Tragedia y desencanto
Para los más pobres y la clase media no hay desencanto porque la tragedia lleva rato y no ven ninguna salida en lo que se propone y alardea desde el gobierno. En cambio, el desencanto de los integrantes de la burguesía se deriva de que no perciben la recuperación de lo invertido durante la campaña presidencial (miles de millones de pesos), ante un engallado y pedante secretario de Hacienda que se ufana de los beneficios invisibles de la reforma hacendaria y trata de ocultar el nivel de recesión que se vive este año y se refleja en el desempleo (la tasa más alta de los países denominados emergentes) y en los bajos niveles de ingreso y de las ventas, como consecuencia de la inflación y la subida de los impuestos. Por el contrario, ahora se reclama al gobierno tener mayor coherencia para afrontar esta realidad, como se lo han echado en cara directivos de empresas, del Banco de México, exfuncionarios, periodistas especializados y hasta el INEGI. Tampoco es nada promisorio para los ricos lo que se destila con las reformas energética, de telecomunicaciones, de seguridad o de educación.
En el sector educativo, un grupo de empresarios, apoyados por las televisoras y algunos periodistas, se la han pasado reclamando al gobierno que mantenga la mano dura contra el magisterio disidente, que no ceda a las presiones de los gobernadores y siga, sin que medie ninguna negociación, con la reforma laboral en el sector docente, pactada en la nueva Ley de Coordinación Fiscal, que busca sustituir el muy cuestionado fondo de distribución con el que antes se operaba (el Fondo de Aportaciones para la Educación Básica y Normal, el FAEB) por el Fondo de Aportaciones para la Nómina y el Gasto Educativo (Fone). Para demostrar que aquí se le hace más caso a un pequeño pero muy vociferante grupo de presión, la SEP ha avanzado en el control del sindicato magisterial oficial (el SNTE), logrando su total subordinación, al tiempo que se aprietan las tuercas contra los maestros del país.
La medida más directa que la dependencia ha impuesto es la de los denominados “convenios de automaticidad”, que concentran en la SEP la distribución de las partidas federales en prestaciones y salarios. Es muy estrecho el margen de negociación que ha dejado a los gobiernos de los estados que tienen sindicatos por fuera del SNTE, con los que desde 1992 se han venido negociando estímulos y recursos especiales. Con ello se avanza en el control de las plazas, movimientos y recursos del magisterio, por encima del SNTE, pero se abre una puerta más al conflicto magisterial en los estados y en el DF, que empezará a sentirse desde esta semana con movilizaciones multitudinarias a escala nacional contra el ridículo aumento salarial de 3.5% (ni para comprar una botellita de agua diaria), del recorte a las prestaciones locales y de la mal llamada reforma educativa, que no existe.
Para los más pobres y la clase media depauperada, todas las medidas tomadas por el gobierno (en medio de las cuales se produjo la vergonzosa pifia de Rosario Robles en una comunidad indígena) son pura demagogia. A ver quién le cree al secretario de Educación que concentrando la nómina y provocando conflictos sin ton ni son, se va a mejorar la educación en las zonas más necesitadas y más afectadas del territorio mexicano, cuando precisamente allí se están rechazando dichas imposiciones.
En algunos lugares el fracaso del actual gobierno para dar respuesta a las demandas de la población ha conducido al borde de la desesperación, como ocurre en Cuernavaca, donde la Universidad Autónoma del Estado de Morelos ha sufrido en carne propia amenazas, acciones directas del crimen organizado y el asesinato de miembros de su comunidad, como ocurrió recientemente con el profesor Alejandro Chao y su esposa Sara Rebolledo. La misma incertidumbre enfrentan los universitarios en Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Nuevo León, Chihuahua, Oaxaca, Chiapas, así como en muchos otros lugares de estudio, escuelas y tecnológicos.
Tragedia y desencanto por todos lados, menos en las oficinas del gobierno federal, que todo lo ve de manera candorosa y exitosa, según la grandilocuencia de su discurso. Cuando un gobierno no puede apreciar el valor de la inteligencia colectiva, de los conocimientos, y no puede aprender de sus errores ni de su propia acción retardataria, la tendencia de su irracionalidad se va concentrando en el impulso a un escenario de desastre colectivo.
Ya se está avanzando en éste, cuando se sustituyen gobiernos fallidos con representantes federales doblemente fallidos, de modo que si se sigue por allí, los dos casos de este tipo (Michoacán y Tamaulipas) se multiplicarán hasta que, al fin del presente año, tengamos a la mitad del territorio en un estado de excepción e ingobernabilidad.