Naasón Joaquín García

Abusos sexuales, religión y naturaleza humana

Naasón Joaquín García, líder y “apóstol” de la iglesia La Luz del Mundo, se declaró culpable de tres delitos relacionados con abuso sexual contra menores de edad.
jueves, 16 de junio de 2022 · 11:58

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–Naasón Joaquín García, líder y “apóstol” de la iglesia La Luz del Mundo, se declaró culpable de tres delitos relacionados con abuso sexual contra menores de edad. Se le acusa de 19 ilícitos en total. Esto fue en Los Ángeles, California. (El Financiero, 3 de junio de 2022).

El señor García llevaba ya tres años preso y recientemente se presentó ante el jurado encargado de juzgarlo. El juez le impuso una condena de 16 años y ocho meses en prisión.

Mucha gente creyó en él. Lo siguió y tomó como modelo. Lo consideró su líder o guía espiritual. ¡Qué decepción! Sus seguidores, cuando lo detuvieron y metieron a prisión, clamaron que “el santo varón” era objeto de una gran injusticia. Oraron una y otra vez. Pedían a la divinidad abrir los ojos de las autoridades norteamericanas a fin de que reconocieran su error y lo liberaran. Estuvieron dispuestos a pagar una fianza con tal de que siguiera su proceso en libertad. De nada sirvieron las oraciones: seguirá en la cárcel.

Ante el reconocimiento expreso de culpabilidad, muchos se resignarán. Unos a los otros se dirán: finalmente Naasón es un ser humano. Creemos en algo más trascendente e impecable. Nuestra fe, que es firme, está puesta en algo que es eterno, santo y puro; no descansa en incidentes pasajeros o en seres humanos imperfectos. Esa idea hará que muchos, no todos, permanezcan en la fe que han abrazado. Algunos recurrirán al pensamiento mágico. Se dirán a sí mismos: “No hay humano en quien confiar. Hagámoslo en un ser trascendente y eterno. Él no nos fallará”.

Los que siguieron al ahora prisionero pasaron por alto dos circunstancias: una, que se trataba de un mortal común y corriente; y dos, que ninguna religión o creencia, por más a pecho que se tome, es capaz de cambiar la naturaleza humana. Del señor Naasón García y de cualquier otro religioso era y es de esperarse ese comportamiento. Todos deberíamos saber que es inherente a la gente religiosa la perversión, el fingimiento, el aparentar y explotar la ingenuidad de los más. En algunos la perversión alcanza grados sumos e inalcanzables para los mortales comunes y corrientes. Hay excepciones.

Por más que se diga que toda creencia, tomada con convicción, es capaz de cambiar la naturaleza humana, al parecer no es cierto. Los múltiples ejemplos que hay, sobre todo de dirigentes religiosos, demuestran lo contrario.

La inquisición, la quema de herejes, las persecuciones y la intolerancia sólo pudieron haberlas inventado y practicado los religiosos. Los mismos que inventaron el purgatorio como una buena fuente de ingresos. ¿Quién no está dispuesto a sacrificar sus bienes materiales a cambio de lograr que el alma de sus parientes fallecidos salga de los lugares de tormento?.

Los religiosos son los únicos capaces de tanta perversión y sadismo. Le siguen en intolerancia, pero de lejos, sin conductas tan extremas, los políticos. Estos se radicalizan cuando mezclan ideología política con creencias religiosas.

Un incrédulo no sería capaz de matar, atormentar, de marginar, discriminar a alguien por razón de que crea en alguien o en algo. No se ha visto que ellos ejerzan violencia para obligar a un creyente a dejar de serlo. El sello distintivo del incrédulo es la tolerancia y la comprensión. Pudiera haber excepciones. Como en todo.

Los creyentes son los únicos capaces de perseguir y condenar a quienes no creen o se apartan de la ortodoxia oficial que imponen las religiones. Las persecuciones, autos de fe y discriminaciones por razones religiosas, de raza, preferencias sexuales, reconocen como fuente primigenia y natural a las religiones monoteístas.

El temor al castigo de las llamas del infierno y la promesa de gozar eternamente de un cielo prometido, no han sido bastantes para cambiar la naturaleza del hombre y, en especial, la de aquellos que se autonombran mediadores entre la divinidad y su grey.

No lo han sido desde el momento en que los dirigentes y adeptos de cualquier religión consideran que la suya es la única vía para alcanzar la dicha eterna y que las otras son caminos seguros y directos a la perdición. Se odia, incluso, a quienes creen en la misma divinidad, pero de manera diferente o que la adoran en forma distinta. Insisto: no importa que sea la misma divinidad. La intolerancia procura la uniformidad en materias en las que ésta no puede darse.

El ejemplo de Naasón J. García, y de otros que hacen del sacerdocio su manera de vivir o de negociar, demuestra el fiasco de las religiones y de sus credos. Han fracasado y seguirán fracasando en la formación del ser humano. No han logrado hacer que se conduzca de manera aceptable en sociedad. Nada puede substituir a la educación y, eventualmente, al temor a un castigo terrenal para frenar la tendencia al mal que hay en la naturaleza humana.

Todos los delitos son reprobables, mucho más aquellos que victimizan a menores de edad o a incapacitados. Son reprobables en grado sumo aquellos cuya autoría es atribuible a quien tiene un ascendiente moral, religioso o de cualquiera otra índole sobre las víctimas. En el caso concreto, el proceder del señor García es más censurable desde el momento en que no está obligado a observar el celibato.

Se explican, pero no se justifican, actitudes perversas, ilícitas y censurables en las creencias que exigen el celibato a quienes se desempeñan como ministros, como, en el pasado, el papa Alejandro VI, su hijo el cardenal César Borgia, el cardenal Jean Daniélou, y recientemente Marcial Maciel, el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, los sacerdotes: el chileno Fernando Karadima, el mexicano Luis Fletes Santana y muchos otros.

Naasón Joaquín García, sin la atenuante del celibato, por cuanto a que es casado, se suma a la larga lista de depredadores sexuales; a la de los que se han aprovechado del ascendiente que, por virtud del cargo que detentan o de la autoridad moral de que gozan, han abusado o abusan de menores de edad o de la confianza que en ellos han depositado sus feligreses.

A Naasón García y a todos aquellos que han ofendido a las ovejas que tienen a su cuidado, les es aplicable: “…Imposible es que no vengan escándalos; mas ¡ay de aquél por quien vienen! Mejor le fuera si le pusiesen al cuello una piedra de molino y le lanzasen en el mar, que escandalizar a uno de estos pequeñitos.” (Lucas cap. 17. Vs. 1 y 2). 

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