Elisur Arteaga Nava
Todo cambia, hasta los asuntos políticos. Un mal presagio para AMLO
Sheinbaum, en sus intervenciones, no le quemó incienso a AMLO ni reconoció su “legado histórico y trascendental”. Gran pecado. Tampoco defendió lo indefendible: la corrupción de los “hijos presidenciales”.AMLO, al final de su sexenio, está decepcionado; también se muestra preocupado. Su lenguaje corporal así lo indica. Éste no miente. La decepción tiene que ver con sus supuestos aliados: Dante Delgado y el tal Jorge Álvarez Máynez. Su asociación con ellos, que linda los terrenos de la ilegalidad, no está funcionando, o cuando menos, no como él lo esperaba.
Claudia Sheinbaum, su delfina, a la decepción suma la preocupación: en el primer debate no lo defendió en la medida en que él lo esperaba. Se limitó a quitarse los golpes, a defenderse; y, dadas las circunstancias, en el poco tiempo con que contó, tiró algunos golpes. No se atrevió a defender a AMLO y, mucho menos, hablando en plata, a ser su cómplice. Ella, como era de esperarse, salió con su domingo siete: habló de sus logros; no sacó la cara por ése a quien ahora ve como su exjefe; no dejó el pellejo en su defensa; tampoco salvaguardó, en la medida de lo esperado o de lo que él deseaba, la mal llamada Cuarta Transformación.
A AMLO no le faltan razones para estar preocupado y, en cambio, le sobran para estar decepcionado de unos y otra. No creo que esté decepcionado de la vida, pero sí de algunos en los que confió.
Obvio, por haber pasado sus mejores tiempos, AMLO, en el debate, no fue el actor principal. No tenía por qué serlo. El elenco y el texto de la obra han cambiado; todos, menos él, están enterados y de acuerdo con ello.
Se observa que AMLO estuvo al pendiente del desarrollo del debate; tal vez lo hizo con el fin de ver si Claudia y Álvarez Máynez, su delfina y comparsa, respectivamente, reconocían su legado histórico y lo defendían. Oh decepción: no hubo tal. Aquélla, como lo he dicho, se dedicó a quitarse los golpes y a mal atacar; y éste a mostrar los dientes y a fingir participar en el debate. También Xóchitl lo defraudó: no lo atacó como él esperaba y, a juicio de muchos, como se lo merecía.
Todo esto lastimó el ego de AMLO; quedó más que decepcionado de los dos. No hicieron lo que él esperaba. A Dante Delgado, patrón y mentor de Álvarez Máynez, a estas alturas, ya le ha de haber puesto una de perro bailarín; Delgado, por su parte, otra de igual calibre a su pupilo y ahijado. AMLO hará lo propio con Claudia, a quien hasta el domingo 7 consideraba su incondicional.
De Xóchitl debe estar satisfecho; esperando recibir de ella más ataques a su persona, a su familia y a su legado; no los hubo en la medida de las expectativas y de los errores y omisiones en que ha incurrido. Doña Xóchitl se quedó corta en éste y en otros renglones. En ese sentido AMLO salió casi indemne, es decir, sin daño y bien librado.
Supuso que Claudia hablaría de sus grandes realizaciones: la Refinería de Dos Bocas, del puerto aéreo Felipe Ángeles y del ferrocarril peninsular; se equivocó. Xóchitl, en cambio, con medida, recordó sus grandes fracasos: inseguridad, corrupción, educación deficiente e insalubridad.
Claudia esperaba que se olvidara el accidente de la Línea 12 del Metro, la tragedia del Rébsamen y su negligencia frente al covid. Xóchitl le recordó la falta de mantenimiento que motivó el accidente; la ausencia de supervisión de los planos del edificio que se colapsó y su actuar criminal por pretender curar la epidemia con medicina para combatir los pediculus capitis: los piojos.
Claudia, en sus intervenciones, no le quemó incienso a AMLO ni reconoció su “legado histórico y trascendental”. Gran pecado. Tampoco defendió lo indefendible: la corrupción de los “hijos presidenciales”. Grave error. Todo apunta en el sentido de que hay mal presagio y de que se avecinan tiempos difíciles para la familia presidencial y para la candidata del partido oficial. Para ésta, olvídense del apoyo irrestricto.
AMLO, del debate, no obtuvo la seguridad de que su delfina, llegado el momento, sacará la cara por él y sus hijos. Los demás: hermanos, parientes, amigos y partidarios no importan. Ésta es una comparsa inútil que, como se dice del Diablo, no aprendió a sumar y a multiplicar, pero sí a restar y a dividir. No vislumbró un atisbo de defensa de la 4T y de su persona.
Difiero de algunos comentaristas. En el debate no hubo vencedora ni vencida. Ése es mi particular punto de vista. Por tratarse de un round exploratorio; las participantes más expusieron propuestas, que intentar una ofensiva hecha y derecha. Se quitaron los golpes y expusieron su poder de fuego. Hasta ahí.
Hay algo cierto: no falta mucho tiempo para que, contrariamente a lo que él esperaba, veamos a AMLO tirado en el basurero de la historia, a donde van a parar las cosas inútiles, deleznables o inservibles. Será el sitio que se ganó a pulso por haber intentado destruir, en su beneficio, las instituciones públicas.
Le será aplicable lo que decía una vieja canción. Ésta, según me lo comentó hace muchos años un viejo músico, tenían prohibido interpretarla en público. Lo prohibió el Torquemada mexicano: Ernesto P. Uruchurtu, allá por los años cincuenta del siglo pasado. Al prohibirla se adelantó al feminismo actual.
La canción de marras, compuesta por Lorenzo Barcelata y cantada por Cuco Sánchez, lleva el título: Tú ya no soplas; claro que es a todas luces antifeminista; qué bueno que la censuró el entonces regente del Distrito Federal.
En todo este embrollo, con la presentación y defensa de las reformas a la Ley de amparo, que destruiría la institución y el Estado de derecho y de amnistía, que privaría al Congreso de una facultad que legalmente le corresponde, Ricardo Monreal Ávila ha alcanzado gracia ante los ojos de AMLO. Los astros comienzan a alineársele favorablemente. Aguas, Claudia, hay un pitcher relevista calentando en el bullpen.