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Los 50 años de la Teología de la Liberación
Estamos ante una de las grandes corrientes teológicas del siglo XX. Tenazmente combatida por el Vaticano de los papas Wojtyla y Ratzinger hasta casi silenciarla de los ámbitos eclesiásticos.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Se cumplieron 50 años de la publicación del libro Teología de la Liberación. Perspectivas, del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez. El libro marcó época en el continente, condensó una nueva visión de ser Iglesia en América Latina. Esta obra registra un antes y un después en la práctica de fe de miles de cristianos. El libro está traducido a 12 lenguas, que incluyen vietnamita y japonés.
La Teología de la Liberación no sólo fue un discurso novedoso sobre Dios, también representa movimientos sociales. Estamos ante una de las grandes corrientes teológicas del siglo XX. Tenazmente combatida por el Vaticano de los papas Wojtyla y Ratzinger hasta casi silenciarla de los ámbitos eclesiásticos.
En Lima se acaba de realizar un seminario internacional sobre los 50 años de la Teología de la Liberación. Allí distintos estudiosos, teólogos, historiadores, reflexionaron sobre su legado. En un mensaje videograbado, Gustavo Gutiérrez, de 93 años, afirmó: “La pobreza de ahora es vivir aparte del mundo que progresa, del que tiene bienes y seguridad. Aunque vivan en la misma ciudad los pobres viven de otra manera. Las cuestiones de la pobreza y la desigualdad, ahora, no son exclusivos de Latinoamérica, son un problema central de todo el planeta”.
Y concluyó que mientras la pobreza, el descarte y la injusticia persistan, la Teología de la Liberación sigue vigente.
La Teología de la Liberación propuso que la Iglesia asumiera un rol de decidido compromiso con los pobres y grupos excluidos. La teología, como disciplina, reformula su método; es decir, Gustavo Gutiérrez la aplica como un acto segundo, viene después de la práctica de lucha y resistencia de los pueblos. La teología concebida por Gutiérrez no consistía en un acto intelectual ni en un discurso erudito sobre Dios sino en una reflexión de la fe desde las luchas sociales. La opción preferencial por los pobres fue una nueva forma de ser Iglesia en un continente, de los sesenta y setenta, marcado por los golpes militares y la implantación de regímenes autoritarios.
Las Iglesias se posicionaron, en cierto sentido, en la defensa de los derechos humanos y la promoción de la dignidad de las personas devastadas por la represión. Esta propuesta supuso un parteaguas dentro del catolicismo latinoamericano. Gutiérrez y otros teólogos de la liberación se opusieron a convertir la teología en una ideología política de cristianos comprometidos. Mucho menos en un partido político. Sin embargo, levantó agudas polémicas intraeclesiásticas, pues le acusaron de instigar e introducir el marxismo en la doctrina de la Iglesia. Otros ratificaban las tesis de la Teología de la Liberación con la prédica de Jesús por los desvalidos, tal y como está registrada en los evangelios.
Recordemos que la Teología de la Liberación floreció inmediatamente después del Concilio Vaticano II. Gutiérrez afirma que se inspira en un posicionamiento del Papa Juan XXIII, quien afirmó que la Iglesia debe ser de todos y especialmente de los pobres. Después del modernismo latinoamericano, la atmósfera intelectual convulsionada en los sesenta planteaba búsquedas y cambios en el continente, que partían de una auténtica actitud de rebeldía. Leopoldo Zea publica La filosofía americana como filosofía sin más. Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto editan una obra clave en la teoría de la dependencia: La Dependencia y desarrollo en América Latina. Ensayo de interpretación sociológica. Paulo Freire publica Pedagogía del oprimido. El Che Guevara con “El Hombre Nuevo” sacude la conciencia de los jóvenes, incluidos los cristianos. Es cierto que hubo militancias extremas en la época. Algunos religiosos y universitarios católicos nutren las actividades guerrilleras en diversos países de la región. Sin embargo no se puede generalizar. Este ciclo, el compromiso social de los cristianos y sus organizaciones, como las comunidades eclesiales de base, son alentados por una excepcional generación de valientes obispos, como Hélder Cámara, José María Pires (Brasil), Ramón Bogarín (Paraguay), Óscar Arnulfo Romero (El Salvador), Leónidas Proaño (Ecuador), Juan Landázuri (Perú), Raúl Silva Enríquez (Chile), Samuel Ruiz y Sergio Méndez Arceo (México), entre muchos otros.
Bajo el pontificado de Juan Pablo II, El Vaticano mira con desconfianza este vasto movimiento social y teológico. Confirma un nuevo tipo de centralidad romana, imponiendo disciplinas internas, realineando las fuerzas centrífugas que temían podrían llegar a amenazar la identidad de la Iglesia. En América Latina se conoce cómo operó un proceso de represión interna marginando a los teólogos, modificando contenidos en los seminarios y nombrando obispos conservadores que en su desempeño minaron los nuevos ensayos pastorales. Y alejaron a la Iglesia de los pobres. Este periodo fue denominado por el gran teólogo Hans Kung como el “Invierno eclesial”.
En 1984 intervino el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Reconoció en un documento que la Teología de la Liberación era un “fenómeno extraordinariamente complejo” y un problema manifiesto para la fe de la Iglesia. Como resultado, el cardenal Ratzinger castigó a Leonardo Boff, en medio de un escándalo internacional. El 23 de noviembre de ese mismo año se hizo pública una “instrucción” sobre los aspectos condenables de la Teología de la Liberación, que exaltaba básicamente la contaminación marxista en el pensamiento teológico latinoamericano. “Tan lejos del Vaticano y tan cerca de los pobres” es una de las expresiones que bosquejan la persecución a los teólogos de la región, como al propio Gutiérrez. La llamada “burocracia sagrada” se impuso, como el mismo Boff definió al Vaticano bajo una guerra fría eclesiástica.
En 2014 Carlos Aguiar Retes, siendo presidente del CELAM y actual arzobispo de la Ciudad de México, afirmó que la Teología de la Liberación estaba casi muerta, sólo sostenida por ancianos. Se constata que el cardenal mexicano conoce poco la historia contemporánea de la Iglesia. Justo eso preguntaron a Gutiérrez y con ironía alegó: “Pues mira, a mí no me invitaron al entierro y creo que tendría algún derecho de asistir”.
Los grandes postulados de la Teología de la Liberación se han reactivado bajo el pontificado de Francisco. Sin embargo, su gran aporte ha sido su diversificación. Ha focalizado nuevas temáticas y sujetos. Así es posible entender el extraordinario auge de la teología feminista. El desarrollo de la teología india que impulsó Samuel Ruiz. La teología de la Tierra, o ecologista, impulsada por el propio Francisco. Los movimientos eclesiales altermundistas, grupos de derechos humanos y diversas pastorales de migrantes. En suma, hay herencias vigorosas y larga vida a la Teología de la Liberación latinoamericana.