Elecciones 2024
A las puertas de hacer historia: lo que supondría la primera mujer presidenta para México
¿Es necesariamente feminista que una mujer ocupe la Presidencia? ¿Está capacitado uno de los países con más feminicidios de la región para tener una mujer al frente? A continuación, un análisis sobre qué significa para México tener una mujer presidenta.¿Por qué ahora?: mexicanas y política
Salió a la calle por primera vez el 19 de abril del 1975. Lo que quería estaba muy claro: que le devolvieran a su hijo Jesús Piedra, desaparecido a los 21 años tras ser arrestado en una manifestación antigubernamental. Finalmente, como muchas otras mexicanas, pasó la mayor parte de su vida buscándolo y nunca lo encontró. Pero, por el camino, se encontró con algo más: una carrera política que abriría las puertas a muchas otras mujeres después de ella.
Hablamos de Rosario Ibarra de la Piedra, defensora de DD. HH. que se convirtió en senadora, en asesora política y en la primera mujer en postularse a la presidencia de México. La sensación de que las cosas no iban bien en su país la empujó a tomar esta decisión, especialmente en materia de justicia y reparación de victimarios y víctimas —una lucha que sigue activa hoy día en México—.
No sé por qué, pero realmente tenía fe en nuestro sistema legal, dijo al periódico estadunidense ‘The New York Times’ en 1978.
Aunque consiguió menos del 2% de los votos con el Partido Revolucionario de los Trabajadores en las elecciones de 1982 —que le valió el quinto lugar—, las mexicanas coinciden en que su figura como política fue fundamental para México.
“Rosario Ibarra de Piedra, fallecida en el año 2022, simboliza una fuente constante de inspiración para quienes buscan la transformación social y el cambio positivo en nuestra comunidad, su visión audaz y su compromiso inquebrantable —incluso en los momentos más difíciles— constituye un legado generacional en la búsqueda de justicia y en la construcción de paz en México”, sostiene Brenda A. Hernández, abogada, directora general AV Gender Consultoras y profesora especializada en género y derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México, en diálogo con France 24.
Otras, como María del Socorro Blanc Ruiz, primera mujer senadora; Margarita Robles de Mendoza, política y activista por el derecho a votar de las mujeres; o, más tarde, la política y académica Marcela Lagarde, una de las primeras voces del feminismo latinoamericano, dejaron un legado similar al de Ibarra: la lucha por la paz, los derechos humanos y la democracia en México.
Pero, para ellas, la democracia solo puede entenderse con perspectiva de género, teniendo en cuenta la voz de las mujeres y dándoles espacios de representación política y social.
Las de este junio serán quizás las elecciones más importantes —ya que son en las que más cargos se eligen— de la historia democrática de México. Y por primera vez, las dos favoritas para ocupar la Presidencia, la izquierdista Claudia Sheinbaum y la política de centroderecha Xóchitl Gálvez, son mujeres. Por eso, muchos dicen que el futuro político de México “tiene nombre de mujer”.
“Este giro en el imaginario social es algo muy importante: la sola idea de que una mujer gobierne el país es un cambio de paradigma, especialmente porque hay buena aceptación de la población en general”, apunta Ana Elena Contreras, fundadora de la organización feminista Las del Aquelarre.
Este no es un avance cualquiera. En todo el mundo, solo un 6% de países tenían a una mujer como jefe de Estado y apenas un 7% presidiendo un Gobierno, según las cifras de la ONU publicadas en 2021.
Como sucede en muchas naciones, a pesar de que la mayoría de la población en México son mujeres —64,5 de 126 millones— eso no se traduce en una representación política acorde. Para llegar donde están hoy día, históricamente las mexicanas han tenido que luchar por sus derechos políticos y electorales —para ser candidatas a puestos en la Administración pública o incluso para votar—.
“Aún tenemos mucho camino por recorrer, el mundo entero fue construido por hombres para hombres, por eso la incursión de las mujeres en otros espacios se siente más como una irrupción", sostiene Contreras.
En pleno siglo XXI todavía estamos tratando de romper el techo de cristal —limitación laboral basada en el género— o tratando de explicar que el patriarcado existe, que las mujeres somos capaces y que las desigualdades que vivimos no van a desaparecer si no empujamos nosotras las mujeres las agendas de los derechos de las mujeres y niñas, añade.
