Carlos Martínez Assad
Crimen y castigo en Gaza
“Israel decidió que los más de dos millones de palestinos debían pagar por el crimen de Hamás. Y el castigo fue tomado de la historia, se recordó el éxodo motivado por que dos pueblos no podían vivir en esas tierras y los judíos se libraran de la opresión y atravesaron el desierto.”Qué más escribir sobre los acontecimientos que han tenido lugar en la franja de Gaza desde el 7 de octubre cuando las brigadas de Al Qasam, el brazo armado de Hamás, cayeron de forma brutal segando la vida a numerosos israelíes que habitan los kibutz, separados apenas por una barda. Qué se puede decir sobre la barbarie y la ira desencadenadas para matar a tantas personas, la mayoría de jóvenes.
Difícil argumentar cuando se juzga con encono, según el lugar de procedencia, haciendo a un lado la razón para dar paso a lo emocional. Lo cual tropieza, además, con algo que ha sido característica de un viejo conflicto, que se recicla ahora en torno al crimen. Se difunden noticias falsas de uno y de otro lado porque como nunca están las redes disponibles para todos. Sin embargo, invitado a un programa de internet de amplia difusión, fui severamente confrontado cuando propuse que debíamos esperar a las investigaciones que demostraran hasta dónde se puede llegar en la búsqueda de la verdad.
Lo importante es que un crimen ha desatado más crímenes en los que han caído inocentes de uno y otro lado. Pero el fuego se ha extendido y no hay respuestas racionales cuando los resentimientos están tan exacerbados. Y vuelvo a pensar de nuevo en lo que dijo alguien que vivió por esos lugares hace algo así como 2 mil años: “Yo he venido a poner fuego en la tierra, ¿y qué he de querer ¿Pensáis que he venido a poner paz en la tierra? No, sino que arda? […] ¿Pensáis que he venido a poner paz en la tierra? No, sino separación: así os declaro. De suerte que desde ahora en adelante habrá en una misma casa cinco entre sí desunidos, tres contra dos, y dos contra tres”. (Lucas 12-49-52)
Leo y releo ese pasaje de las Escrituras y me resulta imposible entender cabalmente su significado y no simplificar para pensar en la tierra dividida habitada desde siempre por grupos diferenciados, cuyos desacuerdos no han cesado, se han magnificado con el tiempo. Pero como el evangelista Lucas lo transcribía, ya entonces parecía imposible que dos habitaran una sola y misma casa.
El 16 de octubre por la tarde, reunido el Consejo de Seguridad de la ONU rechazó una propuesta de Rusia de “un cese al fuego humanitario”, en Gaza; junto con China hasta sumar cinco estados votaron a favor, mientras era rechazada por Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Japón.
Francesca Albanese, relatora especial de la ONU, aseguró que los palestinos “corren peligro de sufrir una limpieza étnica masiva”. Por lo que ha pedido a la comunidad internacional “que negocie urgentemente un alto al fuego entre Hamás y las fuerzas de ocupación israelíes”.
Pero, la propuesta no tiene buena acogida, si Gideon Saar, ministro sin cartera del nuevo gobierno de Israel, declaró al canal 12 de la televisión nacional que Gaza “debe ser más pequeña al final de la guerra” […] tenemos que dejar claro […] El que empiece una guerra con Israel debe perder territorio”. Así que podemos suponer la intención de Israel de ampliar su territorio, contrariando todas las disposiciones internacionales que se han dado.
El líder de Hamás, Ismail Haniye ha expresado que Israel comete “genocidio” con sus bombardeos en Gaza. Dice que está enfrentando “las consecuencias de la derrota estratégica de Israel del pasado 7 de octubre”. El problema es entonces que como en la torre de Babel se hablen sino lenguas diferenciadas, discursos que nunca se encontrarán. Y un profesor jubilado gazatí dice: “Lo peor es que estén sembrando el odio y la venganza en nuestras generaciones de jóvenes”.
También se escucha la voz sensata de Shlomo Ben Ami, para quien el conservador Benjamin Netanyahu: “Ha intensificado la ocupación, convirtiéndola en irreversible mediante la expansión de los asentamientos y tolerando la violencia de los colonos”. El mismo que ordenó las tres campañas bélicas contra la franja en 2012, 2014 –que duró dos meses– y la de 2021, y también ha tenido que lidiar con la oleada de ataques con cuchillo entre 2015 y 2016. A lo que habría que añadir que en las manifestaciones en la frontera con Gaza en 2018 y 2019 hubo 200 muertos palestinos en acciones realizadas por el ejército.
Pero llegó la noche negra de Gaza el 17 de octubre para dificultar aún más la posible reconciliación. El hospital bautista Al-Ahli que impactado provocando la muerte de 500 personas y cantidad de heridos, algo pocas veces ocurrido en una guerra convencional. Se denunció del ataque inicialmente al ejército israelí porque se dio en el contexto del violento bombardeo sobre el enclave. Las víctimas no eran solamente enfermos sino también numerosos refugiados que buscaban abrigo luego de ser obligados a abandonar sus viviendas.
Pero la denuncia no fue solamente de Hamás, porque Hanenya Naftali, periodista israelí próxima a Netanyahu, escribió en su cuenta X que “el ejército de defensa israelí” ha golpeado al hospital. Casi de inmediato la publicación fue suspendida, pero también Médicos Sin Fronteras coincidió que había sido un proyectil israelí.
Lo grave es el resultado, pero el presidente Joe Biden que volaba hacia Israel en lugar de esperar el resultado de una investigación, por apoyar de inmediato a su cuestionado amigo Netanyahu, lo excusó afirmando que no fue el ejército israelí. Después, le mostraron que los vídeos que vio para emitir esa opinión eran de una hora después del impacto. Por lo que se ve no aprende y volvió a caer como lo hizo al afirmar que Hamás había degollado a 40 niños, pero luego corresponsales de Le Monde y Liberation no encontraron en el sitio ninguna evidencia y voceros militares israelíes recularon ante la CNN. Lo cual no quiere decir que Hamás no ha cometido actos criminales. Un internauta en Londres ha alertado sobre toda la desinformación criminal que las partes en lucha han difundido.
Cada crimen debe tener su castigo, pero cómo decidir la dimensión que éste debe tener. Supe de un país, donde el crimen se medía pagando en oro las lágrimas provocadas por el delito. Israel decidió que los más de dos millones de palestinos debían pagar por el crimen de Hamás. Y el castigo fue tomado de la historia, se recordó el éxodo motivado porque dos pueblos no podían vivir en esas tierras y los judíos se libraran de la opresión y atravesaron el desierto.
Imposible no pensar en esa historia, viendo ahora a los palestinos, hombres, mujeres, niños, cargando sus enseres domésticos, bidones de plástico con agua, en filas interminables desplazados también hacia el desierto esperando no morir de sed y que caiga el maná del cielo para evitar la muerte por hambre. Sólo que ahora el pueblo arrojado va en sentido contrario de donde se encuentra la tierra prometida.