Opinión
El difícil comienzo de Biden
Las fuerzas que han apoyado a Trump siguen vivas. Son casi la mitad de los ciudadanos estadunidenses. Es muy probable que los republicanos mantengan la mayoría en el Senado y amplíen ligeramente su presencia en la Cámara de Representantes.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Terminó la primera etapa de las elecciones en Estados Unidos. El júbilo se ha expresado en numerosos frentes al mismo tiempo que permanecen los llamados a la cautela y el temor. Los medios de información dan los elementos que propician esos sentimientos encontrados. Estados Unidos es una nación dividida; la polarización no es anecdótica ni podrá terminar en pocos meses.
El comportamiento durante las elecciones dio las claves para tomar conciencia de esa división. Trump levantó un apoyo significativo en casi la totalidad del territorio de la Unión Americana. Numerosos observadores creían que tendría lugar una “ola azul” que permitiría ver la elección como un referéndum condenatorio de las políticas tan polémicas y destructivas de Trump.
Sin embargo, las fuerzas que han apoyado a Trump siguen vivas. Son casi la mitad de los ciudadanos estadunidenses. Es muy probable que los republicanos mantengan la mayoría en el Senado y amplíen ligeramente su presencia en la Cámara de Representantes. Sobre todo, están demostrando lealtad al actual presidente y parecen decididos a perseverar en sus denuncias (por infundadas que sean) sobre un fraude electoral que, según ellos, se habría consumado a través de votos por correo plenos de irregularidades.
El 8 de diciembre las autoridades correspondientes en cada estado habrán terminado su veredicto sobre la existencia, o no, de tales irregularidades. Es posible que se encuentren algunas, muy poco probable que puedan poner en duda los votos necesarios del Colegio electoral para confirmar la victoria de Joe Biden.
Lo anterior no impide a Donald Trump, mientras siga en el poder hasta el 20 de enero, alentar un ánimo de revancha y tomar medidas para obstaculizar el proceso de transición de manera que nunca se había visto en los Estados Unidos. En breve, mantiene vivo su empeño en hacer de la vida política un espectáculo televisivo que, no sorprendentemente, es del agrado de un alto número de sus seguidores.
Con enorme experiencia en políticas públicas, Biden ya ha delineado un proyecto muy ambicioso para los primeros 100 días de su gobierno que incluye iniciativas en casi todos los frentes relacionados con salubridad, educación, justicia racial, migración, y, desde luego, el covid-19 y la vacuna. Asimismo, ha empezado a circular una primera lista para los puestos de gabinete que pone en evidencia su propósito de equilibrar a las diversas fuerzas de centro, derecha e izquierda que conforman el Partido Demócrata.
Dentro de las numerosas propuestas para los primeros 100 días, llaman particularmente la atención las relativas a la lucha contra el covid-19. Cabe recordar que mientras el júbilo por las elecciones se expresaba en las calles, el contagio de coronavirus subió alarmantemente. Estados Unidos es uno de los focos rojos más inquietantes en el mundo por muertes y número de contagios.
Por ello, al día siguiente de su proclamación como presidente electo Biden convocó a un equipo de consejeros, encabezado por científicos y funcionarios públicos con amplia experiencia en temas de salud, para ayudarlo a definir medidas para controlar el contagio. A su vez, en materia de las vacunas, subraya su compromiso con el objetivo de hacerlas “seguras, efectivas y distribuidas de manera equitativa y gratuita”.
Su tarea no será fácil. La herencia de Trump caracterizada por su empeño en minimizar los peligros de la pandemia ha fortalecido la fatiga social, principalmente entre los jóvenes, ante el confinamiento; el rechazo al cubrebocas, y la renuencia a ser vacunados. También ha puesto en entredicho el respeto por la opinión de los científicos y el desdén por las opiniones de la Organización Mundial de la Salud, la cual abandonó hace pocas semanas.
Para tener éxito, las políticas de Biden deberán desmontar esas actitudes y efectuar una operación de reeducación que puede verse boicoteada continuamente por los grupos favorables al trumpismo.
Ese ejemplo permite afirmar que el mayor reto de Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris es cerrar la fractura en el tejido social y hacer posible, tema dominante en los discursos pronunciados por ambos, reunir al pueblo estadunidense en torno a objetivos comunes, compartir la esperanza de un futuro mejor para el conjunto de la sociedad estadunidense.
Desafortunadamente se trata del objetivo más elusivo y menos probable. La partición de la sociedad americana en bandos irreconciliables tiene que ver con A).- el descontento originado, entre otras cosas, en las ilusiones perdidas, en el fin del Sueño Americano que durante años sostenía la cohesión y aspiraciones comunes de las clases medias en Estados Unidos; B).- la naturaleza, quizás insoluble, del problema racial; C).- la pérdida del papel hegemónico que los Estados Unidos ejercían en la economía y la política internacional.
La pregunta que ahora está en el aire es si Biden, un centrista que ha tenido que ver con las políticas neoliberales que, entre otras cosas, han contribuido a la desigualdad creciente y al derrumbe del Sueño Americano, tiene ahora la decisión, la audacia y el margen político para tomar otros derroteros en política económica.
Por lo que toca al factor externo, la batalla de recomponer el tejido social al interior de Estados Unidos se da en momentos en que la lucha por la hegemonía mundial con China obliga a ver con extremo cuidado medidas que podrían ser desventajosas para la competencia con ese país.
Por último, las elecciones que acaban de terminar hicieron muy vigente la pregunta sobre la autoridad moral de la democracia estadunidense. Una democracia en nombre de la cual se justificaron, hace relativamente poco tiempo, acciones tan discutibles como la invasión de Irak.
Las respuestas son múltiples: algunos se enorgullecen, con razón, del alto número de ciudadanos que salieron a votar o enviaron su voto por correo, y del esfuerzo desplegado por numerosos grupos liberales para alentar el voto. Se trata, sin duda, de una confianza en la democracia electoral, de la búsqueda de soluciones pacíficas para decidir una elección en la que las apuestas estaban muy cerradas. Asimismo, cabe subrayar que, hasta el momento de escribir estas líneas, los enfrentamientos violentos no se han dado y un alto grado de civilidad ha estado presente en los medios de comunicación, televisivos y escritos.
El comienzo del gobierno de Biden se enfrenta, así, a grandes desafíos. Momentos en que la esperanza en la posibilidad de superarlos convive con las dudas sobre la posibilidad de lograrlo.