Aduanas y puertos: nueva fase militar
Para Asier, quien se estrena como adulto en un país y un mundo difíciles,
pero con un futuro que, estoy seguro, será promisorio
“…el Ejército no puede ser utilizado para suplir la incapacidad de los gobiernos civiles.”
Andrés Manuel López Obrador. Zócalo, DF, 17 de agosto 2006 (citado por Proceso)
La profunda militarización de la vida pública del país va en contrasentido de una política democrática de fortalecimiento institucional de los gobiernos civilistas mexicanos que se conformaron al término del proceso revolucionario del siglo pasado.
Las acciones recientes en la implementación del control total del sistema aduanero y de la actividad portuaria están redefiniendo ámbitos que trascienden la influencia notable del sector castrense, convirtiendo a los generales y al almirantazgo en factótum político y económico cuyo control presidencial será inútil para cualquier acción correctiva en el futuro inmediato.
La nueva relación político-militar… con AMLO. Con la creación de la Guardia Nacional, el gobierno actual renovó esquemas de simulación en el nuevo trato con las fuerzas armadas y su uso político. Con mecanismos tramposos en las normas legales (como el artículo quinto transitorio de la reforma constitucional que militarizó el control y formación del nuevo cuerpo policial por todo el sexenio) y los márgenes discrecionales del nuevo autoritarismo presidencial (como el decreto del 11 de mayo de 2020), las definiciones del régimen confeccionan y justifican sus propias creaciones, según conviene al presidente: un organismo policial que termina siendo una extensión de las fuerzas armadas donde el componente civil es accesorio. Peor aún, como en el caso de la subordinación formal a una dependencia civil (Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana), su titular quedó reducido a un valor de papel decorativo o, cuando más, de “chivo expiatorio”, cuando la ocasión lo amerite, en caso de proteger la responsabilidad de mandos militares ante eventuales fracasos o violaciones a los derechos humanos. Ahora, con la coartada de la corrupción, bajo el esquema de un supuesto control civil gubernamental, se justifican los cambios administrativos en el sistema aduanal y portuario (el más reciente, en la Coordinación General de Puertos y Marina Mercante, 25 de julio). Se relega la autoridad civil, cuyos titulares terminan en un papel decorativo, independiente de los perfiles de eficiencia u honradez cuya importancia presidencial es sólo retórica y sólo atribuible como mérito a los militares. La amplia presencia castrense en la vida social y política del país, ahora disfrazada de “actividades generales” (las “específicas”, según ya se perfila en la narrativa castrense, son las de defensa), no es militarización porque así lo dice ¡el general secretario de la Defensa! (Excélsior, 6 de julio), pese a que la realidad muestra lo contrario. Fractura civilista. El tour de force militar actual es significativo por su impacto en el quiebre del principio de supremacía civil que, de modo singular, se forjó en las primeras décadas posteriores a la revolución y se consolidó hacia la segunda mitad del siglo pasado. El presidencialismo mexicano lo hizo bajo las premisas autoritarias, clientelares y de corrupción política de un sistema que apartó a generales y marinos de puestos de gobierno y representación popular. Con el populismo militarista actual se ha pasado de un patrón de privilegios e influencias castrenses (de impunidad y de carácter económico) a un escenario de presencia militar en el gobierno que fue propio de un contexto previo a su domesticación civilista con el antiguo PRI. En el sexenio actual se presume de la extensión de 13 actividades civiles importantes a cargo de militares (El Universal, 25 julio. Ver Programa Sectorial de Defensa Nacional, 2020-2024, Diario Oficial, 24 de junio). En el caso particular del control total de la administración portuaria del país, independientemente de que se trata ahora de la recompensa económica faltante a los altos mandos de la Marina (luego del trato obsequioso en términos presupuestales y financieros que este gobierno le ha dado a la Sedena), la militarización se hace evidente por:- el autoritarismo presidencial que, sin importar el marco legal y regulatorio, impone su decisión por encima de las leyes
- la extensión de presencia en espacios de gobierno bajo una coartada o pretexto de seguridad justificada con el mito de la incorruptibilidad y eficiencia militares; y
- la deliberada ignorancia u omisión de la importancia estratégica de la experiencia acumulada y el valor agregado de la marina mercante mexicana, sobreponiendo el interés militar sobre la eficiencia técnica y administrativa civil.