Salud

Jiutepec: Un incendio bajo tierra

La mina de Tezontepec complica la salud de la comunidad que la rodea. Desde hace más de 100 días, cascajo, basura, desechos industriales y farmacéuticos quemados sofocan el aire y perturban el sueño de los vecinos.
lunes, 14 de agosto de 2023 · 05:00

JIUTEPEC, Mor. (Proceso).- Celia Leonardo García, de 60 años, tiene una tos persistente, seca. Una tos que zumba en su garganta, como las moscas en el basurero clandestino que tiene frente a su domicilio. Los médicos le hicieron una radiografía de sus pulmones y el diagnóstico fue claro: parecen los órganos de un fumador empedernido. Pero Celia nunca ha fumado en su vida.

Al borde de un abismo tóxico, reblandecido por las lluvias de las últimas semanas, Celia documenta con su teléfono celular las marolas de humo y las fogatas nocturnas del basurero. Lo que una vez fue una mina de tezontle, ahora es un vertedero clandestino, donde un deslave ha devorado la calle Tezontepec.

El vertedero / Foto: Alejandro Saldívar

El vertedero de tezontle: un gigante dormido que exhala su hediondo aliento hacia las viviendas aledañas. Allí, dos perros flacos buscan algún fiambre encima de una cascada de desechos petrificados. Sortean un trozo monumental de tezontle carbonizado que exhala un fuego subterráneo. Las piedras que antes fueron paredes ahora son cascajo de un tiempo olvidado. Neumáticos deformes y costales repletos de escombros se derraman sin control.

Acompañado de los videos, todas las mañanas desde principios de abril, Celia envía un mensaje a los integrantes de un chat de defensores medioambientales: “Buen día. Así amaneció el tiradero el día de hoy”, seguido de una imagen que muestra los niveles de toxicidad en el ambiente. Todos los indicadores están marcados en rojo, con la palabra “poor”,  demostrando una pésima calidad del aire en ese lugar.

Celia se ha convertido experta en medir las concentraciones de tres sustancias presentes en el ambiente: dióxido de carbono (CO2), compuestos orgánicos volátiles totales (TVOC) y formaldehído (HCHO).

Lecturas de la contaminación / Foto: Alejandro Saldívar

En la lectura del día 21 de julio, en cuanto al CO2, se observa una concentración de dos mil 965 partes por millón (PPM), lo que representa un exceso del 270.63% sobre el límite superior aceptable de 800 PPM, según los estándares internacionales. Las altas concentraciones de CO2 en el ambiente afectan la calidad del aire y está asociado con problemas de salud, como el de Celia.

Por otro lado, la concentración de TVOC es de 2.0 miligramos por metro cúbico (mg/m3), superando en un 300% el límite superior aceptable de 0.5 mg/m3. Los TVOC son compuestos químicos volátiles que pueden liberarse de diversos materiales y productos.

En relación al HCHO, la concentración medida es de 0.265 mg/m3, lo que representa un exceso del 165% sobre el límite aceptable de 0.1 mg/m3. El formaldehído es un gas irritante, y niveles elevados en el aire interior pueden causar irritación de las mucosas y los ojos, lo que puede afectar la salud respiratoria de las personas expuestas.

Hace un mes, las fogatas se volvieron más intermitentes, sin embargo, las tóxinas llegaron a sus pulmones. Celia comenzó a sentir los síntomas en su salud hace aproximadamente dos meses. Aunque se recuperó de la garganta irritada, los problemas respiratorios regresaron con más fuerza en los últimos días.

Los médicos no le han dado un pronóstico certero. No parece tener cáncer o tumores, pero sus pulmones reflejan los estragos de la contaminación ambiental. “Cocinar con leña o fumar demasiado”, eso es lo que han dicho. Pero Celia tampoco tiene estufa de leña.

La salud de Celia no es la única afectada. Al menos dos generaciones más de su familia han sufrido las consecuencias de una explotación territorial desmedida. Su hija Ángela, de 25 años, se despierta con dolor de cabeza y a veces con vómito. Su nieto Jesús, de 2 años, ha sido hospitalizado varias veces debido a problemas respiratorios.

“Jesús nunca se había enfermado hasta que empezó el incendio. En la noche duerme con quejidos. Despierta y amanece gritando, como si algo le doliera. Pero no sabemos que le duele. La cabeza, la pancita, pero siente algún malestar”, cuenta Celia frente al niño.

