Coronavirus

Uso obligatorio de cubrebocas no es autoritarismo

El uso obligatorio de cubrebocas y demás medidas preventivas, nunca equivale a conducta autoritaria, sino a ordenamiento legítimo exigido por el bien común.
jueves, 24 de diciembre de 2020 · 20:41

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Un buen gobierno organiza las libertades para la realización del bien común. Éste evita los individualismos mezquinos, los libertinajes. El uso obligatorio de cubrebocas y demás medidas preventivas, nunca equivale a conducta autoritaria, sino a ordenamiento legítimo exigido por el bien común. Toda autoridad responsable debe velar porque se acate dicho ordenamiento. La incomprensión de muchos acerca del uso obligatorio de cubrebocas, radica en el repudio o ignorancia culpable de la naturaleza del bien común. Tal ignorancia y repudio obedecen a las ideologías del individualismo liberal y del colectivismo.

El ordenamiento jurídico prescribe dichas medidas preventivas en aras de la salud pública. Ordenamiento que obliga por su justicia intrínseca; tiene una función directiva, y en su caso coercitiva. Se le presta adhesión porque es justo y redunda en beneficio de todos y cada uno. Si a pesar de su justicia, el ciudadano no respeta el ordenamiento, entonces la autoridad tiene la grave responsabilidad de gestionar que se cumpla. Es un gestionar democrático, legítimo, porque no humilla, sino restablece el orden justo sin el cual no hay comunidad, ni paz, ni salud.

Pongamos una metáfora ilustrativa: la obligación de regar un árbol es justa y la cumplimos libremente; si alguien la incumple, deviene necesario obligar a tal persona a cumplirla para que el árbol no se seque, dé frutos y sombra para todos y cada uno.

La idea del árbol ejemplifica los deberes de cada uno frente a la sociedad, cuyo acatamiento redunda después en beneficio de cada integrante de la comunidad como retribución.

La relación entre la persona y la sociedad regulada justamente por el principio de bien común o solidaridad, es desvirtuada por las falsas ideologías del individualismo liberal y del colectivismo.

El individualismo liberal desconoce los deberes del individuo frente a la sociedad. Desconoce la vulnerabilidad del humano y, por ende, la necesidad de la sociedad y de la organización de las libertades para evitar el caos. El individualismo desconoce que la libertad tiene límites para salvaguardar el orden social, la paz. Un ejemplo sencillo de ello, pero muy ilustrativo, es la obligatoriedad del ordenamiento de tránsito, al que la mayoría presta adhesión porque tiende a un bien: salvar integridad y vida; si se violenta el ordenamiento, la autoridad sanciona legítimamente al infractor. No existe, por tanto, la libertad de pasarse el alto.

En el individualismo liberal, la libertad se deforma y deviene, con harta frecuencia, libertinaje, desprecio del bien del prójimo. Como bien lo ha dicho un prestigiado periodista, no hay libertad para contagiar, al tratar el tema del cubrebocas y medidas semejantes.

Por otro lado, la ideología colectivista desconoce la dignidad de cada persona, aniquila las prerrogativas esenciales de cada ser humano y sus derechos intangibles; sacrifica todas las genuinas libertades. La totalidad de la persona es absorbida por el todo, anulándola. La persona y su trascendencia son convertidas en meras partes degradadas de lo colectivo, del rebaño. Colectivo que impone mecánicamente todas las medidas. El todo se convierte en substancia totalitaria, en divinidad aplastante.

En contraste con las dos anteriores ideologías falsas, la doctrina del solidarismo o bien común, ubica en su justa dimensión el vínculo entre la persona y la sociedad. Le da a cada una, sociedad y persona, su justo lugar para bien de todos y de cada uno en particular. El bien común es de naturaleza infravalente: fin propio de la sociedad, pero medio a la vez para el perfeccionamiento de cada persona con su trascendencia intocable. 

La obligatoriedad del uso del cubrebocas deriva de una exigencia de bien común. Es una medida justa y necesaria que salvaguarda la salud sin violar ningún valor trascendente de persona alguna, como la obligatoriedad de regar el árbol, de respetar el semáforo, etc.

Uso benéfico con base en el sentido común -corroborado por destacados científicos del mundo entero-.

En el caso del ciudadano que desdeña el ordenamiento protector de la salud, es necesario que la autoridad obligue a cumplir la norma, e imponga la sanción razonable prevista en el ordenamiento por violentarse el bien público. Y dicha conducta de toda autoridad responsable, resulta insisto, democrática, nunca autoritaria; significa el ejercicio de la tarea esencial de toda verdadera autoridad: la gestión del bien común, de la organización racional de las libertades.

Finalmente, cabe señalar que lo crucial es distinguir entre verdaderas libertades y caprichos o libertinajes; entre los deberes de la solidaridad o bien común, y los colectivismos. Lo que procede es defender las verdaderas libertades, amenazadas por leyes autoritarias, por un militarismo perturbador, por el asalto al pluralismo democrático, por un discurso de odio y división cuando debiera ser tolerante, fraterno, en medio del drama pandémico. Y, por otro lado, exigir que la autoridad cumpla su tarea de proteger de verdad la salud y vida de todos y cada uno de los mexicanos, gestionando el bien común, prescribiendo el uso obligatorio de cubrebocas, sana distancia y demás medidas preventivas, tal como se ha hecho en varias democracias consolidadas.

En tanto se logre la tarea de vacunar a toda la población, que demanda gran organización y que llevará muchos meses según el calendario oficial, las medidas preventivas son el mejor instrumento para salvar vidas. Gravísima responsabilidad esa la del gobierno fundamentalmente, y de la sociedad. Se desea a todos una Navidad llena de paz y salud.

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