Por su parte, Hernández acusa que "esta brecha de género en la política persiste tanto por barreras culturales y estructurales, como por desigualdad en el acceso a recursos económicos, resistencia al cambio". Además, asegura que "claramente una persistente cultura patriarcal que subestima las capacidades de las mujeres y las relega a roles secundarios que obstaculizan su acceso a cargos de liderazgo".
Actualmente, nueve de los 32 estados mexicanos cuentan con una mujer al frente como gobernadora. Este 2 de junio se renovarán las gobernaciones de otros nueve estados —Ciudad de México, Yucatán, Chiapas, Jalisco, Guanajuato, Morelos, Puebla, Tabasco y Veracruz— y, según los lineamientos de paridad de género del Instituto Nacional Electoral (INE), al menos cinco mujeres deberán postularse para el cargo.
Se trata de unos avances que abogan por la igualdad en política mexicana, pero que arrojan una pregunta: ¿tener mujeres en cargos públicos se traduce necesariamente en avances feministas?
Mujer y presidenta, pero ¿feminista?
No es ninguna contradicción: se puede ser mujer y no ser feminista. De hecho, son muchas las políticas conservadoras, de derecha y de extrema derecha en el mundo que se posicionan en contra de los derechos de las mujeres. Puede parecer una contradicción, pero responde a los sistemas sociales basados en estructuras machistas. Por ejemplo, múltiples mujeres están en contra del derecho a decidir y el acceso al aborto o que no reconocen la existencia de la violencia de género.
Algunos ejemplos de la región son Victoria Villarruel, vicepresidenta de extrema derecha de Argentina y nostálgica de la dictadura (1976 - 1983), o Damares Alves, antigua ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos bajo el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil. Ambas han negado la existencia de una brecha de igualdad entre hombres y mujeres, al igual que la existencia de la violencia de género.
Creo que ser mujer solo es sinónimo de una realidad que a todas nos atraviesa a pesar de nuestras diferencias. Sin embargo, ser feminista y nombrarse así implica un posicionamiento político en el que ya existe una toma de consciencia, defiende Verónica Cervantes, politóloga y directora de la revista feminista ‘Politique’.
Si bien las candidatas de México sí han planteado una agenda de género, ninguna de ellas destaca por su perfil feminista. Según múltiples politólogos y expertos, ninguna de las favoritas ha llegado a ser candidatas por ser mujeres —o basar su campaña política en la defensa de sus derechos— sino por la corriente política que representan: Sheinbaum encarna el continuismo del gobierno de AMLO y del partido Morena —del que fue fundadora—; y Gálvez es todo lo contrario, ella es la oposición al oficialismo y la promesa de cambio.
“Aunque no sea feminista, que una mujer sea la que esté al frente de la toma de decisiones será un punto de inflexión para nuestro país y para nosotras. Es un hecho histórico y digno de celebración”, sostiene Cervantes.
Ambas aspirantes a la Presidencia son muy conscientes de la importancia de tener una agenda de género potente de cara a las elecciones y es que, aunque no sea su bandera, sí es un factor diferencial.
Sheinbaum ha prometido reformar la ley para que, en todos los casos, las muertes violentas de mujeres sean investigadas como tentativas de feminicidio. También asegura que desarrollará entidades departamentales especializadas en la lucha contra este tipo de violencia, una de las medidas que la Administración de AMLO ya ha desarrollado.
Gálvez, por su parte, también ha prometido medidas feministas. La política de centroderecha ha propuesto crear un fondo nacional de atención a víctimas, que se centre tanto en las víctimas de violencia de género como en las hijas e hijos de las asesinadas o desaparecidas.
“Soy una mujer como muchas mujeres que sufrió violencia de niña y me queda claro que debe haber cero impunidad para los violentadores”, apuntó Gálvez en uno de sus actos de campaña.
Más allá de la violencia que enfrentan las mujeres, ambas candidatas buscan impulsar otras políticas basadas en el género. Por ejemplo, abogan por apoyar económicamente a las madres trabajadoras y cabeza de familia, así como reconocer los cuidados y las tareas de casa, un tipo de trabajo no remunerado.
