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“¡Remátalo!”. Crónica de la trampa mortal destinada al periodista Israel Vázquez
En la madrugada del 2020 “El pizzero” y “El tacones”, enviados por “su jefe” “El Gordo”, vaciaron una cubeta con restos humanos sobre Vía Salamanca. Era la trampa para atraer al reportero Israel Vázquez. Le dispararon 11 veces, incluso cuando ya estaba herido en el piso.
Guanajuato, Gto. (Proceso).- Las videocámaras del costoso sistema Escudo, supuestamente monitoreadas desde la imponente sede del Centro de Cómputo, Comando y Control del Estado (C5i), registraron, segundo a segundo, los preparativos, la colocación del cebo y la consumación de la trampa que cobró la vida del reportero Israel Vázquez Rangel la madrugada del 9 de noviembre de 2020 en la calle Villa Salamanca 400 de esa ciudad.
Había una noticia policiaca por cubrir, y cualquier reportero de la fuente se habría presentado en respuesta a ese punto de Salamanca.
Pero la trampa tenía dedicatoria: estaba destinada a Israel, quien a sus 31 años era ya un popular periodista de la fuente, rostro del diario digital El Salmantino, con miles de personas que seguían las transmisiones que desde Facebook efectuaba para reportar hechos delictivos, día con día.
Como casi todo el estado, Salamanca está inmerso desde hace años en una violencia adjudicada al brutal choque de trenes del Cártel Santa Rosa de Lima contra el Cártel Jalisco Nueva Generación, un choque imparable que ha costado miles de vidas desde el sexenio de Miguel Márquez y lo que va del actual gobernador Diego Sinhue Rodríguez, ambos del PAN.
El sistema Escudo, que se complementa con arcos carreteros, radios y la tecnología concentrada en el C5i, costó más de 2 mil millones de pesos y fue pagado por el gobierno del estado a la empresa Seguritech en el sexenio anterior.
Serviría, se dijo entonces, para blindar a Guanajuato de los grupos criminales y contribuir a la estrategia de seguridad y prevención del delito.
Pero nadie fue capaz de blindar, de prevenir, mucho menos impedir el asesinato del periodista.
Las grabaciones de esas cámaras, inútiles para frenar la acción planeada por sus asesinos, fueron tardío recurso, prueba pericial presentada junto a testigos y otros elementos en los procesos que las fiscalías y jueces llevaron en contra de los dos autores materiales, detenidos una semana después del crimen por la presión del gremio periodístico local y la familia de Israel.
Ahora se sabe que un jefe de un grupo criminal de Guanajuato decidió, así nada más, que Israel Vázquez sería asesinado. Estaba molesto porque circunstancialmente había aparecido junto con uno de sus subalternos en el video de una transmisión efectuada por el reportero, de un incidente criminal (el incendio de una casa) en la colonia Barlovento, en otra de cuyas viviendas se planeó la trama.
La colonia Barlovento es uno de los “focos rojos” de Salamanca; acumula reportes de asesinatos en vía pública, decomisos de armas, abandono de cuerpos humanos…
El jefe criminal cumplió su objetivo sin obstáculo alguno, con ayuda de sus subordinados en la cadena de mando delictiva.
Este jefe criminal está ahora en la mira de la FEADLE. Una vez que su nombre e identidad salió a relucir, se sabe que está preso --por otro delito--. Y que debe ser el próximo procesado en este caso, porque la justicia no ha terminado de cumplirse.
El anzuelo
Esta parte de la historia se sabe gracias a un testigo que decidió acudir a las autoridades y contar la historia que escuchó directamente de los autores --sus vecinos--, impactado, como tanta gente en Salamanca, por el crimen del popular reportero.
Esa noche del 9 de noviembre, Israel durmió poco; su cobertura en la guardia nocturna no le dio mucho tiempo para ello. Ni siquiera el confinamiento por la pandemia de covid 19 dio tregua a las poblaciones del corredor industrial de Guanajuato, próspero y violento al mismo tiempo.
Poco después de las 5:30 de la madrugada, José Luis, “El pizzero” y su cómplice Martín Eduardo López Orozco, “El tacones”, enviados por “su jefe” Juan Armando, “El Gordo” o “El árabe”, se ocuparon de llevar una cubeta con partes humanas, vaciarlas en un punto en medio del arroyo de la calle Vía Salamanca 400 y regresar a la casa de la colonia Barlovento.
Esto es, más de una vida se cobró para llevar a cabo este plan.
“Mira jefa, para chingarme a Israel”.
