Política

En veremos, los resultados de la estrategia de confrontación de Ebrard

Lejos de la preferencia de López Obrador y a contracorriente de la “cargada” oficial de la 4T, Marcelo Ebrard apostó por la estrategia de denuncias y confrontación con funcionarios federales y la dirigencia de Morena en aras de ganar popularidad.
lunes, 28 de agosto de 2023 · 05:00

Ciudad de México (Apro).- Con el arranque de la encuesta que definirá la candidatura de Morena a las elecciones presidenciales de 2024, Marcelo Ebrard Casaubón está por medir los efectos de su riesgosa estrategia de campaña, que le permitió ganar popularidad a costa de una ruptura con el grupo de Claudia Sheinbaum Pardo y con la cúpula de Morena, y de un distanciamiento con el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Desde el inicio de su “recorrido nacional”, hace 10 semanas, Ebrard ha presentado sus propuestas en materia de seguridad, salud y desigualdad de género, y en paralelo ha escalado sus denuncias contra Sheinbaum, la favorita de la encuesta, a quien acusó de manera reiterada de hacer trampas; las denuncias salpicaron al presidente nacional de Morena, Mario Delgado Carrillo, su otrora brazo derecho, y a la Secretaría de Bienestar, la dependencia estrella del gobierno de López Obrador.

En su último acto de precampaña, este domingo 27, Ebrard prefirió un mensaje triunfador en lugar de denunciar una vez más a su rival. Se limitó en mandar un ataque entre líneas a la exjefa de gobierno cuando sostuvo que sus simpatizantes llegaron de manera “libre” y por “convicción”, una manera de insinuar que los simpatizantes de los demás aspirantes participan en sus campañas contra su voluntad.

El día anterior, en Guadalajara, insistió en que la contienda se resume a un duelo entre Sheinbaum y él, “como las finales de los mundiales”, y que ha estado “creciendo, creciendo, creciendo” en las intenciones de voto, por lo que auguró un triunfo “sí o sí”.

Acto de cierre. Mensaje triunfador. Foto: Octavio Gómez

Ataques cruzados

El excanciller mantiene una postura ambigua respecto a la postura que adoptaría en caso de perder la encuesta de Morena, cuyos resultados se darán a conocer el próximo 6 de septiembre. Desde hace varias semanas el excanciller ha denunciado las prácticas desleales de sus rivales; su equipo ha presentado una queja formal a la dirigencia de Morena, y él ha aseverado que no aceptaría un proceso injusto. Sin embargo, nunca ha precisado qué haría si desconociera los resultados y ha descartado la opción de lanzarse como candidato de otro partido, como Movimiento Ciudadano.

Al igual que Sheinbaum y Adán Augusto López Hernández, Ebrard y su equipo pasaron por alto algunas de las reglas definidas por Morena en su Consejo Nacional del pasado 11 de junio, las cuales fueron validadas por el Instituto Nacional Electoral (INE). En la carta que firmó para oficializar su adhesión al proceso de selección del partido, Ebrard se había comprometido a “evitar confrontaciones personales” y a no “descalificar el proceso de selección”.

Este compromiso sonaba difícil de cumplirse, dado que Ebrard y Sheinbaum se han lanzado ataques --directos e indirectos-- a partir del derrumbe de la Línea 12 del Metro capitalino, el 3 mayo de 2021: ese día, los simpatizantes de ambos aspirantes a la sucesión presidencial echaron al bando contrario la responsabilidad de la tragedia, y la brecha que abrieron en Morena se agravó con el tiempo.

Al calor de las precampañas, el barniz de la “cordialidad” se fisuró desde un inicio: apenas un día después del Consejo Nacional de Morena, el excanciller respondió a una provocación de la exjefa de gobierno con otra pregunta sarcástica: “¿Invitamos a Claudia a Gobernación?”. Con el paso de los días, las tensiones crecieron hasta instalar un escenario de confrontación abierta, en el que la “alegría” y las “sonrisas”, los lemas de campaña de Ebrard, no tuvieron cabida.

En menos de tres semanas, el excanciller ya había acusado a sus rivales de “derrochar” dinero en sus actos proselitistas y de emprender una “guerra sucia” en su contra en redes sociales. Tanto en actos públicos como en declaraciones a la prensa, el político también denunció desde temprano la operación de gobiernos estatales y de la Secretaría de Bienestar a favor de Sheinbaum y, en menor medida, de López Hernández.

Los roces y ataques cruzados entre candidatos –especialmente Ebrard y Sheinbaum--, se hicieron más ríspidos: el excanciller denunció una y otra vez el “acarreo” de militantes o la “cargada” de gobernadores a favor de sus rivales, y los equiparó a las prácticas de cooptación que instauró el Partido Revolucionario Institucional (PRI), un símbolo potente para el electorado de Morena.