Entre estas medidas, Sheinbaum ha prometido ayudar a las mujeres de entre 60 y 64 a pensionarse, aunque su vida laboral no les alcance, una realidad que afecta a muchas mexicanas, justamente por haber dedicado sus vidas a trabajos no remunerados —de cuidado, del hogar o simplemente informales—.
No obstante, ninguna ha hecho referencia al derecho al aborto, que aún no ha sido regulado en 21 estados mexicanos. Algo que también ha molestado a muchas mexicanas.
Múltiples feministas creen que ser mujer no es suficiente y que se debe luchar por las causas feministas. Y es que, más allá del avance que supone que una mujer gobierne, se necesita una política pública articulada para poder registrar cambios reales y duraderos en materia de género. Precisamente, es este punto el que más críticas ha recibido: por el momento, hay promesas sobre la mesa, pero no hay ningún plan de acción.
Ninguna plantea, por ejemplo, cómo va a acabar con los feminicidios, sino cómo intentar regular la situación, apunta Cervantes.
El tema de los feminicidios es, justamente, uno de los que más preocupa a las mujeres en México.
“¿Qué sucede con aquellas cuyos casos no llegan a los titulares? La Justicia no puede ser selectiva. Todas merecen ser escuchadas y protegidas, independientemente de su visibilidad mediática”, denuncia la campaña de varios colectivos feministas #NoSoyMediaticaPeroMiVidaVale.
Lo que sigue ocurriendo en México es que, para muchas, si su caso no logró colarse en los titulares mediáticos, no suele ser escuchado ni resuelto.
Una mujer al frente de uno de los países con más feminicidios de América Latina
En México no se puede hablar de feminismo ni la de la situación de las mujeres sin mencionar la cantidad de feminicidios.
En 2023, más de 3.000 mujeres fueron asesinadas por cuestiones de género. Mientras que este año al menos 410 ya han sido asesinadas, según los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Muchas eran menores de edad.
“Las mujeres queremos que las autoridades atiendan a la violencia de género de manera integral y permanente, que prevengan que nos maten, escuchando a las poblaciones más afectadas y sin recurrir al autoritarismo ni al populismo punitivo”, sentencia Lisa Sánchez, politóloga y directora general de la organización defensora de DD. HH. México Unido Contra la Delincuencia (MUCD).
Actualmente, en México matan de nueve a diez mujeres cada veinticuatro horas, según ONU Mujeres. Muchas temen por su integridad física. Por eso, muchas han querido llamar la atención sobre esta forma de violencia continua.
Es el caso de la ingeniera geofísica María Salguero, que en 2016 decidió crear 'Yo te nombro', un mapa sobre los feminicidios en México. Y, más allá de localizarlos y fecharlos, este también da contexto sobre cada caso de feminicidio. Algo que permite humanizar a las víctimas y establecer patrones sobre estos homicidios motivados por cuestiones de género.
El 29 de enero de 2018, María Carmelita iba andando por las calles de Xicalahuatla, en el estado de Puebla. No lo sabía, pero ese iba a ser su último día con vida. Horas después, sus vecinos la encontraron muerta y semidesnuda, con señales de haber sido apedreada y abusada sexualmente. El principal sospechoso: Eutimio V, su expareja.
'Yo te nombro' registró su caso como el de miles de mujeres. Todo para cumplir con su objetivo final: ayudar a dar voz y nombre a historias como la de María Carmelita.
Contrario a algunas afirmaciones, el feminicidio —entendido como la expresión máxima de la violencia de género— no ha sido atendido adecuadamente en México. Uno de los grandes pendientes de esta administración fue la atención a la violencia familiar y la violencia sexual en contra de mujeres y niñas, sostiene Sánchez.
Los feminicidios son la forma más extrema de violencia de género, pero no son la única. Las mexicanas también aguantan violencia psicológica, económica o sexual.
"Es necesario que quien resulte electa como presidenta de México asuma su responsabilidad de restablecer los sistemas de cuidados y reconocer que los feminicidios —y otras violencias basadas en el género— no van a disminuir con políticas autoritarias, con penas más estrictas o con prisión preventiva oficiosa, sino que tienen que atender el fenómeno de la violencia de género de manera integral y con una perspectiva de seguridad ciudadana", agrega Sánchez.
