México
La posición de México en el mundo en 2023
En el plano internacional los problemas más serios son los derivados del calentamiento de la Tierra, cada vez más aterradores y, al mismo tiempo, menos susceptibles de provocar la acción coordinada de los gobiernos del mundo para hacerles frente.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).-El año que se inicia será particularmente difícil al estar presentes problemas internacionales de grandes dimensiones y escasas posibilidades para México de participar en su solución.
En el plano internacional los problemas más serios son los derivados del calentamiento de la Tierra, cada vez más aterradores y, al mismo tiempo, menos susceptibles de provocar la acción coordinada de los gobiernos del mundo para hacerles frente.
Las sequías, las inundaciones, los huracanes, los incendios, la pérdida de biodiversidad, la desaparición de islas y tierras bajas, ya es una realidad. Sin embargo, como evidenció la COP27 celebrada en noviembre de 2022 en Egipto, el compromiso de los gobiernos para una acción internacional conjunta es muy limitado. Como diagnostican grupos de expertos sobre cambio climático, pronto será imposible revertir el proceso de degradación del medio ambiente, situación a lo que nos acercamos aceleradamente.
La guerra en Ucrania es el acontecimiento de consecuencias más graves, tanto por la disrupción económica y política que provoca, como por el riesgo de un enfrentamiento nuclear. Imposible olvidar que Rusia tiene el segundo arsenal más grande de armas nucleares después de Estados Unidos.
La posibilidad de negociar la paz es, hoy por hoy, muy lejana. La situación en el campo de batalla podría cambiar las circunstancias, pero tal cambio es poco probable, quedando la opción de un conflicto prolongado, de altísimo costo en vidas humanas, tanto de rusos como de ucranianos. De otra parte, no puede ignorarse la crisis alimentaria producida por la guerra en diversas partes de África y la carencia de energía, principalmente en Europa.
La tercera situación que domina el panorama internacional es el cambio en la geopolítica mundial que resulta del surgimiento de China como un serio competidor de Estados Unidos por la hegemonía mundial. Los datos sobre la supremacía de uno u otro son difíciles de valorar, en la medida que la información procedente de China no tiene la regularidad y confiabilidad que la de Estados Unidos.
Sin embargo, hay hechos lo suficientemente visibles para hacer innegables los grandes avances logrados por China en tres ámbitos: el poder militar, la tecnología –como la computación de alto rendimiento– y su mayor presencia de orden económico en regiones que se creían bajo la influencia prioritaria de Estado Unidos, uno de cuyos ejemplos es América Latina.
Dentro de ese panorama México no tiene los elementos para desempeñar un papel significativo. El sexenio de López Obrador se acerca a su fin sin que se puedan precisar los logros de una “transformación” cuyos resultados concretos son poco alentadores; el tema de la relación con el exterior es uno de ellos.
Diversos motivos obligan a entender a México desde la clave de sus relaciones exteriores: la importancia del comercio exterior para el Producto Interno Bruto; la situación geopolítica y sus consecuencias inevitables para los grandes movimiento migratorios de los últimos tiempos; la persistencia del narcotráfico hacia el país del norte y los índices de violencia que lo acompañan; los problemas, pero también las enormes oportunidades que abre la disputa de Estados Unidos con China al propiciar el traslado a países más cercanos de cadenas de abastecimiento, son ejemplo de ello.
Desafortunadamente, el gobierno de la 4T no lo ve así. La acción internacional ha recibido muy poca atención. La política exterior carece de estrategia y objetivos, de cuadros capacitados para ejercer liderazgo internacional, de credibilidad o prestigio. Hay excepciones, desde luego, una de ellas sería el paso digno por el Consejo de Seguridad bajo la batuta de Juan Ramón de la Fuente, que acaba de terminar. Mas allá de ese aspecto, la posición de México en la política internacional es imperceptible.
Sin lugar a dudas, el tema central de las relacione exteriores de México es Estados Unidos. La agenda plena de problemas de la relación bilateral se mantiene en un frágil equilibrio en el que la cordialidad en el discurso se mantiene, pero los problemas en temas comerciales, de seguridad o migración se empantanan cada vez más.
Propuestas carentes de viabilidad y precisión son presentadas frecuentemente en las conferencias de prensa matutinas de López Obrador. Transmiten un cuadro cada vez más confuso de los objetivos del jefe del Ejecutivo para la relación con Estados Unidos y, en general, con el mundo.
Así, del 9 al 11 de enero se celebrará en la Ciudad de México la Cumbre de los tres “amigos” de América del Norte. Curiosamente, más que concentrarse en asuntos propiamente trilaterales, AMLO, sin mayor coordinación con el canciller Ebrard, decidió introducir en su conversación con Biden el tema de América Latina y el Caribe, para quienes solicita, por una parte, un proyecto de autosuficiencia y sustitución de importaciones, y por la otra, combatir las desigualdades; finalmente un trato entre iguales con Estados Unidos con el debido respeto a la soberanía.
Semejante posición suscita interrogantes. La primera, el porqué de la ausencia de un tema tan importante en los comunicados que salen de la cancillería; la segunda, quién le ha otorgado a México la posición de vocero de América Latina y el Caribe frente a Estados Unidos. Tal pregunta es oportuna en momentos que, justamente, el ascenso al poder de Lula en Brasil despierta especulaciones sobre el papel que desempeñará como líder de las izquierdas latinoamericanas, en particular las de América del Sur.
La tercera duda tiene que ver con la pertinencia de pedir, tácitamente, la disminución de importaciones de China, cuando los países más grandes de América del Sur han firmado acuerdos de libre comercio e incrementado notablemente su relación económica con China.
La posición de México ante el mundo requiere de una voz unificada que, por lo pronto, no existe. Es necesario un cambio en el equipo de trabajo del presidente que ocurrirá muy probablemente para finales de año.
Será pues después de las difíciles elecciones de 2024 cuando podemos esperar que se formule una nueva aproximación al papel de México en la compleja situación internacional que se vive. Para entonces habrán avanzado las pláticas sobre violaciones o no al T-MEC, se habrán eludido o no sanciones económicas en los paneles de controversias que están por decidirse y habremos entrado, o no, a una etapa de mayor participación en las cadenas de abastecimiento.
En otras palabras, el futuro de la posición de México en el mundo está en vilo. El aspecto más preocupante es cuánto tiempo llevará remediar las decisiones dispares, poco estructuradas y peligrosas que se están tomando.