarde fue policía en esa entidad. Con el tiempo se relacionó con Los Zetas y el Cártel del Golfo para luego incorporarse al de Sinaloa, en particular a la célula encabezada por Arturo y Alfredo Beltrán Leyva. El Grande, apodo que debe a su complexión robusta y su elevada estatura, medraba en la Comarca Lagunera y su centro de operaciones estaba en Torreón, zona de fuertes disputas entre los cárteles del Golfo y Sinaloa. Durante años Villarreal se movió con total impunidad entre Coahuila y Durango. A pesar de que la PGR contaba con el testimonio de Mario –quien había sido miembro del equipo de seguridad de El Grande y conocía todos sus escondites y a sus cómplices–, la policía nunca pudo detenerlo. Mario incluso denunció que Villarreal recibía protección de la Policía Federal y que cuando se realizaban operativos para capturarlo, ésta le avisaba para que escapara. En otras denuncias Mario dijo que cuando se realizaban investigaciones sobre El Grande y sus testaferros, los fiscales se reunían con él en bares y restaurantes lujosos para negociar los sobornos y evitar su captura. Parecía estar bien protegido. Su hermano Adolfo Villarreal estuvo casado con Elsa María Anaya Llamas, hermana del senador Guillermo Anaya Llamas, excandidato panista al gobierno de Coahuila (Proceso 1777). Este semanario reprodujo una versión ministerial de El Grande, quien bajo el nombre clave de Mateo sostuvo que en el bautizo de una hija de Anaya Llamas estuvo Felipe Calderón cuando era presidente electo. Incluso afirmó que Guillermo Anaya lo había presentado con el propio Calderón. Sin embargo, la versión de Mateo fue desmentida por la Presidencia de la República, en tanto que el senador Anaya, en una entrevista posterior con el reportero, negó que El Grande haya asistido a la fiesta y por consiguiente no pudo haber presentado al narcotraficante con el presidente electo. Años dorados Durante años Villarreal vivió una etapa de impunidad y esplendor en el mundo del narcotráfico. Con frecuencia se le veía en Torreón visitando los bares Flamingos y La Masacuata custodiado por policías estatales. Mario relató que cuando lo comisionaron para trabajar con El Grande supo que custodiaba a uno de los principales capos de la región lagunera. Relató que un subprocurador de Durango le dijo: “Te vas a ir a Torreón a trabajar con un empresario que nos solicitó apoyo para su seguridad. Yo acepté pensando que se trataba en realidad de un empresario. Me llevé una sorpresa cuando me di cuenta de que se trataba de Sergio Villarreal”. Mario decidió trabajar con El Grande y durante varios meses brindó seguridad a la esposa del capo y a sus hijos. Luego se convirtió en sicario hasta que decidió salirse y denunciarlo ante la PGR. Para ello, dijo, tuvo que recurrir al entonces gobernador de Durango Ismael Hernández, quien lo recomendó en la PGR para que dijera lo que sabía sobre las andanzas del capo. La estructura criminal encabezada por Villarreal era poderosa en la Comarca Lagunera. De acuerdo con la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/008/2007, el responsable de cometer los crímenes que ordenaba El Grande era un exagente judicial de Coahuila, Claro Burciaga, El Claro, quien siempre se hacía acompañar de Ramiro Ceniceros, El Peluchín. Entre los matones al servicio de El Grande estaban Jorge Zamora, El Pollo, y los hermanos David, El Teniente, y José Luis Rodríguez, El Tenientillo. Según el expediente ministerial, cuando Villarreal Barragán controlaba el tráfico de drogas en La Laguna también contó con la complicidad de Juan Antonio Tagle Gutiérrez, El Tagle, comandante del Grupo de Apoyo Táctico de la Policía Municipal de Gómez Palacio, Durango. Otro de sus presuntos protectores era Isaías Castillo Luna, entonces subdirector de la Policía Municipal de Gómez Palacio, quien de acuerdo con las investigaciones reunía información acerca de los operativos para anticiparlos y contrarrestarlos. En enero de 2007 Mario reveló a la PGR varias de las andanzas de su exjefe. Relató que entre junio y julio de 2005 los sicarios de El Grande ejecutaron a Arturo Vidal Ramírez, empresario de centros nocturnos en Monterrey y Guadalajara; al policía federal Gabriel Rangel Gutiérrez y a los pilotos José Luis Puig Escalera y Gerardo Rivera Hernández. Según el testimonio, El Grande les tendió una trampa: Contrató a los pilotos para que condujeran un Turbo Commander de cuatro plazas, propiedad del ingeniero Tomás Cavazos, y llevaran al empresario a La Laguna. El avión salió de Apatzingán e hizo escala en Toluca antes de aterrizar en el aeropuerto Francisco Sarabia, en Ciudad Lerdo, Durango. Para que tuviera confianza, al empresario lo acompañó en el vuelo un emisario de El Grande, el colombiano Alfredo Muria, El Arqui. En Ciudad Lerdo llevaron el avión a un hangar rentado donde Burciaga y otro sujeto secuestraron a los dos pilotos, al empresario y al policía. Los llevaron a una casa donde los torturaron durante dos o tres días y finalmente el mismo Burciaga, señala la indagatoria, estranguló a los dos pilotos. Según Mario subieron los cuerpos a una camioneta, al igual que al empresario y al agente federal, y los condujeron hasta un terreno despoblado ubicado en Lerdo. Ahí Burciaga mató al policía de un tiro en la cabeza y Ramiro Ceniceros hizo lo mismo con el empresario. Dice Mario: Posteriormente Burciaga ordenó a sus sicarios que cavaran una fosa para enterrarlos. A los dos pilotos y al agente los inhumaron juntos y al empresario por separado, pero como quedaron parcialmente insepultos, esa