Migración

Migrantes en la CDMX: las amenazas de Trump no los intimidan; aunque ven un futuro aquí

Proceso habló con migrantes que han parado en la CDMX, donde trabajan en lo que pueden en tanto gestionan una cita con la CBP One para entrar a EU; dicen que México los trata bien.
domingo, 19 de enero de 2025 · 06:20

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Ante la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, migrantes que trabajan de manera temporal en la Ciudad de México hablan sobre el impacto que tuvieron sus amenazas de deportaciones masivas en sus planes de seguir su camino hacia el “sueño americano”.

Mientras algunos mantienen la esperanza de tener una cita en la aplicación digital de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP One, por sus siglas en inglés) para entrar legalmente a su territorio, otros se quedan en la capital mexicana, donde han encontrado buenas oportunidades de trabajo y “hasta una familia”.

Aunque el temor es el mismo: no quieren arriesgarse a ser deportados a sus países; tampoco quieren volver a ser víctimas de asaltos, secuestros y extorsión del crimen organizado o de las autoridades mexicanas de migración.

Precariedad. Migrantes en el Centro Histórico. Foto: Sara Pantoja.

Desde el año pasado, miles de migrantes, principalmente de Venezuela, Haití, Colombia, El Salvador y Nicaragua llegaron a la CDMX para solicitar una cita en la CBP One y, con ella, presentarse en uno de los puertos de ingreso en la frontera norte para ser evaluadas y, así, entrar a Estados Unidos.

El 3 de agosto de 2023 la Embajada de Estados Unidos en México informó que desde que se lanzó el CBP One el 18 de enero de 2023, hasta finales de junio de ese año, es decir, en seis meses, más de 170 mil personas programaron “con éxito una cita para presentarse de forma segura y ordenada”. Los principales beneficiados fueron de Haití, México y Venezuela.

 

Centro Histórico, el respiro

La mayoría de los migrantes recientes tienen algo en común: su primera parada es el Centro Histórico de la CDMX, el Zócalo y sus alrededores, a donde llegan a buscar trabajo y un lugar para hospedarse. Su presencia es más visible alrededor de Palacio Nacional, La Merced y otras colonias de la alcaldía Cuauhtémoc, como Guerrero, Santa María La Ribera y Buenavista.

Muchos son contratados como meseros, lavaplatos, vendedores en locales formales y puestos ambulantes, cocineros, diableros y obreros de la construcción. Otros se las arreglan de “viene-viene”, cortan el cabello o ponen uñas postizas.

Mario tiene 50 años. Es de Popayán, Colombia. Llegó solo a la CDMX hace siete meses y vive en la alcaldía Iztapalapa. En ese tiempo ha tenido tres trabajos: en el servicio de limpia, colocando alumbrado público decembrino y el más reciente, como vendedor en una zapatería en avenida Circunvalación.

“Gracias a Dios no me ha ido mal desde que llegué aquí. No me ha faltado trabajo y los patrones que he tenido algunos me han tratado bien, otros se portan como mal, pero pues ahí hay que sobrellevar a la gente”.

En entrevista dice que la amenaza de Trump no cambia su intención de ir a Estados Unidos: “Mi plan no cambia, mi plan sigue porque es el objetivo que uno trae en mente de seguir. Y si alguna cosa surge y puedo trabajar aquí, pues me quedaré aquí”.

Antes de la temporada navideña, en las calles detrás de Palacio Nacional entre los cientos de puestos ambulantes era fácil escuchar acentos sudamericanos de los vendedores. Sin embargo, hasta la semana pasada, esas voces se recorrieron hacia la zona de La Merced.

Trabajos temporales. Foto: Sara Pantoja.

William Smith Cortés Solís nació en Cartagena, Colombia. Tiene 25 años y llegó a la CDMX el 13 de marzo de 2024, con su hermano menor. Es futbolista profesional, pero aquí ha tenido que trabajar como albañil, vendedor de dulces y en el servicio de limpia de una casa de oficios, hasta que logró comprar unas máquinas para cortar el cabello y montó su barbería al aire libre en una esquina de la calle Manzanares.

Él confía en que pronto tendrá la cita en el CBP One, pese a las amenazas del republicano: “El programa no se puede borrar así por así. Para poderse eliminar tienen que hacer una congregación en el Congreso de Estados Unidos. Nos dijeron que las citas que ya estén hechas por el momento no se van a sacar de inmediato”.

Dice que el gobierno estadunidense puede cambiar el nombre al programa, “pero no lo pueden cerrar, porque el derecho al inmigrante no se puede quitar en ningún país, es un programa que todos los países deben tener para ayudar a aquellos ciudadanos de otros países que se encuentren en riesgo, en crisis, en algún problema que los obligue a salir de su país”.

William se quedará en la CDMX a esperar su cita. No quiere acercarse al norte mexicano. “No he querido ponerme en riesgo de irme por la trocha o de que el cártel pueda apresarme o secuestrarme, porque te piden un montón de dinero y no lo tengo y por eso no me he arriesgado a ir por allá”, justifica.

 

“Sólo mexicanos”

En algunos locales formales del Centro Histórico hay letreros de solicitud de empleados, pero con una condición: “sólo mexicanos”. El dueño de una zapatería pide el anonimato y explica que no es discriminación, sino que los encargados saben que los migrantes extranjeros sólo están de paso y les dejan el trabajo en cualquier momento.

