4T

El ritual

López Obrador no se equivoca en la base de su planteamiento: “Primero los pobres”. En lo que se equivoca, como se equivocaron la Iglesia imperial y el Estado, es en que eso que descubre en el Evangelio no es susceptible de ser institucionalizado, mandatado y criminalizado si no se cumple.
miércoles, 4 de mayo de 2022 · 09:42

A la memoria de doña Rosario Ibarra de Piedra, compañera de dolor, compañera de lucha.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–Se han dado muchas definiciones sobre la 4T. Yo, después de padecerla tanto, no encuentro mejor palabra para definirla que “el ritual”: un procedimiento, dice Iván Illich al hablar de la escolarización, que genera un mito lo suficientemente poderoso como para ocultar sus propias contradicciones.

Todos los pueblos han tenido y tienen sus ritos de iniciación, pero nunca un ritual que en su constante repetición reclame una validez universal, un procedimiento que se presente como el único camino exclusivo hacia un destino necesario e ine­vitable para todos en todas partes. El que López Obrador desde el púlpito del Palacio Nacional ejerce día tras día en nombre de la 4T es de esa naturaleza. Tiene su origen, como todo el Estado moderno, en la manera en que la Iglesia imperial se adjudicó el monopolio de la salvación. Ella, según Illich, fue la primera institución que afirmó que sus servicios y su clerecía eran la única puerta de entrada a la redención: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”, exclamaba Cipriano de Cartago en el siglo III, es decir, fuera de sus sacerdotes, de sus sacramentos y de su enseñanza no había posibilidad de ser redimido.

Algo de ello resuena en el ritual de la mañanera, que ha pasado de decir “fuera del Estado no hay salvación” a “fuera de la 4T no hay salvación”. Quien lo niegue es una especie de hereje –un “fifí”, un “conservador”, un “adversario”, palabra que a lo largo de la Biblia aparece como sinónimo de Satán–, un reo del infierno, al que hay que purificar para que no contamine la pureza por la que el reino prometido llegará.

Esta herencia de la Iglesia imperial pasó de manera implícita al Estado y sus burocracias (como ella, el Estado –develó Illich a lo largo de su obra– otorga a su clerecía de burócratas y profesionales poder legal sobre los seres humanos; como ella hace que los ahora ciudadanos dependan de sus servicios, y hace de sus ritos y enseñanzas el único camino autorizado para adquirir el estatus de viviente). Pero es López Obrador quien no sólo lo hace explícito cada mañana, sino que reduce ese camino ya no a un aparato institucional, sino a sí mismo. Él, que no niega su filiación cristiana, se siente como una especie de enviado que reina vicariamente en nombre de Cristo. El padre Solalinde, un intoxicado de despropósitos, lo ha incluso calificado de “otro Cristo”. El ritual al que convoca cada mañana, recuerda, citó al Illich de La sociedad desescolarizada, “a la Baja Edad Media, cuando la demanda de servicios fue más allá de la duración de la propia vida y se creó el Purgatorio para que, antes de entrar en la paz universal, las almas se purificasen bajo el control del Papa”.

López Obrador no se equivoca en la base de su planteamiento: “Primero los pobres”. En lo que se equivoca, como se equivocaron la Iglesia imperial y el Estado, es en que eso que descubre en el Evangelio no es susceptible de ser institucionalizado, mandatado y criminalizado si no se cumple. El amor que revela Cristo, que se encuentra en la Encarnación –la renuncia de Dios a su poder para hacerse uno como nosotros– y de manera muy clara en la Parábola del Buen Samaritano –el amor al prójimo–, es un acto de absoluta libertad. Ese amor, que Jesús analoga con el Reino de Dios, está por encima y más allá de cualquier regla ética, de cualquier ordenamiento jurídico, de cualquier poder. No es el cumplimento de un deber. Es su contrario: una gracia, una respuesta personal y libre a un llamado, un vínculo voluntario y directo que alguien decide establecer con alguien porque lo mueve la “compasión”. Es, en consecuencia, un acto de conversión, es decir, “una vuelta hacia adentro que comienza en las entrañas y termina en una relación única y completamente personal”, escribió David Cayley comentando a Illich. Es, por lo tanto, la delicadeza de una atmósfera que, como toda atmósfera, corre el peligro de ser corrompida engendrando cosas espantosas. “La corrupción de lo mejor es lo peor”, decía Illich, haciéndose eco no de la perversidad de Cipriano de Cartago, sino de San Jerónimo, que un siglo después entrevió los estragos que la divisa de Cipriano, adoptada por la Iglesia imperial, traería al mundo.

No se equivocó. Cuando la atmósfera del amor, esa preciosa libertad, se reglamenta y se convierte en imposición, en ordenamiento, como lo hizo la Iglesia imperial, como después de la Ilustración lo ha hecho el Estado y ahora, de manera desmesurada, López Obrador en su ritual mañanero, el amor se corrompe y se vuelve monstruoso. En su nombre, no sólo la gente se hace dependiente de todo tipo de clerecías, incluso ilegales, como las del crimen organizado, que administran sus vidas desde el nacimiento hasta la muerte, sino que, como sucede ahora, se les criminaliza, descalifica, persigue y de ser necesario se les condena al purgatorio de las inquisiciones, transformadas en redes sociales, o al infierno de la exclusión si no se someten a sus cuidados y dan la respuesta correcta a su catecismo.

En esa corrupción, el prójimo del que habla el Evangelio se borra y sólo queda la oscura e imprecisa salvación de los que se someten a rituales corrompidos y han aprendido a instrumentalizar al prójimo.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores, la masacre de los LeBarón, detener los megaproyectos y devolverle la gobernabilidad a México.

Este análisis forma parte del número 2374 de la edición impresa de Proceso, publicado el 1 de mayo de 2022, cuya edición digital puede adquirir en este enlace

Más de

Comentarios