ZITLALA, Gro. (proceso.com.mx).- En 1938, José María Valle se personificó en un jaguar para pelear a latigazos en la ribera de un río como parte de una ceremonia para invocar la lluvia.

Tenía 21 años cuando decidió continuar con un ritual que ya practicaban sus abuelos en Zitlala, una población enclavada en los límites de la zona Centro y Montaña de Guerrero.

Ahora, a 85 años de distancia, al joven Arnulfo Tecruceño Valle le toca encabezar los rituales para pedir a Tláloc agua y alimento.

El rito conocido como Atsatsilistli (gritar a la lluvia) o Atlajtlanilistli (pedimento de lluvia) es una serie de ofrendas y plegarias que comunidades nahuas de la región realizan desde el 25 de abril en el cerro, en manantiales y pozos de agua para invocar fertilidad en el inicio del ciclo agrícola.

En Zitlala, a hora y media de distancia de la capital del estado, las ceremonias culminan con las batallas cuerpo a cuerpo de los hombres jaguar en el centro de la población.

Cuenta la leyenda que hombres jaguar, uno de color amarillo (costik) y otro verde (xoxotik) se trenzaron en un combate a muerte en una lucha por las semillas del dios Tláloc. 

Arnulfo Tecruceño, que encabeza a los peleadores del barrio Cabecera, menciona un dicho conocido entre los participantes.

“Entre más sangre se derrame en las batallas de los hombres jaguar, más agua habrá. Y entre más agua las semillas podrán germinar con la tierra. Tendremos el alimento que es tonacáyotl: maíz, calabaza y frijol”.

El académico Juan Carlos Panchito Panchito explica que el ritual en esta población se vincula a la adoración a Tláloc.

“Dentro de los cerros, Tláloc resguarda el agua y las semillas como el maíz. Y por esa razón son convocados los pueblos nahuas a adorar a los cerros y pedir el agua.

Agrega que en el calendario mexica hay dos temporadas. El Tonalco, que es el tiempo de secas. Y el Xopan, el de las lluvias o tiempo de fertilidad.

“La creencia ancestral dice que en el Tonalco tenemos que pedir la lluvia”, asienta el investigador.

También indica que no existe fecha para ubicar el origen de la tradición, pero que es necesario documentarla. 

La preparación de los hombres jaguar para entrar al combate es rigurosa. Implica un ayuno de tres meses, no ingerir bebidas alcohólicas y abstinencia sexual.

Además de los rituales de iniciación, pedimento y fortalecimiento conocido como el Chicaulistli.

De acuerdo a Tecruceño Valle, la cultura nahua es universal, pues está compuesta por cuatro elementos: fuego, tierra, aire y agua. Estos elementos representan a la vez a las deidades a las que brindan su alma y sangre.

El 5 de mayo desde la mañana los peleadores realizan sus plegarias a sus ancestros y preparan sus elementos de combate: una máscara de cuero de res detallada con pelos de jabalí, un traje que replica la piel de un felino y un látigo macizo hecho de reata de lazar.

El capital acompañado de una banda de música de viento recorre las calles sinuosas para pasar a traer a sus domicilios a cada peleador.

Cuando se ha completado el grupo danzan emitiendo gritos y levantando el mazo. Otros van al templo a pedir a San Nicolás Tolentino fuerza.

Ya a las 3 de la tarde se desata el combate. Son dos grupos: uno compuesto por los barrios La Cabecera y San Mateo, así como colonias o comunidades aliadas. Y el segundo del barrio San Francisco y la localidad Tlaltempanapa.

La primera pelea es de los capitanes, y luego los hombres jaguar se retan de acuerdo a su complexión física. También participan mujeres. Los sones de música de viento, el mezcal y la cerveza visten ritualidad vuelta festividad que congrega a unas tres mil personas.