Sociedad

Dispuestas a sangrar: así pelean por agua las fieras de Guerrero (Video)

Zitlala, como varios pueblos nahuas de Guerrero, tiene un perfil machista. Sin embargo, esa cultura heteropatriarcal se va abriendo y ahora permite a las mujeres participar en rituales y festividades para pedir por lluvia y tierra fértil para sus cosechas.
sábado, 11 de mayo de 2024 · 07:00

ZITLALA, Gro. (Proceso).–  El momento que Lluvia Tecolapa había esperado desde hace años llegó la tarde del 5 de mayo último. A sus 17 años esta joven peleó por primera vez en el ritual Atzatzillistli. “Me sentí con ganas de dar unos buenos chingadazos”, dice.

Desde hace seis años las mujeres de Zitlala participan en las peleas de tecuanis –antes exclusivas para los hombres–, que son la culminación de una serie de rituales para pedir al dios Tlaloc por lluvia y fertilidad para la tierra en el inicio del ciclo agrícola.

Los rituales en la Montaña baja de la entidad se practican en un año crítico por la sequía e incendios forestales. 

Listas para sangrar

Es una tarde calurosa en el centro de Zitlala y en una esquina del cuadrilátero unas adolescentes son atadas de la cintura con una cuerda de lazar. La reata llega al brazo derecho y termina en una especie de látigo con una punta maciza. Esa es el arma con la que habrán de pelear.

Luego se les pone una máscara de cuero de res con la forma y características de un felino: ojos, colmillos, orejas y bigotes. Una representación fiera y singular del jaguar.

También portan trajes verdes que simulan la piel del animal, icono de la entidad.

En los rostros de las jóvenes se reflejan el nerviosismo, la tensión y también adrenalina. A su alrededor, más de dos mil miradas; las observan y les toman fotografías mientras los sonidos de tres bandas de música de viento entremezclados le dan más festividad a la multitud.

El centro ceremonial está ubicado a una hora y media de la capital guerrerense.

Mientras otros peleadores se enfrascan en rudos enfrentamientos. Lluvia o Kaley –como le gusta que le digan– se prepara, observa a su eventual contrincante y brinca…

Le ponen su máscara y entra al ruedo. Se trenza a reatazos durante un minuto contra otra joven del barrio rival. Se golpean con el látigo de la cintura para arriba; la mayoría de los impactos van al rostro cubierto con la máscara y hacia los antebrazos. A veces las piernas también reciben el castigo.

Ambas, igual que al iniciar la pelea, cuando terminan se abrazan y luego por separado junto a su manda brincan y gritan en señal de triunfo.  

Momentos antes de la pelea. Foto: Luis Daniel Nava

–¿Cómo te sientes?  –se le pregunta a Lluvia del barrio de San Francisco.

–Muy bien. Tenía tantas ganas de entrar; estuvo bien.

Así ha sido la primera batalla de esta adolescente. Este momento lo esperó, dice, desde que hace años vio pelear a sus abuelos, a su padre y a sus tíos.

“Es mi primer año, mi primera pelea. Estaba con ganas de dar unos buenos chingadazos”, expresa.

Explica que su motivación para pelear es por preservar las tradiciones y costumbres de su pueblo, y sobre todo para pedir a los dioses lluvia para que haya maíz, frijol y calabaza en la región.

La juez

Entre las feroces peleas hay una mujer que hace las funciones de réferi y que medía entre los grupos rivales que no dan tregua. Empuja, se abre paso a la fuerza y la respetan. Es la síndica de Zitlala, Elia Tepectzin Saavedra, quien antes repartió mezcal a peleadores y aventó al público playeras alusivas al ritual.

La funcionaria dice que desde hace unos seis años las mujeres de la comunidad empezaron a participar en las peleas y que lo hacen por la adrenalina que les causa estar en el ring convertidas en guerreras.

“Esto es tradicional y la equidad de género también influye”, expresa la sindica.

Tepectzin. "La equidad de género también influye". Foto: Especial

En el bando de San Mateo y la Cabecera está Berenice, de 17 años, con un traje verde y un látigo en la mano. Con éste suma tres años peleando en el ritual.

–¿Cuál es tu motivación?

–Mi abuelito antes el peleaba, y como en mi familia los hombres ya se murieron, soy la única que pelea. Mi abuelo Grimaldo Espinoza peleó por la Cabecera, pero falleció hace ocho años.

Berenice conoce la principal consigna del rito propiciatorio de las lluvias: “Cada gota de sangre es cada gota de agua”.

Aracely, del barrio de la Cabecera, brinca y levanta su cuarta (chirrión) antes de iniciar su pelea, también lo hace para observar a las rivales de San Francisco y Tlaltempanapa.

Tiene una chamarra amarilla acolchonada a la que le ha puesto manchas negras para simular ser un felino.

La segunda pelea de su vida dura más de un minuto. Son golpes de ida y vuelta sin que ninguna de las dos peleadoras se doble. Las agresiones terminan cuando las réferis las separan.

Se quita la máscara y no hay golpes visibles en su cara. Se toma un litro de agua y recibe consejos de su esquina para volver a pelear otro round. 

Respeto al rival. Foto: Luis Daniel Nava

“Desde hace dos años he representado al barrio de la Cabecera, más que nada para personificar la tradición y a mi hija”, dice.

Zitlala, como muchos pueblos nahuas de Guerrero, mantiene una cultura machista, pero en los últimos años la tendencia se ha reducido.

Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indican que este municipio nahua tiene una población total de 21 mil 977 habitantes, de los cuales 11 mil 926 son mujeres; representan 54 por ciento.

La Dirección Regional en Chilapa, del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, registra que en los últimos cuatro años de 22 comisarías y siete delegaciones, 10 mujeres han sido comisarías propietarias, 23 han sido suplentes y 15 delegadas.

Tradición por la lluvia. Foto: Luis Daniel Nava 

 

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