La tos con flemas de Jesús se mezcla con el ensordecedor ruido de una retroexcavadora que trata de rellenar con tierra ese tiradero infame, intentando enterrar toda evidencia de los delitos contra el medio ambiente. Su dimensión lo vuelve esteril ante cualquier intención de sanear el lugar. Celia ha buscado insistente una solución al basurero, pero solo ha encontrado la indiferencia de quienes tienen el poder para corregir un desastre de esa dimensión.

Jesús ingresó el pasado lunes 7 de agosto al Hospital del Niño Morelense en Emiliano Zapata, Morelos, debido a un espasmo en su cuerpo. “El pequeño Jesús ha sido de los primeros enfermos que han sido ingresados en condiciones graves para ser atendidos y quién en las últimas semanas ha escalado en sintomas, pues presenta graves diagnósticos a partir del incendio del primero de abril”, se lee en un mensaje donde su familia solicita al presidente municipal de Jiutepec, Rafael Reyes Reyes, quien “no ha dado solución de fondo a la problemática”.

A pesar de las adversidades, Celia se mantiene firme en su demanda. Su casa, alguna vez sólida y acogedora, se tambalea al borde del colapso. Ya tiene dos órdenes de desalojo por riesgo de derrumbe –la primera cuando la extracción de tezontle derrumbó su calle, la segunda en el sismo de 2017–; a pesar de eso, ella no se rinde, aún espera que la basura sea erradicada y que ese incendio bajo tierra cese de una vez.

–No tengo a dónde irme, me salí un tiempo. Pero tuve que regresarme bajo mi propio riesgo.

–¿En cualquier momento se puede caer su casa?– se le pregunta.

–Vino un arquitecto y me dijo que mi casa está como para demolerse. Ya está un poquito de lado. Por lo mismo, los derrumbes, los movimientos, todo eso.

Celia señala un poste chueco, como si su destino natural fuera caer al barranco.

–Mi esposo y yo ya no tenemos la esperanza de hacernos de otro patrimonio. Es lo único que tenemos. Sí, ni para dónde hacerse, pues.

Celia ha atestiguado desde hace 30 años –cuando la mina todavía era un pequeño cerro– de una contaminación sin límites que afecta a la comunidad, entre ellos un colegio privado de educación infantil, un centenar de condominios, conjuntos habitacionales, e incluso la Casa hogar para militares retirados (ISSFAM).

Responsabilidad difusa

La mina de Tezontepec es propiedad de al menos cinco socios, entre ellos, Mexama S.A. de C.V.; Marta Jovita Martínez de Elizarraraz; Raymundo Pérez Vargas; Fulgencio Flores Castañeda; Emilia Arreguin Fuentes y Servicios Turísticos La Mina S.A. de C.V.

Mexama S.A. de C.V. es una sociedad mexicana con inversión extranjera en su capital social dedicada a la producción de ácido cítrico. En su dirección registrada en el padrón de la Secretaría de Economía –Calle 37 Este 95, Civac, Jiutepec, Morelos– se encuentra una de las plantas de la multinacional británica Unilever.

Apenas en noviembre de 2022, Mexama llevó a cabo un asamblea donde nombró como presidente de la sociedad a Claudio Ikeda y como socio a Luis Francisco Suinaga Aguilar, accionista mexicano del Banco Popular (BPE) y socio de la empresa Desarrollos y negocios CAS, junto a Ricardo Guillermo Amtmann Aguilar, presidente de Laboratorios Sanfer S.A. de C.V.

Entre las demás socias figuran Luana Brazileiro Araya, representante legal de Tate and Lyle, empresa que adquirió los títulos accionarios que detentaba Bayer en Mexama en 1998. Además, Margarita Guerra Marín, Gerardo Rodríguez Solorzano, Heidi Rebecca Balsley, Marcos López Lara, Cassandra Franco Kareh, incluso la empresa de consultoría Pricewaterhousecoopers, según consta en el documento 2023000254210070, del Registro Público de Comercio (RPC).

Por otro lado, Raymundo Pérez Vargas es propietario de la empresa Arrendamiento de maquinaria pesada demoliciones excavaciones y acarreos, S.A., de quien se presume es la orden de tirar el cascajo inmobiliario de los alrededores en ese lugar.

Las denuncias a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) han sido constantes, pero hasta ahora no ha habido una respuesta adecuada. Los vecinos exigen la clausura inmediata de la mina-vertedero y la aplicación de multas a quienes permitieron el vertido de desechos industriales en el lugar.

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