Tula
"Vi que el agua avanzaba hacia nosotros más y más": testimonio de un enfermero del hospital de Tula
Jesús Peña, enfermero del Hospital General de Zona No. 5, en Tula, Hidalgo, fue parte del rescate de pacientes, cuyas vidas lograron salvar porque junto con médicos, camilleros, directivos y personal de limpieza los sacaron cargando, más de uno por camilla.HIDALGO (apro).- “No he tenido la oportunidad de sacar todo esto que tengo dentro, una angustia, algo desesperante. Yo conozco la zona, yo soy de acá. Yo les dije a mis compañeros: ‘esto se va a inundar, tenemos que sacar a los pacientes, tenemos que irnos’…”
Con este recuerdo inicia su relato Jesús Peña, enfermero del Hospital General de Zona No. 5, en Tula, Hidalgo. Él fue parte del rescate de pacientes, cuyas vidas lograron salvar porque junto con médicos, camilleros, directivos y personal de limpieza los sacaron cargando, más de uno por camilla, con las bolsas de medicamentos que les administraban vía intravenosa, hasta llevarlos al segundo piso, donde escuchaban los gritos de personas en las azoteas que pedían que los rescataran, porque sus casas estaban inundadas.
También vivió la falla en el suministro eléctrico que impidió que los internos que tenían respiración asistida recibieran oxígeno, lo cual ha dejado 17 muertos, hasta la última actualización de las autoridades.
El hospital fue uno de los más afectados por la inundación que causó el desbordamiento del Río Tula, Río Rosas y Rio Salado.
Cuando el agua empezó a entrar, Jesús fue a supervisar a sus diez pacientes en el área de Hospitalización, en la planta baja. De repente, vio cómo los pasillos se convertían en un lago y el líquido entró con tal fuerza que supo no se iba a contener. Para entonces sólo había un móvil entre todo el personal: salvar a los pacientes.
“Vi que el agua avanzaba hacia nosotros más más y más. Se empezó a llenar el área de Urgencias. Lo primero que hice fue sacar pacientes y subirlos a la segunda planta, con mis demás compañeros. Usamos bolsas para taparnos lo que eran los pies, más que nada, para evitar una tragedia por una descarga eléctrica, ya que había contactos a nivel de piso.
“Empezamos a mover los pacientes. En el trayecto de los pasillos subíamos a otros pacientes encima de la camilla de los pacientes que llevábamos. Antes de llegar a la escalera del segundo piso el agua ya nos estaba empezando a llegar a las rodillas. Fue en segundos. ¿En qué momento fue? No lo sé. Simplemente de repente se vio toda el agua, de la nada, que empezó a subir el nivel”, cuenta Jesús a Proceso. Ayer estuvo de guardia en el hospital y, por la mañana, observó la inundación de su ciudad, con el agua que había sepultado vehículos y cubierto casas, con pérdidas totales.
Además de pacientes, subieron ropa clínica, colchones, todo lo que de inmediato pudieron rescatar para protegerlos, hasta que el agua empezó a entrar a los consultorios que estaban por el área de Farmacia, rompiendo las puertas por la fuerza de la corriente.
“Hay muchas cosas que uno quisiera hacer en ese momento… la desesperación de escuchar a los pacientes clamar que se les ayudáramos. Se empezaron a subir pacientes de covid –de un área que estaba restringida, pero urgía salvarlos–… fue algo muy triste, de mucha impotencia”.
Gritos de auxilio
Según el director del IMSS, Zoé Robledo, en 20 minutos subió el agua dentro del hospital, cuando laboraban 104 trabajadores de salud y había 56 hospitalizados. Cuando falló el sistema eléctrico no pudieron emplear el sistema de oxigenación, lo que causó la muerte de 17 personas por insuficiencia respiratoria.
Jesús tiene un pesar: aunque en medio de la inundación salvó pacientes, el saber que existen pérdidas le duele al grado de no poder verbalizarlo. Piensa en qué más pudo hacer y, si acaso, otra vida pudo salvar. Es un pesar que tiene y le duele al grado de no contener el llanto, tras horas de fortalecerse dentro, porque no podía mostrarle a los enfermos que él también estaba desolado.
