4T

La claudicación de AMLO

AMLO, que a pulso levantó su movimiento, por salvaguardar intereses mezquinos también será el responsable del desprestigio de su causa y del fracaso de una empresa que prometía cambiar la Nación y a los mexicanos.
sábado, 22 de noviembre de 2025 · 07:00

AMLO, que a pulso levantó su movimiento, por salvaguardar intereses mezquinos, también será el responsable del desprestigio de su causa y del fracaso de una empresa que prometía cambiar la Nación y a los mexicanos.

Elisur Arteaga Nava

AMLO fue un ser político cien por ciento. No más; pero no menos. Vivía para la política y de la política. Para él, familia, dinero, religión, relaciones humanas, partidos, cultura e intereses existían y se justificaban únicamente en función del Poder. 

Todo, absolutamente todo, era susceptible de ser sacrificado o preservado, como un medio para alcanzar la Presidencia de la República; no aspiraba a menos; pero sí a más: a una dictadura vitalicia directa o por interpósita persona. Su vida y misión estaban encaminadas al Poder y únicamente por él se justificaba. 

Los izquierdosos, idealistas al fin, creyeron que, subiéndose al carro de AMLO, más a la corta que a la larga, establecerían su dictadura del proletariado y un estado socialista. Pretendieron jugar con él y utilizarlo para sus propósitos. En el juego alguien ganó y otros perdieron.

Poder Legislativo. Apéndice de la 4T. Foto: Miguel Dimayuga

AMLO, durante su primer sexenio en la Presidencia de la República, contando con la complicidad de los izquierdosos, destruyó las instituciones civiles: instauró un Estado militarista. Acabó con la separación de Poderes. Sometió al Congreso de la Unión a su voluntad; los legisladores de Morena y de los partidos aliados llegaron por su venia o por no ser vetados por él. Se abstuvo de combatir la delincuencia; por su política de abrazos y no balazos permitió que operara como un cuarto poder. Desaparecieron también el respeto a la ley, la rendición de cuentas y la independencia de las instancias responsables de investigar delitos y de perseguir a los responsables de ellos. Le alcanzó para lograr la aprobación de la reforma constitucional que desapareció la independencia judicial. 

En su segundo sexenio, el que ejerce por conducto de la presidenta Claudia Sheinbaum, logró la instrumentación material de la reforma y la elección/designación de ministros, magistrados y jueces ignorantes y de consigna. Se mueve y gobierna en la oscuridad; contrariamente a su costumbre, no habla. Pocos lo han visto; pero todos sentimos su presencia. Es como Dios: está en todas partes, pero nadie lo puede ver; pese a ello, muchos declaran sentir el peso de su autoridad y la fuerza de su influjo. Se nota su acción destructora. 

La represión violenta, notoria y grosera de quienes se manifestaron en la Ciudad de México el sábado 15 de noviembre, denota que hemos vuelto a los peores tiempos de nuestra historia: a los de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y de Alfonso Corona del Rosal. Únicamente falta que en los días que precedan a la apertura de la justa futbolística, al igual que sucedió en 1968, también se dé una nueva noche de Tlaltelolco teniendo como autores a las Fuerzas Armadas. Pudiera haber un elemento novedoso: la intervención del crimen organizado. Todo indica que, al igual que en 68, nada se investigará y que todos los ilícitos quedarán impunes. 

El material fotográfico que circula indica que el 15 de noviembre hubo una represión violenta, indiscriminada y reiterada. Que personas caídas fueron pateadas, golpeadas y arrastradas por las fuerzas del orden. 

INAI. Una extinción que abona a la opacidad sobre el uso de dinero público. Foto: Eduardo Miranda 

De la violencia, que no puede ser negada, son responsables directas dos mujeres que se decían de izquierda: Claudia Sheinbaum y Clara Brugada. 

Hay otro cambio, y es importante: AMLO, tal vez por sus intereses económicos, por solidaridad filial o de amistad, la edad o por sus enfermedades, perdió sensibilidad política. Ya no es el mismo. Está dispuesto a sacrificar su proyecto, que se entiende que era público, transcendente e imperecedero, por salvar los intereses privados y mezquinos de sus allegados.

Lo anterior es lo que pudiera explicar el hecho de que, al parecer, impide a la señora Sheinbaum el que proceda penal y administrativamente contra sus hijos, parientes y amigos, por los ilícitos y excesos que se les atribuyen o por los que se les acusa. 

Esa apatía, que no es propia de un ente hiperactivo y previsor, como lo es AMLO, sólo tiene una explicación: antepuso sus intereses personales, los familiares e, incluso, de amistad, a los de su movimiento supuestamente incluyente y transformador. En su actuar prevaleció el lado afectivo, que necesariamente es particular, sobre el público, que obligadamente es general. En su omisión, sacrificó la continuidad de su proyecto. La solidaridad de amigo, socio o incluso de cómplice, se sobrepuso a la permanencia de un movimiento en apariencias reformador. 

Olvidó los motivos de su lucha. Sacrificó lo que consideraba intereses públicos de la Nación, en aras de poner a salvo la persona de sus familiares y allegados; prescindió de los intereses públicos, con el fin de poner a salvo bienes adquiridos, al parecer, ilícitamente. Se impuso la solidaridad mafiosa que lo une a sus cómplices, sobre el interés de conservar un proyecto que aspiraba a ser permanente.

AMLO, que a pulso levantó su movimiento, por salvaguardar intereses mezquinos, también será el responsable del desprestigio de su causa y del fracaso de una empresa que prometía cambiar la Nación y a los mexicanos. Él, aunque lo negó insistentemente durante mucho tiempo, al parecer, sí hace relaciones de complicidad, y muchas. Eso también pudiera explicar la abstinencia en que ha caído respecto del sacrificio de su movimiento a fin de salvaguardar a los suyos y lo suyo.

La agresión contra el manifestante que porta la bandera de México en la protesta del 15 de noviembre último en el Zócalo. Foto: Especial 

Los izquierdosos no se dieron cuenta de que AMLO no era ni es de los suyos; que no tiene ideología, pero sí intereses; que los utilizó y que, en el momento oportuno, prescindirá de ellos sin ningún remordimiento. Ellos, creyendo hacer su juego, terminaron haciendo el juego del tabasqueño. En lo mínimo y sin importancia, los dejó hacer. Lo importante o trascendente lo reservó para sí, para sus familiares y para sus amigos y socios. Al final, aquellos, que se entiende tenían un proyecto permanente, y no él, cargarán con el desprestigio. De correr sangre y de llegar al río, los responsables serán ellos, no él. Así de claro.

Reconozco que pudiera estar equivocado o estar mal interpretando los hechos. Todo es complejo. Son válidas otras interpretaciones.

Teniendo en cuenta los montos que por daños han demandado algunos de los morenos a sus detractores, no me atrevo a decir que las acusaciones que se han formulado contra sus hijos, hermanos, carnales o putativos, parientes y amigos, sean fundadas y los hechos ciertos. No me consta. Lo declaro para todos los efectos a que haya lugar.

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