CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- De gira por el estado de Nayarit, en el poblado de Jesús María, una de las comunidades indígenas más pobres en la Sierra Madre Occidental, el presidente Andrés Manuel López Obrador se topó con la inoperancia del programa de pensiones para personas adultas mayores, insignia de su gobierno.
Acompañado por el gobernador de Nayarit, Antonio Echevarría García y el secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, en la parte final de un mitin celebrado para anunciar la inversión de 200 millones de pesos en la modernización de dos caminos carreteros en la zona, el mandatario se dirigió a los asistentes, en su mayoría coras y huicholes:
“Les pregunto, porque quiero saber bien: los adultos mayores, ¿ya están recibiendo su pensión?”, se escuchó al presidente confiado, de buen humor.
Le respondió el silencio. Ocupantes de las primeras filas, los adultos mayores volteaban a verse entre sí.
López Obrador compartió la confusión e insistió:
“¿Sí o no? Levanten la mano los mayores de 65 años que ya están recibiendo los 2 mil 550 pesos”.
Una minoría en todo el Centro Ceremonial levantó la mano.
Contrariado, el presidente dijo: “Bueno, más o menos. Eso lo quería saber”. Queriendo rescatar la situación, preguntó quiénes al menos ya habían sido censados para ser beneficiarios de ese programa social.
Otra vez, casi nadie levantó la mano. Por el contrario, la mayoría respondió que no habían sido censados.
Entonces el presidente, que constantemente repitió durante su discurso que los pueblos originarios y “los pobres” son la prioridad de su gobierno, tuvo que hacer frente a la situación:
“Muy bien. A eso vengo. Porque así no me engañan y me doy cuenta cómo están las cosas”.
Se forzó a recuperar la sonrisa y explicó:
“Es que miren: no es fácil quitar las malas costumbres. Ya ven cómo era antes. Sigue siendo todavía, pero las vamos a ir quitando poco a poco. Cuando se avisa que va a venir el presidente se ponen a trabajar, a entregar rápido el apoyo. Hubo apoyos que entregaron apenas ayer porque sabían que iba a venir. Pero todas esas mañas se van a acabar.
“Ya no tengo oficina de espionaje (el CISEN), pero a mí me informa el pueblo. Por eso hablo con todos. No me voy a dejar rodear por lambiscones, por barberos. Voy a estar siempre escuchando de manera directa al pueblo de México”, prometió el presidente.
Cerró el tema diciendo: “El gobierno estaba tomado, estaba secuestrado. Era un comité al servicio de una minoría rapaz que se dedicaba a robar. Por eso cuesta trabajo empezar a echar a andar al gobierno”.
Con morrales coloridos y colguijes que le regalaron, el presidente se marchó, pero prometió regresar. Dejó las promesas de apoyos económicos directos, constantes; de becas, capacitaciones y una transformación a partir de una “verdadera” y recién conseguida reforma educativa; de la transformación del sistema de salud y, por último, una vaga y constante idea al aire de formar una empresa estatal de comunicaciones.
“Como a las empresas (de telecomunicaciones) no les resulta rentable, no dan servicio en los pueblos apartados. Porque buscan nada más el negocio. Solo el 20 por ciento del territorio nacional está comunicado con internet. ¿Qué le vamos a decir a las empresas? Háganse a un lado porque ahora el gobierno va a tener su empresa para comunicar con internet a todos los mexicanos. Ese es el compromiso”, dijo respecto a los temas de telefonía celular e internet.