CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Hoy en día es cada vez más común ver a miembros el Ejército Mexicano en toda clase de proyectos nacionales no militares, como en el manejo de aeropuertos comerciales y a cargo del Tren Maya, pero cuando surgió –hace 111 años– el panorama para las Fuerzas Armadas era diferente.

En 1913 el Congreso Constitucional de Coahuila desconoció al general Victoriano Huerta –como presidente– y otorgó facultades a Venustiano Carranza para crear una fuerza armada y restablecer el orden constitucional, después de que Huerta coaccionó al presidente Francisco I. Madero y al vicepresidente José María Pino Suárez para que renunciaran a sus cargos, quienes después fueron asesinados.

En marzo del mismo año, esa fuerza armada fue nombrada “Ejército Constitucionalista” –en el Plan de Guadalupe–, luego fue denominado Ejército Nacional Federal y Permanente, y finalmente Ejército Mexicano, que es su nombre actual.

El 22 de marzo de 1950, el presidente Miguel Alemán Valdés decretó el “Día del Ejército”, el cual es solemnizado el 19 de febrero de cada año y se conmemora izando la bandera a toda asta, y se rinden honores.

El presidente de la República es el comandante supremo de las Fuerzas Armadas en su conjunto y de él depende el general secretario de la Defensa Nacional (Sedena), quien a la vez es el comandante del Ejército –rama terrestre de las Fuerzas Armadas– y de la Fuerza Aérea, las cuales, en conjunto, cuentan con poco más de 262 mil elementos militares, de acuerdo con el Centro de Investigaciones Parlamentarias del Estado de Sonora (CIPES).

Actualmente, el Ejército trabaja a través de tres planes estratégicos: Plan DN-I, diseñado para enfrentar a un país o fuerza extranjera enemiga que invadiera el país; el Plan DN-II, implementado como combate a fuerzas internas que socaven la estabilidad de las instituciones, tal como sucede con el combate al narcotráfico, y Plan DN-III, que atiende a la población civil en casos de desastre.

En años recientes, las facultades del Ejército Mexicano se han extendido ampliamente en la construcción de obras de infraestructura prioritaria para el gobierno federal, como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y las casi 3 mil sucursales del Banco del Bienestar en el país; por otro lado, también se encuentra el manejo de empresas paraestatales, como Mexicana de Aviación.