Carta abierta a Ratzinger
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Le escribe una católica desilusionada con la Iglesia. Y ahora que usted renuncia las razones de esa desilusión siguen allí, persistente y dolorosamente. Marcial Maciel, pederasta. Juan Pablo II, encubridor. Legionarios de Cristo, cómplices. Norberto Rivera, omiso. La cúpula de la Iglesia católica, culpable. Difícil reconocerlo, entenderlo, admitirlo. Pero es la verdad que lleva años allí; que algunas víctimas valientes han denunciado; que algunos periodistas comprometidos han investigado; que muchos mexicanos deberían saber. Porque la podredumbre exhibida en México hace unos años sobre el fundador de los Legionarios de Cristo no es tan sólo un caso aislado de complicidad compartida, o de silencio impuesto. Evidencia lo que en latín se conoce como ignorantia affectata, la “ignorancia cultivada”. Esa mezcla de arrogancia, desdén e indiferencia manifestada por los miembros de una familia que prefiere defender la imagen de sus jerarcas, antes que proteger la inocencia de sus niños.
Usted, dicen, merece ser aplaudido porque no rehuyó el problema, se reunió con algunas de las víctimas, exigió que Marcial Maciel se retirara de la vida pública. Pero eso no puede remediar un problema más profundo que como Papa no quiso encarar. Quizás lo que más ha sorprendido y más duele no es que Maciel –y otros sacerdotes– haya abusado de menores, sino que la Iglesia lo sabía y lo encubrió. La Iglesia estaba al tanto de su historia y la negó. Permitió que él y otros continuaran abusando, molestando, violando, saltando de parroquia en parroquia, de estado en estado, de país en país. A pesar de la primera visitación papal a la Legión para investigar los presuntos abusos sexuales de Maciel en 1956. A pesar de los reclamos reiterados de sus víctimas a lo largo de los años. A pesar de los reportajes del Canal 40, que le costaron el retiro de la publicidad empresarial por parte de multimillonarios convertidos en apóstoles del legionario libidinoso. A pesar de la investigación en el programa Círculo Rojo de Carmen Aristegui y Javier Solórzano. Ante la evidencia acumulada de comportamiento criminal por parte del clérigo, siguió la cerrazón orquestada. La negación institucionalizada. La evasión practicada por quienes prefirieron cerrar los ojos y vender el alma. Como tantos de los que usted se rodeó y a quienes protegió.
Este es un extracto del análisis de la periodista Denise Dresser que se publica en la edición 1895 de la revista Proceso actualmente en circulación.