MADRID, Esp. (Proceso).- El primer caso de coronavirus en África se registró el viernes 14 de febrero, cuando en China –donde surgió el virus— el saldo ya era de casi 64 mil personas contagiadas y mil 380 fallecidas. Se trataba de un viajero extranjero asintomático que fue detectado en un control sanitario en Egipto, confirmaron de forma conjunta las autoridades sanitarias en El Cairo y la oficina en el Mediterráneo Oriental de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Desde ese momento se encendieron las alarmas en todo el continente, aún cuando la misma OMS ya había puesto en alerta a los precarios sistemas de salud para que se prepararan ante la creciente expansión del coronavirus fuera de China. Desde entonces, las voces de alerta no paran de advertir sobre las graves consecuencias que la pandemia se expanda en el continente que los científicos denominan la cuna de la humanidad.
El temor de los expertos es que estos servicios se vean desbordados e ineficaces para evitar el contagio, atender a los pacientes y salvarles la vida. En días pasados, Matshidiso Moeti, directora de la OMS para África, advirtió que el crecimiento del contagio evidencia una “evolución dramática”. “La rápida evolución de covid-19 en África es profundamente preocupante”.
Como la doctora Moeti, otros especialistas advierten sobre las débiles capacidades para contener el virus en los grandes núcleos de población (Lagos, Nigeria; El Cairo, Egipto y Kansasha, República Democrática del Congo) y en los 10 países más pobres del planeta, que son africanos (representan el 13% de la pobreza mundial, de acuerdo al informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2019).
Esto hace casi imposible atender las medidas de higiene que se recomiendan para evitar el contagio. Y, en muchos casos, a eso se suman la sequía, los conflictos armados, todo tipo de violencias y los desplazamientos en varias zonas.
“Es solo cuestión de tiempo que, en línea con lo ocurrido en Europa, las cifras en África aumenten exponencialmente”, advierte en entrevista Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Ayuda Humanitaria (IECAH).
Acciones
El 25 de febrero se detectaron los primeros casos en Argelia y en Nigeria. Preocupaba este último caso, un viajero recién llegado a Lagos desde Milán y que fue inmediatamente confinado. La alerta surgió porque esta ciudad nigeriana alberga a 20 millones de habitantes y un contagio comprometería a la salud de uno de los tres principales núcleos poblacionales de África.
Por recomendación de la Unión Africana, varios países impusieron una serie de medidas como restricciones en las fronteras y cuarentena de tres semanas para los visitantes y ciudadanos que hayan viajado recientemente a las zonas afectadas por el virus.
Hasta ahora los casos registrados en África dan la impresión que esta siendo la región menos afectada por la pandemia frente a la acelerada expansión que tiene en Estados Unidos o Europa. El 3 de abril, 50 de los 54 países africanos ya contabilizaban en total 7 mil personas contagiadas, 286 muertos y más de 440 personas que se recuperaron de la enfermedad.
La OMS y los Centros de Control de Enfermedades de la Unión Africana registran a Sudáfrica como el mayor foco de contagios, al que se suman Egipto Argelia y Marruecos.
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Foto: Fb World Health Organization African Region[/caption]
Sudáfrica y Nigeria fueron los primeros en decretar el confinamiento total de la población como medida para contener la propagación. Aunque Sudáfrica es la economía más desarrollada del continente su sistema de salud ya soporta una epidemia de VIH con más de 7 millones de afectados, grupo de riesgo ante el coronavirus.
República Democrática del Congo adapta sus instalaciones de aislamiento que han sido utilizadas ante los brotes de ébola, sin embargo, carece de capacidad de detección de covid-19.
Egipto, Sudáfrica, Argelia, Marruecos, Senegal, Mauritania y Kenia son solo algunos de los países que cerraron su espacio aéreo y prohibieron todos los vuelos procedentes de países de riesgo. Argelia y Marruecos blindaron sus puertos, que conectan principalmente con Europa, y el gobierno marroquí además cerró todas sus mezquitas. El presidente de Túnez, Kais Saied ordenó la liberación de 1,420 prisioneros en una amnistía que busca aminorar la carga de propagación del coronavirus en las cárceles, siguiendo el ejemplo de Etiopía y Malawi.
“Si hay menos casos todavía es porque ha tardado más en llegar, pero las cifras dicen que una vez empieza el contagio se está extendiendo igual que en España e Italia”, advertía la epidemióloga catalana Anna Roca, investigadora de la Covid-19 Medical Research Unit de Gambia en una entrevista en La Vanguardia de Barcelona.
