Carta abierta a quienes no entendieron
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Queridos todos: A raíz de mi “Tercera carta a Andrés Manuel López Obrador” (Proceso 2246) hubo un sinnúmero de ataques y de violencia verbal de parte de ustedes, incluyendo el presidente, hacia mi persona, las víctimas y la ciudadanía que las palabras de esa carta representan en su llamado a detener la violencia y fortalecer las regiones y las autonomías indígenas. Lo lamento. Es señal, quiero creerlo así, de que en medio de tanto ruido, no la leyeron con atención. De lo contrario sería señal de ceguera ideológica o de analfabetismo funcional que debe preocuparles, porque ambas, lejos de distinguir, de aclarar, de precisar, ahondan y abonan a la violencia. No quiero pensar con Bertolt Brecht que hemos llegado hoy en México a esos tiempos terribles en que hay que defender lo obvio.
No sé de dónde, en toda esa carta, el presidente y ustedes pudieron inferir que soy su enemigo, que pertenezco a esa anacrónica y violenta clasificación de “conservador” o “fifí”, que quiero sentarlo “en el banquillo de los acusados” y, lo peor, que soy un defensor de la política de las balas y de la sangre. “No se trata –escribí en esa carta, citando a Jacobo Dayán–, de cuántos balazos o cuántos abrazos hay que dar para detener el horror. Las dos estrategias están equivocadas. Se trata de saber cuánto Estado se necesita para construir la justicia y la paz (…)”.
Mentir, ocultar la verdad y malversar la palabra no sólo es, decía Platón, un crimen contra la lengua; daña también a las almas.
Yo nunca he pertenecido a partido alguno. He sido siempre un crítico del poder, de sus traiciones y sus desmesuras. Desde 2011, en que a raíz del asesinato de mi hijo Juan Francisco salí a caminar con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, no lo he hecho para beneficio de ningún partido, sino de las víctimas de este país ensangrentado y humillado por los criminales y la corrupción de la clase política.
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