Se trata de unas dinámicas que reflejan otra realidad innegable en México: los problemas implícitos con el machismo están muy presentes y no se van a ir por sí solos. Según una encuesta del periódico español ‘El País’, un 75% considera que la población mexicana es “algo” o “muy” machista.
"La representación de las mujeres en puestos de decisión es importante, sin embargo, el hecho de que una mujer llegue a la Presidencia no garantiza que México se convierta en un país menos machista o que su gobierno, automáticamente, sea feminista. Por eso, sin importar el género de la persona candidata a un puesto de elección popular, debería poder demostrar que sus propuestas de política pública tengan una perspectiva de raza, género y clase", explica la politóloga y directora del MUCD.
Al final las mexicanas quieren lo que quieren las mujeres en todo el mundo: un gobierno que les asegure que van a poder salir a la calle sin que las acosen, griten o aborden. Y, sobre todo, con la certeza de que volverán a casa sanas y salvas. Con vida.
¿Una mejora segura en la vida de las mexicanas?
Después del 2J, ¿qué pasará con las políticas y la perspectiva de género en México? Esa es la pregunta que ronda en la cabeza de muchas mexicanas: el futuro que les deparará después de las elecciones. El hecho de que una mujer ocupará la Presidencia es casi seguro, pero esta no es una garantía para las mujeres de ese país.
Primero, las ciudadanas podrán comprobar si la ganadora cumple o no con sus promesas en materia de género. Actualmente, la igualdad de género está más que nunca en el foco del país. Y las posibilidades de mejora son infinitas con el cambio de un Ejecutivo que ha estado dominado por hombres hasta el momento.
"A nivel político ha habido una serie de acciones afirmativas a lo largo de los últimos 40 años, en los que se ha aumentado la paridad de género en las instituciones públicas, aunque aún hay infrarrepresentación. Pero en lo económico estamos mucho más atrás, somos de los países de América Latina donde menor porcentaje de mujeres en edad de trabajar lo hace. Y no es por falta de ganas, es porque no se les brinda el espacio y no hay un reconocimiento del trabajo no remunerado", sostiene Sofía Martínez, economista y activista feminista.
Como en muchos otros países en todo el mundo, son muchas las mexicanas que se dedican a labores de cuidado no remuneradas. Según la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidado revelada en 2022, del total de 31.7 millones de personas brindaron apoyos o cuidados a personas del hogar u otro, 75,1% fueron mujeres y 24,9% eran hombres.
Algo que las priva de independencia económica y genera una brecha respecto a los hombres. La dependencia económica también está reconocida como una forma de violencia.
La ausencia de temas como este en las campañas de las favoritas es lo genera más molestia en las mujeres que irán a las urnas —que según los datos oficiales votan siete veces más que los hombres—. En especial, las activistas feministas quieren ver cambios palpables con la nueva Administración, sea cual sea. Y para muchas, un sistema feminista también debe tener perspectiva de clase y luchar contra la desigualdad.
"En mi caso, me gustaría ver un sistema de cuidados financiado, una reforma fiscal que permita financiar los servicios públicos más básicos como la salud. En México hay un problema con el acceso a empleos dignos para toda la juventud y hay una gran tasa de embarazo adolescente, por lo que la apuesta en educación sexual es muy importante", dice Martínez.
Hay muchas tareas pendientes. La representación política, la brecha económica o la violencia de género son algunas de ellas. Pero las mexicanas confían en que el futuro del país tome una dirección que conduzca a un mejor escenario para ellas.
Me imagino un futuro más inclusivo. Por ejemplo, en 2050 ya vamos a tener una generación de mujeres jóvenes que habrán pospuesto implicaciones tradicionales como la maternidad, será una generación de mujeres jóvenes que seguro lucharán por una vejez más digna para todos, por una sociedad más plural y con menos índice de pobreza. Así es cómo me imagino mi país para entonces, vaticina Martínez.
Más allá de la agenda feminista de las candidatas presidenciales, lo que es seguro es que la primera mujer presienta en México abre puertas y refleja los avances políticos y sociales en el país, pero también evidencia el largo camino que queda por delante hasta alcanzar la igualdad de género.