Casi 3 años después del asesinato, frente al juez Rubén Yair Caballero del Centro de justicia Penal Federal de Guanajuato, el testigo recordó cuando escuchó estas palabras pronunciadas por Juan Armando, “El Gordo”, el hombre a quien describió como “obsesionado” por matar al periodista, afuera de una casa en Barlovento, donde el jefe criminal solía sentarse con José Luis, Martín Eduardo y algún otro cómplice para hacer ostentación de la impunidad de su dominio delictivo.
Lo que el hombre mostraba a alguna vecina de la calle era la cubeta blanca con una cabeza y un corazón arrancados a esa primera víctima del plan y llevados horas después a la calle de Villa Salamanca 400.
Ahora se sabe (porque dos testigos en distintos momentos del plan y en distintos lugares lo contaron y porque los videos del C5 dejaron registro) el momento en el que los dos hombres dejaron los restos en la calle y se retiraron a esperar.
A esa hora (entre las 5 y 6 de la mañana) los vecinos de la zona comenzaban a salir de sus casas rumbo al trabajo, en este municipio repleto de industrias, particularmente satélites de la refinería “Ing. Antonio M. Amor” que allí tiene su sede.
Como solía ocurrir por la popularidad del medio y del reportero, pero sobre todo por una infausta coincidencia, Israel fue el primer reportero en llegar, alrededor de las 6:05 de la madrugada, al punto.
Un hombre vestido con pantalón de pijama y una sudadera naranja salió a acompañar a su esposa a la parada del camión. Su experiencia le hizo notar los restos colocados en medio de la vía. Es bombero, y con una lámpara, hace señas a los vehículos particulares y un par de camiones de personal para que esquiven la macabra escena.
El hombre llamó al 911. También a Israel, a quien, como otros bomberos, paramédicos y policías, conocía muy bien, pues coincidían en las escenas de la violencia, repetidas cotidianamente en la ciudad.
Las videocámaras guardaron también la grabación del momento en que, en el auto compacto con los logos de El Salmantino, Israel arribó y se estacionó a unos pasos de las partes humanas; bajó del auto, cuyas luces dejó encendidas, intercambió algunas palabras con el bombero y tomó su teléfono celular, con el que se dispuso a transmitir.
Fue entonces cuando en una motocicleta negra con verde, José Luis y Martín Eduardo llegaron a la calle. Bajaron de la moto, caminaron para acercarse a Israel, le apuntaron cada uno con un arma y le dispararon por la espalda.
El teléfono celular cayó de la mano de Israel y quedó con la pantalla hacia arriba, grabando video. Otro video mostrado durante el proceso judicial.
“¡Remátalo!”, fue la orden que José Luis habría dado a Martín Eduardo, quien entonces siguió disparando cuando ya el reportero estaba en el piso, herido por las primeras balas. La voz quedó en este video.
Ni policías municipales ni alguna otra corporación se presentaron en esos minutos, a pesar de la llamada. Llegaron varios minutos después de que Israel recibió la lluvia de 11 disparos de dos armas, una calibre 45 y otra 9 milímetros.
Tres de esos disparos resultaron mortales cuando alcanzaron su pulmón derecho y el hígado.
Israel, aún consciente, alcanzó a pedir a los paramédicos de la ambulancia que lo llevaran al Hospital de Pemex, donde contaba con un servicio gracias a la calidad de pensionado de su padre en la paraestatal.
Israel no tenía seguro médico por parte de El Salmantino.
Mientras esto ocurría, “El Gordo” había recibido una llamada telefónica de otro subordinado en la que se le avisaba: “Jefe, el Tacones y el Pizzero ya se aventaron el jale”.
Pocos minutos después, José Luis llegaría al domicilio de Barlovento en la moto negra con verde. “El tacones” arribaría al mismo sitio para reunirse con los otros dos en una motocicleta roja.
En el hospital, las graves lesiones obligaron a una cirugía, que resultó infructuosa para salvarle la vida al reportero.
El otro tortuoso camino
El gremio local pasó del estupor a la indignación: una movilización de decenas de periodistas, fotoperiodistas y camarógrafos de todo el estado llegó a la Presidencia Municipal para reclamar justicia a la alcaldesa Beatriz Hernández, expanista convertida a Morena-PT, luego de lo cual acompañaría a la familia Vázquez Rangel para la multitudinaria despedida que recibió Israel hasta el panteón.
En el salón de cabildos, la alcaldesa Hernández se aventuró a sugerir que Israel “se había puesto en peligro” al ir a una zona peligrosa de la ciudad.
Una protesta más se aglutinó en la Fiscalía del estado a cuyo titular, Carlos Zamarripa Aguirre, la familia exigió comprometerse a encontrar a los culpables, efectivamente detenidos por esa instancia el 15 de noviembre, después de varios cateos en la colonia Barlovento.