misma noche regresaron el declarante, Ramiro Ceniceros y otros sujetos a volver a enterrarlos. En 2007 Mario indicó a la PGR el lugar donde estaban los cadáveres. Los autores materiales de estos asesinatos siguen prófugos. La ruina Los momentos de esplendor que vivió Villarreal en la Comarca Lagunera comenzaron a extinguirse. Su impunidad y su poder también mermaron cuando los hermanos Beltrán Leyva y Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, jefe del cártel de Sinaloa, rompieron relaciones debido a diferencias irreconciliables. El Grande comenzó a ser perseguido por el Ejército y la Marina. Para evitar su captura se refugió en Morelos, feudo de los Beltrán Leyva. El capo también mantenía estrechos lazos con Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, jefe de sicarios de Arturo Beltrán. En 2010 el entorno de Villarreal comenzó a ser severamente sacudido y cayó en desgracia luego de que Arturo Beltrán murió en un enfrentamiento con marinos que irrumpieron en su departamento de Cuernavaca para detenerlo. El 12 de septiembre de 2010 El Grande fue detenido en un escondite en Puebla. Un operativo de las Fuerzas Especiales de la Secretaría de Marina en el fraccionamiento Puerta de Hierro terminó con su carrera delictiva. El capo fue puesto a disposición de agentes de la DEA. Tras acogerse al programa de testigos protegidos reveló cómo operaba el negocio del narcotráfico y dio los nombres de aquellos a quienes asesinó “por traidores”. Se convirtió en testigo estelar de la PGR. Incluso se prestó para difamar a Proceso y a este reportero por medio de Televisa. En su noticiario estelar la televisora difundió declaraciones de El Grande, quien aseguró que había pagado 50 mil dólares a este semanario para que no se publicara nada en su contra en 2007. La calumnia quedó al descubierto fácilmente, toda vez que de 2005 a la fecha Proceso no ha guardado silencio en torno a las correrías del capo. En sus declaraciones ministeriales ante la PGR Villarreal mencionó que para el trasiego de droga tenía contactos en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). También se refirió a la manera en que solía pasar los cargamentos, así como a las personas que asesinó, todas ellas de la Administración General de Aduanas. Según su testimonio, por fallarle en la recepción de un cargamento de media tonelada de cocaína, la cual debió llegar al AICM a través de la empresa Jet Service, levantó, torturó y descuartizó a tres aduaneros. El primero fue Carlos Alberto Tapia. Su cuerpo fue encontrado con la cabeza desprendida el 16 de diciembre de 2007 en Tlalnepantla, Estado de México. Según El Grande, se puso de acuerdo con este aduanero para que recibiera la droga. El segundo fue José Villegas Valdivia, cuyo cadáver fue encontrado en la carretera México-Tuxpan, y el tercero fue Francisco Gerardo Santos Iglesia, gerente de la empresa Jet Service. A todos los desmembró. Para investigar estas ejecuciones la PGR inició las averiguaciones TLA/1/7422/2007/12-T y OTU/ll/1950/2007. El capo reveló que en la organización de los Beltrán Leyva había traiciones y muertes. Dijo que por órdenes de Arturo Beltrán torturó y asesinó a Mario Pineda Villa, El MP: “A ese marrano yo mismo lo levanté. Se creía muy sanguinario y además no era de mi agrado. Lo amarré y le di de patadas hasta que perdió el conocimiento. Le dije: ‘Ya ves, pinche marrano, ¿no que muy cabrón?’; posteriormente ordené que lo subieran a un vehículo y que fuera trasladado por la carretera vieja que lleva a Cuernavaca. A la altura del poblado de Huitzilac, Morelos, lo bajaron y descargué una ráfaga de cuerno de chivo en contra de él estando amarrado. “Posteriormente Arturo me ordenó que ejecutara a todos los que tenían relación con El MP o sencillamente quien fuera su amigo, aunque no tuviera que ver con el negocio de las drogas. Así se procedió en esos días, levantando más o menos a 90 personas, mismas que eran golpeadas y ejecutadas”. También comentó que luego de esos hechos mantuvo una relación sentimental con la esposa de Mario Pineda. Antes de ser extraditado a Estados Unidos, Villarreal dejó testimonios relacionados con los militares actualmente acusados de servir a la célula de los hermanos Beltrán Leyva, entre ellos Tomás Ángeles Dauahare, Ricardo Escorcia Vargas, Roberto Dawe González y el teniente coronel Silvio Hernández. Expuso que estos altos mandos castrenses formaban parte de una red de protección de la célula que encabezaba Arturo Beltrán Leyva y que a cambio de ello les pagaban sumas millonarias en dólares. Como un paso previo a su extradición El Grande fue sacado del penal federal de Occidente, Jalisco, y trasladado a las instalaciones de la SIEDO, donde permaneció hasta la noche del pasado 15 de mayo rindiendo su testimonio en la indagatoria que implica a los militares. De ahí fue trasladado a la Corte Federal de Distrito para el Distrito Sur de Texas, donde será procesado por asociación delictuosa, delitos contra la salud y lavado de dinero por hechos ocurridos de 2007 a 2010, cuando presuntamente traficó cocaína a Estados Unidos y supuestamente blanqueó sus ganancias. Otros informes consultados por Proceso establecen que el inculpado agotó los recursos legales disponibles para evitar su extradición a Estados Unidos, que fue ordenada por la administración de Patricia Espinosa en la Secretaría de Relaciones Exteriores. La extradición de El Grande es la 546 del sexenio de Felipe Calderón y la número 44 en lo que va de 2012.

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