Sin embargo, con otra lógica, él tiene en su nómina tres colombianos. Explica que invierte un mes en capacitar a los trabajadores, pero a veces los mexicanos se van porque no le gusta y los migrantes se quedan porque lo necesitan. “Sé que están de paso, que se van a ir en unos meses, pero mientras ellos me ayudan y yo a ellos”, detalla.

Anuncio en locales. Foto: Sara Pantoja.

En una plaza comercial en la calle Roldán, la dueña de un local de uñas postizas solicita manicuristas y aplicadoras “venezolanas, colombianas y mexicanas con muchas ganas de trabajar”. Pide no revelar su nombre y dice:

“Es muy triste la situación de los migrantes. Yo también fui migrante en Estados Unidos y sé que es una situación muy difícil. Sé que ellas son trabajadoras, que están de paso y se van pronto, que es temporal, pero si puedo ayudarles, lo hago. Yo sé lo que se siente andar buscando trabajo”.

Con un dueño así se encontró Daneisy Caldera. Nació en Maracaibo, Venezuela, tiene 37 años, es madre soltera de un pequeño con quien llegó a la CDMX hace ocho meses, acompañada de su tía y una prima, con la esperanza de reunirse con sus familiares en Alabama y Georgia. En ese tiempo ha trabajado en un puesto de tacos, en un local en la central camionera Tapo y ahora es vendedora en una tienda de cosméticos en el Centro Histórico.

Daneisy espera la cita del CBP One, después de cambiar de registro tres veces por problemas en la aplicación. Sin embargo, las amenazas de Trump hacia los migrantes sí le afectaron: “Me siento un poquito desanimada porque, imagínate, ya casi nueve meses desde que salí de mi país, a la espera de una cita que no tiene una seguridad cien por ciento. Uno se queda como a la expectativa. ¿Qué va a pasar con nosotros?, ¿va a quitar la cita? Él dice que no se va a meter con el inmigrante, que no va a hacer nada siempre y cuando pasen legalmente, pero depende de la cita. Es cuestión de pedirle mucho a Dios”.

En tanto eso ocurre, se queda en la CDMX: “Aquí estoy bien, aquí tengo trabajo, aquí puedo por lo menos solventar lo que es la comida en la casa, pero ir más adelante, la verdad no es una posibilidad”.

 

Miedo y retorno

María Fernanda Rosales es de Mérida, Venezuela, y tiene 31 años. Hace siete meses y medio emigró a Colombia y en junio del 2024 llegó a la CDMX. Su primer trabajo fue como vendedora de comida en Ecatepec, Estado de México. Ahora es mesera en una cafetería de la colonia Buenavista.

En un parque cerca de ahí, comenta que si no obtiene la cita del CBP One pronto, tiene dos opciones: quedarse en la capital, pese a sus rentas caras, o regresar a Colombia, pues no quiere seguir hacia el norte.

“Me da mucho miedo que me pase algo de aquí a Monterrey o de alguna de las fronteras, entonces prefiero no hacerlo. Si no me sale mi cita, prefiero quedarme todo ese tiempo y luego, a final de mes, regresar a Colombia, pero si me sale la cita sí voy a ir a Estados Unidos”, cuenta.

Tras las amenazas de Trump, reflexiona: “Uno va con la ilusión de poder comprar sus cosas. Tanto que uno ha luchado para llegar allá, uno llega allá y si va a haber ese acoso, ese miedo de correrle a Migración porque se lo van a llevar, entonces tampoco tiene sentido”.

Algunos se quedan en plazas. Foto: Sara Pantoja.

Por ese miedo, María Fernanda tampoco siguió el camino de uno de sus paisanos: se fue a Monterrey, le pagó a un “coyote” que lo pasó y se entregó a la Patrulla Fronteriza para ser llevado a un centro de detención y pedir asilo.

 

“Todos los mexicanos son mi familia”

Jolicoeur Salomón tiene 25 años y es de Haití, de donde salió en septiembre de 2023. En una mezcla del español-creol, cuenta que llegó a la CDMX con tres haitianos con quienes se hospedó en un hotel del Zócalo. Luego, rentaron una casa en Iztapalapa.

Su primer trabajo fue como mesero en un bar, pero sólo viernes y sábados. Así pasó ocho meses, aunque estresado porque no le alcanzaba para enviar dinero a su madre. En el mismo bar lo invitaron a trabajar en una empresa de blindaje de autos en Iztapalapa y fue contratado.

Aunque su meta era llegar a Boston, con su hermano, cambió de opinión: “Desde que era niño, México era mi país favorito porque me gusta ver los hombres con sombreros, sus botitas. Me gusta mucho la cultura y cuando llegué me enamoré de México, y digo ‘no voy a ir a Estados Unidos’”.

La historia de Jolicoeur es poco común, podría decirse que es de éxito. “México es muy muy amable. Me siento como que estoy en otro Haití, o mejor que estar en Haití porque me tratan mejor”.

Para él, las amenazas de Trump no le afectaron. “Llegué solo y ya tengo una familia y muy grande. Ya todos los mexicanos son mi familia, más aquí en la compañía, todos me tratan muy bien. ¿Por qué voy a seguir, si ya tengo un trabajo, una familia, dónde vivir y puedo ayudar a mi mamá en Haití?”.

Por eso ya tramita su residencia en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar): “Yo sabía que (Trump) iba a ser presidente. Después me va a mandar a mi país a empezar otra vez. ¡Mejor me quedo aquí!”.

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