Para responder a esta crisis en África, la OMS considera que se tiene que adaptar a su particular contexto, porque los datos demográficos del continente son diferentes a los de China, Europa y Estados Unidos. “África tiene la población más joven del mundo y parece que las personas mayores son más vulnerables a Covid-19. Sin embargo, el análisis preliminar revela que las personas con afecciones subyacentes tienen un mayor riesgo. En toda la región, casi 26 millones de personas viven con el VIH. Más de 58 millones de niños tienen retraso en el crecimiento debido a la desnutrición. Por lo tanto, es posible que las personas más jóvenes estén en mayor riesgo en África que en otras partes del mundo”, señala el organismo.
Por tanto, para Moeti, “el covid-19 es uno de los mayores desafíos de salud que África ha enfrentado en una generación”.
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Matshidiso Moeti, directora de la OMS en África[/caption]
Las epidemias de “los otros”
Jesús Núñez, codirector de IECAH, pone el foco en que “sólo de forma multilateral y multidimensional” se podrá enfrentar la pandemia y la crisis que está provocando, “porque ningún país tiene capacidad suficiente para enfrentarle” y “no solo se trata del tema sanitario”, explica
“En el caso de África, no cuenta con un poder supranacional que permita abordar las diversas aristas de la crisis y darles salida, porque la Unión Africana no tiene esa capacidad. Por otro lado, existen macro-ciudades con población que se enfrenta a estados de bienestar y de salubridad deficientes, es el escenario perfecto para la propagación de la pandemia”.
No obstante, la respuesta que dan los países ricos “está claramente orientada a posiciones ultranacionalistas y a tentaciones autoritarias para la solución del problema, bajo el criterio de `sálvese quien pueda´, que es la peor estrategia para gestionar esto”, explica este economista y militar en retiro.
Esto, en su opinión, cuestiona la voluntad de los más poderosos por aumentar precisamente ahora, cuando las demandas internas van a ser aún más perentorias, la ayuda al desarrollo, la transferencia de tecnología, un tratamiento más suave a la deuda o, simplemente, unas reglas comerciales más justas.
Por eso “es difícil alimentar la esperanza de que esa imprescindible colaboración externa vaya a ser tan siquiera significativa. Y todo esto sabiendo que, si no hay una respuesta en esa línea, los problemas van a ser aún mayores… para todos”, escribía Núñez en
El Periódico de Cataluña, el 30 de marzo.
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Sede la de la OMS en la Union Africana Foto: Google Maps[/caption]
“Aquí es donde debería privar el `egoísmo inteligente´ para ayudar a África y otras regiones no desarrolladas, es decir, no sólo por los africanos sino por nosotros”, añade en la entrevista con este semanario.
Pero la experiencia en todo este siglo demuestra lo contrario. A lo largo del siglo, explica, la OMS ha emitido siete declaratorias de emergencia de salud pública de importancia internacional, todas en zonas muy desfavorecidas.
En 2003 el desencadenante fue el síndrome respiratorio agudo grave (SARS); en 2009, la gripe H1N1 (peste porcina); en 2012, el coronavirus MERS-CoV; más tarde, en 2014 y 2019, con motivo de la expansión del brote de ébola en buena parte de África subsahariana; en el 2014, por un rebrote de poliomelitis que se creía prácticamente erradicada en aquel momento; y, en 2016, por la expansión del virus zika.
“Cuando se producen estas pandemias a lo largo del siglo, en el mundo desarrollado se ha visto como un problema de “los otros”, de los países en vías de desarrollo, salvo cuando se dio la pandemia del sida que se expandió por los países ricos, entonces el Consejo de Seguridad de la ONU sí consideró que era una amenaza a la seguridad global”.
En todas esas alertas por enfermedades contagiosas, “no existió una reacción seria de las principales potencias, aunque los documentos gubernamentales de Estados Unidos y la Unión Europea sí destacaran que estas pandemias eran un riesgo a la seguridad nacional”.
Por esta razón, el codirector de ICAEH rechaza la afirmación del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuando señala que el covid-19 es una pandemia que no se esperaba. “Al contrario, era algo absolutamente esperado en el sentido de que una pandemia de estas características podía surgir en cualquier momento, lo único que esto demuestra es el cortoplacismo en las decisiones preventivas de los países desarrollados”.
Especialista en temas de seguridad, construcción de paz y prevención de conflictos, Núñez también advierte sobre la inestabilidad política que se puede acrecentar en medio de la pandemia con los conflictos violentos que se viven en África.
