El sismo del 85 mató a su madre; el 19S la convirtió en activista de la reconstrucción
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Para Claudia Torres Aragón y sus tres hermanas: Sandra, Yvonne y Jenifer, quienes quedaron huérfanas tras el terremoto de magnitud 8.1 de 1985 que destruyó parte de esta ciudad y dejó oficialmente tres mil 192 muertos (alrededor de 40 mil, según cifras extraoficiales), cada 19 de septiembre es difícil.
Su vida cambió por completo después de ese día. Su padre, Jorge Torres, padecía de leucemia y su madre trabajaba limpiando oficinas para ayudar con los gastos familiares. El día del terremoto, las cuatro hermanas estaban con su papá, en su casa ubicada en la colonia Doctores, y minutos después, cuando paró el ajetreo, un vecino que vendía jugos cerca del edificio de nueve pisos donde trabajaba la mamá les informó que el edificio se había derrumbado.
"En 1985 sufrí un terremoto en la Ciudad de México. Tenía 11 años. Estaba en casa con mis tres hermanas y mi papá, pero mi madre estaba en el trabajo. Después, fue la sensación más extraña. Salí y estaba lleno de polvo, no podía ver al otro lado de la calle, y todo estaba muy, muy tranquilo. Fue aterrador y misteriosamente calmado. Entonces, todas las sirenas sonaron", recuerda.
Claudia, la hermana mayor, tuvo que quedarse a cargo de sus hermanas, la menor de dos años, mientras su padre corrió al edificio derruido donde estaba su esposa.
"La encontró y hablaron, pero ella murió antes de que fuera rescatada", relata Claudia y comenta que fue hasta diciembre que pudieron recuperar el cuerpo de su madre. En febrero de 1986 la leucemia venció a su padre y las cuatro hermanas quedaron huérfanas.
Sin embargo, durante los días de trabajo para rescatar el cuerpo de su esposa, el señor Aragón conoció a Connie Gavin y Janet Rogosinzki --la primera esposa del entonces embajador de Estados Unidos en México, Jonh Gavin-- y platicó con ellas sobre la posibilidad de que sus cuatro hijas fueran adoptadas, juntas, por una familia en Estados Unidos. Antes de morir firmó los papales de adopción.
Rogosinzki dio seguimiento y tardó dos años en conseguir a una familia que adoptara a las cuatro niñas. En abril de 1987, Chris y Sharon Bisgaard, una pareja de mormones que tenía dos hijos casi de la misma edad de las hermanas, las adoptó. Por diferencias culturales con sus padres adoptivos, quienes querían que sus nuevas hijas olvidaran su pasado y su origen, Claudia decidió recuperar los apellidos de sus padres biológicos cuando fue mayor de edad.
[caption id="attachment_553073" align="alignnone" width="563"] Las hermanas con sus padres adoptivos. Foto: especial[/caption]
Ella mantuvo contacto con Rogosinzki, quien ayudó a otros damnificados del sismo de 1985 a conseguir apoyos para reconstrucción de escuelas, prótesis, becas… y también ayudó a Claudia Torres en los momentos de choque con sus padres adoptivos.
Claudia siguió el ejemplo de Rogosinzki y el terremoto de magnitud 7.1 del 19 de septiembre del año pasado fue el detonante.
“Quedé en shock, fue un día oscuro para mí y mis hermanas, como para muchos mexicanos”, cuenta cuando se le pregunta cómo recibió la noticia del terremoto justo 32 años después del sísmo en el que perdió a su madre y que deterioró la delicada salud de su padre.
Actualmente, Claudia Torres vive en Salt Lake City, y hasta hace unos meses trabajaba en la escuela primaria McMillan.
Ahí pidió el apoyo de la directora de la escuela, Joy Sanford, para recaudar fondos y enviarlos para apoyar a los damnificados por el sismo.