Sheinbaum con gobernadores. Cargada. Foto: Twitter /@claudiashein

Además de colocarse como víctima de un juego sucio, Ebrard puso en marcha una estrategia más ofensiva contra Sheinbaum. En varias ocasiones, y a pesar de las reglas pactadas en el Consejo Nacional de Morena, la retó a debatir con él en público. La exjefa de gobierno capitalino rechazó, lo que Ebrard aprovechó para mofarse de ella.

En el marco de la “guerra de encuestas” que libraron Sheinbaum y Ebrard, el político demeritó las empresas que colocaban a ella muy por encima de él en las intenciones de voto, y presentó una serie de encuestas que lo ubican en primer lugar con el objetivo de sembrar la idea existe un “empate técnico”, y que podrá ganar en la recta final. En su acto de cierre de campaña aseguró que tiene el respaldo de 20 millones de personas.

Durante su campaña, Ebrard también exhibió a operadores de Sheinbaum en flagrancia mientras reemplazaban bardas de promoción de Ebrard con pintas a favor de la exjefa de gobierno. Y, como afrenta, destacó el mal desempeño de la administración de Sheinbaum en el combate a la violencia homicida en la Ciudad de México.

En flagrancia. Foto: @m_ebrard

El punto de no retorno llegó el pasado 16 de agosto, cuando Ebrard denunció, durante un acto ante la prensa --sin espacio para preguntas--, un “acarreo nunca antes visto” a favor de Sheinbaum. En esa ocasión, Ebrard atacó al gobierno de la Ciudad de México y la Secretaría de Bienestar federal por hacer operación política, se quejó de una “campaña negra”, despotricó contra la “encuestas falsas”, y se lanzó contra Mario Delgado y su grupo por “simular” el procese de selección.

“Suspendan inmediatamente lo que están haciendo porque sí lo están haciendo”, amagó, sin precisar qué haría en caso de quedar insatisfecho con la encuesta y sus resultados.

Ante el riesgo de descarrilamiento de un proceso electoral adelantado que él mismo incentivó, Andrés Manuel López Obrador tuvo que asumirse una vez más como árbitro de la contienda: durante su conferencia matutina del 18 de agosto, lanzó un mensaje entre líneas a su excanciller, cuando aseveró que los “ambiciosos vulgares” no caben en el movimiento que encabeza, y rechazó que haya “manipulación” en el proceso de selección de Morena.

AMLO. Mensaje entre líneas. Foto: Eduardo Miranda

Al “hasta aquí” del presidente se sumó otro golpe, asestado desde la presidencia nacional de Morena, cuando Mario Delgado demeritó una carta que el equipo de Ebrard había enviado semanas antes a Alfonso Durazo Montaño, presidente del Consejo Nacional de Morena, para denunciar el presunto uso de recursos de la Secretaría de Bienestar, dirigida por Ariadna Montiel Reyes, en favor de Sheinbaum. Delgado aseveró que la queja no estaba respaldada en evidencias; en respuesta, Ebrard aseveró que el presidente nacional del partido vive en “Fantasyland”.

Mario Delgado. Reclamos desdeñados. Foto: Montserrat López

“Siguiente nivel”

Pese a sus intentos de acercamiento con gobernadores, o con la dirigencia del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Ebrard terminó su campaña sin el apoyo de la cúpula de Morena, partido del que se volvió militante apenas el año pasado. Consciente de esta debilidad, Ebrard había conseguido del partido que los aspirantes se separen de sus cargos antes de las precampañas, y que prohíba la intervención de mandatarios estatales a favor de uno u otro aspirante.

A diferencia de las campañas de Sheinbaum y López, basadas en mítines multitudinarios con militantes de Morena, la gira de Ebrard consistió en una serie de pequeños eventos en todo el país –a los que acudían escasas personas– y mítines más grandes en la Ciudad de México, donde reunía a su grupo cercano y daba sus anuncios más relevantes.

A la par de estos actos públicos, el equipo del excanciller realizó una intensa campaña en redes sociales: durante más de dos meses sus simpatizantes en el mundo digital --un grupo de operadores llamado “Marcelovers”-- difundieron videos y canciones para promocionar al “carnal Marcelo”, con la clara intención de atraer a los jóvenes, las mujeres o los mexicanos que residen en Estados Unidos.

