CDMX
Tras una sesión de 26 horas, Morena impone su mayoría y reestructura el IECM
Tras una sesión de más de 26 horas seguidas llenas de gritos, acusaciones, actos dilatorios, violaciones normativas y hasta pasteles de cumpleaños, el Congreso de la CDMX aprobó la restructuración del Instituto Electoral de la Ciudad de México (IECM).CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).– Tras una sesión de más de 26 horas seguidas llenas de gritos, acusaciones, actos dilatorios y violaciones normativas y hasta pasteles de cumpleaños en el pleno, el Congreso de la Ciudad de México aprobó, con 37 votos a favor y 19 en contra, el dictamen para reestructurar al Instituto Electoral de la Ciudad de México (IECM).
En la sesión ordinaria del jueves 26, que se extendió hasta el viernes 27, los legisladores votaron, primero en lo general y luego en lo particular con más de mil reservas, el dictamen por el que se reforma el Código de Instituciones y Procedimientos Electorales de la capital.
Con el argumento de seguir la “Ley de Austeridad”, lo aprobado significará el ahorro de 52 millones 436 mil pesos al año debido a la eliminación o fusión de áreas operativas.
En los hechos, ese “adelgazamiento” del órgano autónomo implicará el despido de poco más de 100 empleados.
La reestructura implica la eliminación de la Unidad Técnica Especializada de Fiscalización que, entre otras tareas, se encarga de observar el financiamiento a partidos políticos, principalmente en tiempos electorales. Esa labor la asumirá la Comisión Ejecutiva de Asociaciones Políticas. También significa la desaparición de las comisiones de Igualdad de Género y Derechos Humanos para fusionarse con la de Educación Cívica y Construcción Ciudadana.
La iniciativa fue presentada ante la Comisión de Asuntos Político Electorales por el diputado de Morena, Carlos Hernández, aunque la operación política comenzó desde el gobierno de Claudia Sheinbaum quien, incluso, ayer, patinó al asegurar:
“Nosotros estamos de acuerdo con la propuesta. Es más, nosotros la enviamos, la propuesta, o no sé si la envió un diputado, ya no… pero estamos totalmente de acuerdo con la propuesta que se presentó”.
De hecho, mientras estaba la discusión, su secretario de Gobierno, Martí Batres, subió a su cuenta de Twitter una foto de la reunión que tuvo con los presidentes del PAN, PRD, PRI, MC y PT locales quienes, dijo. “estuvieron de acuerdo en que hay gastos excesivos en el @iecm que se deben recortar”.
Las 26 horas de desorden legislativo
La discusión del dictamen inició alrededor de las 14 horas, aunque los diputados llegaron al recinto poco después de las nueve horas para presenciar la ceremonia de entrega de la Medalla al Mérito en Artes 2021.
Algunos se quejaron de que los alrededores del recinto de Donceles y Allende, en el Centro Histórico, fueron blindados por cientos de policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) para evitar que llegaran personas a impedir el desarrollo de la sesión.
El pase de lista marcó quórum con 48 de los 66 diputados. Y desde entonces empezaron los dimes y diretes, los intentos de la oposición, en particular de los panistas Ricardo Rubio, Diego Garrido y Aníbal Cañez, por evitar la discusión de fondo y alargar el debate por “vicios de procedimiento”, por supuestos acuerdos que no lo eran, por la interpretación a modo de las normas, la petición de hacer un parlamento abierto, como lo solicitó el IECM, y hasta retirar el dictamen del orden del día.
A cada uno de los intentos, el presidente de la Mesa Directiva, Héctor Díaz Polanco, de Morena, tuvo una respuesta negativa que era secundada por aplausos de los morenistas.
A las 15:30 horas fue decretado un receso de cinco minutos que solo sirvió para que los legisladores agarraran más fuerza y los de oposición tomaran la tribuna acompañados de carteles que acusaban “¡Traidores!”, “Verdugos de la democracia!”.
A las mantas siguieron las acusaciones de que las reformas a la ley eran “por mandato de la regenta de la ciudad”, “para dejar a Morena hacer lo que quiera con el dinero” de los partidos, “por orden del presidente López Obrador para desaparecer los OPLES”, “¡Es un desprecio a la democracia!”, “Hay un tufo de dictadura”, acusaban.
Los diputados del PRD, Jorge Gaviño y Víctor Hugo Lobo, corrieron al área donde está el control del sonido del recinto, presuntamente para cerrar los micrófonos, pero la petista Circe Camacho se les puso enfrente y, con los brazos extendidos, les tapó la consola y no se los permitió. Solo le faltó decir “¡Sobre mi cadáver!”.
Por eso se seguían escuchando en las bocinas el “No más violencia” y el “No pasarán”, mientras Temístocles Villanueva, presidente de la comisión dictaminadora leía la iniciativa y se esforzaba en aclarar “es fusión y eficiencia, no desaparición” de las áreas del EICM.
Ante los gritos por un lado y la lectura por el otro, Díaz Polanco no atinaba cómo calmar los ánimos. “¡Presidente, actúe con congruencia, detenga la sesión!”, le exigían. “No hay condiciones, no sea palero de la mayoría, los diputados no somos trabajadores del Poder Ejecutivo”, le gritaba Garrido desde su curul. Mientras, los morenistas, que son mayoría, coreaban más fuerte “¡Austeridad, austeridad!”, “¡No pasarán!”
Abajo, en las escalinatas el panista Christian Von Roerich le daba instrucciones a una de sus ayudantes: “La cosa es reventar esto”, o sea, la sesión. Así quedó grabado en un video que corrió como pólvora en el recinto y las redes sociales.