Apoyada también por su mentora Rogosinzki, buscaron la forma de hacer llegar la ayuda de manera directa para que no se perdiera entre la ayuda internacional de la que a la fecha no se conoce monto ni destino.
Decidieron que el dinero recaudado sería donado a una escuela que hubiera resultado dañada. A través de notas periodísticas y la coordinación de Rogosinzki, dieron con la escuela primaria Coyolxauhqui que, de acuerdo con el documento post sísmico que realizó la SEP, la barda perimetral y un muro divisorio de tercer año estaba en riesgo de colapsarse y la losa de los pasillos también se dañó.
Si bien no se encontró riesgo en la estructura, dos evaluaciones independientes que consiguieron los padres de familia ante la falta de seguimiento de la SEP, recomendaron cambiar las bardas perimetrales, otras reparaciones menores derivadas de la falta de mantenimiento del inmueble y una escalera de emergencia, ya que, ante la ausencia de ésta, en un simulacro los alumnos tardan hasta ocho minutos en desalojar uno de los edificios.
Ese último punto se convirtió en el objetivo de la recaudación de fondos.
A la directora de la escuela McMillan, Joy Sanford, se le ocurrió poner en marcha la actividad “Hats for Children” mediante la que cada viernes los niños pagaban 50 centavos de dólar por llevar un sombrero puesto, el que ellos quisieran.
[caption id="attachment_553075" align="alignnone" width="702"] Alumnos en el día de "Hats for children". Foto: especial[/caption]
"Fue divertido para los niños, ya que normalmente no pueden usar un sombrero. Tuvimos algunos estudiantes que contribuían más a usar un sombrero, lo que ayudó a algunos de sus compañeros a usar sombreros y eso se agregó a nuestras donaciones a la escuela.
"Simplemente me sentí abrumada por la generosidad de nuestros estudiantes y padres que contribuyeron. A veces, los niños llevaban 20, 30, 40 dólares. Otros contribuían con el dinero de su cumpleaños o hacían tareas domésticas en la casa para traer dinero. Un estudiante estaba ahorrando dinero para ir algún día a Hawái, pero en cambio, se lo dio al fondo de la escuela de México”, cuenta Claudia Torres, quien coordinó la actividad.
En total recaudaron dos mil 400 dólares, unos 45 mil pesos con los que se está construyendo la escalera de emergencia que requiere la escuela Coyolxauhqui para acortar los tiempos de evacuación en caso de emergencia.
[caption id="attachment_553074" align="alignnone" width="577"] La construcción de la escalera. Foto: especial[/caption]
"Tuvimos que verificar cada paso para que esto sucediera, pero la comunidad nos ha apoyado mucho. Intentamos involucrar a todos, desde usar sombreros hasta ayudar a que los niños hicieran anuncios y recogieran sobres de donaciones en cada aula. Tuvimos dos piñatas que tuvimos que rotar cada semana al salón de clases que tenía la mayor cantidad de donaciones. Al final del año escolar, las clases con más donaciones llegaron a romperlas”, comenta.
Reunida la ayuda, la escuela McMillan realizó un evento con motivos mexicanos en el que Claudia Torres contó su experiencia personal de la que nunca había hablado en público. A su vez los niños pudieron conversar con sus pares mexicanos vía Skype, quienes agradecieron la ayuda y contaron su experiencia en inglés. Del otro lado, niños cuyos padres son de origen latino pudieron traducir a sus compañeros estadunidenses algunos comentarios que se hicieron en español.
La escalera está casi completada y como testimonio de la sociedad bicultural que surgió a partir del terremoto del año pasado, la escuela Coyolxauhqui está creando un jardín que simboliza la amistad entre los niños de Estados Unidos y México que además llevará el nombre de la mamá de las hermanas: Arcadia Mendoza.
[caption id="attachment_553095" align="alignnone" width="720"] La escuela contar{a con un jardín de la amistad llamado "Arcadia Mendoza". Foto: especial[/caption]