En un artículo publicado en el diario ABC, Núñez alertaba sobre las actuaciones de grupos terroristas en plena crisis de la pandemia, que hacen más grave la situación para personas refugiadas y desplazadas –70.8 millones según ACNUR—, “relegadas recurrentemente en las agendas de los gobiernos en cuyos territorios se agolpan y escasamente atendidas por la comunidad internacional”, afirmaba.
Para
Proceso, Núñez explica que se refiere a la zona de “Libia, donde hay un gobierno reconocido pero que no tiene el control territorial; la zona del Sahel, donde opera el viejo Boko Haram nigeriano”; la región del Sahel en el sur de Argelia, parte de Malí, Mauritania y Níger donde actúa Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI); “zona donde también actúa Jamaat Nast al Islam wa al Mouslimin (Jnim), que es la fusión de cinco grupos terroristas regionales”, que operan en tres países del Sahel, principalmente Argelia, Níger y Malí y “el Daesh en el Sahel africano”.
Asimismo, añade, está el foco del conflicto en la República Democrática del Congo donde el ejército libra choques continuos con el Movimiento 23 de Marzo (M-23) y otras facciones armadas que pululan en su territorio, todos estos provocando graves violaciones a los derechos humanos y desplazamientos de una población muy pobre.
“Son focos donde estas facciones yihadistas privilegian el ´cuanto peor, mejor´, porque así sacan mayor tajada en plena expansión de la pandemia. Lo grave es que los gobiernos de estas regiones no pueden dar una respuesta mayor en estas zonas”, dice Núñez.
Conteniendo la respiración
Ante el mensaje esperanzador de la OMS sobre las medidas preventivas que tomaron los países africanos, el nuevo director para África del Comité de la Cruz Roja Internacional (CICR), Patrick Youssef, cree que “todavía existe tiempo para tomar las medidas para contener el virus en lo inmediato”.
Sin embargo, no desconocía la realidad en un comunicado del 31 de marzo: “La amenaza invisible del covid-19 se cierne sobre África”. Y reconoce también que podría ser devastador en zonas en conflicto, como es la región del lago Chad, sacudida por Boko Haram; o en Burkina Faso, donde la epidemia se propaga tanto en zonas rurales como en las urbanas.
“Tememos que siga avanzando (en Brukina Faso) aún más hacia el norte a las regiones afectadas por el conflicto, en especial en la ciudad de Djibo, cuya población se duplicó por los desplazamientos internos de los últimos meses, donde resultaría imposible imponer que los habitantes vivan manteniendo distancia entre sí, cuando incluso el acceso al agua y el jabón es limitado”, señala.
También en el norte de Malí, añade, “donde el 93% de las instalaciones de salud fueron íntegramente destruidas a causa del conflicto. ¿Cómo podrán, entonces, hacer frente a esta amenaza? Las instalaciones de salud locales a duras penas pueden atender patologías comunes como el paludismo o la rubeola. No tendrán la capacidad para hacer las pruebas y tratar a los pacientes con covid-19. Otros sistemas de salud del continente corren el riesgo de derrumbarse”.
Pero también hay otro colectivo vulnerable que son los africanos que migran hacia Europa. Desde Marruecos, Helena Maleno, fundadora del colectivo Caminando Fronteras explica al corresponsal que el sellado de las fronteras marroquíes no ha frenado la salida de embarcaciones con migrantes.
“Entre el 25 y 31 de marzo salieron once embarcaciones y constatamos que en ellas se movilizaron unas 600”. El flujo es mínimo en el Estrecho y en el Mar de Alborán, al norte de Marruecos”, pues donde se registra la actividad es en la llamada ruta Atlántica, que va hacia las Islas Canarias, que es la ruta que se reactivó en 2019”.
Asimismo, en plena pandemia y ante las restricciones de movimiento, explica, “la situación de confinamiento de los jóvenes migrantes está resultando muy duras, porque no se pueden mover por la calle si no tienen un permiso del Ministerio del Interior marroquí y, como son migrantes no reconocidos, no se los dan”.
“Muchos de ellos –explica—viven de la venta informal en el mercado, incluso de la mendicidad, por lo cual no tiene que comer. A eso se suma que el acceso a los hospitales para ellos es muy restringido, y cuando lo consiguen por la intermediación de las organizaciones sociales, pero por el coronavirus, éstas han cerrado sus puertas. Por tanto, (los migrantes) no tienen asistencia ni tienen para comer, es una situación de gravísima vulnerabilidad, y el hacinamiento no les permite mantener las medidas de higiene adecuadas. Debemos entender que en la lucha contra un virus, todos debemos ser atendidos, ricos y pobres, si no, cómo vamos a parar la pandemia”.