“Por más que uno quiso hacer las cosas… no sé, siento a lo mejor que me faltó más por hacer. Tengo conocidos que me dicen que hice lo que tuve que hacer, que no pude haber hecho más, porque no estuvo a mi alcance, pero aún así por dentro me siento mal, me siento triste…
“Ya después, como a la una, dos de la madrugada, escuchábamos en los alrededores gente que estaba en las azoteas; escuchábamos los niños gritando que los ayudáramos, que los salváramos. Gritaban: ¡auxilio! ¡auxilio!...
La voz de Jesús se quiebra en su totalidad cuando recuerda a los infantes implorar, a grito desesperado, por un rescate que no sabían si llegaría; por la certeza de estar varados y solos frente a la corriente del río que había inundado sus casas. Entonces, el sentimiento de angustia, la desolación contenida, ya no le permiten contar más. Su llanto imparable dice lo que él ya no puede expresar con palabras.
“Fue algo horrible, honestamente, nunca imaginé que algo así fuera a suceder –dice apenas recobra un poco la fuerza de la voz quebrada–. Lo que más me parte el alma es toda esa gente que gritaba que les ayudaran. Lo más triste y lo más fuerte eran los niños, escuchar sus gritos desgarradores, pidiendo ayuda, que los sacaran, que los llevaran a tierra firme, y uno sin poder hacer nada…
“Es lo que más me parte el alma, que no se pudo hacer nada. Quiero pensar que los rescataron, pero, no sé, el apoyo empezó a llegar como a las 10 de la mañana”.
El agua al interior del hospital superó los dos metros. Con lanchas, los pacientes comenzaron a ser rescatados en la madrugada. La gente también improvisó balsas en las que llevaban también a adultos mayores y niños. Al amanecer, iniciaron acciones de rescate vía aérea.
“Todos decidimos, directivos, doctores, enfermeros, todos, salvar primero a los pacientes, a todos. Había algunos que no se podían mover para nada. Vi personas con sus lanchas, las conozco de vista, personas voluntarias. Admiro y aplaudo mucho a esas personas que ayudaron. Pasaban y decían: ‘estamos sacando a la gente de sus casas’, a niños los estaban sacando también”.
Respuesta lenta del gobierno
Sin embargo, al interior del hospital creen que, aun volcada la sociedad para rescatarlos, la respuesta del gobierno fue lenta.
“No entiendo por qué no hubo más apoyo. En ese momento mucha gente que no trabaja a lo mejor en ninguna presidencia ni en gobierno estuvieron apoyando demasiado: nos estuvieron mandando víveres, más que nada para los bebés que teníamos internados… nos estuvieron mandado fórmula para ellos, agua, comida enlatada para los pacientes…
“Después comenzaron a pasar a los pacientes a las lanchas, desconozco si ya eran de gobierno, porque luego empezaron a llegar más. Posteriormente se empezó a evacuar al personal. Yo salí entre los últimos compañeros. Los últimos que se quedaron fueron los que tenían pacientes covid, a quienes los empezaron a sacar por vía aérea”.
En la segunda planta, recuerda Jesús, el agua les llegaba a la cintura. Cuando las líneas colapsaron y se perdió la señal de celular, pensó en sus hijas, si vivirían la misma angustia que él ahí.
“Yo me sentía con toda esa presión, con toda esa carga de querer llorar, de gritar de desesperación, pero no lo hacía para evitar alarmar a los pacientes. Gracias a toda esa gente que nos apoyó, de corazón, gracias, honestamente. Solamente Dios sabe el porqué de las cosas, pero qué bueno que no nos dejaron solos”.
Jesús dice que a sus 31 años este es el episodio más trágico de su vida. No sólo lo más grave que ha ocurrido en el hospital donde ha trabajado once años, sino en la historia reciente del municipio. “Hacía 40 años que no se vivía una situación tan trágica por las precipitaciones en Tula”, publicó a través de Twitter el gobernador Omar Fayad.
Jesús, sus compañeros enfermeros y los damnificados pidieron a él y al presidente Andrés Manuel López Obrador no olvidarlos, apoyar a los familiares de quienes perdieron la vida y también trabajar en la recuperación de la ciudad.