Caso Colosio
Caso Colosio: las cortinas de humo en la perspectiva de Paco Ignacio Taibo II
Para el escritor Paco Ignacio Taibo, el asesinato de Luis Donaldo Colosio está enterrado en el tiempo y “forma parte de una serie de inevitables encubrimientos de las épocas oscuras” que se caracterizaban por sobreponer una cortina de uno encima de otra.CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).– Para el escritor Paco Ignacio Taibo, el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta fue un asunto cupular que, como muchos otros episodios de “la época oscura” en los regímenes mexicanos, se caracteriza por esclarecimiento imposible hoy, como imposible fue desde el primer momento.
La conclusión de Taibo, escritor identificado con la izquierda a lo largo de su vida, es que el caso está enterrado en el tiempo y “forma parte de una serie de inevitables encubrimientos de las épocas oscuras” que se caracterizaban por sobreponer una cortina de uno encima de otra.
Al cumplirse 30 años del asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la Presidencia de la República en tiempos en los que ese partido era casi hegemónico, Proceso consultó a intelectuales de distinta orientación ideológica sobre el significado de aquello.
El hecho fatal del 23 de marzo de 1994, en la perspectiva de Paco Ignacio Taibo II, “no cambió nada” y, si acaso, sólo “fortaleció la sensación generalizada de que en las cavernas del poder había decisiones delictivas y que hicieron un ajuste por la vía de eliminar a un candidato que sobraba y no les funcionaba. Desplazar a otro candidato a Chiapas y sacar a otro que horas antes estaba en la nada. Estas son impresiones”.
Con lo anterior, el escritor que se ha ocupado de diversos aspectos de la historia política del país, se refiere a la eliminación de Colosio que, conforme a los usos y costumbres de la época, era prácticamente el siguiente Presidente de México; también a la designación, como encargado de la paz en Chiapas, de Manuel Camacho Solís, donde menos de tres meses antes había estallado el alzamiento zapatista; y, finalmente, a la designación emergente de Ernesto Zedillo Ponce de León como candidato y futuro presidente.
El contexto de aquellos años era de una cierta crispación interna. En noviembre de 1993, Manuel Camacho, entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, había rechazado felicitar la designación de Colosio y renunció al cargo. Fue nombrado secretario de Relaciones Exteriores y, con el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el 1 de enero de 1994, enviado como responsable de la pacificación en Chiapas.
El mito colosista
Paco Ignacio Taibo II considera que los atributos que luego se le endilgaron a Colosio Murrieta son un mito y va más allá: las huellas de esa supuesta ruptura son “cuatro frases sueltas en un discurso que no significan nada”.
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“Nunca me dio la sensación de ser un candidato rompedor, no iba a cambiar gran cosa las estructuras del poder. Es como el echeverrismo que se presenta con la ruptura de Díaz Ordaz, lanza mensajes y habla de apertura democrática. Tres meses después, el propio presidente organiza con mandos de alto nivel el ataque a la manifestación y los asesinatos del 10 de junio”.
Otro aspecto era la política social del salinismo que, a través del Programa Nacional de Solidaridad, operado por Luis Donaldo Colosio desde Sedesol, ha sido tomada como ejemplo de vocación social pero que, para Paco Taibo, tenía un propósito:
“Sedesol era una maniobra combinada para reconducir una parte de la presión social, hacia una política de cooptación con presupuestos que iban a obra social siempre y cuando crearan afinidad absoluta”.
Las cortinas de humo
El sistema político mexicano en el viejo régimen perfeccionó un mecanismo de encubrimiento, dice el entrevistado. Creaba una cortina de humo para encubrir un hecho, que luego era ocultada con otra cortina de humo y así sucesivamente. De ahí que encontrar la verdad en muchos episodios es tarea imposible.
La cuestión es que en esas historias reina la oscuridad y no se puede avanzar mucho. En 1971, el llamado “halconazo” sirve de ejemplo a Taibo: los Halcones fueron entrenados por el gobierno, en terrenos que les prestó el gobierno del Distrito Federal cuyas dependencias les pusieron transporte para llegar a atacar una manifestación estudiantil mientras el presidente estaba reunido con altos mandos militares y de seguridad. Imposible ir más allá de eso.
“En el Caso Colosio, lo que pasa es que está enterrado en el tiempo. Forma parte de una serie de inevitables encubrimientos de las épocas oscuras. El método que el sistema perfeccionó fue crear cortinas de humo y llegó el momento en que unas cortinas tapaban a las otras”.
Entonces, la da un nombre a los episodios: eran los misterios de Estado.
“Entonces lo mismo te llevaba un misterio a la desaparición de Muñoz Rocha que a la muerte de José Francisco Ruiz Massieu, ligado con la historia de Colosio, y con las supuestas y nunca claras conflictividades entre el salinismo y la sucesión extraña del presidente que nadie invitó a la mesa”.
Con lo anterior, dice, no hay posibilidades de revelaciones definitivas.
“Lo que hay son cortinas de humo que se disuelven y dan espacio a otras. Y ante eso, una idea generalizada de que en el viejo régimen se hacían ajustes de cuentas, con chivos expiatorios, culpables menores, versiones falsas y todo como parte de un mecanismo de desinformación estatal que servía para encubrir decisiones delictivas”.
Esas prácticas dan paso a la literatura pues, imagina Taibo: un día hay un tiroteo en Jalisco. La conclusión oficial es que el jefe de policía ordenó el ataque. Y “ahí te preguntas si en tiempos de hegemonía ¿tenía el jefe de policía la capacidad o el poder de decisión para ordenar abrir fuego? O hasta dónde llegaba el conocimiento de la decisión”.
Así, concluye, los misterios de Estado no serán resueltos.