En dos meses y medio, Ebrard y su grupo desplegaron diversas estrategias para revertir el problema de fondo de la campaña: el hecho que Sheinbaum es vista como la heredera natural de López Obrador, y que los simpatizantes de la exjefa de gobierno retratan a Ebrard como un “neoliberal”, “traidor” al proyecto de gobierno del mandatario.

Con el afán de reafirmar su cercanía ideológica y personal con el presidente, el excanciller empezó su campaña con una ruidosa “sorpresa”, que rápidamente se convirtió en una pifia: en su primer día, aseveró que, en caso de llegar a la presidencia, crearía una “Secretaría de la Cuarta Transformación” –para garantizar el “legado” de López Obrador-- y cedería sus riendas a Andrés Manuel López Beltrán, el hijo mayor del presidente.

Pasada la emoción del anuncio, López Beltrán rechazó públicamente la invitación, lo que marcó un tropiezo en el arranque de la campaña de Ebrard. Acto seguido, el excanciller insistió en el apoyo de Pío López Obrador, el polémico hermano del mandatario --quien fue captado en video mientras recibía bolsas de dinero en efectivo destinado a la operación política--, a su campaña.

Con Pío López Obrador. Sumar el apellido. Foto: Galo Cañas/ Cuartoscuro

A pesar de que sumó un integrante de la familia López Obrador a su proyecto político, Ebrard no consiguió otra alianza con una figura de peso en Morena o en el entorno del presidente. Eso sí, insistió en cada uno de sus actos públicos en su relación añeja con el mandatario, a quien suele referirse como “Andrés”.

Sus alabanzas al presidente le permitieron engrandecer su propio balance en el gobierno de la Ciudad de México y en la Cancillería, y en lugar de limitarse a defender el balance de la administración de López Obrador, como lo había acordado Morena –y como lo hicieron sus dos principales rivales, Sheinbaum y Adán Augusto López Hernández--, Ebrard y su equipo decidieron presentar propuestas para el gobierno que encabezaría en caso de llegar a la Presidencia de la República.

Aunque le permitió imponer su agenda y su ritmo a la precampaña de Morena, el ejercicio resultó delicado: por una parte, reivindicó su adhesión al proyecto político de López Obrador, y al mismo tiempo se desmarcó de él, especialmente en las graves problemáticas que quedaron pendientes a cinco años de la toma de posesión del tabasqueño.

Ebrard encontró una fórmula para resolver esta aparente contradicción: prometió llevar la Cuarta Transformación “al siguiente nivel”, una manera de desmarcarse de Sheinbaum, quien “cree que ya llegamos a un destino y hay que defendernos ahí”, según dijo el pasado 26 de agosto. En otro intento de emular al mandatario, Ebrard se comprometió ayer a "no mentir, no robar, no traicionar", una fórmula del tabasqueño a la que hizo un pequeño agregado: "y no fallarle al pueblo de México".

A partir de julio, el excanciller fragmentó su campaña en tres bloques temáticos: empezó con el “Plan Ángel”, una propuesta de política de seguridad basada en tecnologías y de inteligencia artificial, que fue recibido con reservas por los defensores de las libertades civiles y en el partido fundado por López Obrador. Layda Sansores San Román, gobernadora de Campeche y simpatizante declarada de Sheinbaum, llegó a acusarlo de ser “desleal” a López Obrador por hacer campaña sobre la inseguridad, pues al hacerlo exhibe las deudas pendientes de la Cuarta Transformación en esta materia.

Después de la seguridad, Ebrard presentó un programa de “salud universal”, su política en materia de combate a la desigualdad de género –con el “pasaporte violeta”, una serie de apoyos para mujeres que enfrentan diversas problemáticas, que sus críticos equipararon al “salario rosa” implementado en el Estado de México durante el sexenio de Alfredo Del Mazo Maza--, con la expansión de un seguro de desempleo, o con un incremento del salario mínimo.

Según Ebrard, en 2030 –es decir, después de su mandato en la Presidencia–, habrá 6 millones de empleos adicionales, un salario mínimo dos veces superior al actual, una atención universal en salud, un crecimiento del 4% a 5% anual y un país seguro. Y aunque los objetivos son iguales a los que llevaron López Obrador a la Presidencia, sus planes para alcanzarlos distan mucho de los del tabasqueño: piensa apoyarse en la clase media de México, en empresas extranjeras y realizar inversiones en “todas las regiones de México”.

En 2012, Ebrard buscó y perdió ante López Obrador la candidatura de la izquierda a la Presidencia de la República. En su cierre de campaña, ayer, refrendó su confianza en el “camino para ganar las elecciones de 2024”. Para ello, lanzó a sus simpatizantes un exhorto: “¡Ayúdenme con la encuesta!”.

 

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