La averiguación pasaría meses después a la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE), sin que nadie explicara por qué, sin que la familia fuera consultada ni informada previamente, sino hasta que le llegó una notificación por escrito.
Logrados los testimonios fundamentales del vecino de “El Gordo” y del bombero que presenció el asesinato, el expediente reunió las pruebas de balística, criminología, el informe forense…y tres tipos de videos: los de la Dirección de Seguridad Municipal, los del teléfono celular del reportero y los del programa Escudo, creado para prevenir los delitos que no ha podido prevenir.
La FEADLE acusó de homicidio calificado a los dos autores materiales, con el agravante de cometerse contra un periodista en pleno ejercicio de su labor.
Presentados los dos inculpados ante un juzgado penal federal, uno de ellos, Martín Eduardo (“El tacones”) decidió acogerse a un procedimiento abreviado; se declaró culpable y fue sentenciado a 20 años de prisión.
Pero con José Luis las cosas serían muy distintas.
Luego de una larga etapa intermedia para enlistar y aprobar los medios de prueba que serían considerados válidos para un juicio, aparentemente el inculpado y su abogado estaban en posición de aceptar también un procedimiento abreviado para declarar su culpa y conseguir una reducción de la pena de prisión.
Inesperadamente --según refirieron los fiscales de la FEADLE-- el acusado se arrepintió. Y no sólo eso: en escena apareció una nueva defensa, una abogada que ha figurado como representante en procesos de personas vinculadas a un grupo criminal, uno de los dos que impiden la recuperación de la paz en Guanajuato.
Así inició el juicio, accidentado, con aplazamientos, suspensiones de audiencias porque los defensores del inculpado se ausentaron varias veces.
Un día, mientras se presentaban algunas de las pruebas, la audiencia fue interrumpida y se obligó a quienes se encontraban en la sala presidida por el juez Rubén Yair Caballero (incluyendo a esta reportera) a salir al pasillo y atender a la sirena que resonaba en las bocinas, para tirarse al piso y obedecer las indicaciones del personal de seguridad.
Era un simulacro “de ataque con armas de fuego”.
Para el 6 de septiembre, se habían desarrollado 21 audiencias del juicio contra José Luis, en las que todas las pruebas fueron presentadas por la FEADLE. Del lado de la defensa del inculpado, ni una sola.
Eso sí, su defensora expuso alegatos en los cuales, entre otras cosas, adujo una mala atención médica brindada por los paramédicos y el personal del Hospital de Pemex, que, de haber resultado eficiente, habría logrado salvar la vida del reportero.
El 6 de septiembre, el juez Rubén Caballero Filio determinó que las pruebas presentadas por los fiscales fueron suficientes para concluir que el asesinato de Israel fue cometido con premeditación, alevosía y ventaja: porque fue planeado, porque lo tomó por sorpresa y porque no se dio posibilidad alguna al reportero de defenderse.
Mientras el juez Caballero exponía el fallo condenatorio, los custodios de la Guardia Nacional quitaban las sillas cercanas al lugar de la sala desde donde José Luis lo escuchaba.
La fiscal Iris Santoyo pidió para José Luis la pena máxima por homicidio calificado: 35 años, así como una reparación cuantiosa, tomando en cuenta la juventud de Israel y otros elementos.
Fundamentalmente, la saña que desde la planeación se impuso, la mira puesta, la forma en que se dispuso de la vida del periodista por serlo.
Pero tras el fallo condenatorio, el juez resolvió sentenciar a José Luis a 27 años y seis meses de prisión, sin beneficios, y a cumplir con una “reparación integral del daño”, o lo que eso pueda significar para la familia del periodista padre de dos niñas, el hijo que colaboraba con los gastos de la casa familiar; el prometido que contraería un matrimonio planeado para unos meses después, imposible ya.
Jugador de futbol desde chamaco, Israel dejó también incompleto a su equipo del área de pailería de la refinería de Pemex, donde trabajó como eventual, en combinación con sus horas de reportero de a pie.
Inicialmente, el juez ordenó que José Luis pague los gastos funerarios para el sepelio de Israel Vázquez --poco más de 30 mil pesos--. La defensa del hoy sentenciado logró echar abajo como pruebas para cuantificar la reparación del daño los recibos de papelería con los que El Salmantino “comprobaba” el pago quincenal de 6 mil 250 pesos que recibía el reportero.
Todavía, la defensa del hoy sentenciado se quejó de que la Fiscalía del estado hubiera cubierto una parte del pago del sepelio. Le pareció que la familia del periodista “no lo necesitaba”.