CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Hay expresiones de uso frecuente, verbalización de condiciones laborales más o menos comunes en diferentes actividades laborales en México que, sin embargo, parecen insólitas cuando las expresa un policía federal que acaba de participar en un acto represivo, masivo e indiscriminado, contra una huelga legal: “nos tienen como animales”.
El 7 de junio de 2010, la Policía Federal llegó a las inmediaciones de la mina de Cananea, en Sonora, para cumplir una orden peculiar: “restablecer el orden público”, pero en un fundo privado propiedad de Germán Larrea Mota Velasco, uno de los hombres más ricos de México y del mundo.
Ese día y con diferencia de horas, la justicia mexicana declaró legal la huelga que mantenían los trabajadores mineros pero otro juzgado declaró el fin de las relaciones laborales “por causas de fuerza mayor”, con el argumento de que el tajo era inoperable debido a los daños causados por los huelguistas.
Así, la fórmula para sacarle la vuelta al derecho de huelga se imponía mediante una resolución que imputaba precisamente a la huelga un daño a la empresa hasta hacerla improductiva, condición absurda que se revertía en los hechos, pues llegaron al lugar cientos de trabajadores subcontratados con la custodia de la Policía Federal. Todo coordinado, el gobierno sabía antes el sentido de las sentencias y mandó con anticipación el despliegue policíaco.
El operativo impedía la aproximación de los sindicalistas y, la tarde del 8 de junio, la razzia se extendió por un caserío, irrumpiendo en viviendas y desperdigando bombas de gases entre población civil. Fue entonces cuando los encontré, descansando en una brecha y con ganas hablar.
Las razones de la inconformidad de los federales eran porque aquel despliegue fue también un engaño para los 2 mil agentes cuyos mandos medios denunciaban: les dijeron que iban a un operativo contra el narco, pero los mandaron a cuidar una mina privada; los mandos, militares la mayoría, se quedaban con el dinero de viáticos y les daban de comer sólo dos veces al día unas sopas Maruchan; dormían a cielo abierto y el maltrato de generalotes cuarteleros atentaba contra su dignidad.
“¿Y cuando se acabe el sexenio? Ya sabemos que nos va a pasar como a los del SME”, dijo uno de los comandantes anticipando lo que casi una década después ocurrió: la casi extinción de la Policía Federal para integrar la Guardia Nacional.
El operativo para la extinción de Luz y Fuerza del Centro, en octubre de 2009, fue quizás menos violento que el de Cananea, ambos ordenados por el gobierno de Felipe Calderón, que ahora pontifica sobre derechos laborales (en Twitter ¿dónde más?).
De aquel operativo, años después, se pudo saber que en parte la Policía Federal era integrada por miembros de la Primera y Tercera Brigadas de Policía Militar, de manera similar a como hoy se integra la Guardia Nacional.
Fue por las denuncias del teniente del Ejército, Marcos Mendoza que, con solicitudes de información a las secretarías de Seguridad Pública y Defensa Nacional en 2011, documenté para la revista Proceso los convenios entre ambas para eso. Luego crucé esa información con recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que en efecto, confirmaron que participaron: en el desalojo de Ciudad Universitaria en el 2000; en Atenco, Lázaro Cárdenas y Oaxaca en las represiones de 2006; en el operativo para cuidar la extinción de Luz y Fuerza en 2009; y en Cananea en 2010.
Con el paso del tiempo, los ubiqué el 1 de diciembre de 2012, en las redadas contra profesores de la CNTE en septiembre de 2013 y más. En todas, como en Cananea, se acumulaba la inconformidad de policías federales respecto al papel militar.
Hasta ahora, es difícil saber si en realidad hay una manipulación política detrás de las protestas de policías federales, como acusó el presidente López Obrador. Lo que sí hay es un ambiente de inconformidad que lleva años gestándose y que, ciertamente, alguien pudo aprovechar.
Porque, atípicamente, las protestas de hoy son contra los mismos que en el pasado: los mandos y oficiales de la Policía Militar que, como Guardia Nacional, se convirtieron en el motivo de expresión pública de quejas de la Policía Federal que nunca se atrevió a manifestarse y que, por lo demás, siempre fue disfuncional.
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