Moción de ocho horas y 461 páginas
Los panistas sacaron otro as de la manga al interponer una moción suspensiva que implicó la lectura de un documento de 461 páginas. Para esa hora, la chacota legislativa ya estaba caliente, tanto que en el recinto se escuchaban carcajadas sin pudor.
Algunos que en la curul son opositores, en las escalinatas se tomaban selfies juntos para subir a sus redes sociales, mientras la secretaria de la Mesa Directiva, la morenista Marcela Fuente, demostraba su expertisse para hacer lectura rápida y casi sin tropiezos. Aunque ello, le valió la petición de un panista de que leyera más despacio porque, al mismo tiempo éste leía el documento para cerciorarse de que no se saltara ni una coma y que leyera completo “Instituto Electoral de la Ciudad de México, en vez de decir solo IECM”.
En no más de una ocasión y sin perder nunca la cordura, la lectora fue interrumpida porque “¿Me puede decir en qué página va?, es que ya me perdí” o “¿Se puede regresar?, se saltó un párrafo”, “se saltó cinco páginas”. Incluso, se dio el lujo de bromear con el diputado Gaviño, al que le dijo “usted vale por dos”. Mientras la diputada de Morena, Guadalupe Morales, acusaba a los panistas de machistas por no poner atención a la compañera y “porque están echando relajo y comiendo gomitas de azúcar”.
Hacia las 21 horas, cuando la lectura ya arrullaba a varios, se pidió una de tantas rectificaciones de lista para saber si había quórum, pues a esa hora el salón de plenos ya lucía semivacío. Pero ante el sonido del pase de lista, de inmediato los diputados aparecían prestos en su curul para decir “presente”.
Así pasaron las ocho horas de lectura de la moción en la noche y la madrugada. Marcela Fuente tuvo que ser ayudada por Carlos Hernández y Ana Francis López. Al primero le costaba trabajo contener la risa ante los cuestionamientos de los panistas y las quejas de que sus tabletas se habían quedado sin batería.
A la segunda se le iba la voz o hacía respiraciones profundas para no bostezar o no perder la paciencia y seguir leyendo las cuartillas que parecían interminables. “Ash, ¿por qué se repite tanto esto?”, murmuraba.
Las mil reservas, el pastel y el “¡Sí se pudo!”
Poco antes de las 8 horas del viernes 27, los diputados, algunos ya sin corbata, con tenis en vez de zapatillas y la mayoría con sus vasos o termos de café, tomaron un nuevo aire después de que se terminó la lectura de la moción suspensiva y los alegatos de que no les abrían el micrófono.
Los panistas y priistas, de plano, llevaron una bocina y micrófono propio con los que intentaban competir contra el sonido del pleno, aunque de poco servía porque con el ruido de los demás legisladores, el ayudante del presidente tenía que repetirle las peticiones a éste en el oído, a parte de que éste ya no escuchaba bien.
Pasadas las 8 horas, por fin se llamó a la votación general del dictamen. El sonido característico del recinto para avisar que es la hora de sufragar obligó a un silencio casi angustiante. El pizarrón electrónico subía poco a poco los votos “A favor” y más lento los “En contra”.
Luego, la voz que dio la primera estocada de la mayoría morenista: “con 35 votos a favor y 28 en contra, se aprueba el dictamen en lo general”.
De inmediato, los aplausos y los vivas.
Treinta minutos después, inició la lectura de más de mil reservas de artículos de la iniciativa, que ya más bien parecieron lo que dice el dicho popular: “patadas de ahogado”.
La diputada del PRI, Tania Larios, hizo su mejor esfuerzo por leer durante más de dos horas sus argumentos que justificaban por qué no se debían eliminar las áreas de derechos humanos y de Asuntos de Género. Apeló a las legisladoras morenistas con el argumento de que su partido se dice defensor de los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBTTTI, pero a esas alturas cualquier intento estaba por demás.
Una vez que subió, sola se dio ánimo con una arenga popular modificada: “La luuucha sigue, el IECM vive”, hecho que generó algunas risas y más aplausos. Cada vez que subía, con su cuerpo delgado y su voz bajita, a argumentar y bajaba para pedir que se hiciera votación nominal, recibía un muro como negativa: “se desecha la reserva, por lo tanto, el dictamen sigue firme”.
El colmo de la falta de respeto, y más de una mujer a otra, fue cuando la coordinadora de Morena, Marta Ávila, ignoró a Larios y se concentró en darle un pastel de cumpleaños –aunque con un día de retraso– a su compañera de partido y vecina de curul, Valentina Batres.
Cuando le prendió una vela de las que sacan chispas, los panistas pegaron el grito en el cielo, no solo por el desorden, sino porque “¡van a incendiar el pleno que, además, ya se convirtió en salón de fiestas!”. Con esfuerzos para aguantarse la risa, Díaz Polanco le pidió amablemente a las diputadas apagar la pirotecnia porque “las curules son de madera y se pueden prender”.
Los ánimos para entonces ya no daban mucho más. Los opositores poco a poco fueron retirando sus reservas. La aplanadora morenista había dejado claro que ninguna iba a pasar. Ya no había mucho qué decir.
A las 11:55 horas, se llamó a la votación definitiva: “37 votos a favor, 19 en contra, queda aprobado el dictamen”, leyó Fuentes con voz estoica. Casi como cuando el torero da la estocada final a el toro ensangrentado y moribundo, el pleno reventó en aplausos y el ya conocido grito de victoria “¡Sí se pudo, sí se pudo”. Lo demás fueron abrazos, selfies, fotos grupales y la satisfacción de la orden cumplida.
Y así, con la voz más clara que se le escuchó en las 26 horas de sesión y con una visible sonrisa en su cara, Díaz Polanco decretó: “Hemos terminado”.